Por: Javier Mendoza Pizarro / Publicado en www.cielo.org.bo / Fotografía: Histórico
patio de la Facultad de Derecho (1938).
1. La Audiencia de Charcas
La Audiencia de Charcas fue creada en la Villa de Plata, hoy
la ciudad de Sucre, por el gobierno español, en 1559, ante la necesidad de
establecer un centro de control gubernamental en una región en proceso de
expansión. El territorio bajo su jurisdicción varió con el tiempo y para la
época en la que sucedieron los hechos revolucionarios de 1809; se extendía
desde el Océano Pacífico hasta el río Paraguay y hacia el sur hasta Tucumán,
incluyendo el territorio que se conocía como Alto Perú, que correspondía a lo
que hoy es Bolivia. Administrativamente, la Audiencia fue parte del Virreinato
del Perú hasta 1776, cuando pasó a depender del Virreinato del Río de la Plata.
El establecimiento de la Audiencia de Charcas vino a acrecentar la importancia
de la ciudad de La Plata, que ya había sido reconocida en el ámbito
eclesiástico con la creación del Obispado, en 1552, por el Papa Julio III, como
la máxima autoridad eclesiástica en la región.
2. La Universidad de San Francisco Xavier
La Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco
Xavier fue establecida el La Plata en 1624. Después de San Marcos en Lima, que
había sido fundada en 1551, era la segunda más antigua en la América del Sur.
El trámite para su establecimiento duró tres años y los múltiples títulos con
los que fue fundada son testimonios de la jerarquía que se le otorgó desde el
comienzo para situarla al nivel de instituciones tan importantes como eran el
Obispado y la real Audiencia, que ya habían sido establecidas en la ciudad.
Como indica su advocación a uno de los más importantes mártires jesuitas, desde
su comienzo y durante más de un siglo funcionó bajo la dirección de la Compañía
de Jesús. Fue creada, claramente, para "los hijos, nietos y descendientes
de los conquistadores, personas nobles de esta provincia de los Charcas"1.
Estaba orientada fundamentalmente a los estudios teológicos y al derecho, y de
esta manera estaba relacionada directamente con el Obispado y la Audiencia.
Así:
La Universidad representó en Charcas el establecimiento de
una fábrica propia para producir autónomamente sacerdotes, uno de los soportes
más firmes de la estructura colonial (...) y también letrados o abogados, que
fue otro de los soportes más firmes de esa misma estructura2.
3. La Academia Carolina
Con la expulsión de los jesuitas, ocurrida en 1767, todas
las instituciones que habían sido regentadas por los jesuitas se vieron
afectadas por su ausencia. La Universidad de San Francisco Xavier pasó a
depender de las autoridades civiles y el Arzobispo comenzó a actuar como
Canciller de la universidad. Mientras en La Plata se mantenían por inercia los
moldes tradicionales que había establecido la orden religiosa, en Europa las ideas
de la Ilustración influyeron sobre el desarrollo de una nueva visión del
estudio del Derecho, alejándolo del paradigma escolástico tradicional y
alentando una nueva perspectiva, más acorde con las problemáticas que
planteaban las cuestiones legales vigentes en Europa. Como parte de ese
proceso, durante la segunda mitad del siglo XVIII se establecieron en España
diferentes academias dedicadas a los estudios jurídicos siguiendo esa nueva
orientación. De una de ellas, que funcionaba en La Coruña, egresó don Ramón de
Rivera y Peña, que emigró hasta La Plata, donde fundó, en 1776, basado en su
experiencia, la Academia Carolina. La nueva institución comenzó a funcionar
dentro de la Universidad de San Francisco Xavier, aunque dependiendo de la
Audiencia en cuestiones importantes como la designación de los profesores y del
Presidente de la Academia, que debía ser siempre un oidor.
La Academia tomó su nombre del emperador Carlos III, el
monarca que introdujo la Ilustración en España3, como muchas otras instituciones
que en esa época fueron creadas con la advocación al rey ilustrado. Estaba
dirigida a la reorientación del enfoque del estudio del derecho dentro en la
Universidad, relacionándolo de manera clara con las actividades jurídicas
concretas que desempeñaba la Real Audiencia. Como parte complementaria de su
formación curricular, los pasantes debían practicar en los estrados judiciales
de la Audiencia durante dos años antes de graduarse, y otros dos años después
de su graduación. Esta situación permitió a muchos jóvenes abogados trabajar de
manera cercana con los oidores; poniéndolos al tanto no sólo de aspectos
importantes de la vida política dentro de la administración colonial, sino de
detalles de la vida social y hasta personal de los gobernantes que ejercían en
La Plata.
