VICENTE ROJO LLUCH Y SU MUJER EN BOLIVIA

 

El Gral. español Vicente Rojo Lluch

Por: Ricardo Serrano / Periódico El Deber de Santa Cruz, 21 de enero de 2022.

Siempre he pensado que la estadía en Bolivia del Gral. Vicente Rojo nos dio prestigio y renovó el estancado aire de un país donde no venía mucha gente. Diciendo esto quiero sumarme al recuerdo que el pasado diciembre hizo Rafael Archondo, en su columna de Página Siete: “Rojo en Bolivia”.

Es que no era cualquier inmigrante. Si bien venía de comandar un ejército que fue derrotado, la mayoría de los autores le reconocen como estratega brillante; con la desventaja de haber estado en el lado con menores recursos, en el bando que no tenía mando único y debilitado por rencillas y luchas intestinas entre comunistas, socialistas, anarquistas y sindicatos. Aún con eso retardó el triunfo de Franco.

Tampoco se puede olvidar la aureola romántica que generó la Guerra Civil Española con las brigadas internacionales a favor del lado republicano por un lado y por otro, los escritos de Hemingway, Octavio Paz, Neruda, Orwell y otros. Y parte de ello le tocaba al General Rojo. Aunque en verdad no era la ideología lo que seguía Rojo, sino la legalidad de la República. Los otros eran los alzados. Él estaba lejos de esas rencillas regionales e ideológicas que conflictuaban al bando republicano. Ese mismo ambiente se trasladó al exilio de Buenos Aires y él no vivió tranquilo ni conforme con ese ambiente.

Hasta que para fortuna de él y nuestra, el Gobierno de Peñaranda lo contrató para ser profesor de la Escuela de Guerra, que ahora se llama Escuela de Comando y Estado Mayor en Cochabamba. Y vivió en Bolivia desde 1943 hasta 1957. Ahora gracias al libro escrito por su nieto Andrés Rojo (La Paz, 1958) Vicente Rojo. Retrato de un general republicano (Tusquets, 2006) sabemos muchas cosas. Entre ellas que él valoraba y agradecía que su contrato le reconocía como general del ejército español.

Andrés Rojo cita la “Autobiografía” de su abuelo para relatar la relación con Bolivia: “He trabajado tan intensamente y tan a gusto, he forjado tan buenas amistades, me he compenetrado tan entrañablemente con el alma de Bolivia y los afanes de sus hombres”. Se dice que fueron muy afamadas sus clases teóricas y también célebres sus expediciones táctico-logísticas en las fronteras. Sus años en Bolivia fueron “el mejor oasis que pude hallar para restablecer el equilibrio de mi vida”. Cómo sería la imbricación con Bolivia que casó aquí a seis de sus siete hijos (con el tiempo y después del retorno de su padre cinco volvieron a España. Es que Bolivia no daba muchas oportunidades).

Se puede decir que Vicente Rojo en Bolivia tenía muchas satisfacciones, pero no dejaba de ser un exiliado. Y todos ellos llevan heridas a cuestas y una bolsa de ausencias y cosas no resueltas. Por eso Rojo quería volver a España.

Pero no solo era eso. Nada es simple. Los generales no solo mueven tropas en el frente u ordenan avances de tanques. También tienen mujer y todos sabemos que ella y la familia es otro frente. Y es que Doña Teresa Fernández tenía particularidades que podrían ser material de literatura. Así me parece el hecho de que “a pesar de que su marido llevara luchando desde el mismo día del golpe contra los militares rebeldes, ella siguió considerando que la razón estaba del otro lado”. Yo me imagino a ella, tan católica, de misa diaria y rosario, orando para que su marido no muera en el frente y al mismo tiempo pidiendo el triunfo de los “nacionalistas”. Y, aun así, lo acompañó en todo momento. Lindo, ¿no? La guerra podía ser contradictoria pero no su marido. Ella le siguió, cruzó el Atlántico y llegó a Cochabamba.

Los hijos mayores entraron a la universidad y uno de ellos al colegio militar, pero Doña Teresa nunca se adaptó a Cochabamba, “ya fuera por la radical extrañeza que le producían los cholos (…) ya fuera por el polvo de las calles o por la simple nostalgia”. Pero fue en la cocina donde se mantuvo incólume en sus convicciones y no siguió al marido. Doña Teresa fue radical y se negó a incluir a su menú comida boliviana. “Al parecer fue tan obstinada y terca que no solo no preparó, sino que ni siquiera probó bocado alguno de los platos tradicionales”, sigo a Andrés Rojo. O sea que no probó el chuño que acompaña al ají de lengua y tampoco sopa de maní. Pobrecita, era su protesta.

Por eso el General en una nota autógrafa de 1956 apuntó: “Voy a intentar, cediendo en todo cuanto haya que ceder, para que me abran las puertas, evitando a mi mujer morir en América, lo cual sería el mayor disgusto de mi vida”.

Después de muchas gestiones, su regreso fue autorizado. Al poco tiempo de su llegada se le inició un proceso por rebelión, que acabó condenándolo a prisión perpetua. A las semanas se le comunicó que se le indultaba de cadena perpetua, salvo la interdicción civil.

Después de eso siguió escribiendo y publicó libros sobre la guerra. Se reunía con pocos amigos y aunque el libro del nieto no lo dice, se sabe que acudía a la embajada boliviana a leer periódicos atrasados y de repente encontrar algún conocido. Murió el 15 de junio de 1966.

Me parece de novela que el cortejo fúnebre haya recorrido calles de Madrid. Esa ciudad que había defendido de las tropas franquistas. También es literatura, además que mi inconsciente me delata en mis simpatías, el hecho que hayan asistido al sepelio tres destacados falangistas. Uno de ellos, Rafael García Serrano declaró a la prensa que se había rendido su último tributo “a un hombre que se equivocó, pero que lo hizo a la española”.

 

HISTORIA DEL PAN PACEÑO “MARRAQUETA”

 

Marraqueta paceña.

La marraqueta también llamada pan de batalla es un tipo de pan propio de Bolivia. Este pan está elaborado a base de harina blanca de trigo, agua, levadura y sal. Por lo tanto, requiere más tiempo de fermentación que otros panes; no contiene grasas y se caracteriza por su forma peculiar y por ser crujiente. Este pan es procedente de la ciudad de La Paz teniendo un aroma y sabor único. El pan de batalla o marraqueta tiene su pareja, es la llamada pan hallulla o pan sarnita, que tiene forma redonda y una consistencia más suave con quesito encima. Antes solía comprase casado, mitad marraqueta y mitad hallulla o sarnita.  La naturaleza de su nombre atribuye su origen a panaderos franceses de apellido Marraquette, según la historiadora Florencia Durán.  El patrimonio culinario de los paceños, según otra teoría, no fue creado por panaderos locales sino por uno que emigró desde la isla de Chíos, donde habría habitado hace más de un siglo Michel Jorge Callisperis de oficio panadero. El joven panadero llegó a Chulumani (Bolivia) en 1908 para elaborar pan como su principal sustento y como la región le resultó pequeña para agrandar su negocio, se trasladó a la ciudad de La Paz, donde trabajó en la empresa de fideos Figgliozzi que con los años llegaría a pertenecer a la familia Sáenz.  La fórmula de este pan pronto le daría motivos para instalar su propio negocio: primero en la calle Bueno y finalmente en Miraflores, donde finalmente se quedó. Hoy, la marraqueta, es infaltable a la hora del desayuno y el almuerzo, registrándose su mayor consumo en La Paz.

