GENERAL DE BRIGADA RUFINO CARRASCO (1817-1891)

Proclama del primer Jefe del escuadrón "Franco tiradores, Vanguardia de la 5º división"
El General Rufino Carrasco fue un guerrero ejemplar, que con su espada conquisto gloriosas páginas para la historia militar de Bolivia, su carrera inicia desde la humilde clase de soldado y concluye con el alto rango de General de Brigada.
Nació en la población de Talina, provincia de Sud Chichas del departamento de Potosí, el 10 de julio de 1817. Su carácter combativo y su desmedida inclinación a la guerra, lo llevaron a enrolarse al Ejército desde muy joven, durante la administración del Mariscal Andrés de Santa Cruz.

Su bautizo de fuego fue en las Batallas de Yanacocha y Socabaya, acontecidas en 1836. Consecutivamente, combatió en
Humahuaca, Iruya y Montenegro, donde obtuvo el grado de Oficial. Luego luchó en los campos de Ingavi.
En aquella época borrascosa, llena de luchas y guerras intestinas, era difícil que los hombres, especialmente los militares, saliesen ilesos de las tormentas políticas; así es que Carrasco se vio envuelto desde muy temprano en las interminables guerras civiles luchando a favor de tal o cual caudillo, como en las barricadas de
marzo de 1865, en La Paz, donde muere trágicamente el General Belzu, a los pies del General Melgarejo; en Colquechaca a favor del General Quintín Quevedo, en diciembre de 1874; en Caracoles a favor del Doctor Casimiro Corral, en 1877.
Luchas en las que obtiene ascensos hasta el grado de Teniente Coronel, con el que asistió a la titánica y desigual campaña de 1879.

II

Durante la denominada Guerra del Pacífico se hizo cargo de la jefatura del Escuadrón “Franco-Tiradores” en 1879, organizado en Cotagaita por el General Narciso Campero y fue destinado a la vanguardia de la Quinta División. 
El Subprefecto de Sud Lípez trasmitió la noticia de que una recua de mulos del ejército chileno invernaba en los terrenos de Atacama, custodiada por un piquete de soldados enemigos, por lo que el General Campero comisionó a los “Franco-Tiradores” para
expedicionar Atacama y se apoderasen de dicha recua. En las pampas de Toldos disputó Carrasco a los chilenos 300 cabezas de ganado vacuno y las envió a Tacna, para abastecer al Ejército Aliado. 

En la madrugada del 3 de diciembre se posesionó de Chiu-Chiu, reemplazando inmediatamente a las autoridades chilenas con
autoridades bolivianas, obligando al enemigo a arriar su bandera.
Anoticiado el jefe chileno de Calama de estos hechos, envío a los “Cazadores del Desierto”, compuesto por 300 hombres, con el que combaten los “FrancoTiradores” bolivianos en el barranco de Tambillos el 6 de diciembre, realizando una verdadera cacería sobre los citados Cazadores. Un cuarto de hora fue suficiente a los 70 valientes de Carrasco, para destruir a uno de los más brillantes regimientos del ejército invasor, tendiendo en el campo de batalla 50 muertos y 21 heridos, capturando a la vez 11 prisioneros, 16 caballos y buen número de armas y municiones.

Después de aquella heroica y temeraria acción, los 70 héroes del desierto ocuparon San Pedro de Atacama, donde la población reincorporada al suelo patrio, aunque momentáneamente, gracias a aquel triunfo, los recibieron con inexpresable celebración.
Entre otros festejos, hubo una solemne misa de campaña, en la que el sacerdote bendijo el estandarte glorioso de la patria amada que honrosa y triunfalmente fue conducido al corazón del desierto por un pequeño grupo de jinetes de Chichas.

