Por: Tomás Molina Céspedes / La Razón 9 de octubre de 2013.
En abril de 1965, el Che Guevara desapareció de Cuba y de
todo escenario público, causando la natural alarma en los servicios de
seguridad de los EEUU, que de inmediato lo creyeron organizando guerrillas en
su “patio trasero”. Esta preocupación se acrecentó aún más, cuando meses
después Fidel Castro leyó una carta dejada por el legendario guerrillero en la
que éste decía: “Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos
esfuerzos…”. Por entonces, América Latina y el mundo eran un volcán revolucionario
en ebullición, con la guerra de Vietnam como catalizador; por lo que, para la
inteligencia americana, fue un reto ubicarlo a cualquier costo.
¿Por dónde empezar? El Che era natural de la Argentina, que
colinda con una extensa frontera verde con Bolivia. ¿Podría estar ahí? Todo el
aparato de inteligencia de EEUU entró en acción y de una de sus bases partió un
U-2, avión espía equipado con la más alta tecnología para ubicar campamentos
guerrilleros, rastreo de objetivos militares, exploración de zonas de su
interés y otros. La aeronave empezó a peinar todo el territorio verde de
Sudamérica buscando al Che Guevara cual sabueso rastreador.
En julio de 1966 la plana mayor de la guerrilla que se
organizaba ya estaba en Bolivia. Esperaban a su jefe en La Paz: Tania, Pombo,
Tuma, Danton, Ricardo, Iván y Sánchez. Los demás combatientes nacionales
esperaban órdenes, y los internacionales seguían llegando por distintas vías.
El 28 de julio de 1966, cuando el U-2 volvía a su base en
Panamá luego de rastrear y fotografiar objetivos en el sudeste boliviano, quiso
el destino que una montaña ubicada en el norte de Oruro, que como centinela
silencioso cuida nuestra soberanía desde siempre, atrajera a la nave cual
poderoso imán y lo estrellara en su cumbre. Así, sólo así, se supo que un U-2
había ingresado ilegalmente a nuestro espacio aéreo. El 3 de noviembre de 1966,
exactamente tres meses y siete días luego de la caída del U-2, llega a La Paz
Ernesto Che Guevara, con el nombre falso de Adolfo Mena González, y tres días
después arriba al teatro de sus operaciones y comienza las anotaciones de su
célebre Diario.
Un avión espía U-2 había sido derribado en territorio
soviético el 1 de mayo de 1960, dando lugar al mayor escándalo de la Guerra
Fría entre las dos superpotencias; y otro en Cuba, durante la crisis de los
misiles en 1962, causando por poco una catástrofe nuclear. El tercer U-2 cayó
en Bolivia y pasó totalmente desapercibido. Toda esta historia está relatada y
documentada en el libro La caída del U-2 en Bolivia, recientemente presentado,
que incluye documentos inéditos en español, acusación, defensa y sentencia del
famoso proceso seguido en Moscú al piloto americano Francis Gary Powers, cuyo
U-2 fue derribado en territorio soviético.
El U-2 caído en Bolivia se hizo añicos en la cumbre de un
cerro de Nor Carangas, dejando su material secreto esparcido en un radio de
cinco kilómetros; lejos, muy lejos de la escuelita de La Higuera, donde un año
después sería ejecutado el temido guerrillero a la vista de un agente de la CIA
que certificó su defunción y que fue el primero en fotografiar su Diario. La
persecución implacable había terminado. Cazador y presa, acechador y fugitivo,
perseguidor y perseguido, el U-2 y el Che Guevara finalmente encontraron
sepultura común en tierra boliviana.
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