Por: Oskar Cordova.
"AL DÍA SIGUIENTE, EL CAMPO ESTABA CUBIERTO DE UN COLOR
AZUL VERDOSO, SEMBRADO DE CADÁVERES ENEMIGOS QUE NO PUDIERON RECOGERLOS HASTA
LAS 24 HORAS POR LA ESTRICTA Y CELOSA VIGILANCIA DE NUESTROS
DEFENSORES"...
Al atardecer del día 9 de febrero de 1935, el enemigo se
hizo presente en nuestros puestos avanzados con fuertes grupos de combate,
en la punta de doblamiento al O. que estaba defendida por los Regimientos R.I.
31 y R.I. 6 (Campos) que propinaron duro castigo a los atacantes.
En esta primera y fuerte arremetida paraguaya fue herido el
Jefe de Estado Mayor de Cuerpo Tcnl. Julio Viera; nuestras tropas no
retrocedieron, se asentaron más en una línea compacta; tropas de refuerzo que
acudían de inmediato a los sectores de peligro, así como la oportuna intervención
del Batallón Rocha de ametralladoras.
Esta fue la primera y dura prueba para el enemigo, donde se
le hizo ver que nuestra línea de defensa era una máquina bien montada con sus
engranajes bien aceitados por dentro y por fuera para un perfecto funcionamiento.
Fuerte ha debido ser la brega al extremo de no poder precisar el tiempo
transcurrido, tres, cuatro horas. . . hasta cerca del anochecer, en medio de un
continuo fuego de hostigamiento y alerta de nuestros bravos combatientes,
durante toda la noche.
Al día siguiente, el campo estaba cubierto de un color azul
verdoso, sembrado de cadáveres enemigos que no pudieron recogerlos hasta las 24
horas por la estricta y celosa vigilancia de nuestros defensores que al menor
ruido respondían con ráfagas de ametralladoras. Los días siguientes, 10 y 11,
transcurrieron en aparente calma con ligero hostigamiento, con grupos de choque
que no dejaban de tantear en uno y otro sector, para asestar el golpe en un
punto determinado. Nuestra artillería, que se empleó en forma moderada,
esperaba el momento de descargar su lluvia de granadas donde más lo exigiese el
enemigo, que terco de ambición se lance una vez más a la ventura empujando
grandes contingentes de tropas. (Ahora la guerra se la estaba haciendo en
serio).
Esta primera intentona fue ante todo un tanteo de la
potencia de fuego de que disponía el defensor, el atacante tenía forzosamente
que probar en uno y otro punto tratando de ubicar el punto débil; le era
difícil encontrarlo, porque todo estaba cubierto, además del protector apoyo de
la artillería boliviana, que horrorizaba cuando ésta descargaba por ráfagas
como si se tratara de una ametralladora pesada. De aquí para adelante tenía
mucho que pensar el atacante, que era empujado por su ambicioso y terco Comando
que estaba llevando como rebaños al matadero.
(Una Ráfaga en la Historia de la
Guerra del Chaco - Sbtte. de Res. Julio C. Saracho C.)
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