Tomado de: BANZER GENIO Y FIGURA………….. Para que no se
olvide. NUNCA MÁS. – De: CENTRAL OBRERA BOLIVIANA (COB)/ EDITORIAL: CREAR
IMPRESIONES. LA PAZ. BOLIVIA. 2008 // Foto: El facho militar golpista Hugo Banzer toma juramento al
cargo de Presidente, es agosto de 1971.
Cómo señala el informe de 1976 de la COB:
A. EL CASO DE FELIX VALENCIA ENCINAS
El obrero dirigente del sindicato de la Fábrica Said en la
ciudad de La Paz, a raíz de un discurso pronunciado por el día 1ro de mayo de
1973, fue detenido y golpeado salvajemente. Presentamos el certificado médico
que por sí mismo habla elocuentemente del trato que recibió por parte de las
autoridades del gobierno boliviano. Posteriormente fue exiliado a pesar de los
incesantes reclamos de la clase trabajadora y muy especialmente de los fabriles
de La Paz.
CERTIFICADO MÉDICO
R.C. Certifico que FELIX VALENCIA está en mi atención desde
el 8 de mayo del 73 porque sufrió traumatismo encéfalo-craneano - traumatismo
de cara- traumatismo de tórax- traumatismo de columna dorso lumbar.
30-V- 73
Dr. Mario Falco
Salta (Argentina)
B. EL CASO DE MERCEDES URRIOLAGOITIA MENDOZA
Fue detenida el 8 de julio de 1972 y exiliada más tarde
después de indecibles padecimientos.
“Últimamente con fecha de 23 de septiembre nos llega un SOS angustioso.
Te escribo con urgencia debido a un asunto que requiere inmediata movilización
nuestra.
Se trata de Mecha (Mercedes Urriolagoitia Mendoza). A Mecha
no sólo la detuvieron, sino que además la mantienen todavía bajo la tortura.
Nos han llegado a decir que ella ya no se da cuenta de nada ya que lo único que
pide es morir… Ya van cuatro meses que está presa y le han hecho horrores. Un
mes y medio ha estado en una celda que llaman la “Celda de Drácula” con ratas y
excrementos humanos y en el calabozo con quince hombres. Las consecuencias han
sido fatales; tiene bloqueo en los riñones y los pulmones y escaras por
todo el cuerpo. Las autoridades se han asustado porque está gravísima y sólo
por eso han permitido que la lleven a una clínica, pero en el Ministerio del
Interior ya han dispuesto que, una vez que la den de alta tiene que volver a
prisión hasta que hable… Mercedes Urriolagoitia Mendoza es una profesional
valiosa. Fue apresada alrededor del 8 de julio de este año. Mecha, en épocas
pasadas ha sido una gran deportista en la práctica del baloncesto, pero debido
a un accidente perdió la movilidad de sus piernas, teniendo que usar desde
entonces unasilla de ruedas. Por este motivo interrumpió sus estudios en la
normal de Sucre durante tres años, luego ingresó en la Facultad de Economía
distante a media cuadra de su casa. Terminados sus estudios de economía y en su
condición de licenciada quedó como catedrática auxiliar y obtuvo una beca para
obtener la maestría en Economía en el Instituto Escolatina de la Universidad de
Chile. En este país, durante tres años compartió su tiempo con las amistades
que supo ganarse con su carácter afable y su personalidad tan atrayente y
singular, adquiriendo un alto grado de ciencia y conciencia política. Al
regreso al país dedicó toda su energía a la lucha estudiantil de programas de
estudio y de metas nacionales, inscribiéndose en el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR). Desde su último contrato de trabajo como investigadora y
economista en la Universidad Católica merced de sus contactos, pudo elaborar
importantes estudios de la realidad económica y política del país durante el
gobierno de Banzer.
Finalmente, habiendo sido descubierta y allanadas las casas
donde la recibían, se vio obligada a huir del país, pero desgraciadamente en el
aeropuerto del Alto de La Paz, en el instante que iba a embarcarse, fue
alcanzada por los agentes de la policía, quienes la condujeron al Ministerio
del Interior para someterla a intensas torturas e interrogatorios agotadores.