El pan de batalla, se consume en hogares pobres y en hogares privilegiados y su fama ha llegado tan lejos que le ha valido el ser declarado "Patrimonio cultural e histórico de La Paz", mediante Resolución emitida por la Prefectura del Departamento de La Paz, el año 2006. Siendo el pan de cada día en los hogares paceños, acompaña sus vidas desde el desayuno hasta la rica variedad de platos de lunes a domingo.

Información tomada de una tesis de maestría titulada: ESTUDIO DE LAS CARACTERISTICAS FISICOQUIMICAS DEL ALMIDON EN TRES VARIEDADES DE PAN UTILIZANDO ASYMMETRICAL FLOW FIELD FLOW FRACTIONATION “AF4”, de Rossio Lorena Castañeda Arias / UMSA.

LA LEYENDA DE LUIS ESTEBAN GALARZA MAYEREGER EN EL FUTBOL BOLIVIANO

Luis Galarza, defendiendo la camiseta de la "Verde". (Créditos: Julio Mamani Ticona)

 

Luis Galarza es un exfutbolista y entrenador paraguayo nacionalizado boliviano. Jugo como portero. Debutó profesionalmente en el club The Strongest. Fue seleccionado boliviano, donde jugó 14 partidos. También fue director técnico de varios clubes en Bolivia.​ Hoy reunimos algunos artículos publicados sobre la leyenda de Galarza.

UNA HISTORIA PARA LA HISTORIA

Por: Jorge Barraza / El Comercio de Perú, 22 de marzo de 2020.

No es la canchita de la esquina, jugar a tal nivel con esas edades es altamente meritorio, casi un milagro; habla de jerarquía, voluntad, disciplina, profesionalidad. Pero, en verdad, Faryd no perdió ningún récord, nunca lo tuvo. Y Butrón tampoco lo ganó. El arquero -y el futbolista en general- más veterano en más de seis décadas de Copa es Luis Esteban Galarza, quien el 17 de abril de 1995 se retiró de la Libertadores actuando para Jorge Wilstermann con 44 años y 81 días. Fue una injusta despedida para el mejor golero de la historia del fútbol boliviano: esa noche limeña, Sporting Cristal les ganó 7 a 0. Lucho no merecía esos siete cachetazos como adiós, no condicen con su grandeza. Cristal tenía al ‘Chorri’ Palacios (3 goles), Solano, Jorge Soto, Julinho, Maestri. Mucho Cristal.

Pero la noticia sirvió para exhumar una bella novela humana y deportiva, la de una dinastía como no se ha dado en un siglo y medio en este deporte. Lucho Galarza o ‘El Mono’, como le decían sus compañeros, es el personaje central de esta increíble saga que comenzó en 1950, cuando Ramón Mayeregger, el hermano mayor de una fecunda familia futbolera, debutó bajo los tres palos de Nacional de Asunción, el club de Arsenio Erico. El joven Mayeregger destacó rápidamente por sus voladas espectaculares y fue titular de la selección paraguaya en el Mundial de Suecia 1958. Luego sería transferido al Emelec, donde alcanzó la idolatría. “El Candado Mayeregger”, lo llamaron, porque cerraba el arco.

Ramón fue el inspirador de sus dos hermanos menores por vía materna, Arturo y Luis Galarza Mayeregger, quienes de pequeños se volcaron al oficio de atajar, y entraron también en el club Nacional. Arturo llegó a Primera División y en 1969 emigró a Bolivia, contratado por el Bolívar de La Paz. En esas estaba cuando el 26 de setiembre se produjo el trágico accidente aéreo en el que pereció todo el equipo del The Strongest, el más popular del país por entonces. Caló tan hondo en el sentimiento que prácticamente toda Bolivia ayudó en la reconstrucción del Tigre Paceño. Fue cuando Arturo se cruzó con un directivo atigrado y le comentó:

-Tengo un hermano menor que ataja en Asunción, es muy bueno.

-Dígale que se venga–, fue la respuesta instantánea. Lucho ni siquiera había debutado en Paraguay, tenía 18 años. Cuando lo vieron en La Paz, los dirigentes dudaron: “¿Podrá jugar…? Es un chico”. Pero el técnico Freddy Valda lo puso a prueba y enseguida lo recomendó a los directivos: “Si lo trabajan bien, tienen arquero para quince años”. Se quedó dieciocho. Arrancó en 1970 y no paró hasta fines del 87. Se convirtió en un histórico del club por fidelidad y por sus notables condiciones. “Tenía una personalidad increíble y nos transmitía su garra y confianza a los compañeros”, dice Luis Liendo, volante que compartió añares con él.

Pero al llegar a La Paz, en noviembre de 1969, vivió un suceso tragicómico: arregló contrato y le ordenaron ir a entrenar; fue, pero eran tres jugadores nomás, los otros habían caído en la montaña, con el avión. “Estaban los dos que no habían viajado junto con el equipo: Rolando Vargas, porque pidió permiso para trabajar, y Luis Gini, que estaba lesionado. No se podía hacer fútbol, nos juntábamos los tres, dábamos unas vueltas a la cancha, unos ejercicios y nos íbamos a casa”, cuenta Luis.

Durante diez años se dio un suceso extraño: Arturo y Luis fueron los dueños del arco de Bolívar y The Strongest, el gran duelo del país, como si dos hermanos se enfrentaran en un Boca-River o en un Alianza-‘U’. Y eran los capitanes.}

–Con Arturo estábamos todo el día juntos, y cuando llegaba el clásico, no hablábamos de fútbol para eludir el tema. Ambos éramos los capitanes, así que, aunque habíamos compartido hasta un rato antes, nos saludábamos en el medio del campo–, evoca Lucho. Se miraban seriamente e intercambiaban banderines que luego iban a parar a la misma pieza. –Los dos queríamos ganar y lo único que nos decíamos era “Vos tapá todo lo que puedas, yo haré lo mismo, y ojalá empatemos”. Después tomábamos mate, cenábamos juntos y comentábamos el cotejo hasta las dos de la madrugada, fumando un cigarrillo…

Se nacionalizaron y defendieron a la selección boliviana, sobre todo Lucho, quien enfrentó varias veces a Paraguay por Eliminatorias y por Copa América. Fueron pasando los años y los clásicos. Ambos se casaron y tuvieron hijos varones. ¿Qué fueron ellos…? Arqueros también, como casi todos los Galarza Mayeregger. Una vasta simiente futbolera: Arturo es papá de Carlos Rolando, hoy con 35 años, quien disputó la Libertadores para Real Potosí en el 2002. A su vez, Luis es padre de dos guardametas: Sergio Daniel Galarza (35), quien también llegó a la selección boliviana y actuó en el máximo torneo continental de clubes para Oriente Petrolero y Jorge Wilstermann (6); y Luis Eduardo Galarza, con larga trayectoria en Wilstermann, Strongest, etc.