Los pasantes de la Academia Carolina debían ser bachilleres
en Derecho y tenían que seguir un estricto programa de estudios de dos años,
reuniéndose tres veces por semana y siguiendo materias relacionadas con el
Derecho, las ciencias naturales, la lógica y la metafísica, que los preparaban
en el desempeño de las actividades y los procedimientos jurídicos propios del
foro.
Se mantuvieron ciertos métodos que habían sido utilizados
por los jesuitas, como representaciones teatrales que simulaban procesos
judiciales y, como parte de su preparación, los pasantes debían defender
públicamente tres o cuatro disertaciones que debían ser presentadas en latín.
Una clara evidencia de la importancia que se daba a la práctica forense frente
al discurso escolástico y de la vigencia de la realidad local antes que la
europea, fue la publicación, hacia 1782, por el presidente de la Academia
Carolina, don Francisco Gutiérrez de Escóbar, de la Instrucción forense, que
era un manual dirigido a los pasantes de la Academia Carolina, para
"sustanciar y seguir los juicios correspondientes según el estilo de esta
Real Audiencia". El tratado detallaba los procedimientos adecuados para la
práctica jurídica en las colonias americanas. Un manuscrito de la obra se
encuentra en el Archivo Nacional de Bolivia4 y hubo ediciones que se hicieron
en Chile para su utilización en diversas universidades de la región.
A fines del siglo XVIII, la Academia era la única
institución de estudios jurídicos de importancia en el Virreinato del Río de La
Plata y, en consecuencia, numerosos estudiantes de otros países acudieron a
ella para prepararse en el estudio del derecho. Desde su fundación hasta el año
cuando se desataron los hechos del 25 de mayo, la Academia Carolina había
graduado a trescientos sesenta y dos doctores5. Libre de las influencias
escolásticas y religiosas, se constituyó en un foro de discusión sobre
cuestiones jurídicas y también de teorías filosóficas y políticas de avanzada,
incluyendo el origen de la autoridad en la sociedad y los derechos del pueblo,
temas propios de una naciente modernidad. En sus aulas se cultivó la vigencia
de un espíritu independiente, no sólo con relación a los moldes clásicos que
habían dirigido los estudios hasta entonces; sino, también -alentados por las
importantes ocurrencias sociales que tuvieron lugar en Estados Unidos en 1776 y
en Francia en 1789- frente a la posibilidad del establecimiento de un gobierno
independiente de España. Como una expresión clandestina del espíritu que se
cultivó dentro de la Academia Carolina, desde fines del siglo XVII, circuló por
las calles de La Plata una variedad de pasquines y caramillos anónimos con
ingeniosos versos que criticaban a las autoridades españolas6. Por estas características,
la Academia Carolina se constituyó, en las palabras del historiador francés
Clément Thibaud, en una verdadera "escuela de dirigentes para la
independencia"7.
Otra importante característica de la Academia Carolina fue
su carácter corporativo basado en relaciones familiares. Junto a los conocidos
casos de los hermanos Zudáñez y Lemoine, hubo tres hermanos Monje Ortega
llegados de La Paz: Juan de la Cruz, Rafael y Manuel8. Ellos fueron algunos de
treinta y cinco hermanos contabilizados por Thibaud9. Hubo también medio
hermanos, como Mariano Michel y Juan Manuel Mercado, y primos como Bernardo
Monteagudo y José Antonio Medina. Todos constituyeron "una especie de
familia moral"10 que contribuyó a la "formación de la comunidad de los
abogados de Charcas [que] se apoyaba en una red de afinidades y amistades
forjadas desde los tiempos del colegio, que recortaban, en parte, las
solidaridades geográficas y sociales"11. A la hora de la acción
revolucionaria, esos lazos afectivos entre los jóvenes abogados de Charcas
resultaron fundamentales para crear una red que difundiera las noticias y
coordinara los pasos del movimiento subversivo.