Mecha tiene 34 años de edad. Sobre su grave estado físico
debido a las torturas ha sido posible para nosotros conseguir un certificado
médico que a la letra dice:
“La señorita Mercedes Urriolagoitia con antecedentes deparaplejia de
varios años atrás, se encuentra internada en la clínica de Sopocachi con el
diagnóstico de vejiga neurogénica atónica e infección urinaria severa:
pielonefritis y cistitis recurrente. Existe igualmente un proceso infeccioso en
ambas zonas glúteas, con gangrena ósea del mismo origen y supuración aún no
controlada, efecto de escaras de decúbito no cuidadas antes de su ingreso en la
clínica. Debe recibir tratamiento intensivo, consistente en reeducación de la
vejiga neurogénica, tratamiento quirúrgico por el especialista traumatólogo
para extirpar los secuestros óseos y practicar curetaje de proceso de osteitis.
Septiembre, 9 de 1972”.
El certificado esta firmado en La Paz por un médico
responsable. Tratemos de hacer algo por la libertad de Mecha, reclamando a
Derechos Humanos Internacional, a la Cruz Roja Internacional y otras
organizaciones humanitarias en el extranjero porque en Bolivia estas oficinas
ya no existen”.
(México D. F. 1972).
C. EL CASO DE ROBERTO MOREIRA MONTESINOS
“MÉXICO D.F. Enero-1974- En un hospital de esta capital
falleció el 30 de diciembre el compañero Roberto Moreira Montesinos víctima de
las torturas de que fue objeto por parte de los organismos represivos del
gobierno fascista de Bolivia. El nombre de este compañero está profundamente
vinculado a las luchas de liberación del pueblo boliviano por lo que su muerte
ha sido lamentada entre los trabajadores y los sectores revolucionarios. El
martirologio del compañero Moreira se inició el año 1967 cuando fue hecho
prisionero por la CIA bajo el cargo de ser enlace de la guerrilla de Ñancahuazú
comandada por Che Guevara. Desde entonces recorrió todos los recintos de la
tortura física y moral que la CIA estableció en el país. Sometido a salvajes
interrogatorios y a los más refinados medios de tortura,
Roberto supo resistir con la firmeza de quien está
convencido de la verdad por la que lucha….
A fines de 1970 los guerrilleros de Teoponte lograron su
libertad… Roberto parte a su exilio… Retorna al país antes del golpe de estado
que instala la actual dictadura fascista en el país. Cae nuevamente preso el
mes de septiembre de 1971 y es llevado a un centro especial de reclusión
reservado para los patriotas que el gobierno consideraba más peligrosos. Las
horas que vivió este compañero a partir de esa fecha están llenas de todos los
horrores posibles de imaginar. Los represores se ensañaron con él tratando de
arrancarle información sobre el paradero de otros compañeros de la resistencia.
Sobre el cuerpo y la mente de Roberto fueron quedando profundas huellas de la
tortura. Pasaron los meses de un cautiverio insoportable y la mente de Roberto
fue debilitándose paulatinamente y un día de esos, cuando la resistencia llegó
al limite de lo posible, perdió la razón; la obra de los carceleros estaba
cumplida.
Desde ese día Roberto fue pasado por todas las prisiones y
campos de concentración para que sus compañeros vean lo que les esperaba si no
cooperaban con el régimen en la delación de sus compañeros. En este recorrido
macabro, Roberto intentó quitarse la vida en muchas ocasiones y se negaba a
ingerir alimentos temeroso de ser torturado. Así anduvo Roberto de prisión en
prisión arrastrando su quebrantada humanidad mostrando lo que la tortura brutal
y sistemática puede hacer de un hombre. A fines de 1972 Roberto se había
convertido en una especie de niño al que sus compañeros alimentaban a la fuerza
para que no muriera de inanición. Los carceleros lo llamaban “el loco” y se
burlaban de él en forma ruin e inmisericorde.
Los jefes de la represión, convencidos de que habían logrado
trastornar totalmente al combatiente revolucionario, ordenaron su reclusión en
el Manicomio de la ciudad de Sucre. Donde al cabo de algún tiempo logró
recuperar alguna de sus facultades, gracias al esfuerzo de los médicos y el
cuidado paciente de sus familiares. Tiempo después, en la primera oportunidad
que tuvo huyó del Manicomio, se trasladó a La Paz y se asiló en la
embajada de México.
