A partir de 1940, Bolivia se empeñaría en una conducta
regional novedosa y de amplias miras, encaminada a lograr la superación de un
enclaustramiento al que habían contribuido los conflictos limítrofes que,
alternativamente, la habían enfrentado con todas las naciones del área. La
política de "contactos" desplegada por Alberto Ostria Gutiérrrez,
canciller del presidente Enrique Peñaranda, manifestaba su preferencia por
interesar a los países vecinos del Atlántico en el establecimiento de
vínculos basados en el aprovechamiento de su riqueza natural, en especial la
que procedía del Oriente boliviano. Sin embargo, las contingencias de la
Segunda Guerra Mundial comenzaron a requerir aquellos productos bolivianos,
logrando que los Estados Unidos y Gran Bretaña acapararan gran parte de la
producción nacional. El gobierno de Washington, convertido en cliente
preferencial, junto con los intereses mineros, irían imponiendo la política
internacional de Bolivia a cambio de cooperación económica y de facilidades
para el equipamiento militar; y, después de 1942, lograrían interferir con
éxito las posibilidades de abastecimiento de la Argentina neutral, a pesar de
ser ésta el mercado abastecedor de artículos de primera necesidad de Bolivia.
Asimismo, el circunstancial fortalecimiento boliviano permitiría que
aflorasen en su clase militar los deseos de reivindicación por los
territorios del Litoral perdidos en guerra con Chile, y de revancha con el
Paraguay por la guerra del Chaco.
La postergación social y económica de la población
trabajadora de Bolivia abriría las puertas para la revolución del 20 de
diciembre de 1943, aunque ella despertó fuertes suspicacias continentales
alimentadas por el Departamento de Estado, que afirmaba la existencia de una
decisiva intervención argentina con intenciones expansivas en la región.
Bolivia debió ceder ante las exigencias de los Estados Unidos, resignando su
política independiente para lograr, así, aplazar las graves consecuencias
internas que traería la depreciación de sus productos al finalizar el
conflicto mundial. Mientras tanto, el gobierno militar argentino, y luego el
primer peronismo, pondrían sus expectativas en la contribución de los
productos del subsuelo boliviano para lograr el abastecimiento para su
industrialización.
Ostria Gutiérrez y su política interamericana durante la
Segunda Guerra Mundial
Las negativas consecuencias de las disputas territoriales
del siglo XIX y principios del XX quedaron reafirmadas para Bolivia con su
derrota en la guerra del Chaco. Se abría para el país sudamericano un período
signado por una contenida desconfianza hacia las naciones vecinas y una
inestabilidad política agravada por un sentimiento colectivo de frustración,
que, sin embargo, permitiría el surgimiento de una nueva conciencia nacional,
profundamente crítica y enérgicamente renovadora. Con el colapso militar, el
Ejército, apoyado por núcleos de nacionalistas, se adueñaría del control del
Estado, imponiendo con las gestiones de David Toro y Germán Busch el llamado
"socialismo militar" [1] .
Frustrados de momento los deseos de consumar cambios efectivos en la
estructura político-económica de Bolivia, la repentina muerte de Busch
permitió el acceso a la presidencia provisoria del general Carlos
Quintanilla, con quien retornaron los partidos tradicionales que, en marzo de
1940, formaron una coalición imponiendo como primer mandatario al general
Enrique Peñaranda [2] .
Alberto Ostria Gutiérrez, ex representante diplomático de
Bolivia ante el Brasil [3] , que había sido
canciller de Busch y Quintanilla, fue nombrado al frente del Ministerio de
Relaciones Exteriores. Sus objetivos eran ambiciosos, proponiéndose
emprender, después de la guerra del Chaco, la reconstrucción de Bolivia en el
orden internacional, pero sacando al país del ciclo negativo de conflictos
fronterizos y de pleitos por tratados. Apremiaba superar el aislamiento,
haciendo cumplir una función política a las fuentes de riqueza nacional, como
el petróleo, que debía ser puesto al servicio de una política de
vinculaciones con los dos más grandes vecinos que Bolivia tenía del lado del
Atlántico: la Argentina y el Brasil (4).
Ostria se empeñó en un plan de visitas por los países del
área: reanudadas las relaciones diplomáticas con el Paraguay, visitó Asunción
en el mes de marzo, conviniéndose allí la urgencia de concretar la
realización de la conferencia de los países ribereños de la Cuenca del Plata,
con el objeto de estrechar los vínculos comerciales y facilitar la solución
de los problemas de tránsito que afectaban, ante todo, a la parte oriental de
Bolivia, una zona rica en petróleo, y al Paraguay, pero que no podían tampoco
dejar de lado a la Argentina y al Uruguay, ni tampoco al Brasil, cuyos
intereses, especialmente en la zona boliviana de Santa Cruz, Itamaraty había
cuidado celosamente. Ya en Buenos Aires, Ostria Gutiérrez negoció con la
Cancillería argentina instrumentos mediante los cuales se acrecentaba el
intercambio de productos, se allanaban dificultades de tránsito y se
establecían relaciones bancarias generadoras de facilidades comerciales [5] , firmándose los acuerdos el 2 de abril. El
convenio ferroviario que se había estado estudiando, incluía la construcción
del primer sector del ferrocarril desde Tobatirenda -una población argentina
que se encuentra frente a Yacuiba- hasta Santa Cruz de la Sierra y Sucre, que
se construiría primero hasta Sanandita -un punto situado en la zona
petrolera, a 40 kilómetros de la Argentina- y luego hasta Villa Montes. El
proyecto se realizaría basándose en la explotación intensificada de los
yacimientos petrolíferos bolivianos, o sea que se pagaría con petróleo y se
sostendría con su tráfico y, en parte mínima, con maderas finas provenientes
de los bosques situados en la zona de influencia de la línea, que serían de
propiedad boliviana.
