Por: Juan Ticlla Siles / Este artículo fue publicado en el periódico El País de
Tarija el 14 de agosto de 2016.
«Cuando yo creía, pues, que mis sacrificios por la patria, fuesen
el descanso de mi edad mayor, antes de llegar a ella, veo mi buen nombre
anublado; mi persona rebajada, y retozar a mis enemigos sobre mis méritos».
(Eustaquio Méndez).
Dos eran los bandos que se formaron en 1825 para definir la
pertenencia de Tarija a las Provincias Unidas del Río de La Plata o a la
naciente República de Bolivia. En pro de la causa boliviana, los coroneles
Bernardo Trigo y Eustaquio Méndez fueron las figuras centrales en aquel momento
crítico que tuvo como epílogo la incorporación de Tarija a Bolivia; pero que,
con esta acción, se ganaban desde entonces la antipatía de algún sector de la
historiografía que suele de vez en cuando aflorar derramando lodo sobre los
méritos de ambos combatientes de la guerra por la independencia.
Cuando en 1980 vio la luz pública el tomo V de aquella
valiosa obra que bajo el rubro: Güemes documentado, fuera impresa en Buenos
Aires, entre las págs. 419-421 se reproducía la carta que La Serna dirigió a
Pezuela en nov. 3 de 1818, y por la que su editor, Luis Güemes, no pierde la
ocasión para calificar la conducta de Méndez como de traición. Haciendo eco de
aquel desliz, no faltan quienes aún, como el coro de las tragedias griegas,
repiten hasta el cansancio que Méndez traicionó a la patria, sin importar los sacrificios
que padeció a través de la guerra y que la muerte, como una sombra, lo acechara
persistentemente. Nada cuenta, pues, para ellos, que fueran sus bienes
saqueados y su casa incendiada; tampoco que sus padres vivieran ocultos en una
cueva y mucho menos que un sobrino perdiera la vida; claro está, porque en la
hora postrera de la lucha emancipadora fuera el alma de la incorporación de
Tarija a Bolivia, para mal de quienes no ven la historia tarijeña sino desde
una perspectiva pro-argentina.
Pero a decir verdad Méndez no fue un traidor. Tampoco la
carta de La Serna es prueba irrefutable de aquella aseveración.
Es un hecho que Méndez abandonó la guerra en 1818 y que La
Serna lo tentó entonces para que formara parte de su ejército, ya que, tras
mencionar la entrega de armas y el retiro de su gente a las haciendas, dice:
«En vista, pues, de esto y de las ventajas que son de esperar en favor de las
armas del rey, he concedido al referido Méndez a nombre de S. M. el empleo de
teniente coronel de milicias con sueldo de ochenta pesos mensuales…». Y si dice
que a sus sobrinos, los Segovia, les concedió treinta pesos mensuales, también
aclara: «Para ello tengo dadas mis órdenes al coronel Vigil, gobernador de
Tarija…». En ningún caso consta que fueran aceptadas las ofertas, de otro modo
no diría La Serna: «…de este modo será más fácil se decidan con entusiasmo a
defender con las armas en las manos la justa causa del rey». De haber aceptado
el empleo de teniente coronel y el sueldo respectivo, resultaría incongruente
que en vez de ser destinado para combatir a los patriotas, fuera despachado a
su hacienda para cultivar la tierra, cuando todavía faltaba buen tiempo para
finalizar la guerra.
Por la información que nos ofrece la carta, resulta más
coherente hablar de capitulación que de traición; lo que se ajusta, entre otras
fuentes, a la que el propio Méndez dirigió al Teniente Gobernador Político
Militar de Tarija, jun. 8 de 1826, en la que al rememorar sus acciones de
guerra dice que capituló.