Estando ya en el exilio reaparecieron las lesiones mentales
y es recluido en un hospital psiquiátrico de esta capital, del que puede salir
sólo por temporadas debido al recrudecimiento de su enfermedad. El diagnóstico
médico presenta un cuadro de lesiones incurables que impresiona a los médicos
conocedores de su tragedia, la misma que constituye un testimonio patético del
salvajismo que practican los militares bolivianos, degradados a la condición de
torturadores a sueldo del imperialismo. Luego de recaídas cada vez más graves,
a las 22.30 del día 30 de diciembre de 1973, Roberto deja de existir lejos de su
patria víctima de neumonía.
En una entrevista testimonio reciente, su hija Cristina,
refiere que los familiares y las personas que estuvieron en su exilio en México
tienen la plena certeza de que su muerte a la edad de 35 años se debió a los
crueles métodos de tortura a los que fue sometido, habiendo dado testimonio al
respecto Pablo Ramos, Horst Grebe, Jesús Taborga, Víctor Córdova y otras
personas. Así mismo, las cuentas de la familia Moreira con el fascismo no
terminaron con la muerte de su padre, ya que se llevaron detenido al hijo
Roberto Freddy Moreira, entonces estudiante de colegio, para posteriormente
torturarlo, encarcelarlo y enviarlo al exilio.
D. TESTIMONIO DE UNA DETENIDA TORTURADA
La excepcional entrevista que aquí presentamos fue realizada
en Puno la semana pasada. Se trata de un verdadero y terrible documento sobre
la represión que padecen en estos momentos los sectores de oposición en
Bolivia. La implacable represión tiene muchos porqués. El gobierno del Coronel
Hugo Banzer ha tratado de seguir el maromero empeño de subsistir con el apoyo
de dos fuerzas irreconciliables el MOVIMIENTO NACIONALISTA REVOLUCIONARIO (MNR)
y la FALANGE SOCIALISTA BOLIVIANA (FSB).
La falange parece haber tomado el control de la situación y
se sigue hablando de la expulsión del máximo movimientista Víctor Paz
Estenssoro -zorro trajinado y maestro de la intriga que espera el momento de la
revancha-. Por otra parte los coroneles Andrés Selich y Juan Ayoroa, los
generales Rogelio Miranda y Joaquín Centeno Anaya, y el mayor Humberto Cayoja,
traman por su cuenta golpes que, en todo caso no cambiarían la actual situación
del país.
Este clima desgarrador ha hecho que el aparato represivo
haya refinado sus métodos y alimentado su paranoia. Por obvias razones de
seguridad, el nombre de quien –ahora ya en Puno- denuncia estos métodos y
relata su experiencia, quedará en reserva.
Una entrevista de César Hildebrandt.
“YO HE SIDO TORTURADA, ULTRAJADA”
¿Por qué fue usted apresada?
Sospecharon que era miembro del Ejército de Liberación
Nacional (ELN). Estuve dos meses detenida sin tener ninguna relación con ese
grupo. Mi posición se ha radicalizado, después de mi salida. No sólo por haber
visto la brutalidad del régimen, sino por haber comprendido que esa represión
es consecuencia de un sistema injusto y de un gobierno fascista, el de Banzer,
que lo representa. He salido convencida de muchas cosas.
¿Qué trato recibió en prisión?
El trato que ahora reciben todas las detenidas. Sobre todo
torturas de tipo sexual…
¿Fue violada?
Sí, fui violada, aunque mi caso no fue tal vez el peor de
todos… No es el daño físico, es daño psicológico, es trauma que queda después.
Además, se empieza a odiar al enemigo…
Hay otros casos. Una chica que fue violada por el sólo hecho
de satisfacer la enfermedad de un agente del Servicio de Inteligencia. La
represión misma impide que estos hechos se conozcan.
Por eso es que yo quiero que mi pueblo se entere de las
brutalidades que se cometen en el régimen de Banzer. Porque este régimen no
sólo fomenta, sino que disfruta de este tipo de acciones.
¿Qué otro tipo de “presiones” sufrió?