4. Una táctica eficaz
A comienzos del siglo XIX surgieron divergencias internas
entre el Presidente de la Audiencia y los oidores del Tribunal que debilitaron
la unidad del cuerpo jurídico. En 1808, Napoleón invadió la Península Ibérica
deponiendo al rey Fernando VII de España y al rey Juan VI de Portugal. La Junta
de gobierno organizada en Sevilla para reemplazar al monarca cautivo envió un
emisario a América, José Manuel de Goyeneche, un criollo educado en España,
para conseguir el apoyo de los virreinatos de Buenos Aires y Lima. La situación
se complicó porque la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hermana de Fernando
VII y esposa del rey portugués que había buscado asilo en Brasil junto a su
esposo, proclamó su derecho a las colonias españolas que su hermano exiliado
había dejado sin gobierno. Analizando esos factores, los doctores charquinos de
la Academia Carolina comprendieron rápidamente que la compleja situación
representaba una "feliz coyuntura" que podía ser utilizada para
avanzar su causa independentista.
Demostrando la necesidad de justificar la legalidad de sus
acciones, que sentían como abogados, y como una aplicación práctica del
discurso argumentativo que practicaban en las discusiones filosóficas y
políticas de la Academia Carolina, elaboraron el llamado "silogismo
altoperuano", que justificaba racionalmente la actitud independentista de
los doctores, argumentando que la ausencia de un monarca en el trono de España
dejaba sin una autoridad legítima a las colonias españolas que podían, en
consecuencia, proceder legalmente a gobernarse por sí solas.
Paralelamente, utilizaron "el misterio de
Fernando", como se llamó a la situación de ambigüedad generada por el
vacío de poder causado por la ausencia de un rey en el trono español, para
acusar frente a la población al Presidente de la Audiencia y al Arzobispo de
"carlotistas", es decir, partidarios de la infanta Carlota Joaquina.
ésta resultó ser una útil imputación que rápidamente tomó cuerpo entre la
multitud que fue azuzada para defender al rey.
Para avanzar su plan, los doctores hábilmente construyeron
con esos elementos una aventurada tramoya pública para crear una situación que
cuestionara la vigencia de una autoridad que estaba en el exilio; mientras, con
el apoyo de la población, forzaban la renuncia de las autoridades españolas en
la región, paradójicamente, a nombre del rey cautivo. Primero lograron que los
oidores decidieran no apoyar a la Junta de Sevilla y a su emisario Goyeneche,
que había seguido su camino a La Paz, y después acusaron al Presidente y al
Arzobispo de estar complotados con él y con la infanta para entregar todo al
reino de Portugal. Así se formaron dos bandos: el Presidente y el Arzobispo,
que habían apoyado a Goyeneche, y, supuestamente, a la Infanta, frente a los
oidores disidentes y los doctores de la Academia Carolina. Frente a esos
acontecimientos, la víspera del 25 de mayo, el Presidente ordenó la prisión de
los agitadores más visibles: los hermanos Zudáñez y el fiscal López Andreu.
Sólo Jaime Zudáñez fue tomado preso al día siguiente y en, un movimiento
calculado, mientras era conducido a la cárcel alertó a la población sobre el
abuso que se cometía. ésa fue la chispa que encendió la agitación que duró toda
la noche del día 25 y la madrugada del 26.
Esa movilización hizo posible que una multitud de alrededor
de 1000 personas, cuando La Plata tenía entonces alrededor de 18000 habitantes,
convencida hábilmente por los doctores de que todo se hacía para defender al
rey y enfervorizada por el alcohol, se mantuvo movilizada durante toda la
noche, enfrentándose a la fuerza pública hasta crear una situación crítica que
obligó al Presidente de la Audiencia, Ramón García Pizarro, a renunciar a su
cargo. Los doctores lograron que el máximo tribunal, descabezado de esa manera,
comenzara a actuar bajo su influencia, como "Audiencia Gobernadora"
que, siendo claramente ilegal, representaba el desconocimiento tácito de la
máxima autoridad española en la región.