Seis arqueros profesionales en una misma familia, varios con brillantes trayectorias, cinco protagonizaron la Copa, tres fueron internacionales por Bolivia y uno por Bolivia y Paraguay. Y mil anécdotas adornando la historia, como la que relata Sergio Daniel…

–Hacía un mes que había cumplido mis 18 años y jugaba en Metalsan, cuando me avisan que iba a debutar en Primera. Era un miércoles por la noche y enfrentábamos a Wilstermann, donde actuaba mi padre, Luis. En ese tiempo, 1993, muchos clubes no concentraban previo a los partidos, así que ese día estuvimos juntos en casa con papá; a la tarde salimos con el auto, cada cual pensando en lo suyo. Llegamos al estadio, él se fue al vestuario de Wilstermann y yo al de Metalsan. En la Liga coincidimos unos tres años. En todo ese tiempo creo que nos enfrentamos tres o cuatro veces y nunca pude ganarle un partido.

Antes de emigrar a Bolivia, Arturo Galarza fue una docena de veces internacional con la selección paraguaya y el 31 de marzo de 1965, en un cotejo amistoso en Guayaquil, enfrentó a su hermano Ramón Mayeregger, que militaba en Emelec. El club de Capwell venció 2-1 a Paraguay. Otro hermano de madre, Hipólito Recalde Mayeregger, el tío Polí, como lo llama la familia, fue un gran volante derecho de Olimpia que marcó el gol franjeado a Peñarol en la primera final de la Libertadores en 1960. La señora Mayeregger había tenido tres hijos de soltera y cinco de casada con el señor Galarza.

De los siete miembros de la dinastía Mayeregger Galarza, dos ya han fallecido, Ramón y Arturo. Los otros siguen en distintas funciones en el fútbol. Falta un capítulo más: los nietos. Y ya están golpeando la puerta del fútbol: Lucas Galarza, nieto de Arturo, llegó a la Primera de San Lorenzo, en Asunción. ¡¡¡Y es arquero…!!! Su hermanito Matías fue el 10 de Paraguay en el último Sudamericano Sub-17. Por su parte, en Santa Cruz de la Sierra asoman otros dos, Sergio y Esteban, nietos de Lucho, aunque son chicos de momento.

CLUB THE STRONGEST 1970. De píe : Luis Iriondo, Oscar Maldonado, Rolando Vargas, Beltrán Almada, Jesús Herbas y Luis Galarza. Abajo : Luis Fernando Bastida, Víctor Hugo Romero, Juan Américo Díaz, Mario Pariente y Niltón Pinto. DT : Prof Freddy Valda (Boliviano). Presidente : Rafael Mendoza Castellón. / Colección de Julio Mamani Ticona.

LUÍS GALARZA: ‘EL PATRIARCA’