Bueno, me golpearon muchas…
¿Podría recordar el primer interrogatorio?
Bueno, el primero fue… la primera vez que fui capturada,
cuando el individuo entraba y decía: su nombre, fulana de tal, ¿de donde
viene?, entonces uno niega, no quiere dar respuesta, entonces el tipo agarra y
da un sopapo o dos y dice: desgraciada de mierda, tienes que hablar, es Ud. una
hija de puta, una se siente ofendida… hay un altercado de palabras. Entonces el
tipo la hace desvestir a una y empiezan a golpear…
¿Con qué golpean?
Con palos, con cinturones, sopapos, puñetes. También apagar
cigarrillos en el cuerpo de la persona, golpes en la cabeza, picana. La picana
la emplean especialmente en los hombres.
¿A usted le aplicaron la Picana?
No, a mi me apagaron cigarrillos en el cuerpo… en lugares
que no podían ser exhibidos.
¿Cuántas veces la interrogaron así?
Unas tres o cuatro veces.
Y la “presión” psicológica, ¿Cómo se daba?
Hay tres personas que hacen el interrogatorio. Uno es el
persuasivo, que trata de convencerla a una por las buenas digamos: Señorita,
hable, mire, es mejor, nosotros tenemos nuestros métodos, si se niega, hemos
hecho hablar a gente más macha que Ud.
Uno se niega y entonces entra el bruto que agarra y la
emprende a golpes y entonces dice: ¿No ve?, yo tanto le he dicho. Y la
encierran a una en un cuarto sola a oscuras, esperan a que más o menos empiece
a conciliar el sueño, entran violentamente, gritan ¿quién es fulano de tal? O
piden una dirección. O directamente dan un golpe, vuelven a salir, esperan que
se vuelva a dormir.
O sino, le dicen: Su madre está detenida, su padre, su
marido, su hijo.
¿En su caso ocurrió algo parecido?
Si, se le detuvo a mi padre, por un día no más. Pero yo no
podía saber por cuanto tiempo, porque no me dijeron, entonces yo estaba segura
que mi padre estaba detenido.
¿Cómo reaccionaba usted ante las agresiones físicas?
Bueno, llega un momento en que una ya no siente los golpes.
Es más la humillación, sentirse humillada por hampones.
¿Cuántas veces fue usted violada?
Fui violada tres veces
¿Por el mismo individuo?
No… en una ocasión fueron tres.
¿Lo hacían para sonsacarle respuestas?
Bueno, no, en mi caso buscaron un pretexto, porque en
realidad ya no tenían qué averiguar.
¿Cuánto tiempo duraban los interrogatorios?
Generalmente hacen una o dos preguntas, vuelven a la media
hora, otra vez.- La vez que más duro fue la vez de la violación, que
prácticamente no me hacían ninguna pregunta y solo me golpeaban. Primero me
golpearon, cuando ya no pude reaccionar, me violaron.
¿Cuál es el trato con los presos?
Es peor, claro. Se ha llegado a fusilar a tres miembros del
ELN…
¿Hace cuánto tiempo?
En junio… Se dijo que ellos estaban tratando de fugar de la
cárcel…
¿De qué cárcel?
La verdad es que los presos no estaban juntos. Víctor Ortega
estaba en una prisión, en el centro de la ciudad, y los otros dos, cuyos
nombres de guerra eran Manuel y Pedro, estaban en el cuartel de Viacha. Los
llevaron a la prisión donde se encontraban las mujeres el jueves, los
incomunicaron por unos tres o cuatro días, una noche llegaron y los fusilaron.
Escuchamos varios tiros y después un silencio y ruido de movilidades. Después
dijeron en la radio que habían muerto por tratar de fugarse.
¿No se pudo saber más?
Yo conversé con un guardia y me contó una versión. Me dijo
que los tres estaban en unos galpones, que los sacaron uno por uno a la pampa
de Viacha…
¿Podría mencionar el nombre de un jefe policial involucrado
en las torturas?
Creo que la figura más representativa está en el Coronel
Rafael Loayza.
¿Qué tipo de personaje?
Es el prototipo del agente Nazi.
¿Cuál es su cargo?
Bueno. El no tortura directamente, él es el que organiza más
bien.