5. La relación entre el 25 de mayo y el 16 de julio
A pesar de su atrevimiento, los hechos del 25 de mayo no
significaron un claro rompimiento con la Corona española y tácticamente
mantuvieron todo el tiempo su fidelidad al rey cautivo. Sin embargo, en los
días posteriores al 25 de mayo, la trascendencia de lo ocurrido en La Plata
pronto comenzó a manifestarse. Dos semanas después de los sucesos, los doctores
de la Universidad de San Francisco Xavier, los principales promotores del
alzamiento, enviaron emisarios a todas las ciudades importantes de la Audiencia
de Charcas, y más allá, para comunicar y alertar a otros sobre el suceso.
El comisionado a La Paz fue Mariano Michel, un abogado de
Charcas conocido por su radicalidad, apodado el "Malaco". Consciente
de que las acciones en La Plata, por sus propias características, no podían ir
más allá de donde llegaron, Michel viajó con la misión de tratar de llevar el
movimiento de La Paz lo más lejos posible, superando las limitaciones del
levantamiento chuquisaqueño. Hay abundante evidencia documental sobre la
actuación de Mariano Michel en La Paz. Estanislao Just, que ha encarado la formidable
labor de revisar por primera vez los cinco mil folios de los documentos
relativos al 25 de mayo charquino que existen en el Archivo Histórico Nacional
de Madrid, ha escrito lo siguiente sobre esa misión:
En la sumaria abierta en Potosí por orden del Intendente
Sanz, 13 testigos dan por supuesta la actitud revolucionaria de Michel en La
Paz. Y de que resultas de ella sucedió el movimiento del 16 de julio. De ellos,
varios notan la semejanza entre ambos movimientos, y yo añadiría las
correcciones que uno supone con respecto al otro12.
Esas correcciones incluyeron la formación en La Paz de una
Junta Tuitiva que en los hechos desplazó a las autoridades españolas, llevando
al movimiento paceño un escalón más arriba de lo ocurrido en La Plata. La
estrecha relación de los doctores de Charcas con el establecimiento de la Junta
aparece claramente en los detalles de la misión de Michel. En el camino a La
Paz se detuvo en Sicasica para entrevistarse con el párroco, el cura José
Antonio Medina --el primo de Bernardo Monteagudo-- que también había estudiado
en San Francisco Xavier y llegaría a ser uno de los elementos más radicales en
el movimiento del 16 de julio. Se sabe que en La Paz, Michel se entrevistó con
Juan Bautista Sagárnaga, Juan de la Cruz Monje y Gregorio García Lanza, que
eran también egresados de la universidad charquina, que aparecen más tarde como
miembros de la Junta Tuitiva. Junto con ellos figuran otros cinco doctores de
Charcas (Juan Basilio Catacora, Melchor León de la Barra, José Antonio Medina,
Juan Manuel Mercado y, Pedro Domingo Murillo13) totalizando el 80% de los diez
miembros de la Junta y evidenciando claramente que ella se constituyó bajo el
influjo y la conducción de los doctores de San Francisco Xavier. Además, entre
los nueve revolucionarios ejecutados en enero de 1810 por las autoridades
españolas figuran tres de aquellos doctores de San Francisco Xavier (Lanza,
Sagárnaga y Catacora). Adicionalmente, por lo menos una docena de otros
participantes en los sucesos de julio que estudiaron en la universidad de
Chuquisaca sufrieron exilio o cárcel después de los acontecimientos del 16 de
julio14.
La naturaleza corporativa de la Academia Carolina se hizo
evidente en la actuación recíproca de los doctores paceños a través de
emisarios que viajaron de La Paz a La Plata, evidenciando la acción conjunta de
los dos movimientos. El hermano de Gregorio García Lanza, Victorio, fue enviado
a Chuquisaca antes del 16 de julio para tener al tanto a sus camaradas sobre
los planes que se hacían en La Paz, y allí fue recibido por los doctores
"como si fuese un Embaxador o Plenipotenciario [y] le admitían en sus
tertulias, paceando con ellos, conferenciando en sus casas y dándole asiento
honroso (...)"15. Adicionalmente, el 22 de julio de 1809, los revolucionarios
presentaron en La Paz un Plan de Gobierno, que constituía un detallado
itinerario que dirigió las acciones subversivas. Subrayando la importancia de
la conexión con el movimiento de La Plata, todo un punto de aquel Plan, el
octavo, indica específicamente que el cura José Antonio Medina debía viajar
como comisionado a Chuquisaca para colaborar con los planes subversivos . Esta
misión, se indica, era "del mayor interés a la salud de la patria y de su
ejecución se origina toda la seguridad de esta Provincia"16. Cuando quedó
claro que la presencia de Medina era fundamental para el avance de los planes
revolucionarios en La Paz, en su reemplazo se comisionó para viajar a La Plata
a Julián Gálvez de Oropeza, un chuquisaqueño que también había estudiado en San
Francisco Xavier.