Ostria Gutiérrez concluyó su gira en Brasil, con el que
también se firmaron acuerdos sobre aprovechamiento de petróleo y de
vinculación ferroviaria. Esa política de "contactos" no tuvo en la
prensa chilena un eco favorable, llegando la suspicacia de algunos medios a
presumir que en el estrechamiento de los vínculos argentinos con
Bolivia existía un velado propósito de aislar a Chile. En el diario La Hora
del 31 de marzo, el ex ministro de Chile en La Paz, E. Rodríguez Mendoza,
concluía que la vasta zona del Altiplano abrazada por el gran arco
ferroviario cuyos puntos de partida eran Arica y Antofagasta estaba soldada
al Pacífico, constituyendo en realidad el hinterland del litoral chileno, de
tal modo que la geografia misma dictaba la armonía definitiva entre Chile y
Bolivia. Censuraba, por tanto, la concertación de una Conferencia con los
países del Atlántico, cuando los puertos chilenos movilizaban más del 80% del
comercio boliviano [6] . Ostria, entonces,
con el objeto de recrear un ambiente más amigable con Chile, para poder así
dedicar su mayor energía a robustecer su política con el Plata, invitó a La
Paz al canciller chileno Manuel Bianchi, quien llevaba una propuesta de
firmar un pacto de no agresión con Bolivia. La misma fue interpretada por
algunos sectores como una burla, si se comparaba la diferencia tan notoria de
potencialidades militares; otros atribuían al proceder chileno intenciones
tendientes a restarle eficacia a la convocatoria del Plata -en la que temía
que se llevara a discusión el tema de la reintegración marítima de Bolivia-,
sumándola, en cambio, junto con el Perú, al proyecto de la Conferencia
Regional del Pacífico. La Cancillería boliviana, que abrigaba cierto temor de
las aspiraciones chilenas sobre las provincias de Lípez y Carangas, decidió
firmar el acuerdo Ostria-Bianchi para despejar el ambiente y abrir la
posibilidad de un acercamiento amistoso entre ambas naciones.
Pero la guerra mundial inclinaba en lo inmediato a Bolivia
hacia los importantes mercados de los Estados Unidos y también de Gran
Bretaña, para la colocación en gran escala de su producción de minerales
estratégicos. El gobierno de Peñaranda firmó, a principios de noviembre de
1940, un acuerdo con los Estados Unidos por la venta de estaño, como así
también de cooperación económica para la construcción del ferrocarril de Cochabamba
a Santa Cruz de la Sierra y la conformación de comisiones técnicas para el
cultivo científico de la goma (caucho) y para el estudio de la mineralogía
boliviana.
La Conferencia Económica Regional de los Países del Plata
Convocada para fines de enero en Montevideo, la reunión
contaba con el entusiasmo de la delegación boliviana, que a través de su
canciller no cesaba de remarcar públicamente la importancia que tenía para
los países influidos por el Plata, puesto que "las naciones participantes
-dijo- van con la decisión de armonizar intereses vecinales en beneficio de
todas ellas" [7] . Bolivia estaba
preocupada por mejorar su tránsito fluvial y terrestre, estudiando las
posibilidades de embarque en el Pilcomayo, en el Bermejo (de ser canalizado)
y en el Alto Paraguay. El objetivo de la Conferencia -que se había proyectado
durante la Paz del Chaco en Buenos Aires- era analizar en pequeñas asambleas
los problemas que rozaban las modalidades aduaneras, las tarifas, la
exportación e importación, el tránsito de las vías fluviales o terrestres,
que necesariamente influían en la economía de cada uno de los países. Bolivia
y Paraguay habían preparado de manera conjunta un amplio programa, muchos de
cuyos puntos interesaban a la Argentina desde el momento en que la afluencia
de la producción boliviana y paraguaya hacia los puertos atlánticos y el
ingreso del exterior a aquellos territorios mediterráneos concernían
especialmente al Río de la Plata. En carácter de observadores, se había
invitado a representantes de Estados Unidos, Chile y Perú [8] .
Bolivia había cifrado esperanzas en la reunión para
aliviar los incon- venientes de su situación mediterránea, aunque pronto se
vio que su solución, al igual que la de los intereses paraguayos, requeriría
un período más amplio de estudio y la realización de obras costosas. Incluso
la proposición boliviana sobre libre tránsito sin limitaciones tuvo entre sus
impugnadores a los paraguayos, lo cual motivó un estado de fricción mal
disimulado. Estos, en el fondo, parecían sospechar de las intenciones de
Bolivia con respecto a una nueva tentativa para adquirir el dominio
territorial que sus armas se disputaron en la guerra reciente.
Los militares y los resentimientos regionales
La derrota en el Chaco había revitalizado los antiguos
resentimientos regionales en las Fuerzas Armadas; más aún cuando los
crecientes vínculos con los Estados Unidos le estaban permitiendo un
fortalecimiento económico -del que estaban excluidas las clases trabajadoras-
y un rearme. Los propósitos más firmes estaban orientados a la reivindicación
de los territorios perdidos en la guerra del Pacífico, pero también eran
frecuentes las apelaciones a una guerra de revancha con el Paraguay.
En diciembre de 1939, en conversaciones mantenidas con el
agregado militar a la Legación argentina en La Paz, el mayor Mauriño -quien,
en sus informes, se mostraba sorprendido por el incremento del poderío
militar boliviano y por los requerimientos de aviones efectuados a la Fábrica
Militar de Córdoba-, el coronel Antenor Ichazo, jefe del Estado Mayor General
del Ejército, "firme puntal del régimen" [9] ,
que se había desempeñado como agregado militar en el Perú, afirmó que estando
solucionados todos los pleitos internacionales de Bolivia, sólo quedaba un
problema y era el de reconstituir la nación con lo que les había arrebatado
Chile, y que esta idea ya había empezado a hacerse carne en el Ejército:
"En Bolivia existe el concepto cada vez más arraigado
de que Chile les dará el zarpazo tarde o temprano, en demanda de su ,espacio
vital' ... Que en cuanto se refiere a la República Argentina tratarán de
obtener la aplicación de una neutralidad benévola y que al mantenerse en ese
plano en caso de producirse el conflicto, sea el factor que garantice la
exclusividad de éste a Perú, Bolivia y Chile" [10] .