¿El ordenó el fusilamiento de esos tres guerrilleros
probablemente?
Probablemente, si.
¿Cuáles son las características de la represión en Bolivia,
ahora?
La peor época fue cuando capturaron a los jefes del ELN, en
marzo, abril, mayo. Pero eso no significa que la represión haya concluido.
Liberan muchos detenidos, porque realmente son gente que no tiene ninguna
participación.
Se habla de que fueron detenidos Mario Monje y Rubén
Sánchez.
Hubo una aclaración en la prensa, en el sentido de que Rubén
Sánchez no estaba detenido.
En el caso de Monje parece que si, pero no sé a ciencia
cierta.
¿Cuándo fue violada cual era la actitud de aquellos?
Había… era sadismo.
¿Se reían?
Comentaban
¿Se jactaban?
Uno decía no, yo no puedo, tírala vos, se reían… pero al
final lo hicieron todos… si.
¿Había un alto jefe policial en ese momento?
No. Eran los agentes simplemente… hubo una chica que estuvo
embarazada y la hicieron abortar… por los golpes.
¿Un embarazo adquirido en prisión, por un vejamen?
No. no, ella llegó embarazada.
¿Cree que nunca en Bolivia se ha dado una situación así?
Creo que es la peor represión. Pero es cierto que cuando el
movimiento gobernaba había represión, pero estaba dirigida contra la Falange
Socialista Boliviana. Pero ahora la represión es más general.
¿El régimen de la prisión la afectó físicamente, en qué
grado?
Bueno una se debilita por la mala alimentación.
¿Cuántas horas dormía?
Las que ellos querían. Los primeros días sobre todo, porque
una nunca sabe cuando la van a sacar para el interrogatorio y al menor ruido
una ya está despierta. Siempre es un continuo sobresalto y eso es lo peor.
¿Hasta qué hora dormía?
Cuando estábamos en el Ministerio nos despertaban a las
seis, pero cuando nos pasaron a otras cárceles podíamos dormir más.
¿Qué cárceles?
Yo estuve en Achocalla.
¿Achocalla?
Achocalla. Los hombres se encuentran en Coati, que es una
isla en el lago Titicaca. Estuvieron también en el cuartel de Viacha. Ahora
también hay presos en el Panóptico Nacional.
¿Tuvo alguna enfermedad en la cárcel?
Si, por los golpes.
¿La atendió algún médico?
No.
¿Por qué?
No había caso de pedirlo…
¿Qué trastornos eran?
Bueno, a consecuencia de la violación me sentí afectada.
Debilidad…
¿Cuál es la edad promedio de las detenidas?
Bueno, hay chicas de 18, 19, 20 años, algunas de más. Hay un
caso también, de una señora de más de 60 que está presa hace algún tiempo.
¿Por qué está detenida?
Se presume que por estar relacionada, por ser pariente de un
miembro del ELN.
E. TESTIMONIO DE GUILLERMO DÁVALOS VELA
Las condiciones de la represión del régimen fascista de
Banzer no se limitaban a sembrar el terror dentro de las fronteras de Bolivia
sino que, a través del chantaje ejercido contra personas que recobran
su libertad previa firma de un documento -refrendados por
garantes personales- por el que se comprometen a nunca más inmiscuirse en
política, anulando toda posibilidad de que en el exterior se formulen denuncias
adecuadas sobre los crímenes de la dictadura militar que detenta el poder en
Bolivia. Pero como esta situación no puede permanecer indefinidamente, cumplo
el deber de responder con la verdad al insolente desmentido que, acerca de los
métodos de tortura denunciados en la valiente nota No 464 de CARETAS, hiciera
un oportunista -afincada en Lima
más de 10 años- a titulo de Agregado de Prensa de la
Embajada de Bolivia en el Perú. La presente declaración la formuló a título
personal y asumo toda responsabilidad del caso.
El día 11 de abril de 1972 fui detenido por tres movilidades
militares en la esquina de las calles Aroma y 6 de agosto, en la ciudad de
Oruro, donde conocí al Coronel Juan Ayoroa, comandante de la Unidad, un
individuo delgado, de bigotes, que festejaba ruidosamente mi detención.
