LAS CIUDADES Y PUEBLOS BOLIVIANOS SE ENTERAN DE LA INVASIÓN CHILENA

Primer plano de la ciudad de Antogasta boliviana.

Del libro: Guano, Sangre y Salitre. Historia de la Guerra del Pacifico / Roberto Querejazu Calvo - Editorial Los Amigos del Libro, 1979.

Nada más para aclarar la fecha en la que se sitúa Querejazu Calvo es el mes de Febrero de 1879.
“La información sobre la irrupción chilena, llevada por correos extraordinarios a cargo de postillones, llego en diferentes fechas a las ciudades del interior de la república.
No existía aun servicio de telégrafo, excepto en Tupiza (que el 11 de febrero quedo unida por alambre a la red del norte argentino) y se enteró del atentado el domingo 23, por un mensaje de despacho desde Buenos Aires. Los vecinos se reunieron de inmediato en la casa de gobierno. Resolvieron enviar víveres a San Cristobal de Lipez, a fin de dar alcance a los bolivianos que se suponía habían abandonado el litoral por el camino de Calama, y debían estar próximos a llegar. Se decidió mandar un pelotón de rifleros a las órdenes del Coronel Segundo Games, con el objeto de proteger l retirada de los mismos. La organización de la unidad se encomendó al General Narciso Campero y al señor Félix Avelino Aramayo.

El 27 de Febrero, lo más selecto de la ciudadanía de Oruro se concentró en el templo de la Merced. Redacto un acta que los señores Donato Vásquez, José Mier y León y Octavio Dalence se comprometieron llevar a manos del Presidente. En ella los orureños ofrecieron “al gobierno nacional, sin reserva alguna, el concurso de los esfuerzos personales de todos, los recursos que poseían y, si fuese necesario, su sangre, para reivindicar el territorio y la honra nacional”.
El mismo día 27, los habitantes de Tarija con noticias que llegaron de Tupiza y el norte argentino, también marcharon por las calles, escucharon discursos y firmaron un documento brindando todo lo que tenían  como contribución a la defensa de la patria.
El 28 en Cochabamba, previa invitación suscrita por eminentes ciudadanos, se reunió un comicio en el Colegio Sucre, bajo la presidencia del Obispo Javier del Granado. El prelado declaro que la misión del sacerdote era de paz y concordia, pero que en el conflicto provocado por Chile estaba llamado a actuar como ciudadano. Invoco la protección divina. Se nombró una comisión compuesta de los señores Mariano Baptista, Melchor Terrazas y Jorge Oblitas, para redactar un manifiesto. Se presentó un grupo portando el busto de Simón Bolívar, sacado del salón de la universidad. El señor Baptista leyó el documento preparado por los comisionados. Fue aprobado por unanimidad en medio de grandes aplausos. Baptista hablo con su elocuencia habitual. A continuación hicieron uso de la palabra los señores Nataniel Aguirre y Jorge Oblitas. El primero sufrió una indisposición y no pudo concluir su alocución. Un grupo fue a pedir una bandera peruana al cónsul. Fue traída con honores militares. La multitud s traslado a la plaza 24 de Septiembre, llevado al busto del Libertador  y los pabellones boliviano y peruano. Discurseo el prefecto. Se depositaron las banderas y el busto en el altar, debajo de la gradería, con una guardia de jóvenes.
En Potosí hubo gran fervor cívico, como en las otras ciudades. También desfile popular, discursos y protesta escrita con miles de firmas encabezadas por las de los señores Demetrio Calvimontes, Pedro H. Vargas, Modesto Omiste y Daniel Campos.
Al conocerse el suceso de Antofagasta en Sucre se produjo una concentración en la Plaza 25 de Mayo a invitación de la “Sociedad Impulsora” y de la “Sociedad Literaria”. Hubo arengas del prefecto señor Ipiña, y de los señores José Manuel Gutiérrez, Manuel Aguirre y Samuel Velazco Flor. Se realizó un comicio en el palacio legislativo,  presidido por el doctor Basilio Cuellar, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, en la que se redactó un acta de compromiso de “no escatimar sacrificio alguno para reconquistar la soberanía territorial hollada por el invasor”. Hubo más discursos y a continuación se desfilo por las calles con una banda militar, llevándose por delante un retrato del Libertador y las banderas boliviana, peruana y argentina. Ese mismo día se presentaron en el cuartel varios grupos de jóvenes pidiendo ser los primeros en marchar a la reconquista del litoral.
En Santa Cruz y Trinidad hubo manifestaciones similares, con gran exaltación patriótica. Desgraciadamente, la prensa de la época no registro los detalles. Ocurrió lo mismo en las capitales de la mayoría de las provincias. Es digno mencionarse el caso de Colquechaca, población que atravesaba por un periodo de prosperidad debido al auge de minas de plata. La protesta contra Chile la encabezo allí don Aniceto Arce, que se encontraba atendiendo negocios de una nueva empresa minera que había organizado pocos meses antes.
Las poblaciones blanca y mestiza se conmovieron, pues, en todos los centros urbanos al enterarse de la lanzada chilena en un costado de la república. Pero no todo fue cólera y pasión. Hubo también toques de humorismo, como el de aquel poeta anónimo que público esta estrofa en un periódico de La Paz.
“¿Quién armio la cahetina?
Pues, la panza del pobre roto,
Que se ha cansado del poroto
Y ahora quiere probar gallina”.
Los indios marginados de la vida política, diezmados, hambrientos y enfermos de paludismo, ignoraban el drama internacional. Se dedicaron a alistar sus arcaicos arados, acompañando con lágrimas de alegría las lluvias que ese verano iban regando sus diminutas parcelas.”

Roberto Querejazu Calvo - Guano, Sangre y Salitre. Historia de la Guerra del Pacifico.
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