El Diario Deportes, 4 de febrero de 2023

Aproximadamente a las cuatro de la tarde del 26 de septiembre de 1969, Bolivia vivió uno de los episodios más trágicos de la aviación nacional, cuando la plantilla casi completa del Club The Strongest con 16 jugadores, el cuerpo técnico y parte de la directiva perecieron en un accidente en las cercanías del centro minero Viloco, al estrellarse la aeronave que trasladaba a la delegación desde Santa Cruz hasta La Paz, después de jugar un cuadrangular amistoso.
El por entonces presidente de The Strongest, Rafael Mendoza, al igual que toda la población y en especial los hinchas del club, después de seguir con espanto y dolor aquella tragedia que enlutó al fútbol nacional, no se podían recuperar de tal impacto que quedó perene en el corazón de los bolivianos.
Pero la vida continuó, a pesar de las lágrimas en memoria de aquellos “tigres guerreros” que quedaron con la etiqueta de campeones hasta nuestros días y por la eternidad. Y como consecuencia, el fútbol también debía continuar y fueron varias las entidades nacionales e internacionales que se solidarizaron con la “atigrada” y como el ave mágica Fénix, The Strongest revivió en medio de las cenizas.
Cuentan los que vivieron entonces, que algunos clubs locales y extranjeros cedieron jugadores para que el “Tigre” armara un nuevo equipo que recibió el nombre de “Strongest Símbolo” comenzando así a jugar una serie de partidos amistosos con el fin de recaudar fondos. El más importante fue el Club Boca Juniors que cedió a dos jóvenes promesas de su cantera, Fernando Bastida, el “Zorro” y Víctor Hugo Romero, “Romerito”.
Teófilo Salinas, presidente de la Conmebol donó 20.000 dólares americanos. Mientras que en Brasil el Club Flamengo y el Club Fluminense disputaron el Clásico Carioca para ayudar al equipo boliviano.
Pero al cuadro le hacía falta un arquero de primera y por entonces, Bolívar apenas estrenaba a un portero paraguayo, llamado Arturo Galarza (QEPD); quien, por esos azares de la vida, había tenido un hermano menor que se perfilaba como promesa en el arco: Luis Esteban.
Marcaban las 6 de la tarde del 6 de noviembre de 1969 y las campanadas de la Catedral Metropolitana parecían darle la bienvenida a un jovencito alto, atlético, de caminar altivo y elegante, que cruzaba la principal plaza de La Paz, para dirigirse a la sede de The Strongest que estaba unas cuadras más adelante.
Hoy, después de medio siglo y cuatro años de aquel acontecimiento, ese paraguayo es considerado el mejor arquero que tuvo Bolivia, patria a la que ama tanto, que se naturalizó 1973 y que por su liderazgo innato, talento y otras maravillas con que lo adornó Dios, se convirtió en el “Patriarca” de nuestro fútbol. Él es Luis Esteban Galarza, quien en exclusiva para RETRO FÚTBOL, nos da el privilegio de escribir su historia.
“Para mí, don Rafo (Mendoza), fue como un padre; porque no solo compró mi pase, si no que me dio la felicidad de jugar para mi club The Strongest. Me regaló una vida hermosa, vivida en Bolivia”, comienza su relato. Cebando un mate y alzando su mirada profunda exclama: “soy un boliviano más”.
“Lucho” Galarza, como lo llaman con cariño y agradecimiento quienes lo rodean, acaba de cumplir 72 años de edad y está bien enraizado en nuestra patria.
“Tuve 29 años de fútbol activo en Bolivia. Pero recuerdo que esta afición por ser arquero comenzó a despertar en mi alma a los 8 años, cuando en Asunción (Paraguay), le sacaba tiempo a mis recreos del colegio y cuando debía ayudarle a mi mamá a trabajar, para ir a jugar descalzo y sin camisa por las calles. Todos en mi familia fuimos arqueros y así crecimos”, recuerda.
Lucho llegó a Bolivia cuando apenas tenía 19 años, después de tres meses del arribo de su hermano Arturo.
“Mi hermano me mandó a llamar y tengo como grato recuerdo la bienvenida que me dieron el “Chupa” Riveros y don Antonio Asbún, que era dirigente del club.”, afirma.
Fueron 18 años que defendió el pórtico “aurinegro” y una trayectoria impecable que completó 11 años más: The Strongest (1969 – 1987), Always Ready (1987 – 1988)- Bolívar (1989 – 1990), San José (1991), Wilstermann (1992 – 1993) Independiente Petrolero (1994), Blooming (1995 – 1996). Decidió naturalizarse boliviano y formó parte de dos seleccionados con 14 partidos dignamente disputados, defendiendo la “verde”.
“Una mañana de 1996 decidí retirarme del fútbol, estaba en Blooming, y entonces dije ‘hasta aquí llegué’ y ya no fui a entrenar”, dice quien, por esas injusticias involuntarias de todo el país, pero irreparables, no tuvo la despedida que se merecía.
Sin embargo, fue entrenador por algunos años más en seis equipos profesionales, donde también brilló dirigiendo y dejando sus enseñanzas a cientos de jóvenes futbolistas.
“Cuando jugaba, a mí me gustaba interactuar. Hablar con todos en la cancha. Hablaba con mis compañeros, con el árbitro, con los rivales, con la tribuna, con todos hablaba. Por eso, algunas veces me expulsaron… (ríe)”. Galarza es admirado por haber sido un arquero temperamental, fuerte y decidido; como debiéramos ser todos los seres humanos.
“En The Strongest había muchos líderes, pero todos me respetaban y seguían mis sugerencias. El respeto que me tuvieron y que me tienen hasta ahora, es uno de los premios más grandes que me dio la vida. Así quiero que me recuerden”, afirma, sin dudarlo.
“¡Si yo les contara!”…. luego exclama, “tengo mil anécdotas…. (sonríe)”, a tiempo de cebar otro mate. Pero tal vez, la anécdota más ilustre que tuvo Lucho ocurrió en el viejo estadio de Suripata (Sucre), cuando en 1986, The Strongest jugaba contra Stormers y ganaban 3-1. Ya se había cumplido el tiempo reglamentario y el partido debía terminar. El árbitro pitó un tiro libre y Galarza pensó que acabó el encuentro y se fue al camarín, pero cuando ya se cambiaba de indumentaria, el utilero Clemente Ponce, fue tras de él y le dijo que el juego seguía. El resultado fue 3- 2 por esas cosas del fútbol y de la confianza sana que Galarza se tenía a sí mismo.
“Tapé muchas llegadas, era mi trabajo. Pero también fallé algunas veces y de esos momentos surgen las mayores anécdotas, que en su momento me molestaban, pero ahora me hacen gracia”, remarca.
Galarza era el temor de los delanteros de Bolívar. … pero ¿a qué atacante le temía?: “A ninguno”, responde, sin dubitar… “Pero quien me movía el gramado era ‘Tucho’ Antelo. Ese ‘flaco’ era terrible”, sentencia.
Lucho tiene un hablar pausado e inteligente. Parece que elige las mejores palabras para relatar su vida. Es cerebral en sus consejos, lo que lo hace un gran amigo. De fuerte temperamento en la cancha y de gran gentileza al tratar con la gente.
“Ojalá que todo salga bien para el fútbol boliviano que se practica ahora. Vi que la Selección Sub-20 es una gran promesa. Pablo (Escobar) llevó- al sudamericano de Colombia- a un equipo que le jugó de igual a igual a grandes y una vez más, por esas cosas del fútbol no pudimos clasificar”, afirma.
Galarza ahora vive entre La Paz y Santa Cruz (donde radica su hijo Sergio, quien también siguiendo los pasos de su padre, marcó una carrera impecable como arquero profesional en varios clubes de nuestro país y de la Selección. Marcelo, otro de sus herederos, también fue un gran arquero).
“Hasta ahora formo parte de la Mutual de Exjugadores de Santa Cruz. Me siento feliz porque estoy sano y fuerte. Juego con los chicos (sus siete nietos) espero que alguno de ellos también surja como arquero profesional”, desea. Y de seguro, este sueño será una realidad, porque la “Dinastía Galarza” tiene raíces muy profundas que siguen dando frutos, para el bien de nuestro país.
Para Lucho Galarza, la llave del éxito es la disciplina. “Yo empecé a jugar desde muy joven y lo hice toda mi vida. Siempre me cuidé y fui disciplinado, por eso triunfé. Entonces, aconsejo a los ‘changos’ (chicos) que quieran ser futbolistas que no se olviden de tener la disciplina como premisa en sus vidas”, inspira.
Con el brazo en alto, la mirada dulce y el andar altivo que lo trajo a nuestro país el siglo pasado, Galarza da por concluida la entrevista.
Su trayectoria lo convirtió en “El Patriarca” del fútbol boliviano, un título que nadie se lo podrá quitar y que con merecimiento lo detenta como premio por lo mucho que hizo por The Strongest y por Bolivia.
Y el eco imaginario de todas las tribunas del país retribuyen su legado con un “¡GRACIAS, LUCHO, POR TANTO!”

*Este reportaje fue realizado de la recopilación de una entrevista exclusiva con Luis Esteban Galarza para EL DIARIO (2023) y complementada con datos de entrevistas televisivas del año 2020.

CLUB THE STRONGEST 1976: De píe : Rodolfo Cornejo, Ricardo Fontana, Jorge Carlos Lattini, Luis Iriondo, Mario Argarañaz y Víctor Montoya. Abajo : Natalio Flores, Luis Galarza, Ovidio Messa, Telmo Paredes y Felix Marín / Colección de Julio Mamani Ticona.


LUIS GALARZA: ‘SOY UN FANÁTICO DEL TIGRE PORQUE ME HICE AQUÍ’

Llegó al Tigre en 1969, tras la tragedia de Viloco (26 de septiembre), y permaneció hasta 1986. Después siguió su carrera en Always Ready, Wilstermann, Bolívar, Independiente Petrolero de Sucre y Blooming. También jugó en la selección nacional.

Por: Marcos Bonilla, La Razón, 19 de junio de 2019.

Luis Esteban Galarza es uno de los ídolos de todos los tiempos de The Strongest. Fue campeón como jugador y también como entrenador.

Llegó al Tigre en 1969, tras la tragedia de Viloco (26 de septiembre), y permaneció hasta 1986. Después siguió su carrera en Always Ready, Wilstermann, Bolívar, Independiente Petrolero de Sucre y Blooming. También jugó en la selección nacional.