Meses después, Ichazo se mostraría decepcionado, ya que la
Argentina no estaba dispuesta a participar o a vetar la acción bélica,
limitándose a una provisión de armamentos [11] .
Aunque la República del Plata se manifestaba satisfecha ante la nueva
corriente de aproximación argentinista inaugurada por Busch, la cual
implicaba simultáneamente un alejamiento de la influencia chilena y un freno
a la expansión brasileña,
"cabe hacer presente que, de ninguna manera conviene suscribir
por ahora pactos de carácter militar ni tratados de cualquier otro orden, que
pueden significar un compromiso de verdadero riesgo para nuestro país. La
inestabilidad de los gobiernos bolivianos y, por consiguiente, de su
orientación política, es un factor que en este sentido debe tenerse muy en
cuenta [12] .
Asunción, por su parte, atendía con prevención a la fuerte
organización del Ejército boliviano y al auge de la minería: "la
Cancillería tiene informes de que Bolivia se arma y de que este rearme
responde naturalmente a la previsión de un conflicto bélico. ¿Contra quién es
esa preparación militar?" [13] . La
perspectiva de una nueva guerra era tan temida en el Paraguay como la presión
por revisar los tratados de la Paz del Chaco. Se estimaba que las fuerzas
armadas paraguayas no tenían en sus comandos a los jefes más competentes,
pues la mayoría de ellos habían sido deportados o retirados del servicio activo
por razones de carácter político. Desde la Cancillería argentina se
especulaba que aquella atención al fortalecimiento boliviano podía tener
finalidades políticas internas, destinadas a procurar la unidad nacional, en
pos de agrupar a los paraguayos en torno a los que gobernaban [14] ; al igual que en Chile, cuyo Ejército
pretendía un mayor presupuesto para sus gastos bajo el pretexto de posibles
agresiones de países vecinos.
El "putsch nazi": entre la órbita norteamericana
y la represión interna
En marzo de 1941 se debatía en ambas Cámaras Legislativas
la manera de encarar y resolver el grave problema que la Standard Oil le
planteaba, a Bolivia. El gobierno, presionado por la opinión pública, había
manifestado, a través de Ostria Gutiérrez, su decisión de hacer respetar el
fallo de la Suprema Corte Nacional, que había declarado la caducidad de las
concesiones petrolíferas. Por otra parte, se discutía acerca de la
conveniencia de arribar a una transacción extra oficial con la Standard Oil,
con el fin de congraciarse ante las esferas financieras de Nueva York y ver
la manera de obtener los créditos o empréstitos que necesitaba Bolivia para
el desarrollo de sus incipientes industrias y para regularizar las
necesidades de orden adminis- trativo. La venta de la producción estañífera
no había logrado suplir una crítica carencia de artículos de primera
necesidad para abastecer al pueblo; y ello resultaba absurdo estando la
abundante despensa argentina a sólo mil kilómetros de distancia.
Si bien no se podía decir que todas las simpatías
bolivianas estaban con la Argentina, sí se podía hablar de intereses
entroncados, aunque fueran aún frecuentes las quejas por las ayudas
materiales concretadas en favor del Paraguay durante la guerra del Chaco [15] . Bolivia no podía comprar en otra parte
los productos que necesitaba para vivir: carne, aceite, azúcar y trigo; y la
exportación podía ser mucho mayor si el problema del transporte no lo
impidiera debido a las malas condiciones en que rodaba el ferrocarril
Villazón-Atocha. El gobierno era objeto de severas censuras en la prensa y en
el Parlamento, porque no atinaba a resolver el problema de la subsistencia.
Frente a la guerra mundial, el comercio boliviano-argentino había aumentado
en proporciones enormes; los barcos norteamericanos, afectados al tráfico con
Canadá y Gran Bretaña, eran entonces escasos en la costa del Pacífico y el
puerto de Arica, donde antes se surtía Bolivia, estaba casi desierto. Sin
embargo, los notables aumentos que experimentaba la exportación de minerales
de primera necesidad para la guerra, no sólo estaño, sino también cinc,
antimonio, plomo, cobre, azufre, plata, bismuto, cobalto, oro, silenio,
wolframio, la hacían dependiente de los designios norteamericanos.
El descubrimiento de un movimiento subversivo de carácter
totalitario, cuyos autores estaban en connivencia directa con el ministro
alemán en La Paz, permitió imponer el estado de sitio, afirmando la decisión
del gobierno Peñaranda de mantener su posición de neutralidad frente a la
guerra mundial y expulsar al diplomático germano Ernest Wendler del país. El
haber podido abortar aquel "putsh nazi" contribuyó a encontrar una
salida para la disputa sobre las propiedades de la Standard Oil y la
inclusión boliviana dentro del plan de defensa hemisférica. Después de aquel
incidente fabricado [16] , se cerraron
periódicos, incluyendo La Calle, editado por los líderes del Movimiento
Nacional Revolucionario (MNR), Armando Arze, Carlos Montenegro y Augusto
Céspedes, quienes fueron arrestados al igual que numerosos militares. El
gobierno acusó al MNR de ser una agrupación nazi- fascista, endilgándole un
estigma que los acompañaría por largo tiempo. Todo lo sucedido contribuyó a
silenciar temporalmente a los críticos más enconados del gabinete Peñaranda,
al que, en agosto, los Estados Unidos proponían un plan de vasto alcance para
facilitar el desarrollo de la economía y de los recursos naturales,
incluyendo las carreteras y la diversificación agrícola.