Casi de inmediato empezó el interrogatorio. Primero fueron
los golpes propinados con maderos y culatas de armas largas, en la cabeza, las
piernas y los genitales. Luego me aplicaron la picana. Colocaban un polo en uno
de los dedos del pie y el otro lo aplicaban en las partes más sensibles. Como
cada toque cierra un circuito, el efecto no se siente solo en las partes del
contacto sino en todo el cuerpo. Parece que uno se estuviera quemando por
dentro.
Dejaban de aplicarme la picana solo para lanzarme preguntas
o amenazas. Me quede callado y esto los exaltó más. Me aplicaron la picana otra
vez en los genitales y sentí que perdía el conocimiento por el dolor. Soy
operado dos veces. Una de hernia y otra por un varicocele.
Empapado, recobré el conocimiento. Es la una de la tarde y
ya no estoy en la 11º División de Investigación Departamental-. Ya no me
golpean. Un agente dice: “Este está mal”. Minutos después llega un enfermero de
apellido Cevallos y me aplica tres inyecciones en los genitales.
El dolor empieza a ceder. Después, sin embargo, continúa el
interrogatorio. Ahora es “el chancho” que consiste en colgar de los pies al
sujeto. Con la sangre en la cabeza empiezo a sentir un mareo y el dolor me
regresa tremendamente.
Horas después llegan de La Paz el Ministro del Interior,
CoronelMario Adett Zamora, y el jefe de inteligencia Coronel Rafael Loayza.
Entran. Adett Zamora me dice: “es inútil que te sigas resistiendo”. Loayza me
mira fijamente. Miro a Ayoroa, a Mena, Capitán del ejército que aparentemente
estuvo a cargo de la captura, el capitán Landivar y a unos civiles que
pertenecen a un equipo reunido por el Ministro de Salud Carlos Valverde Barbery,
el más sanguinario falangista,Esteban Álvarez, “piqui” y otro al que le decían
“el negro”. Entre el grupo de los que interrogaban estaba Victor Jorge
Balbián Rocha, “coquito” que antes había logrado infiltrarse en el seno del
Ejército de Liberación Nacional, y que así pudo vender valiosísima información.
Como a las cinco de la tarde, el coronel Adett Zamora y
otros regresaron a La Paz. Yo quede a cargo del capitán Mena y los agentes
civiles. Me volvieron a colocar en posición de “chancho” y de vez en cuando me
apagaban cigarrillos en pies y manos. Pensé que no me quedaba otra alternativa
que hablar o intentar una fuga. Dije que estaba dispuesto a hablar y pedí
hablar con el Capitán Mena, le dije que a las siete de ese mismo día tenía
programada una cita con otro contacto. Esposado, vendado, me llevaron al lugar
del imaginario encuentro, cerca de un tramo del ferrocarril. Me soltaron para
que esperara en la esquina. “Si mueves un pelo eres un hombre muerto”, me
dijeron. Pasaron cinco minutos. Apareció el tren y vi mi única oportunidad.
Corrí unos pasos y alcance a colgarme a la cola de un vagón, resbalé. Se
escuchó una ráfaga de metralleta, vinieron corriendo y emprendieron a
puntapies. No podía caminar bien porque en la caída me había lesionado la
rodilla izquierda. Regresamos de inmediato a la Dirección de Investigación
Criminal (DIC). Esa fue la noche más negra de mi vida. Enfurecidos por el
engaño, me “interrogaron” con más saña que nunca.
Luego de cuatro días de tortura fui conducido a La Paz. Me
llevaron a uno de los sótanos del Ministerio del Interior. Allí me torturaron
72 horas ininterrumpidamente, fueron tres individuos cruceños, les decían “el
trío oriental”. Los métodos eran similares a los de Oruro, a excepción del
“telefonazo”, golpes simultáneos en las orejas con las manos ahuecadas. No comí
ni dormí. Cuando me interrogaban me amarraban a una silla y me hacían chorrear
por la espalda agua fría, siguiendo la línea de la columna vertebral. Luego me
echaban agua caliente. Querían saber los nombres de los integrantes de las
columnas o de los enlaces y colaboradores del Ejército de Liberación Nacional.