Dirigió a varios clubes, entre ellos The Strongest, Bolívar y Real Potosí, donde permaneció por muchos años.

El jueves volvió a La Paz después de mucho tiempo, se alojó en el Complejo y quedó impresionado por cómo cambió la ciudad y también el predio del Tigre en Achumani.

— Eres una leyenda viva del club, ¿lo tomas así?

— No sé, lo que sé es que soy fanático del Tigre porque me hice aquí, vine muy joven, cuando tenía 18 años. Recuerdo que Freddy Valda era el técnico y le dijo a don Rafo (Mendoza, el presidente más grande de la historia del club), que me tenían que trabajar, me tenían que enseñar y después, durante 15 años The Strongest no iba a necesitar arquero. Me quedé 17 años, jugué mucho tiempo, fui campeón como jugador y entrenador. El Tigre me dio todo.

— El año pasado se cumplieron 40 años del primer título de la Liga y no estuviste, ¿por qué?

— Me mandaron los pasajes, pero se me hizo muy difícil venir porque estaba en Sucre. Supe que vino (Jorge) Lattini, estaba Juan Peña, Mario Algarañaz, Mario Concha, Víctor Montoya, estaba la mayoría, lo sentí mucho, porque tengo infinidad de recuerdos lindos.

— ¿Cuántos títulos tienes con el Tigre?

— Cuando se jugaban los torneos de la AFLP fueron varios. En la Liga como jugador fui campeón en 1977 y en 1986. Como técnico, el título en el segundo torneo de 2004.

— ¿Y esta vuelta a La Paz?

— Hace dos años estuve de pasada, vine para la inauguración de la iluminación, pero me fui de inmediato.

— Ahora que te quedas unos días, ¿cómo has encontrado todo aquí?

— Totalmente cambiada, me encontré con una ciudad moderna, me fui al teleférico, me gustaron los puentes Trillizos, después bajé por Obrajes, Achumani, todo está muy lindo, además encontré al Complejo muy cambiado, la concentración está muy linda. Cuando llegué (1969) e incluso hasta unos años después todo era tierra, era ripio. Veníamos en micro a entrenar y para pasar el río ponían árboles, troncos, como puente. Por muchos meses no practicamos porque la mitad de la cancha se la comía el río.

— ¿Ustedes vieron cómo se empezó a hacer, a levantar el Complejo?

— Algo ya había, porque se empezó a hacer en los 70, creo, y vimos cómo avanzaba. Estuve en la inauguración del estadio en 1986. Recuerdo que antes don Rafo venía y me decía: ‘allá vamos a poner la cancha, aquí va a ser la cancha de básquetbol, aquí la de fulbito’ y, la verdad, yo me reía. Me decía ‘cómprate un terreno’, había terrenos baratos. El único que compró creo que fue Lucho Iriondo, después nadie porque salía agua por todo lado. Y mira ahora cómo está, hay que tener ojo para esto.

— ¿Ustedes hubieran querido tener una concentración como la de ahora?

— La he estado recorriendo, tiene sala de estar, un comedor, gimnasio, tiene todo. Si nosotros hubiéramos contado con este predio, todos los años salíamos campeones.  Aquí no falta nada, a nosotros nos faltaban muchas cosas.

— ¿Qué opinas de que Pablo Escobar es ahora el técnico del equipo?

— Yo le deseo lo mejor a Pablo, es muy buen chico, ha sido muy buen jugador y como técnico ojalá que gane todo en The Strongest. La dirigencia que venga tiene que respaldar a Pablo, por lo menos hasta diciembre. No es bueno cortar los procesos; aunque la dirigencia aquí es así: pierdes dos partidos y tienes que irte. Cuando Real Potosí era Real Potosí y estaba Samuel Blanco hicimos un buen trabajo porque nos respaldaron durante ocho años.

— ¿Qué opinas de la selección nacional?

— Hay que dejar que Eduardo Villegas haga su trabajo, es un técnico ganador.  La Copa América es importante, pero también hay que pensar en las eliminatorias.

— ¿Y del cambio generacional que realiza Villegas?

— Está muy bien, nuestro fútbol necesita un recambio de jugadores, nuevos aires.

— ¿Cómo ves a los arqueros de la selección?

— Ahora hay muy buenos arqueros, de los que están en la selección todos tienen muy buenas condiciones, pero antes era igual. Carlos Lampe, por ejemplo, tiene buena estatura, un mano a mano importante porque sale a achicar y cubre todo, también se acomoda bien bajo los tres palos, pero tiene problemas en las salidas.

— A propósito de arqueros, los Galarza fueron una dinastía…

— No podíamos jugar con los pies porque éramos muy malos (se ríe). Mi hermano Arturo, quien ya falleció, y su hijo Rolando fueron arqueros. Mis hijos Sergio y Luis me siguieron los pasos, pero no Marcelo, él es arquitecto.

Perfil

Nombre: Luis Galarza Mayereger.

Nacimiento: Asunción 26 de diciembre de 1950. Naturalizado boliviano desde 1973.

Hijos: Sergio, Marcelo y Luis

Trayectoria: The Strongest, Always Ready, San José, Wilstermann, Bolívar, Independiente Petrolero de Sucre y Blooming (como jugador); Destroyers, Bolívar, Wilstermann, The Strongest, Blooming y San José.

LOS ARAONAS Y CAVINEÑOS DURANTE EL AUGE GOMERO

 

Mujeres en el norte amazónico boliviano, probablemente Cachuela Esperanza región del Beni, en Bolivia.

Por: Fragmento del articulo de Lorena I. Córdoba, titulado: Barbarie en plural: percepciones del indígena en el auge cauchero boliviano.

Puesto que nos interesa analizar a los « salvajes » durante el boom cauchero, comenzaremos describiendo a los indígenas que las fuentes describen trabajando en la goma. Aquí hay que hablar principalmente de araonas y cavineños, pertenecientes a la familia lingüística tacana, compuesta hoy también por los tacanas, maropas y ese’ejas (referencia. 1). En general los araonas son caracterizados como indígenas dóciles, aptos para la civilización, buenos trabajadores y excelentes rumbeadores por más que a veces también se les atribuyan acciones violentas. Son los primeros indígenas que aparecen en las barracas gomeras, como en la de Vaca Díez, llamada Puerto Rico, donde el cura Sanjinés (1895, p. 60) asegura que trabajan nada menos que 400 araonas:

Vive todavía un indio capitán, ya viejo, llamado Chumo […] este deseaba bautizarse, y con la sencillez de un niño repetía: « Bárbaro, no bueno: yo cristiano ser. ¿Por qué bautizas a las criaturas y a mí no? » Apenas ver a estos infelices, hacinados entre diez, quince y más en una habitación sucia e inmunda, entregados a sus usos y costumbres de salvajismo, sin ninguna noción de moralidad, ni asomo de enseñanza cristiana; y sin embargo, se dice ¡hace más de diez años que ya están conquistados! (Sanjinés 1895, p. 60)

