Hugo Banzer / Foto: Contrainformo.com
Cuando Banzer estaba en el poder, en 1976, Matilde Artes fue
detenida y torturada en el departamento de Policía. El interrogatorio le dejo a
Matilde con graves lesiones; la columna fisurada, el tabique nasal roto y
perdió varios dientes. La vinculaban con el movimiento de Liberación Nacional
(MLN) Tupamaros. Era otra acción del Cóndor: una argentina torturada en Bolivia
y acusada de participar en la guerrilla uruguaya.
La hija de la actriz, Graciela -17 años, dirigente
universitaria, estudiante de Asistencia Social y farmacia y bioquímica-, y su
compañero Enrique Joaquín Lucas López, un uruguayo miembro de tupamaros, habían
viajado a Perú donde el 28 de junio de 1975 nació su hija Carla A comienzos de
1976, madre e hija residían en Oruro y López en Cochabamba. Graciela era una
militante activa y había participado en movilizaciones en apoyo a la huelga
minera en Oruro. El 2 de abril de 1976, llegaron las fuerzas de seguridad,
destrozaron la casa y la llevaron detenida al departamento de Orden Político
(DOP), que era parte “del sistema Cóndor” de la dictadura de Banzer. Graciela
fue terriblemente torturada.
Su madre Matilde Artes, envió una carta a Banzer (publicada
en el diario Presencia, 1º de noviembre de 1979) en la que denuncio que su hija
fue torturada en agosto de 1976, por una comisión de la Policía Federal
Argentina conjuntamente con policías bolivianos en una casa de seguridad del
Ministerio del Interior. Graciela Artes paso un tiempo en la prisión de
Viacha, donde en las paredes de su celda escribió poemas conmovedores
dedicados a su hija Carla y su compañero uruguayo. En Agosto de 1976, tras
permanecer en el hogar de Villa Fátima, fue llevada con su hija Carla, por
orden del coronel Ernesto Cadima Valdivia para ser entregadas a la dictadura
argentina. Tiempo después, el Ministro del Interior y luego presidente de
Bolivia (1978), Juan Pereda Asbun, mostro a un ciudadano español, enviado por
Matilde Artes, documentos sobre la operación de traslado de la familia Artes
que ratificaban el intercambio.
Como testimonio Matilde Artes ante la CONADEP, el 29 de
agosto de 1976 Graciela y Carla fueron entregadas a funcionarios de la
dictadura argentina. Estaban con ellas Luis Stamponi y Efrain Fernando Villa
Isola, quien fue visto después en el centro clandestino de detención de Buenos
Aires Automotores Orletti, según la versión de Loyola Guzmán, presidenta de la
Asociación de Familiares y Desaparecidos (ASOFAMD) de Bolivia. Se identificó a
los jefes de frontera como Gumersindo Espinoza, Gerardo Bernal (miembros del
DOP), Rene Caballero (de la oficina de Inmigración) y el operador de radio,
Juan Carlos Villarroel, Por el lado argentino, dirigió el operativo el
comandante principal Luis Alberto Remy, Responsable del escuadrón 21 de La
quiaca. Así, Carla y Graciela llegaron a Orletti.
Las investigaciones de Loyola Guzmán presidenta de la
asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (ASOFAMD) de Bolivia,
determinaron que durante la dictadura de Banzer hubo 100 desapariciones
(incluidos 40 en Argentina y 3 en Chile). En el libro Nunca Mas, el padre
jesuita Federico Aguilo totalizo 39 asesinatos políticos, 429 muertos en
enfrentamientos y masacres y 100 torturados que salieron con vida. Según la
Asociación de periodistas, hubo entre octubre de 1971 y diciembre de 1977,
alrededor de 14750 encarcelados, 19140 exiliados políticos y 780000 exiliados
económicos.
La dimensión del genocidio llevo a la dictadura de Banzer al
tribunal Bertrand Russell de Roma, que la declaro, en 1974, culpable de
violaciones graves, repetidas y sistemáticas de los derechos humanos junto a
Brasil, Chile y Uruguay. El informe sobre la Violación de derechos Humanos en
Bolivia, publicado en 1976 por la central Obrera Boliviana (COB), detallo que
los métodos de tortura fueron golpes de puño, quemaduras de cigarrillos,
introducción de alfileres y astillas, golpes de correa, violación, picana,
chanacho, cortaduras, el tubo de goma, garrote de dos pulgadas y torturas
psicológicas. Los campos de concentración se generalizaron. El Panoptico, el
campo de Madidi, Viacha, el campo de concentración de Achocalla, la isla de
Coati, fueron algunos de los escenarios del terrorismo de Estado.
De acuerdo con el informe de la COB, hasta 1976, 104
periodistas fueron perseguidos, desterrados y/o torturados, cifra que
representa más del 50 por ciento del cuerpo profesional de cronistas de
Bolivia. En el golpe militar de Banzer en 1971 se estimaron cientos de
víctimas. Las matanzas de campesinos fueron uno de los hitos de la
represión, y en las listas de los organismos humanitarios figuran cientos de
muertos y detenidos en las zonas rurales durante esta dictadura. Después
de una de esas matanzas campesinas Banzer pronuncio una de sus frases
antológicas: “A ustedes hermanos campesinos, voy a darles la consigna como
líder: el primer agitador que vaya al campo, yo les autorizo, me
responsabilizo, pueden matarlo. Si no, me lo traen aquí para que se entienda conmigo
personalmente”.
Banzer utilizo asimismo las acciones contra campesinos, para
justificar que actuaba porque había extranjeros en el país y que eran estos los
que provocaban las matanzas. Cuando hubo una fuga masiva del campo de
concentración de la isla de Coati, el gobierno señalo que la acción recibió
apoyo del exterior, ya que había una red política que financiaba desde
afuera. El demonio de la conspiración supranacional, ficticio o real, ya
estaba creando, había que unirse para aniquilarlo.
Fuente: Los años del lobo: Operación Cóndor. De:
Stella Calloni. Ediciones Continente / 2º edición Buenos Aires - 1999.
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