La profundización de la crisis boliviana
Crecía en la opinión pública boliviana una reacción contra
la política de "entrega" a los Estados Unidos, que iba ganando
terreno a través de la prédica del grupo parlamentario del MNR; opuestos a la
presión norteamericana para absorber la economía del país y más inclinados a
propiciar una política de acercamiento a la Argentina, cuyas necesidades
industriales no eran favorecidas, alertaban sobre las graves consecuencias
que traería para Bolivia el fin de la guerra mundial. Enajenado a los
intereses de Washington, el gobierno de Peñaranda decepcionaba a la
Argentina. En junio visitaron La Paz delegados del Ministerio de Agricultura,
para tratar con las autoridades bolivianas la adquisición de goma,
encontrando inconvenientes derivados de las grandes trabas impuestas por los
Estados Unidos; asimismo, las gestiones realizadas por la embajada argentina
para adquirir 2.400 toneladas de estaño en entregas mensuales tampoco tuvieron
éxito. Entonces, el director de la "Compañía Aramayo de Minas", de
acuerdo con compromisos existentes, consultó a la "Metal Reserve
Co.". La respuesta fue negativa, agregándose que ninguna de las
compañías bolivianas que tenían compromisos con Estados Unidos podrían vender
estaño a la Argentina: "coincide esta actitud, con la expresión del
Cónsul general norteamericano en Bolivia, quien, según información que merece
fe al mayor Benito, habría expresado en una conversación `... Para la
Argentina nada' [17] ".
La Argentina albergaba las mayores esperanzas en el
cercano petróleo boliviano y en facilitar todos los medios para el mejor
transporte a su territorio -ferrocarril, oleoductos, caminos-, garantizándose
así una im- portación independiente de las contingencias de faltas de bodegas
o de posibles conflictos, que beneficiaría al Norte argentino y que se
mantendría como una reserva. Le ofrecía a Bolivia favorecer el desarrollo de
sus Yacimientos Petrolíferos Fiscales, privados hasta ese momento de una
salida estable al exterior y depreciados en el Pacífico frente a la
competencia del petróleo peruano, más barato y más cercano al mar. A la par,
las mejoras en transporte permitirían a la industria argentina abastecerla
con un gran número de productos que hasta ese momento llegaban vía el
Pacífico, y además conectarse a Bolivia con las líneas ferroviarias del
Estado, que le abrirían camino hasta Formosa y de allí al Paraná [18] . La política más agresiva se
desarrollaba desde los YPF argentinos, que siempre se habían mostrado
interesados en evitar que empresas extranjeras controlaran los yacimientos
bolivianos y, en cambio, que fuera Bolivia la que ejerciera sobre ellos su
soberanía: "Esta tendencia es tal que los dirigentes de YPF parecen
llevar sus ideas aún más allá de las fronteras, considerando v. g. la zona
petrolífera boliviana en la Cuenca del Plata, como una pertenencia económica
de la Argentina" [19] . La cúpula de
YPF estaba convencida de que el petróleo boliviano, debido a su
mediterraneidad, no tendría más valor de que el que pudiera darle en el
futuro el capital argentino.
En aquel contexto, la Argentina no dejaba de mirar con
prevención los gestos de acercamiento entre La Paz y Río de Janeiro, que
implicaban el otorgamiento de un puerto franco a Bolivia (el de Santos),
mayor financiación para el tendido del ferrocarril de Cochabamba-Santa Cruz y
la conclusión del de Corumbá a Santa Cruz. Todo ello representaba una
competencia económica en el Oriente boliviano, al cual la Argentina se sentía
especialmente vinculada por lazos históricos y de simpatía hacia sus
habitantes.
Al compás de un creciente descontento popular por el costo
de la vida y por la develación, en toda su magnitud, del dominio ejercido por
las compañías estañíferas, el desprestigio de Peñaranda y su gabinete
aumentaba. Eso no impidió que el general boliviano, en compañía del primer
mandatario argentino, Ramón Castillo, se encontraran en septiembre de 1942 en
la zona fronteriza entre Yacuiba y Pocitos, a fin de asistir a la colocación
del primer durmiente de las obras en construcción del ferrocarril a Santa
Cruz. El acto contó con un despliegue inusitado de tropas bolivianas y
argentinas, que concluyó con las respectivas visitas al campamento petrolero
de Sanandita y a la localidad argentina de Tobatirenda. Peñaranda tampoco
tuvo ningún inconveniente en trasladarse a los Estados Unidos, invitado por el
presidente Roosevelt, con el objeto de solicitar una mayor reciprocidad en
materia de cooperación económica, un mejor precio para los metales bolivianos
y conseguir la adhesión de Bolivia al Pacto de las Naciones y a la Carta del
Atlántico.
Los trágicos acontecimientos acaecidos en el campo minero
de Catavi - la mina de estaño más grande de Bolivia, y probablemente del
mundo, perteneciente al grupo Patiño [20] -
el 21 de diciembre de 1942 dejaron al descubierto la deplorable condición de
los centros mineros. En enero, los jefes de las diversas agrupaciones
políticas se dirigieron al presidente solicitando un esclarecimiento judicial
de los sucesos, el levantamiento del estado de sitio y un estudio a fondo de la
situación general de los obreros. Las ásperas interpelaciones parlamentarias
al gobierno dañaron irreparablemente su estabilidad [21] .
La crisis política haría eclosión recién en septiembre, después de casi un
mes de violentos debates que produjeron cambios ministeriales y la convicción
de que los días del gobierno Peñaranda estaban contados.
En torno a la revolución del 20 de diciembre de 1943
La Argentina, ligada a Chile hasta poco antes por una
idéntica postura internacional de neutralidad, alarmaba a Bolivia al
empeñarse con su vecino trasandino en una política de vinculación y
cooperación sobre la base de sus respectivas economías complementarias, en
busca de un probable apoyo político para evitar que se postergara la
influencia argentina en futuras conferencias internacionales. Así como el
gobierno de Buenos Aires mostraba cierta indiferencia con el Paraguay -poco
antes el presidente Morinigo había visitado Estados Unidos-, se percibía que
"un ligero enfriamiento hay también en la actitud argentina con respecto
a Bolivia. No creo que sea desinterés por una vinculación con nuestro país,
sino más bien una manifestación de recelo o suspicacia por la última decisión
que nos acerca más hacia los Estados Unidos y el Brasil" [22] . Por su parte, Chile esperaba asegurarse
el apoyo argentino en una eventual acción panamericana de posguerra en favor
de la reintegración marítima de Bolivia.
