Las acciones guerrilleras comandadas por el Che se iniciaron
en Bolivia el 23 de marzo de 1967, tres meses antes de la Masacre de San Juan.
Aunque en escenarios completamente distintos y alejados, los sucesos de San
Juan no se explican sin la insurgencia del grupo armado en Ñacahuasu.
La masacre fue, en última instancia, una medida estratégica
preventiva dispuesta por el presidente René Barrientos Ortuño y sus asesores
estadounidenses, precisamente para evitar que se constituya y articule un nexo
entre mineros y guerrilleros. De no mediar San Juan y si el movimiento
guerrillero no hubiese sido aplastado de manera tan temprana, unos y otros
hubieran terminado, sino encontrándose, por lo menos, marchando en paralelo por
objetivos comunes. De ahí la necesidad de Barrientos de anticiparse a los
hechos.
Los mineros, en particular los del eje
Huanuni-SigloXX-Catavi, eran en esa época el sector social más combativo y un
baluarte de la oposición a la política oficial, el único capaz de ser un
obstáculo para el gobierno y, por tanto, el único susceptible de constituirse
en aliado significativo de la guerrilla. En otras palabras, se levantó una
barrera de sangre para impedir la alianza entre mineros y guerrilleros.
San Juan en el Diario del Che
El día 8 de junio en su célebre diario aparece la primera
anotación del Che referida a la situación en las minas. La información
propalada por las radioemisoras era la única fuente que disponían los
guerrilleros. Por lo general, captaban las radios Altiplano y Cruz del Sur de
La Paz, Norte de Montero, así como algunas del exterior.
“…Se da noticias sobre el estado de sitio y la amenaza
minera, pero todo queda en agua de borrajas.”, dice ese apunte. En efecto, el
día anterior el gabinete ministerial había decretado el Estado de Sitio en todo
el territorio nacional, “en razón de la situación explosiva reinante” al decir
del ministro de gobierno, Antonio Arguedas. Se declaraba fuera de la ley a los
partidos de izquierda por haberse solidarizado públicamente con la guerrilla y
se prohibía terminantemente todas las reuniones y manifestaciones públicas.
Según el portavoz del gobierno, la medida se tomó fundamentalmente por la
amenaza de los mineros de Huanuni de salir en marcha de protesta hacia la
ciudad de Oruro y debido a que varios dirigentes mineros habían pronunciado
discursos “francamente subversivos y en apoyo a las guerrillas que operan en el
sudeste del país”.
…“La noche de San Juan no fue tan fría como podría creerse
de acuerdo a la fama… El asma me está amenazando seriamente y hay muy poca
reserva de medicamentos”, anota el comandante guerrillero la noche del 23 de
junio. Dado el aislamiento en que se hallaba la guerrilla, el Che no tenía
ninguna noticia de que, para aquellas fechas, los dirigentes mineros que todavía
no habían sido apresados, funcionando como núcleo semi clandestino y un tanto
disperso de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB),
habían convocado a un Ampliado Nacional en el campamento minero de Siglo XX, al
mismo que también habían sido invitados dirigentes de varios sectores laborales
afiliados a la Central Obrera Boliviana (COB).
El Che no podía estar al tanto de que los dirigentes
sindicales tenían la pretensión, más o menos implícita, de intentar en esta
reunión dar vigencia a la perseguida e ilegalizada organización matriz de los
trabajadores bolivianos.
El Che ignoraba también, en absoluto, que de forma
espontánea en asambleas de trabajadores de Huanuni y Siglo XX, habían comenzado
a darse señales de solidaridad con la guerrilla pues se hablaba de donar
medicamentos, de entregar una “mita”, es decir los réditos de una jornada
laboral, para apoyar a los alzados del sudeste. También se escuchaban voces,
particularmente en Huanuni, en sentido de declarar a las minas como “territorios
libres”, aspecto que fue ampliamente magnificado por el gobierno con el
propósito de justificar su incursión punitiva de la noche del 23 al 24 de
junio.
“… Acampamos en las faldas del cerró Durán. La radio trae la
noticia de lucha en las minas. Mi asma aumenta”. (24 de junio).
“…La radio argentina da la noticia de 87 víctimas; los
bolivianos callan el número (Siglo XX). Mi asma sigue en aumento y ahora no me
deja dormir bien”. (25 de junio). Estas dos anotaciones sucesivas en su diario,
revelan la escasa información y, por tanto, el aparente desinterés del Che en
los acontecimientos que tuvieron lugar esos días. Una de sus mayores
preocupaciones era el tema de su salud que se iba tornando angustiante para él.