No di un solo nombre. Al cuarto día fui conducido a uno de los pisos superiores
del Ministerio del Interior donde se realizaban los “interrogatorios
especiales”. En las sesiones podían estar los coroneles Adett Zamora, Rafael
Loayza, el Subsecretario del Interior Antonio Elio, los capitanes Luis Mena, Carlos
Aranibar, el Mayor Tito Vargas, el Coronel Jorge Cadima, el Jefe de
Orden Social, Guido Benavidez, los agentes civiles, Victor Jorge
Balbián Rocha y Jorge Yutronic,Javier Moscoso, Eleuterio Vela, Teddy Quiroga, Edgar
Aliaga, “Catillo”, Roger Zerdan y Alfredo Rocha, un individuo
especialmente despiadado.
En este piso encontré a varios presos políticos. Todos
estábamos en las mismas condiciones. La tortura no se reducía al trato que se
recibía, sino a ver, escuchar o sentir los tratos propinados a la victima de
turno.
Hubo también una mujer. Una anciana. Era la señora Delfina
Venterillas, de 67 años que estaba detenida por haber alojado en su casa a
guerrilleros. Decían que días antes de la guerrilla de Ñancahuazú, el Che
Guevara se había hospedado en su casa. A pesar de todo, la señora Delfina tenía
una presencia de ánimo impresionante. Allí también encontré a otros sujetos,
recuerdo que se me presentó al Mayor de aviación Jaime Niño de Guzmán,
quien me había conocido antes, aunque no precisamente como militante del ELN.
Meses atrás me había confiado pasajes desconocidos sobre la muerte de Ernesto
Che Guevara, de quien aún guarda una libreta de apuntes y fotografías. Se me
acercó despreciativo, con sorna. Me miró y me preguntó: “¿Sabes cómo murió el
lorito?”. -”Lo asesinaron”, repuse. “Yo lo tire del helicóptero. Lo mismo voy a
hacer contigo”, me contestó. Las celdas del Ministerio del Interior eran de 2
metros de largo por 1 de ancho. Cada día traían más presos, así que a veces
colocaban a dos o tres en cada celda. Yo compartí una con Damy Cuentas. Se
podía saltar desde una de las pequeñas ventanas de la celda- un cuarto piso-
hasta el techo del edificio de las Naciones Unidas. Le dije que no teníamos
nada que perder, que nos estaban matando poco a poco. Él se mostró de acuerdo.
Sin embargo, otro fue el desenlace. Cuentas aprovechó
su turno de tortura para delatarme. Así consiguió su libertad condicionada.
Así, después se convirtió en Agente Civil, y se iniciaría en un nuevo oficio
conmigo. La respuesta no se hizo esperar. Vinieron Mena y otros agentes: Mena
me dijo: “Así que quisiste fugar. Pues ahora vas a saltar… pero no al patio del
frente, vas a caer en este patio…”, me dijo Mena señalándome el patio del
Ministerio del Interior. “Conociéndote como eres, todos creerán que te has
suicidado”, agregó. Me acercaron a la ventana. Dos agentes hicieron el amago de
empujarme. Yo, por mi cuenta, ya me lanzaba al vacío. En esos momentos no me
importaba morir. Me agarraron al comprender mi intención.
El capitán Mena se acercó, me cogió del cuello y me arrojó
al suelo. “Contigo ya no se puede hacer nada. Tienes tiempo para hablar hasta
las seis de la tarde. Si no te decides torturamos a tus familiares delante
tuyo”. No me asustó. Sabía que era una bravata, pues ellos no conocían el
paradero de mis familiares. Cuando el gobierno peruano solicitó los
salvoconductos pertinentes, el gobierno boliviano los negó en un principio
argumentando que los asilados teníamos “delitos comunes”. La información salió
en los diarios. Al leerla mi madre que desde hace mucho no sabía de mi paradero,
sufrió un ataque cardíaco. Murió al día siguiente.