Más tarde vendrá la civilización, pero entretanto el salvaje y sobre todo el temible araona ya no teme ni persigue al hombre y, al contrario, seducido por la generosidad de Vaca Díez que le regala, cura y atiende, se convierte en servidor de las barracas. Caza, pesca, sirve para el transporte, se ocupa de remar, y entra por fin, en la comunidad de estos colonos que plantan allí la bandera de la civilización nacional. (Anónimo 1894, p. 8)

En la crónica de Edwin Heath también podemos apreciar el carácter predispuesto de los araonas, que participan de sus expediciones entre 1879 y 1883. Esta buena voluntad no impide que se les atribuya la práctica de la antropofagia, clásico cliché del salvajismo: « Casi todos los años vienen unos indios antropófagos Araunas que viven al lado del río Mano […]. En el año 1879 uno quedó trabajando un mes, y en 1880, nueve se contrataron por dos meses » (Heath 1969 [1879-1881], p. 9-10). Los araonas no sólo proporcionan datos geográficos sino que acompañan en todo momento al norteamericano cuando sortea los escollos de las cachuelas y logra conectar por primera vez el río Beni con el Mamoré. Tal es la confianza mutua entre los araonas y el gomero Vaca Díez que éste los envía a navegar río abajo en busca de nuevos siringales (Heath 1896, p. 21-22). Por su parte, los araonas dicen: « Al tata doctor [Vaca Díez] lo queremos porque nos da herramientas para trabajar nuestras chacras; nos da de comer a tantos que vinimos cada año y nunca nos ha hecho mal. Deseamos que sea nuestro jefe, que nos mande y nos defienda de los pacaguaras que son nuestros enemigos » (cit. en Chávez Saucedo 2009 [1926], p. 134)


Encontramos nuevamente a los araonas en la expedición del coronel brasileño Antonio Labre, que parte de la barraca Maravillas, propiedad de Víctor Mercier y Timoteo Mariaca, y explora la cuenca del Madera con una comitiva que incluye 15 araonas « semi-civilizados ». Los expedicionarios encuentran a varios araonas que viven en buenas relaciones con los comerciantes (Quijarro 1893, p. 11; Royal geographical society 1889, p. 496-499). En el relato de viaje que envían a Vaca Díez, en 1887, y que La gaceta del Norte publica en fascículos, observan:

Llegamos a una chocita provisionalmente construida, donde habitaban cinco salvajes araonas con sus esposas […]. Nos recibieron con mucho cariño, brindándonos los pocos alimentos con que contaban […]. Atraídos por la buena hospitalidad que recibimos, resolvimos pasar la noche con ellos. (La gaceta del Norte, 23 de octubre de 1887)

El propio coronel Pando, una de las voces más duras sobre la cuestión indígena, reconoce asimismo que los araonas son « los únicos que se prestan a la civilización », refiriendo que trabajan para un tal Cárdenas en la barraca Camacho (Pando 1897, p. 36) (referencia. 2). Otro testimonio importante es el de Manuel Ballivián, para quien el principal problema del siringuero – prócer del trabajo y del progreso – es la captación de mano de obra. Si bien admite las correrías que los gomeros emprenden para proveerse de trabajadores entre los indígenas, describe a la vez las tentativas para entablar relaciones comerciales o amistosas con ellos. Su descripción de los araonas reitera el tema de su adaptabilidad a la industria siempre y cuando puedan mantener sus chacras y sus familias, comercializando la goma en su territorio y bajo sus propias condiciones (Ballivián y Pinilla 1912, p. 67-70, 80).

La caracterización de las mujeres araonas no es menos elogiosa. La alusión a su belleza se revela tan importante como su docilidad:

El tipo araona es agraciado, de esbeltas formas y cutis bastante limpio. Las doncellas, sobre todo, son muy apetitosas. Vestidas a la europea, en nada desmerecen de las cruceñas, en concepto de algunos aficionados del Beni. En las barracas son las odaliscas del barraquero; en Riberalta he visto más de una mujer araona casada canónicamente y convertida en excelente ama de su casa. Un comerciante alemán había llevado una de estas indias a Europa, la hizo educar en un colegio, casó después con ella y puedo asegurar que por su educación y cultura es toda una señora, de las más señoras que conocí en el Beni. (Bayo 1911, p. 317, resaltado nuestro)


La anécdota de una joven araona casada apropiadamente con un alemán sólo tiene correlato en un matrimonio entre un europeo y una mujer cavineña, y no se repite en ninguno de los demás grupos « salvajes » – imposible encontrar un caso similar entre caripunas o pacaguaras. En efecto, la cuestión de las esposas indígenas nos sirve de transición a la representación contemporánea de los cavineños. Quien tiene una esposa cavineña es Eugène Robuchon, explorador francés tristemente conocido por su desaparición en la selva peruana en 1906, en circunstancias poco claras, trabajando para el barón cauchero del Putumayo, Julio César Arana. Desde 1893 a 1902 Robuchon recorre el Madre de Dios y recoge a una indígena cavineña a quien lleva a Europa, causando sensación en varios periódicos de la época. La indígena se bautiza, toma la primera comunión y adopta el nombre de María Margarita Hortensia Guamiri, para luego contraer matrimonio con el francés. En 1903, la nota periodística sobre un encuentro en la Sociedad de Geografía de Nantes dedica varias líneas a la descripción de esta mujer:

Hay que escuchar a nuestro explorador mismo contar cómo cuando descendía el curso de uno de los afluentes del río Amazonas, percibió una joven de la antigua raza americana que parecía buscar refugio; cómo le dirigió la palabra en la lengua de los salvajes, cómo le ofreció protegerla y ayudarla a encontrar a su familia y su tribu […]. Ella se mostró tan inteligente y dedicada que M. Robuchon no dudó en hacerla su compañera para el resto de su vida y se casó con ella […]. Ella nos ha parecido grande y fuerte; no está desprovista de gracia en su traje todo europeo, y si bien sus rasgos difieren un poco de la raza caucásica, su figura no carece de encanto y respira bondad. La tribu Cahivas [Cavinas], a la cual pertenece, es conocida por la dulzura de sus costumbres y carácter. (cit. en Echeverri 2010, p. 32-33)

Estos indígenas provienen de la antigua misión de Cavinas y por ende se los conoce como « cavineños ». Tal vez su frecuente aparición en las fuentes se deba a que se encuentran en el epicentro de la fiebre cauchera y que muchas veces trabajan con los propios siringueros, o bien con los curas que administran la extracción de la goma en la misión (Nordenskiöld 2001 [1924], p. 345). De hecho son ellos quienes ayudan a Pablo Salinas, un comerciante de Reyes, a explorar la selva circundante a la reducción y a descubrir su potencial gomero (Sanabria Fernández 2009 [1958], p. 32-33). El cura Sanjinés describe el sistema de habilitación de los cavineños: « Los cavineños se ocupaban de picar la siringa de su cuenta, para venderla a [Miguel] Apuri, de quien recibían habilitación […]. Misión de Cavinas. El pueblo hoy cuenta con 148 almas […]. Me informan que están afuera, en las barracas, unas 12 familias, las que podrán ser recogidas, pagando sus cuentas » (Sanjinés 1895, p. 18-19). Según las informaciones de Armentia y Balzan, cuando los cavineños se quedan sin misioneros, entre 1885 y 1897, se dedican a trabajar como siringueros (Brohan y Herrera 2008, p. 268-269).