“Volveré a ser…”
Sólo el 30 de junio hay nuevamente una anotación relacionada
con la masacre: “…Me atribuyeron ser el inspirador del plan de insurrección en
las minas, coordinado con el de Ñancahuasú. La cosa se pone linda; dentro de
algún tiempo dejaré de ser “Fernando sacamuelas”.
El final de este apunte es sumamente significativo. El Che
insinúa la posibilidad de revelar abiertamente que era él quien comandaba la
guerrilla de Ñacahuasu .
Hay que recordar que hasta ese momento, y en realidad hasta
el final, el Che estuvo en Bolivia clandestino, sin confirmar su presencia por
ninguna vía, ni siquiera en sus esporádicos contactos con la población
campesina. Su presencia era intuida y sospechada por muchos, pero sólo las
fuentes militares y gubernamentales, las menos creíbles de todas, más o menos
desde el mes de abril insistían sobre esta posibilidad dándole cierto grado de
verosimilitud.
Entretanto, alguna prensa de los Estados Unidos publicaba
versiones escépticas sobre la presencia del Che en Bolivia, parece que las
autoridades de ese país no lo creían posible. O, al contrario, lo sabían, pero
no querían admitirlo públicamente, previendo la repercusión que esto
acarrearía.
Los máximos dirigentes del PCB, entonces Mario Monje, Jorge
Kolle y Simón Reyes, estaban al tanto de todo, incluso el primero de ellos se
había entrevistado con el Che en Ñacahuasu el 31 de diciembre de 1966. Kolle y
Reyes, por su parte, estuvieron en La Habana las semanas siguientes y acordaron
con Fidel Castro una reunión con el Che para discutir los términos en los que
el PCB se relacionaría con la guerrilla. Kolle había aducido que no estaba al
tanto del carácter continental del proyecto del Che.
Pero, no obstante ese amplio conocimiento que la cúpula del
PCB tenía, mantuvo férreamente el secreto de la presencia del Che.
Los servicios de inteligencia norteamericanos y bolivianos
desde el comienzo tenían muchos indicios y cuasi evidencias de que el Che
estaba aquí, pero la confirmación definitiva al parecer la obtuvieron de las
declaraciones de Regis Debray y Ciro Roberto Bustos, quienes habían sido
apresados en Muyupampa el 19 de abril.
Precisamente para aproximarse a Muyupampa con objeto de
permitir la salida de estos dos “visitantes” el grueso de la columna
guerrillera se había separado de la retaguardia comandada por Joaquín (el
comandante cubano Juan Vitalio Acuña Núñez), hecho que resultó nefasto pues
ambos grupos jamás se volvieron a encontrar a lo largo de la campaña.
El Che no firmó con su nombre ninguno de los cinco
comunicados numerados que la guerrilla intentó sin éxito difundir. Entre ellos
el Nr. 1 publicado con gran revuelo el 1 de mayo en el periódico “Prensa Libre”
de Cochabamba, gracias a que el mayor Rubén Sánchez, prisionero de los
guerrilleros, lo hizo llegar subrepticiamente.
Entre la documentación capturada aparece un breve documento
de salutación al 26 de julio en Cuba, que lleva como firma sólo el nombre de
Inti en su calidad de comisario político de lo que, ya desde marzo, comenzó a
llamarse Ejército de Liberación Nacional de Bolivia.
El Che aparecía como Ramón, nombre con el que también se
presentaba en sus breves contactos con la población rural. Después, cuando esos
encuentros fueron más intensos y frecuentes e incluso se dedicaba a dar
asistencia dental a muchos campesinos, se hizo llamar Fernando. El 21 de junio
con un toque humorístico anotó en su Diario: “Después de dos días de profusas
extracciones dentales en que hice famoso mi nombre de Fernando Sacamuelas …
cerré mi consultorio y salimos por la tarde; caminando poco más de una hora.”
Por eso, a raíz de la propaganda gubernamental que lo
relacionaba con los sucesos en las minas dice que dentro de algún tiempo
dejaría de ser “Fernando Sacamuelas”. Revela así su intención de presentarse
públicamente, de proclamar a los cuatro vientos que era él quien comandaba el
grupo guerrillero instalado en el sudeste boliviano. Deseo al final no
cumplido, dada su captura el 8 de octubre y su asesinato en La Higuera al
siguiente día.
* Artículo publicado en el periódico “La Prensa”. La Paz,
junio de 2008.
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