El gobierno de La Paz también tendía a buscar un
acercamiento con su antiguo contendor del Chaco, intentando neutralizarlo con
la concreción de importantes proyectos conjuntos que le recordaran la
conveniencia de permanecer al margen en caso de asumir Bolivia alguna actitud
decisiva contra Chile. Por su parte, Paraguay tenía un interés comprensible
en que Bolivia iniciara su acción destinada a romper su mediterraneidad por
el Pacífico, pues no se había olvidado la actitud chilena en la guerra del
Chaco de dar franco apoyo a Bolivia para ayudarla a salir por el este y
eliminar sus deseos de encaminarse hacia el Pacífico. En junio de 1943, los
tres países vecinos de la Argentina se apresurarían a otorgar reconocimiento
diplomático al gobierno militar instaurado tras el derrocamiento de Castillo,
buscando no entorpecer unas relaciones siempre convenientes.
Mientras tanto, problemas bolivianos precipitaban la caída
de Peñaranda. Los viejos líderes militares -José Miguel Candia e Ichazo-, que
aspiraban a presentarse como candidatos a la presidencia de la república [23] , estaban "sin que nadie supiera,
cuestionados generacionalmente por la oficialidad joven del Ejército, que
para entonces actuaba desde la logia llamada RADEPA" [24] .
Aquellos conspiradores militares, junto con los civiles del MNR, se
apoderaron del poder en la mañana del 20 de diciembre.
La supuesta intervención argentina
La prensa argentina, aunque sometida a censura por el
gobierno militar, pareció encontrar los motivos reales de aquel movimiento
revolucionario:
"Cualquiera sea la naturaleza que las informaciones
prematuras autoricen a conjeturar sobre el movimiento que derrocó al general
Peñaranda, no puede desconocerse la realidad social y económica del indio de
Bolivia, que sobrecogió de pena y encendió de protesta al vicepresidente
Wallace, motivando la condenación con que fue acogido en su reciente visita a
los Estados Unidos el mandatario depuesto" [25]
Y aunque Víctor Paz Estenssoro negó ante los
requerimientos de las agencias noticiosas extranjeras cualquier conexión con
la Argentina, afirmando que "el movimiento es independiente: es un
movimiento nacional boliviano", siendo su ambición reconstruir la
economía de su país, educar a los indios y establecer amplias reformas
sociales, se publicitó profusamente su sospechosa visita a Buenos Aires meses
antes del golpe. En realidad, en aquella ocasión, el entonces diputado por
Tarija, a la cabeza de una delegación de estudiantes de Ciencias Económicas,
le había expresado al embajador boliviano su interés por visitar al
presidente argentino Ramírez y a su canciller, verificándose ambas
entrevistas en presencia del diplomático: "el general Ramírez recibió
con suma cordialidad al diputado Paz Estenssoro y abordamos temas de orden
general", en tanto que Costa du Rels aprovechó el encuentro para
plantearle al primer mandatario la cuestión de las obras del ferrocarril
Yacuiba-Santa Cruz:
"al despedirnos, el presidente expresó al diputado
Paz sus votos porque Bolivia siguiera progresando dentro del orden actual, en
ascendente prosperidad. A esto, me permití contestar que el progreso de Bolivia,
por más grande que fuera, siempre se hallará coartado por su mediterraneidad,
lo que justificaba el anhelo nacional de una salida al Pacífico. El
presidente observó de inmediato una gran reserva, que contrastaba con su
actitud anterior tan cordial y nos dijo: `Para ello, es necesario que ustedes
se organicen por completo y sean fuertes. Recién entonces, podrán dar debida
forma a sus anhelos'."
Luego Paz y Costa du Rels se entrevistaron con Storni,
teniendo "una charla de media hora en que el Canciller abordó sin
ambajes los problemas más urgentes que plantea la convivencia limítrofe de
nuestros dos países" [26].
El 27 de diciembre, el ministro del Interior de Chile,
Osvaldo Hiriart, denunció a la prensa la existencia de un plan revolucionario
tendiente a derrocar a las autoridades constituidas de Chile, realizado con
la cooperación de elementos extranjeros. En realidad, se trataba de una
declaración algo vaga que la prensa de izquierda se apuró en imputar a
ciudadanos argentinos y chilenos, y a determinados contactos mantenidos con
el ex presidente Carlos Ibáñez, pero, aunque de inmediato el embajador
argentino Carlos GÜiraldes visitó al canciller Fernández para entregarle un
comunicado oficial de su gobierno, la acusación, que aludía de manera
indirecta a la Argentina, fue adquiriendo mayor fuerza. Incluso algunos
diarios chilenos hablaban de un complot destinado a privar a los Estados
Unidos de los productos del subsuelo de Bolivia, que habría de completarse
con una acción similar en Chile, sindicándose a la Argentina como la
responsable. El Siglo, órgano del partido comunista, informaba "que el
coronel Luis (sic) Perón, secretario de Trabajo de la Argentina, considerado
muy a menudo como el hombre fuerte del régimen militar de La Plata (sic)
alardeó de ser el instigador del golpe de estado de Bolivia y de tener
contactos con otros grupos amigos en varias repúblicas americanas y por medio
de los cuales se conseguirán pronto cambios fundamentales de gobierno" [27 . Por su parte, las agencias noticiosas
norteamericanas livianamente denunciaban que agentes argentinos y bolivianos
habían promovido disturbios obreros en las minas de carbón y cobre y en los
campos de nitratos, en un esfuerzo por sabotear la producción chilena.
