Imagen: Mcal. Andrés de Santa Cruz, Presidente de Bolivia en 1829 -
1839 y de la Confede-ración Peruboliviana en 1839, intentó con-cretar la unidad
sudamericana que soñara Bolívar.
Por: Carlos Valdivia L. / Este artículo fue publicado en el
matutino El Diario el 14 de Octubre de 2014 / http://www.eldiario.net/noticias/2014/2014_10/nt141014/nuevoshorizontes.php?n=2&-invasion-peruana-a-cobija
En 1835 surge un caudillo joven (27 años) que llenará con su
nombre, con su desempeño en los campos de batalla y con su trágico fin un
período importante de la historia del Perú republi-cano: el general Felipe
Santiago Sala-verry.
Se yergue como el gran regenerador frente al caos y las
ambiciones de poder de políticos y militares en el que está sumergido su país.
Gobernaba entonces José Luis de Orbegoso, en 1834 enfren-ta la sublevación de
Pedro Bermúdez, apoyado por la guarnición de Lima, sin embargo en abril de 1835
las tropas de Bermúdez se rinden y reconocen al go-bierno elegido. En Lima
queda como Ins-pector General del Ejército Salaverry quien también se subleva
en el Callao. Su “gobierno” pronto consigue apoyo en la mayor parte del país.
Ante esta situación, Orbegoso decide enviar emisarios a
Santa Cruz, entonces Presidente de Bolivia y se firma un con-venio el 15 de
junio de 1835, por el cual se envía al Perú un ejército para comba-tir la
anarquía. A su vez, los insurrectos Salaverry y Agustín Gamarra que apare-ce en
este escenario, se unen mediante el pacto del 27 de julio del mismo año,
acordando combatir al ejército boliviano y, claro está, a Orbegoso.
Entre las primeras medidas adoptadas por Salaverry es la de
declarar “guerra a muerte” a Santa Cruz. El autoproclama-do Jefe Supremo
dispuso el inicio de hostilidades ordenando al coronel José Quiroga el asalto
al puerto boliviano de Cobija o La Mar. El Cnl. peruano al man-do de 260
soldados del 1er. batallón de Carabineros de la Guardia se embarca en la
corbeta “Libertad” y la goleta “Li-meña” partiendo del puerto de Callao el 4 de
septiembre de 1835, arribando a cos-tas bolivianas 18 días después y
desem-barcando su tropa en la bahía de Meji-llones muy cerca del puerto de Cobija.
Tras dos días de marcha forzada por arenales y desfiladeros,
llevando a cues-tas pertrechos bélicos, soportando el ca-lor y la falta de
agua, las tropas peruanas finalmente avistaron el puerto que no sospechaba la
presencia de tropas ene-migas. Quiroga ordenó avanzar por se-parado, furtivos
hasta llegar a distancia de tiro de las posiciones bolivianas. Diri-gía el ala
izquierda el sargento mayor An-drade y la derecha el capitán Salaverry (hermano
del Jefe Supremo).
Alertados los bolivianos (87 soldados y milicianos) sobre la
presencia de solda-dos enemigos, tomaron posiciones, de pronto rugieron los
cañones y la fusilería, los bolivianos tomados por sorpresa, res-pondieron como
pudieron, sosteniendo fuego cruzado por espacio de dos horas en el que resultó
muerto el gobernador del puerto el coronel Gaspar Aramayo; cayeron también un
teniente y 9 solda-dos, quedando heridos otros 8. Era im-posible seguir
resistiendo y el puerto de Cobija cayó en poder de los peruanos que tuvieron 11
muertos y 18 heridos.
Dueños de la situación se apoderaron de todos los recursos,
después incendia-ron los establecimientos de la goberna-ción, cuarteles y
aduanas, las defensas dinamitadas. Los peruanos permanecie-ron veintiséis días
en Cobija, luego se embarcaron con dirección al Pisco lle-vando a bordo de sus
naves armas, mu-niciones, hierro y plomo incautadas. Una vez que se perdieron
en alta mar los vecinos del puerto se reunieron y nombra-ron gobernador al
ciudadano Manuel Buitrago en reemplazo del fallecido coronel Aramayo.
Ante esta delicada situación, el gobierno boliviano exigió
satisfacciones al Pe-rú, las cuales les fueron dadas mediante ceremonias de
excepcional solemnidad y acatamiento al pabellón boliviano. En tanto los
peruanos se reintegraron al “ejército restaurador” el 6 de octubre de ese año,
la bandera boliviana capturada, fue arrastrada por orden del general Salaverry
en ceremonia pública frente a sus tropas.
En noviembre los peruanos intentan otra acción, sin éxito
esta vez, de enviar una expedición militar desde Iquique hasta Oruro, donde se
trataría de incitar a la población a una revuelta contra San-ta Cruz.
La guerra adquiere carácter nacional ante la llegada de
tropas bolivianas en auxilio de Orbegoso, quien había solici-tado al gobierno
de Santa Cruz. El conflicto es breve pero sangriento. En Uchu-mayo Salaverry
sale victorioso, pero en Socabaya cae vencido, 7 de febrero de 1836. Sometido a
un Consejo de Guerra es fusilado en la plaza de Arequipa. En tanto el Cnl.
Quiroga que también había caído prisionero junto con Salaverrey es librado de
la pena capital por el trato hu-mano que tuvo con los habitantes del puerto de
Cobija. Tropas leales a Orbegoso ocupan Lima, la bandera ultrajada es
desagraviada y devuelta a Bolivia.
Con la muerte de Salaverry desaparece el sentimiento
nacionalista peruano y queda abierto el camino para que Santa Cruz ponga en
práctica sus ideas de confederación. Una nueva etapa se abre en la vida
política del Perú y Bolivia.
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