El sol surgía radiante sobre las cumbres volcánicas de los Andes, dorando con sus primeros rayos la hostia simbólica, que en manos del oficiante se elevaba majestuosa sobre la arena del desierto teñida con sangre de héroes. El patrio pabellón flameaba airoso al soplo del pampero, cual iris de paz que arrogante se despliega entre el cielo y la tierra. Los corazones bolivianos de los habitantes de Atacama, de aquellos sencillos y olvidados hijos del desierto latían al unísono a impulsos del amor patrio con los de aquellos que en la punta de sus espadas le traían la redención.

Concluida la ceremonia religiosa, proclamó el coronel Carrasco a sus valientes soldados, en términos aún más vibrantes y más sonoros que los que usó en Tapaquilcha al trasmontar la cordillera.
“¡Adelante, defensores de la patria-les dijo-el viento del desierto acaricia ya en nuestros sienes los laureles de la victoria, a los que se unirán muy pronto los que recojáis en Calama!”
De esta manera, Carrasco esperaba las fuerzas solicitadas de Lípez; pero aún antes de recibir respuesta a esta solicitud, se le avisó que en Calama se alistaba una división de las tres armas para combatirlo y se esperaban otras fuerzas superiores de Antofagasta.

A esta noticia Carrasco fue a situarse en Toconao, esperando inútilmente el refuerzo solicitado a Campero en Chichas y a Apodaca en Lípez; ni Campero ni Apodaca daban respuesta pronta y satisfactoria.
El Coronel Carrasco se quejaba con razón sobrada y endosa la culpa de toda consecuencia desastrosa a los referidos jefes.
Lejos de recibir el pequeño refuerzo que solicitaba para el rescate del Litoral, llega al campamento de aquellos leones del desierto un correo extraordinario con la orden terminante de retirada. Abandonando en poder del enemigo el territorio conquistado, tal como Daza hizo en San Francisco, haciendo tocar retirada precisamente en el momento en que nuestras fuerzas comenzaban a cantar victoria.
Con el desaliento consiguiente a una orden de retirada después de un triunfo, volvieron los “Franco-Tiradores” por Tapaquilcha y Canchas Blancas a San Cristóbal donde Carrasco continuaba en su empeño de reconquistar Calama.
El General Nicanor Flores, Jefe Superior del Sud, llama insistentemente a Carrasco a la ciudad de Potosí, quien insiste en su empeño sobre la conveniencia de reconquistar Atacama con fuerzas suficientes para la reconquista del Litoral.

Nadie le hace caso y se le amenaza con un Consejo de Guerra.
Carrasco entonces toma resueltamente el camino de Potosí, recibiendo a su paso las manifestaciones de los pueblos que simpatizaban con aquel valiente.
El vecindario de Potosí le hace una recepción triunfal, al extremo de que las guirnaldas que le obsequian las damas ya no caben en sus brazos y se hace necesario que los miembros de su comitiva le ayuden a llevar tan preciosa carga.
El temible Flores, desarmó y disolvió a los “Franco-Tiradores” que volvían triunfantes del desierto y al que el pueblo justiciero manifestaba francamente su adhesión, gratitud y simpatía. Por medio de su ayudante desarmó también al jefe y ordenó su prisión en el cuartel del Batallón “Calama”.
En medio del Escuadrón “Franco-Tiradores” fueron también conducidos en triunfo desde San Pedro de Atacama, 21 prisioneros chilenos, 18 rifles Winchester, 30 rifles sistema Lamartine, 14 espadas, 18 sables y 40 caballos. Los prisioneros fueron distribuidos por orden despótica de la autoridad militar en las principales casas de la ciudad. Entre los prisioneros se encontraba Eulogio Yañez, sub-delegado de Atacama.

Se organizó un Consejo de Guerra para el juzgamiento militar de Carrasco. Poco tiempo después, por orden superior, marchó al Cuartel General situado en La Paz.
Posteriormente, fue elevado al rango de General de Brigada.
En los primeros días del mes de noviembre de 1891, el General Carrasco dejo de existir en la ciudad de Oruro, a la edad de 74 años.

Fuente: www.mindef.gob.bo / Agosto 2016.

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