Las acusaciones y cargos contra el gobierno de Ramírez,
publicados en los principales órganos de prensa de las capitales de América,
eran presunciones no suficientemente comprobadas. Se informaba que en el
domicilio del antiguo diplomático alemán en Buenos Aires, conde Karl von
Luxburg - declarado persona no grata para la Argentina en 1917 y expulsado
entonces del país- [28], se habían reunido el
líder boliviano Paz Estenssoro y los argentinos Carlos Ibarguren, Manuel
Fresco y el entonces ministro de Guerra y vicepresidente de la Argentina,
general Edelmiro J. Farrell, para convenir con detalle la revolución en
Bolivia sobre la base de entregar a los revolucionarios una importante suma
de dinero, ofreciéndoles también armas que habrían sido enviadas a La Paz en
vagones de carga sellados cuidadosamente. Otras versiones señalaban las
conexiones de Paz Estenssoro con el Club del Plata, una entidad nacionalista
de Buenos Aires que operaba bajo el patronazgo del ex gobernador bonaerense
Manuel Fresco y de algunos diplomáticos bolivianos. Allí se propiciaba la
consolidación de un bloque anti-norteamericano y anti-brasileño.
Una causa adicional de preocupación fue la visita a la
Argentina, en ese mismo mes de diciembre, del presidente paraguayo Higinio
Morinigo y sus encuentros con el presidente Ramírez, donde se presumía que se
había tratado su anexión al bloque [29]. El Miami
Daily News del 20 de enero informaba que conductos diplomáticos señalaban al
coronel Perón, ministro de Guerra argentino, como el hombre fuerte del
Ejército en pos de esa trama [30]. Las noticias
que se propalaban a través de la agencia United Press tendían a alertar al
Uruguay, Chile, Brasil y otras naciones sudamericanas que podían ser víctimas
de grupos totalitarios, una especie de Santa Alianza Militar Fascista,
intentándose por la fuerza o por promesas el formar un bloque sudamericano.
Buenos Aires había reconocido al gobierno de Gualberto
Villarroel el 3 de enero, convertido ya "en una verdadera isla
interdicta en América, sin otro punto de relaciones que la Argentina" [31]. Poco antes de ser relevado de su
cargo, Costa du Rels informaba al nuevo ministro de Relaciones Exteriores
José Tamayo:
"La impresión que tuve desde el primer momento fue de
que el gobierno argentino no tardaría en reconocer al nuevo gobierno y, aún
más, que estaba interesado en dar el ejemplo. El canciller Gilbert me dijo en
forma concreta que no le interesaba el gobierno en sí, su orientación
política o sus fines, sino, simple y llanamente, Bolivia, país con el cual la
Argentina está muy vinculada y al que desea cooperar en todo orden de cosas,
prescindiendo de situaciones políticas más o menos transitorias ... Pocos
días después de esta primera declaración, las cosas se complicaron a raíz de
ciertas sindicaciones sobre una posible intervención del gobierno argentino
en el movimiento revolu- cionario de Bolivia. Según me informó el
Subsecretario, Dr. Ibarra García -y me confirmó posteriormente el ministro
Gilbert- un embajador latinoamericano pretendió demostrar la intervención argentina
por ciertas actividades del señor Dionisio Foianini [32],
especialmente sus entrevistas con oficiales argentinos como el coronel Perón,
de notoria influencia en el gobierno. Se habló también, según el Subsecretario,
de adquisiciones de armas en la Argentina y de visitas confiden- ciales a
Bolivia de ciertos personajes como el presbítero Wilkinson. Naturalmente, el
Dr. Ibarra García protestó por estas acusaciones y las desechó con estas
palabras: `Las revoluciones se preparan muchas veces en países vecinos, así
en el Uruguay se conspira contra el Brasil o en la Argentina se amaga contra
el gobierno paraguayo; pero estas actividades no pueden comprometer en forma
alguna al gobierno' [33]".
Las declaraciones de los funcionarios del más alto nivel
del gobierno de La Paz, comenzando por el canciller Tamayo, reiteraban con
insistencia su conducta encaminada a conducir a la nación por el camino
democrático de su ley constitucional, la inexistencia de toda relación o lazo
de origen con el gobierno de la Argentina, y en lo relacionado al estado
bélico del mundo, la decisión de actuar en conformidad con los pactos
continentales, que le imponían la obligación de contribuir a la defensa de la
libertad del continente [34]. Cuando el enviado
de la revista argentina Ahora.', Luis Alberto Bortwick [35],
entrevistó el 18 de febrero de 1944 a Villarroel en La Paz, éste afirmó que
la revolución no había tenido un carácter circunstancial: "Es la
culminación de un proceso, gestado de tiempo atrás en la entraña misma de la
sociedad boliviana, como consecuencia de la inacción de gobiernos que
destituidos de base popular auténtica, desatendieron las más premiosas
necesidades del país y de su población". Ante la pregunta sobre la
orientación de la política exterior que mantendría su gobierno, respondió
Villarroel "que el gobierno revolucionario estaba al lado de las
democracias que luchan por el triunfo de la libertad y la justicia en el
mundo, que respetaría plenamente los compromisos suscritos por el país en ese
sentido y que su propósito no era otro que el de incrementar la colaboración
de Bolivia a la causa de las Naciones Unidas".
Por otra parte, el canciller chileno, Joaquín Fernández,
confirmó al embajador argentino GÜiraldes que el general Ibáñez aspiraba a
instalar un gobierno fuerte, aunque carecía de respaldo entre los militares.
Vigilado en territorio argentino, se había tenido noticias de que había
mantenido conversaciones con oficiales de graduación media (capitanes,
mayores) del Ejército argentino, aunque no del tenor de las mismas. Fernández
aseguró en la conversación que nada hacía poner en duda la absoluta
corrección del gobierno argentino. El ejército chileno parecía mostrar cierta
resistencia a aceptar las influencias y el predominio creciente de los
norteamericanos en los asuntos nacionales, y no pocos se sentían inclinados a
unirse a la Argentina en una acción de defensa contra la absorción de la
independencia política y económica sudamericana por los Estados Unidos [36] . En ese sentido, señala un historiador
chileno que:
"Tan precaria era la situación naval chilena, que a
los Estados Unidos les bastó enviar un crucero, en enero de 1944, para
intimidar a unos oficiales golpistas. La inteligencia británica había
detectado un complot en contra del tambaleante gobierno dú Ríos. Los
conspiradores, aparentemente, querían que Chile restableciera relaciones con
el Eje y planeaban realizar el golpe bajo el cargo de corrupción
gubernamental... Los británicos agregaban que el gobierno argentino estaba involucrado
en el asunto y había prometido a altos oficiales chilenos que contarían con
apoyo trasandino" [37] .