Sin duda hubo características particulares que diferenciaron
las situaciones revolucionarias en La Plata y La Paz17. La Paz, como otras
ciudades en la América española, tenía su propia historia de cuestionamientos a
la autoridad española, entre los que figura especialmente la conspiración
originada en Cuzco que buscó, en 1805, deponer a las autoridades españolas y
reinstaurar el imperio de los incas. El nuevo monarca iba a ser un supuesto
descendiente de los reyes precolombinos que recibía instrucciones de cómo
actuar a través de sus sueños. Los principales cabecillas de este movimiento,
Gabriel Aguilar y José Manuel Ubalde, fueron ejecutados en Cuzco, el 5 de
diciembre de 1805, y entre los implicados en La Paz aparece Pedro Domingo
Murillo. Pero es indudable la influencia de los doctores de la universidad de
San Francisco Xavier en los hechos concretos que sucedieron en la Audiencia de
Charcas, en La Plata y La Paz, en 1809.
La influencia de la Universidad fue más allá de las fronteras
del Alto Perú: tres ex alumnos de San Xavier fueron miembros de la Junta de
Buenos Aires en 1810 (Mariano Moreno, Juan José Paso y Juan José Castelli)18, y
también lo fueron quince de los treinta y un diputados que proclamaron la
independencia argentina en 1816 en Tucumán âes decir, la mitad-- incluyendo los
dos representantes de Charcas (Mariano Sánchez de Loría y José Severo
Malavia)19. Bernardo Monteagudo tuvo descollante participación en Santiago,
Jaime Zudáñez en Montevideo y Mariano Alejo álvarez en Lima. Por nuestra parte,
hemos podido contabilizar más de sesenta implicados; lo cual representa, a
todas luces, una verdadera conspiración internacional.
Y en todos los lugares donde surgieron levantamientos contra
la Corona española: en Quito, en agosto de 1809; y en Caracas, Buenos Aires y
en Santiago de Chile, en 1810, se hicieron saliendo a las calles, proclamando
una fingida lealtad a Fernando VII y organizando Juntas de gobierno, es decir,
los elementos básicos de la táctica eficaz que se desarrolló en el Alto Perú en
mayo y julio de 1809.
6. Necesaria pero insuficiente
Después de que estos hechos han sido presentados, es
importante nivelar el fiel de la historia. Una visión idealizada del pasado
otorga todo el mérito de los sucesos del 25 de mayo a la acción de la
Universidad y en particular a los héroes tradicionales, que eran criollos
letrados, como los hermanos Zudáñez, los Lemoine y Bernardo Monteagudo. Sin
embargo, es necesario que una historiografía veraz vaya más allá de esa noción
ingenua que considera los sucesos históricos como el resultado de la acción
heroica o iluminada de seres excepcionales que logran con su accionar
individual cambiar el curso de la historia. Toda la sapiencia que podía enseñar
la centenaria universidad y las sutiles maniobras derivadas del ejercicio del
foro que aprendían a tejer los doctores revolucionarios en la Academia
Carolina, a la hora de la acción, resultaban insuficientes por sí solas para
lograr afectar al poderío del gobierno español. Lo cierto es que la renuncia
del Presidente de la Audiencia, que fue el hecho revolucionario que marcó la
jornada de mayo, fue el resultado de la participación directa de una nutrida
multitud convencida de que estaba defendiendo al rey contra las pretensiones de
los portugueses, que llevó a cabo la imprescindible acción de masas necesaria
para poner las cosas de cabeza.