Una fuente importante para el período son los censos de 1910 de la barraca San Francisco, de la Casa Suárez, que reportan un total de 146 trabajadores, de los cuales 38 provienen de Santa Cruz de la Sierra mientras que 70 responden a la denominación « cavinas/cabinas/caviñas »; o sea que casi la mitad del personal es cavineño (ACS, « Censos de los ríos Manuripi, Madre de Dios, Orton y Tahuamanu de 1910 »). En cambio, en el censo de 1910 de Cachuela Esperanza las procedencias de los más de 200 empleados se dividen entre « francés », « alemán », « chileno », « suizo », « Santa Cruz », « Cochabamba », o bien entre distintos ríos, y las filiaciones indígenas más frecuentes son « Cayubaba », « Baure », « Chiquito », « Movima » o « Canichana ». Podemos pensar, pues, que mientras que en la central del imperio gomero trabajan los indios « civilizados », en los puestos más alejados lo hacen los indígenas « menos civilizados », aunque dóciles o al menos adaptables, como los araonas o los cavineños (referencia 3). Siguiendo esta lógica concéntrica, encontraremos luego a los « bárbaros » pacaguaras, caripunas o chacobos pululando en la periferia más satelital de la industria gomera.

Otros caucheros de menor escala también refieren las buenas relaciones que establecen con los cavineños:

En el mes de junio siguiente [1884] me entregué de lleno a la explotación de la goma, sin temer a los bárbaros, como que en efecto, habiendo avanzado unas dos leguas hacia el interior del bosque, ya encontré una tribu de 28 almas cuyo capitán llamado Ecuari entrando en relaciones conmigo, me entregó un hijo suyo de corta edad […]. Continuando mi marcha más al interior con ayuda del capitán Ecuari, encontré también otra tribu de 15 matrimonios con su capitán Ino. Al mes siguiente expedicioné sobre el Tahuamanu y en la margen derecha encontré al capitán Capa, en la tribu Buda, con una población de ocho matrimonios. La primera población que descubrí pertenece a los cavinas y las dos últimas a los Araonas […]. Yo me quedé haciendo picar gomeros con mis mozos propios y con los bárbaros que ya concurrían voluntariamente de las tres tribus descubiertas por mí. (Mariaca 1987 [1887], p. 11)

Dos años más tarde, cuando una inundación arruina sus provisiones, Mariaca envía a cuatro araonas y dos mujeres cavineñas en busca de ayuda al Abuná. Lo interesante es que la solución al dilema logístico no surge del seno de los « salvajes dóciles », puesto que la comitiva regresa con alimentos que obtiene de los pacaguaras (Mariaca 1987 [1887], p. 12-14) (Referencia 4). Esta noticia, así, nos sirve de bisagra para pasar a la otra gran categoría de « bárbaros », menos adaptables y definitivamente más complicados.

Referencias:

1)      No hemos incluido aquí a los tacanas stricto sensu porque no suelen ser mencionados como « grupo » en las fuentes del siglo xix. Obviamente se los confunde con los araonas o los cavineños por la superposición de criterios lingüísticos, étnicos, territoriales, etc. Sin embargo, algunos autores son concientes de la dificultad. Uno es el naturalista italiano Luigi Balzan (2008 [1885-1893], p. 174-175) y otro Marius del Castillo (1929, p. 254, 261), que registra un censo de la barraca Fortaleza en el río Beni: 111 peones son « oriundos del Beni » que hablan el tacana, mientras que otros 130 son efectivamente tacanas (en menor cantidad aparecen baures, maropas y lecos). Para mayores precisiones respecto del problema, véanse Brohan y Herrera 2008; Herrera 2011.

2)      Paradójicamente, y como para no perder de vista el horizonte de ambigüedad que caracteriza a las relaciones interétnicas, en ese mismo establecimiento un araona asesina a su mujer unos años más tarde, y vuelve a surgir la grotesca acusación de canibalismo: « Un indígena antropófago. Uno de los centros del establecimiento Camacho ha sido teatro del horroroso crimen que vamos a relatar, cometido por un indio de la tribu Araona en la persona de su consorte y cuyos nombres ignoramos. Es el hecho que el marido, cegado por los celos, aprovechando que su mujer se hallaba en completa beodez, dio principio a su desenfrenada antropofagia, comiéndose las partes genitales, un brazo, el pómulo derecho y la nariz. Es de advertir que este monstruoso salvaje, antes de comenzar a su tarea, ya se había devorado medio chancho crudo » (La gaceta del Norte, 15 de septiembre 1904). Si esta denuncia no parece demasiado seria tampoco parecen serlo las acusaciones del cura Sanjinés, que atribuye a « los araonas del capitán Nico » un asesinato en la barraca Humaitá, en venganza por los excesos gomeros. Sabemos que el propio Pando (1897, p. 106) atribuye este mismo hecho a los indios caripunas, y que en la tribu del susodicho Nico (caripuna) hay mezclados pacaguaras y caripunas, pero no araonas. De igual modo, el tipógrafo Juan Coimbra es el único en afirmar – erróneamente – que los araonas asesinan al cauchero Gregorio Suárez (2010 [1946], p. 140).

3)      No siempre los documentos indican la filiación étnica del trabajador en lugar de su apellido, y en esos casos se trata mayormente de movimas, cayubabas o canichanas. Otras veces aparece consignado el lugar de nacimiento (por ej. río Orton) y se indica « Araona » como apellido. No obstante, hay que recordar que estos censos no contemplan la totalidad de la población indígena que efectivamente trabajó para la firma, pues no era raro que se perdieran los nombres de los picadores indígenas, último eslabón de la cadena productiva (Frederic Vallvé, comunicación personal).

4)      Si bien la historiografía de las relaciones interétnicas entre los panos y tacanas de la Amazonía boliviana está apenas en su fase inicial, parece indudable que existió un entramado de intercambios que iba mucho más allá de las fronteras lingüísticas (Brohan y Herrera 2008; Villar et al. 2009; Coffaci de Lima y Córdoba 2011).

MARRAQUETA ES PATRIMONIO PACEÑO “MUY IMITADA PERO NUNCA IGUALADA”

 


Publicado el 1 de enero de 2023 en el matutino paceño El Diario.