En marzo, por el puerto de Antofagasta, se desembarcó
fuerte material de guerra recibido de los Estados Unidos, especialmente
tanques y otros elementos motorizados, abastecimiento que inquietó tanto a la
Argentina como a Bolivia.
El presidente de Chile estimó que su país debía mantener
sus relaciones diplomáticas con el gobierno que en la Argentina había
sucedido al general Ramírez. De igual modo, Paraguay y Bolivia optaron por
desconocer las indicaciones del Departamento de Estado norteamericano y
reconocieron al gabinete presidido por el general Edelmiro Farrell. Aducían
que el paso dado estaba encuadrado dentro de las reglas internacionales.
Además, coincidían en que al no haberle hecho ninguna observación al gobierno
de facto de Ramírez, Farrell era el reemplazante natural en caso de
impedimento de cualquier orden, siendo aquél un régimen oportunamente
reconocido por todos los países de América y por la Suprema Corte de
Justicia.
Una vez nombrado el coronel Perón como ministro de Guerra,
la embajada boliviana obtuvo una entrevista para que el nuevo agregado
militar boliviano, el mayor Prudencio, se pusiera en contacto con el hombre
fuerte del gobierno argentino. Perón afirmó entonces que su gobierno apoyaba
ampliamente el movimiento operado en Bolivia y que no se atenderían las
consultas que se propiciaban desde Montevideo, aunque ello le acarreara un mayor
aislamiento, puesto que la Argentina, por sus posibilidades económicas,
estaba en condiciones de resolver sus necesidades materiales con sus propios
medios [38]. La revolución boliviana había
alarmado principalmente al gobierno de Washington: se hablaba de un programa
de reconstrucción geográfica de Bolivia que traían los nuevos gobernantes; de
conexiones con agentes alemanes. En Montevideo, el Comité Consultivo de
Emergencia para la Defensa Política del Continente aprobó el plan Guani sobre
el no reconocimiento de los regímenes erigidos por la fuerza en América, que
afectaba a Bolivia, pero también a la Argentina. En una entrevista concedida
el 29 de abril, el presidente Villarroel le informaba al nuevo embajador
argentino, el general Martín Gras, que la situación del país era muy
precaria, con una creciente escasez de elementos de subsistencia: en ese mes
vencían los contratos de venta de antimonio y estaño a los Estados Unidos, y
en junio el de wolfram, y el no reconocimiento impediría la renovación de los
mismos, con la consiguiente inseguridad para la producción minera, base de la
economía boliviana [39].
Bolivia, aislada en la práctica, no podía resistir mucho
una política independiente: "La presión exterior, influenciados los
Estados Unidos por los grandes capitalistas bolivianos y por sus propios
intereses", comenzó a hacer efecto. Los principales hombres del MNR
debieron abandonar sus posiciones en el gabinete como condición necesaria
exigida para el reconocimiento del gobierno. En los primeros días de mayo, el
embajador de los Estados Unidos en Panamá, Avra Warren, experto en asuntos
latinoamericanos y comisio- nado por el Departamento de Estado de su país
para estudiar el caso boliviano, visitó a los jefes de misiones extranjeras
residentes en La Paz, con la sola excepción de la Argentina, como así también
a hombres de negocios, industriales y políticos. Recién entonces se
entrevistó con el presidente Villarroel y su canciller. Presentado el informe
reservado a Cordell Hull, los Estados Unidos decidieron reconocer al gobierno
de Bolivia y recomendar que las naciones americanas siguieran igual criterio.
En tanto, el embajador argentino en los Estados Unidos, Adrián Escobar, había
puesto en conocimiento de su Cancillería el 5 de junio que "en los
diarios de la fecha dan a entender que el informe del embajador Warren, entre
otros puntos, destaca que el gobierno de Villarroel había ya `eliminado los
elementos con vinculaciones en la Argentina' respecto a los cuales se han
hecho tantas conjeturas en la prensa de este país" [40] .
Era evidente que el gobierno conformado era sustancialmente diferente al
primero que organizó la Junta. Desde La Paz, Gras informó a Buenos Aires:
"confidencialmente se me ha asegurado por un personero del gobierno que
Mr. Warren ha declarado en su informe que la Argentina no tuvo intervención
en la revolución del 20 de diciembre" [41] .
Después de las elecciones que ratificaron en su cargo, ya
como presidente constitucional, al ahora teniente coronel Villarroel, su
canciller, Víctor Andrade, fue convocado por la Convención nacional el 12 de
septiembre para que hiciera un informe sobre la política internacional del
país. El ministro "negó la existencia del bloque austral, que formarían
Chile, Argentina y Bolivia, cuya iniciativa se atribuye al ex canciller
Tamayo y ofreció exhibir la documentación del caso" [42].
Al acercarse el fin de la guerra, Bolivia veía depreciar
algunos de sus productos: el estaño ya no era tan necesario; además, había
aumentado enormemente la producción en el Congo Belga, lo que, sumado a las
reservas acumuladas en Texas, había llevado a la eliminación del mineral de
la lista de materiales críticos o estrátegicos. Ello indudablemente había
influido en el poco apuro de los Estados Unidos por reconocer al nuevo
gobierno. El caucho y el papel, especialmente en forma de cartón, seguían
siendo productos más críticos. Todo el caucho de Bolivia era exportado a los
Estados Unidos, con excepción de 250 toneladas que eran enviadas anualmente a
la Argentina, de acuerdo con el tratado comercial que les regía. Esta, por su
parte, había fijado su mirada en los yacimientos de hierro de la provincia de
Chiquitos, departamento de Santa Cruz. El general Manuel Savio alertaba a las
autoridades sobre la enorme conveniencia de obtener una participación en esas
actividades a través de una inversión de capitales o de la Dirección de
Fabricaciones Militares que él dirigía, más cuando pronto iniciaría sus
actividades la industria siderúrgica nacional, teniendo como base los
yacimientos de la zona de Zapla, en Jujuy [43] .