Se puede precisar todavía más. No fue la masa en general o
en abstracto, sino ante todo los cholos y las cholas de Chuquisaca, que eran
fundamentalmente artesanos mestizos, mayormente sirvientes y comerciantes en
pequeña escala, que se agruparon eventualmente en milicias sobre la base de los
grupos organizados de sastres, tejedores, pintores y zapateros. Y, en verdad,
no era "siquiera el pueblo, sino la plebe, y menos aún que eso, el
populacho, en aquella noche célebre y en algunas de sus incidencias
inmediatas"20, que hizo posible lo sucedido. Esa masa revolucionaria
siempre ha sido ignorada, vista con desprecio y descrita en términos derogatorios,
como "el pueblo bajo"21, "la parte inferior del
vecindario"22, el "pueblo rudo"23; "la gente baja" de
la ciudad24, la "gente plebe"25, o la gentalla26. Sin haber
desarrollado la convicción política y la pureza ideológica que pudo
caracterizar a algunos revolucionarios, y aunque estuvo subyugada por las
hábiles maniobras de los doctores, esa muchedumbre fue decisiva en el momento
de forzar las cosas para hacer saltar de sus goznes las piezas fundamentales
del poder español.
Las motivaciones que mueven a esos sectores cuando se
movilizan políticamente también han sido menospreciadas a través de la historia
del país. Esa actitud sobrevive actualmente con relación a la irrupción de las
mayorías marginadas en la realidad política y social del país que vivimos al
presente en Bolivia. Quienes buscan la misma capacidad intelectual o la
claridad política de los ideólogos en esos movimientos pasan por alto la
presencia de factores motivacionales, cognitivos y emocionales que orientan a
esas masas ignorantes para hacer el trabajo sucio que los intelectuales no
pueden realizar, confiando, de una manera casi instintiva, en que el esfuerzo y
el sacrificio que realizan redundará en su beneficio y el de sus descendientes.
A pesar de su carencia de educación formal y de cultura política, a partir de
aquel 25 de mayo, esas masas movilizadas fueron capaces de soportar diez y seis
años de penurias, ofrendando miles de vidas para lograr la ansiada creación de
un país independiente.
La acción del populacho rebelde va todavía más allá porque
revela, dentro del campo revolucionario, la presencia insospechada de elementos
que provenían de los estratos más bajos de la sociedad. Tal fue el caso
paradigmático de Francisco Ríos, apodado el Quitacapas, un mulato brasilero
conocido por vago, ladronzuelo, borrachín, mujeriego y jugador, que se
encontraba accidentalmente el 25 de mayo en La Plata y, guiado por un oscuro
destino y sus intereses inmediatos, acabó encabezando la multitud que realizó
el ataque y asedio al edificio de la Audiencia, la destrucción de sus puertas
con los disparos de los cañones que secuestraron del cuartel, la libertad de
los presos, etc., que fueron las acciones concretas que obligaron al Presidente
a renunciar. La presencia de tales elementos, participando en medio del
populacho y de la masa revolucionaria, obliga a una visión del 25 de mayo mucho
más amplia de la que se suele presentar, tomando en cuenta a todos los actores
que participaron en ella y reconociendo así el suceso en toda su complejidad.
A medida que nueva evidencia documental descubre de manera
más clara el papel que tuvo la Universidad de San Francisco Xavier de
Chuquisaca en las acciones revolucionarias de 1809 en el Alto Perú, también nos
revela la justa dimensión de los hechos, evidenciando la aparición de nuevos
actores y nuevos sucesos que muestran con claridad que fue la conjunción de la
capacidad política de los doctores revolucionarios de la Academia Carolina y la
actuación decidida del pueblo chuquisaqueño en toda su diversidad, incluyendo los
sectores más marginados, que hicieron posible que esa noche de mayo en La Plata
se encendiera el motor pequeño que echaría a andar el motor grande de la Guerra
de Independencia en la América hispana.
Referencias bibliográficas
Arnade, Charles. 1972. La dramática insurgencia de Bolivia.