Sin duda alguna, el pan preferido por los paceños es la marraqueta, de la que aún no se tienen datos claros sobre su procedencia. Lo cierto es que esta masa, declarada patrimonio de La Paz, ha sido elaborada por diferentes panaderos en distintas ciudades y países del mundo, pero nadie consiguió la textura y sabor que tiene.
Según la historiadora Florencia Durán de Lazo de La Vega, el producto fue traído por el inmigrante griego Constantino Callisperis a inicios del siglo XX. Era panadero, en 1908 el joven llegó a Chulumani para ejercer su profesión, pero con el tiempo decidió migrar a la ciudad de La Paz.
Encontró trabajo en la fábrica de fideos Figgliozzi y empezó a vender pan en la calle Bueno, luego en Miraflores hasta comercializarse como marraqueta Fliggliozzi.
Otros atribuyen su nombre, a los hermanos Marraquette, quienes llegaron de Francia y establecieron su residencia en Chile en el siglo XIX.
Por su parte, el historiador Luis Fernández, señala que la marraqueta es también conocida como pan de batalla, porque fue preparada para los soldados que asistieron a la Guerra del Chaco y que la pareja inseparable de este pan es la sarnita o hallulla.
Una publicación de la página chileanfoodandgarden.com da cuenta que la marraqueta “es probablemente el pan más popular en Chile, y una marraqueta es algo que muchos chilenos disfrutan todos los días”, seguro es diferente, pero “nunca será igual a la marraqueta paceña, nadie la puede igualar”, aseguró el ejecutivo de la Federación de Panificadores Artesanos de La Paz, Dandy Mallea.
Por ese tipo de situaciones y debido a su popularidad y diversas aplicaciones en la gastronomía paceña, este producto fue declarado como Patrimonio Cultural e Histórico de la ciudad, mediante una resolución emitida por la entonces Prefectura del Departamento de La Paz, el año 2006.
“Fue cuando estuvo de prefecto el señor José Luis Paredes, en 2006. Se trabajó en la declaración del patrimonio de los paceños y de las 20 provincias del departamento de La Paz, de la marraqueta”, contó.
Recordó que debido a que algunas autoridades que, por ese tiempo, estaban representando a nuestro país “como embajador ante la Unesco, voy a decir como el señor Sacha Llorenti, que lamentablemente no pudo defender (el origen de la marraqueta paceña), porque no conoce el tema de la tradición (…) Lamentablemente se aplazó y ahí es que, algunos como los chilenos empezaron promocionar su pan marraqueta que es muy diferente a la nuestra”, sostuvo el representante.

ESTUDIO

Para que la marraqueta sea declarada patrimonio, dijo que se realizaron diferentes investigaciones con la ayuda de antropólogos y otros expertos. “Nos dimos cuenta, por ejemplo, que el tipo de agua que tenemos en nuestra ciudad de La Paz y El Alto es totalmente diferente, incluso, a la que hay en los demás departamentos, por eso es que no sale la masa no sale de igual forma en ningún otro lugar”, aseguró.
Aunque no hay datos claros, el representante asegura que el pan paceño tiene más de 80 años de vigencia. “Dicen que llegó con extranjeros, podría ser pero lo cierto es que está adecuada a la vivencia y picardía de nuestros panificadores, mi padre tenía 87 años y el me contó que cuando él nació ya había ese pan”, señaló.
Apuntó que, por toda la explicación, el producto es único y que “nunca se va igualar a otro, ni lo podrán hacer como aquí, porque lo que nosotros realizamos es todo manual, el mismo cocimiento lo realizamos en hornos de bodega con ladrillo y arcilla”, dijo.
Recordó que hace años, la empresa de cerveza botaba la borra de la cebada y los panaderos se daban cita al sector para recoger el desecho en latas de manteca para usarlo como levadura porque, “en ese tiempo no había levadura”.
“El pan era mucho más agradable, salía exquisito en ese entonces, con la borra de la cebada. (Los panaderos) iban en la mañana a recibir la borra, ya sabía en qué hora ir”, relató.

ELABORACIÓN ÚNICA

La elaboración del típico pan paceño es diferente y especial, desde el material que se utiliza, el preparado, la elaboración, la forma de cocción y hasta en el tipo de “equipo” que usan para cocinarla. Toma entre tres a cuatro horas.
El procedimiento comienza con la selección de ingredientes, la calidad de la harina, por ejemplo, tiene que ser una de una línea específica de trigo duro que le permita soportar una temperatura de 180 a 200 grados.
También lleva agua, una cantidad limitada de azúcar, al igual que de sal. La levadura, en la cantidad, es mínima “no es demasiado entre 150 a 200 gramos, dependiendo del tiempo de reacción y cocción en el horno”.
El amasado, se lo hace desde horas de la noche para que el producto esté listo desde la madrugada y llevarlo a las tiendas.
“Para el reposo, se hacen bollos que llamamos arrollados. Se los coloca en tablas divididas con paños que ayudan a dar la forma típica (casi ovalada)”, apuntó el experto.
El horno en el que realizan la cocción también tiene sus características, es ovalado tipo bodega con base y paredes de ladrillo y arcilla. Los panaderos tienen sus propios “secretos” al momento de colocar las masas dentro del horno. “Se coloca con paletas de cucharra y se deja sobre el piso de ladrillo, no en bandejas de lata”.
Además, antes de eso, se realiza un trazo de extremo a extremo al centro, ayudados con un poco de agua y una hoja de afeitar. “Eso, cuando está a temperatura alta, hace que reviente como pasankalla, el pan”.
“Si no se echa la marraqueta al piso, no tendría el mismo gusto (…) La masa no tiene absolutamente ninguna grasa y es elaborada de forma totalmente artesanal y manual (…) incluso no hace dar acidez”, aseguró.

PEDIDO Y METAS

Para Mallea, la declaratoria de patrimonio departamental, “no es suficiente, se debe hacer más. No solamente tenemos que quedarnos en esto, vemos la posibilidad de que se homologue en el parlamento, como ley nacional para que sea patrimonio de todos los bolivianos, en eso estamos tenemos toda la documentación”, adelantó.
También sostuvo que se pretende postular una solicitud ante la Unesco para hacer reconocer a nuestra querida marraqueta, pero para ello necesitarán del apoyo de autoridades departamentales y nacionales.
Por otro lado, una de las metas que tiene la Federación paceña es exportar la marraqueta, porque saben que en muchos lugares intentaron obtener el producto sin resultados favorables.
“Estamos viendo cómo hacer para que esté producto llegué a países dónde están nuestros compatriotas que extrañan a la marraqueta, pero el problema que tenemos es el tema de costo, nos sale bastante elevado casi un dólar por unidad”, mencionó.
Con la firme idea de que la marraqueta seguirá posicionándose en las mesas más exigentes, gracias a su sabor, textura y elaboración, los panificadores paceños buscan nuevos mercados, porque es sabido, que este pan “está presente en cualquier hora del día, es aceptado y degustado por pobres y pudientes, su precio hace que esté al alcance de todos y tiene un gusto diferente”.

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