Ya desde aquel fatídico 1816, cuando La Serna se encontró en
Tarija con su ejército, pudo constatar los innumerables aprietos ocasionados
por Méndez a los realistas, por lo que no omitió desde entonces ningún esfuerzo
para lograr su adhesión: «Desde que a fin del año [1]816 estuve en la provincia
de Tarija, me propuse no omitir medio alguno para atraer a la justa causa que
defendemos al caudillo Méndez, que por su influencia con los habitantes de
aquella provincia, sostenía con vigor y con fuerza armada el sistema de la
rebelión». Aunque no se conoce ninguna comunicación intercambiada entre ambos,
con toda probabilidad La Serna le dirigió una carta en términos similares que a
la de Uriondo, más sin lograr persuadirlo. Lo que sí consta es que poco después
Méndez le tendió un cerco, del que no logró salir sin antes haber comprometido
su palabra para dejar sin efecto los tributos que pagaban los naturales de
Tarija. Los pormenores del hecho son conocidos por el relato de Francisco
Burdett O’Connor:
En la época de la guerra tuvo sitiados en la ciudad de
Tarija al Virrey La Serna y todos los Jefes y tropa del Ejército realista,
capitulados después en Ayacucho. No les dejaba entrar ganado ni comestible
alguno de las inmediaciones; en el punto llamado Las Barrancas entre Tarija y
San Lorenzo, quitaba los contingentes que venían de Tupiza para las tropas
realistas, escoltados siempre por una compañía de Cazadores. El General José
Miguel de Velasco, que fue capitán de una de esas compañías, y más tarde
Presidente de Bolivia, me refirió toda esa historia y esas proezas y la manera
como el Coronel Méndez le quitó en una ocasión a él y a su compañía todo el
contingente que traía, en aquellas célebres Barrancas de Tarija.
El Virrey, viéndose ya sumamente estrechado por este
valiente e infatigable guerrillero patriota, le llamó un día y le dijo que
pidiese la gracia que quisiera, a cambio de que levantase el sitio de la plaza
y le dejase entrar víveres. “Muy bien, señor Virrey, si es así, le respondió el
heroico Méndez, yo no pido otra cosa sino que se digne suspender el tributo que
paga el paisanaje de mi tierra, y yo suspendo el sitio y dejo entrar todo lo
que guste”.
Es desde ese día, que se suspendió el tributo en Tarija, lo
que se debió pura y exclusivamente a Méndez.
La Serna por fin abandonó Tarija en el 17 de diciembre,
encontrándose dos días más tarde en Tupiza, su cuartel general, desde donde
pasó a Salta.
Entre tanto, Araoz de La Madrid se introdujo en territorio
de Charcas y el 15 de abril de 1817, derrotaba a los realistas, apoderándose de
Tarija. No obstante, las fuerzas realistas recuperaron esta plaza poco después
y desde entonces combatieron sistemáticamente a los patriotas tarijeños,
derrotándolos.
En junio 19 de 1818, La Serna informaba al presidente
interino del Cuzco:
Los caudillos Rojas, Uriondo y Méndez, reunidos en las
Salinas y puntos inmediatos, han sido batidos y derrotados completamente en
repetidos encuentros por el coronel Vigil, siendo sus resultados el haberles
cogido diecisiete prisioneros, entre ellos dos oficiales, una bandera, una
carga de municiones, dos cargas de equipajes, veinte cabalgaduras ensilladas y
quinientas cabezas de ganado vacuno. Sin más perdida de nuestra parte que la de
cuatro heridos.
Estas y otras incursiones desarrolladas contra los patriotas
permitieron a los españoles controlar el territorio de Tarija. Méndez
recordaría más tarde la situación difícil por la que atravesaba entonces, y por
la que capituló: «…que Méndez viéndose gravemente herido, con una bala en el
pecho; sin armas, sin municiones, sin auxilio, sin recurso y a la barba del
enemigo, capituló con el señor General La Serna. ¿Pero qué capitulaciones? Las
más honrosas a la Patria y al partido de su comando» (jun. 8, 1826).
La Serna, para llegar a un acuerdo con Méndez, dio una serie
de instrucciones al coronel Vigil, quién empleó «…para tan importante objeto su
conocido celo y acreditada actividad y prudencia cumpliendo a satisfacción mía
cuantas órdenes y prevenciones le había hecho para la ejecución de la empresa».
Se contó además con la mediación del Pbro. Joseph Francisco de los Reyes, muy
amigo del héroe. Éste sacerdote es un personaje poco conocido, pero que sin
embargo desempeñó un papel muy importante durante la guerra por la
emancipación, colaborando a los patriotas desde su curato de San Lorenzo.
La noticia de la capitulación también llegó a Belgrano, pues
dice éste en una carta dirigida a Juan Martín de Pueyrredón, Supremo Director
de las Provincias Unidas de Sud América, en ene. 10 de 1819:
Este [Méndez] es un individuo que ha servido a la Patria con
honor y heroicidad con gente armada en persecución del tirano, y, aunque hoy ha
capitulado con él por motivos que ha creído justos y prudentes, puede sernos,
sin embargo, de gran utilidad posteriormente…
La ausencia de Méndez en los años posteriores, es una
consecuencia de su capitulación.
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