Permanecí en el Ministerio del Interior hasta el 20 de
abril. Ese día, junto con otros compañeros de lucha fui trasladado a una casa,
cárcel especialmente habilitada. La casa situada en la calle Jaime Sudanés No
1170, en Sopocachi alto. Nos colocaron de a 2, una pareja en un closet de un
metro de largo por un metro de ancho, la otra en un compartimiento similar en
la planta alta. Nos cerraron con llave. La oscuridad era total. Pese a ello,
nuestros custodios resultaron personas humanitarias. Primero empezamos a
conversar sin dejar nuestra incomoda posición. Los guardias nos confiaron
aspectos de la situación de otros presos políticos. A la conversación se
sumaron 2 agentes del Ministerio del Interior. El descanso terminaba con la
llegada de los torturadores. En la casa de Sopocachi nos torturaron siempre
delante de otros. Todo lo dirigía el capitán Mena, a quien parecía importarle
más la tortura que el interrogatorio.
La segunda semana de mayo planeamos otra fuga. Esta se
cumplió parcialmente, ya que solo un compañero, actualmente en México, logró
ponerse en buen recaudo. Los tres restantes fuimos sorprendidos y reducidos. El
castigo fue tal vez el peor de todos, la peor parte de la tortura la recibió un
compañero que estuvo a punto de perder un ojo por los golpes. A él le habían
frotado virutilla metálica en la cara. Algunos días después me dieron un
ultimátum. Si el 20 de mayo no había hablado, me fusilarían. Llegó el día
indicado. El plazo se prolongó hasta las 6 a.m. del día 21. A esa hora me
preguntó Mena que decisión había tomado. “No”, le dije. En un Jeep me
regresaron a la casa de Sopocachi. Me sorprendí, no habían hecho ni el
simulacro.
Pasaron cuatro días y recibí otra vez la visita de Mena, Balbián
y Cuentas. Nos sacaron a mi y a otro compañero y nos pusieron frente a una
pared. Mena nos preguntó si teníamos algo que decir. No contestamos.
Procedieron al simulacro. Al final Mena dijo que sería mejor esperar un poco,
que
estaba seguro que todavía podía hacer algo por nosotros. No
procedieron a nuestro fusilamiento porque todavía nos consideraban valiosas
fuentes de información.
Las únicas veces que podíamos conversar entre los presos
eran cuando por las noches, nos permitían hacer uso del baño. Durante 4 meses
planeamos la que sería nuestra fuga. La disposición de la casa era corriente.
Los obstáculos físicos eran fácilmente salvables. El problema se concretaba en
el aspecto humano de nuestros custodios, quienes, día a día, nos daban mayores
ventajas. Las visitas de los torturadores se hacían cada vez más espaciadas.
Todos estábamos de acuerdo en pensar que aquel era evidentemente, síntoma de
nuestra inminente ejecución. Uno de los custodios nos dijo esa noche “los van a
matar”. “Eso es lo que comentan entre ellos”. La charla continuaba. Nos
permitieron dormir un poco. Uno de mis compañeros se recostó en un sillón y
fingió un sueño profundo. Dos continuamos conversando. Las metralletas estaban
colocadas en una esquina de la habitación. Era nuestra última oportunidad.
Nuestro pensamiento era uno solo: aprovechar la providencial situación. El
compañero que junto a mi conversaba saltó sobre los guardias, hizo lo mismo el
que fingía dormir. Yo me apoderé de las metralletas. “No pueden hacernos esto…
nos van a matar”. “Yo voy con ustedes. No me dejen aquí”.
“No me maten háganlo por mis hijos. Los papeles se
invirtieron”. A un guardia lo encerramos en un closet, después de amarrarlo.
“Salgan carajo”, dije, mientras rastrillaba el arma. Los 2 guardias que desde
el primer día solo se habían limitado a custodiarnos, nos acompañaron en el
operativo. Primero pensamos buscar refugio en una casa, pero debido a la hora
-alrededor de las 7.30 de la mañana- abordamos un taxi y enfilamos a la
Embajada del Perú para solicitar asilo. Por las especiales circunstancias
irrumpimos en la legación peruana con las armas. No podíamos dar un solo paso
en falso. De allí quedamos en espera de los trámites, que, pese a todos los
esfuerzos del gobierno boliviano, se cumplieron. Así pudimos llegar a Lima,
como es de conocimiento público.”
Lima, 27 de octubre de 1972.
Guillermo Dávalos Vela
Carnet de extranjería No 92963
Publicado en la revista Caretas (Lima-Perú). Ed. 464.
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