La Paz: Librería Juventud. [ Links ]
Francovich, Guillermo. 1948. "La Universidad de Charcas
y la revolución del 16 de julio de 1809". En: El pensamiento universitario
de Charcas y otros ensayos. Sucre: Universidad de San Francisco Xavier. [ Links
]
Just Lleó, Estanislao. 1994. Comienzo de la independencia en
el Alto Perú: Los sucesos de Chuquisaca, 1809. Sucre. [ Links ]
Mendoza, Gunnar "La Universidad de San Francisco Xavier
en el coloniaje. 1624-1824". En: Obras completas, Vol. I, p. 205. [ Links
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Mendoza, Jaime. 1924. La universidad de Charcas y la idea
revolucionaria. Sucre. [ Links ]
Roca, José Luis. 1809. 1998. La revolución de la Audiencia
de Charcas en Chuquisaca y en La Paz. La Paz: Plural Editores. [ Links ]
Thibaud, Clément. 1997. "La Academia Carolina de
Charcas: una âescuela de dirigentes para la Independenciaâ". La Paz.
Travaux de lâIFEA, 102. [ Links ]
Notas
1 Gunnar Mendoza: La Universidad de San Francisco Xavier en
el coloniaje. 1624-1824. Obras Completas, Vol. I, p. 205.
2 Gunnar Mendoza. La Universidad⦠p. 206.
3 La Academia había comenzado a funcionar en 1774 como
Academia de Practicantes Juristas y, dos años más tarde, cambió su nombre a
"Carolina" (Gunnar Mendoza, La Universidadâ¦, p. 197).
4 Archivo Nacional de Bolivia, Colección Rück, No. 228. El
autor advierte en esa copia manuscrita, fechada en 1804, que se la hizo
"reformando algunas cosas de lo escrito y añadiendo otras muy importantes
y necesarias". Guillermo Francovich, "La Universidad de Charcas y la
revolución del 16 de julio de 1809", en: El pensamiento universitario de
Charcas, Sucre, 1948. p. 31.
5 Clément Thibaud, "La Academia Carolina de Charcas:
una âescuela de dirigentes para la Independenciaâ", Travaux de lâIFEA,
102, 1997, La Paz, p. 43).
6 Al respecto, ver: Gunnar Mendoza: "Documentos de
protesta social en Chuquisaca antes del 25 de Mayo: pasquines coloniales en la
Biblioteca Nacional de Bolivia". Selección y nota preliminar de Gunnar
Mendoza L. En: Obras Completas, Vol. I, Tomo 2, p. 525-534.
7 Clément Thibaud, op.cit.
8 Guillermo Francovich, op.cit. p. 136.
9 Clément
Thibaud, op.cit. p. 52.
10 Guillermo Francovich, op.cit., p. 136.
11 Clément
Thibaud, op.cit., p. 53.
12
Estanislao Just, op.cit, p. 258, nota 191.
13 Pedro Domingo Murillo aparece como graduado en 1806, con
el número 298, en el registro de Samuel Velasco Flor: Matrícula estadística de
abogados 1753-1876, Sucre, 1877, p. 9.
14 Guillermo Francovich, op.cit., p.135-136.
15 Estanislao Just Lleó: Comienzo de la Independencia en el
Alto Perú. Los sucesos de Chuquisaca. Editorial Judicial, Sucre, 1994, p. 143.
16 Manuel María Pinto: "La revolución de la Intendencia
de La Paz". Buenos Aires, 1909. En: Carlos Ponce Sanginés y Raúl Alfonso
García (compiladores): Documentos para la Historia de la Revolución de 1809,
Vo.I, La Paz, 1953, p. XXXVII.
17 José Luis Roca: 1809. La revolución de la Audiencia de
Charcas en Chuquisaca y en La Paz, Plural Editores, La Paz, 1998, p. 155.
18 Clément
Thibaud, op.cit., p.57, nota 3.
19 Clément
Thibaud, op.cit. , p.57, nota 4.
20 Gunnar Mendoza L.: Prólogo a la "Causa criminal
contra Francisco Ríos el Quitacapas, años 1809-1811. Universidad Mayor de San
Francisco Xavier Sucre, 1963", p. VI.
21 Estanislao Just Lleó: Op.cit, p. 291.
22 Gunnar Mendoza L.: "Causa criminal contra Francisco
Ríos el Quitacapas, años 1809-1811. Universidad Mayor de San Francisco Xavier
Sucre, 1963". p. 31
23
Estanislao Just Lleó: Op. cit, p. 496.
24 Gunnar Mendoza L. Causa criminal⦠p. 5
25 Gunnar Mendoza L. Causa criminal⦠p. 71.
26 Gunnar Mendoza L. Causa criminalâ¦p. 6.
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