Para el gobierno militar argentino, Bolivia iría adquiriendo un creciente
cauce de significación estratégica al que acudir en sus proyectos de
encontrar abastecimientos para su industrialización, aspiraciones que se
prolongarían durante la primera gestión presidencial peronista [44] .
NOTAS
1 Ferrán Gallego: "La política económica del
`socialismo militar' boliviano", en Anuario de Estudios Americanos, Tomo
L, núm. 1, 1993, p. 213.
2 Herbert
S. Klein: "Prelude to the Revolution", en James Malloy and Richard
S. Thorn, editors: Beyond the Revolution. Bolivia since 1952.
University of Pittsburgh Press, 1971, pp. 35-36.
3 Había señalado la Legación argentina en Bolivia:
"Es particularmente partidario de un acercamiento 'out trance' con
Brasil, en cuyo empeño suele manifestarse en forma adversa respecto a las
vinculaciones con nuestro país", en Archivo del Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto de la República Argentina (AMREA). Varios. 1939. Caja
4255. Expediente 1. La Paz, mayo 26 de 1939. Del representante argentino
Avelino Araóz al ministro José María Cantilo.
4 Ver Edberto Oscar Acevedo: "Bolivia y los Estados
Unidos (1926- 1944). Líneas de política internacional", en
Investigaciones y Ensayos, 1977, Buenos Aires, p. 164.
5 El canciller de Bolivia, en La Nación, Buenos
Aires, 29 de marzo de 1940.
6 Ver Informe en, AMREA. Bolivia. Caja 4326.
Expediente 11. Santiago, abril 8 de 1940. De Eduardo Labougle a José María
Cantilo.
7 La Nación, Buenos Aires, 21 de enero de 1941.
8 Ver interpretación del sentido de la Conferencia en
José R. Sanchís Muñoz: La Argentina y la Segunda Guerra Mundial. Buenos
Aires, GEL, 1992, pp. 99-100.
9 Mariano Baptista Gumucio: Historia contemporánea de
Bolivia. 1930-1978. La Paz, Gisbert & Cía Libreros, 1978, pp. 125.
10 AMREA. Bolivia. 1939. Caja 4255. Expediente 24. La
Paz, diciembre 14 de 1939. De Avelino Araóz a José María Cantilo.
11Ibídem. 1940. Expediente 15. La Paz, septiembre 30 de
1940. De Avelino Araóz a Julio A. Roca.
12Ibídem. Buenos Aires, 5 de octubre de 1940. Del
Ministerio de Guerra al ministro de Relaciones Exteriores Julio A.
Roca.
13Ibídem. Varios. 1941. Expediente 11. Asunción, mayo 10
de 1941. De Luis Castiñeira a Guillermo Rothe.
14Ibídem. Política Internacional Americana. Anexo II.
Asunción, 24 de diciembre de 1941. De Luis Castiñeira a Enrique Ruiz
Guiñazú.
15Serían ampliamente difundidas las informaciones dadas
por el senador socialista Mario Bravo acerca de la deuda pendiente del Paraguay
por la ayuda argentina otorgada a través de operaciones crediticias y
adquisiciones de armamentos en Buenos Aires y sin conocimiento del Congreso,
en AMREA. Bolivia. 1941. Expediente 11. Ultima Hora, La Paz, 2 de julio de
1941; Varios. 1942. La Razón, La Paz, 24 de noviembre de 1942. En relación a
ello, escribía desde Buenos Aires el 15 de julio de 1941 el embajador Adolfo
Costa du Rels al canciller Ostria Gutiérrez, en Archivo del Ministerio de
Relaciones Exteriores y Culto de Bolivia (AMREB), La Paz: "comprenderá
usted, señor ministro, las dificultades que tal verificación suponen, máxime
si tenemos en cuenta el estado actual de nuestras relaciones con la Argentina
y el deseo de acrecentarlas cada vez más. Sería, pues, delicado y hasta
imprudente que yo tratara de buscar la confirmación de tal hecho en fuentes
oficiales o en forma que pudiera despertar la suspicacia del gobierno
argentino".
16Ver AMREA. Varios. Caja 1941. Asunción, agosto 2 de
1941. De Luis Castiñeira a Enrique Ruiz Guiñazú; Cole Blasier, "The
United States and The Revolution", in James Malloy- Richard S. Thorn,
editors: op. cit., pp. 59-60; René Zavaleta: 50 años de historia.
Cochabamba-La Paz, 1992, p. 51; Elías Belmonte Pabón: Radepa. Sombras y
refulgencias del pasado. La Paz, 1994, p. 331; Augusto Céspedes: El
presidente colgado (Historia boliviana). Buenos Aires, Editorial Jorge
Alvarez, 1966, p. 59.
17 AMREA. Varios. 1942. Del general de brigada Juan
Pierrestegui, jefe del Estado Mayor General del Ejército al ministro de
Guerra. Buenos Aires, 19 de junio de 1942. También afirma Carlos Escudé, en
"1940-1950. Boicot norteamericano contra la Argentina", Todo es
Historia, no. 177, febrero 1982, p. 19, "desde marzo de 1942, por
ejemplo, el Departamento de Estado se lanzó a una campaña para eliminar a la
Argentina del mercado del caucho boliviano, intentando comprar todos los
excedentes de ese país y presionando para que Bolivia negara abastecimientos
a la Argentina (...) En enero de 1943, la interferencia del Departamento de
Estado en el intercambio argentino-boliviano se había extendido a las
exportaciones de estaño, que entorpeció exitosamente".
18 AMREB. Buenos Aires, 15 de julio de 1941. De Adolfo
Costa du Rels a Alberto Ostria Gutiérrez.
19Ibidem. Buenos Aires, 29 de julio de 1941.
20Ver Charles F. Geddes: Patiño. Rey del estaño. Suisse,
1984. Sobre los sucesos de Catavi, Jerry W. Knudson, "The impact of
Catavi mine massacre of 1942 on Bolivia politics and public opinion",
Americas, Washington DC, VXXVI, January 1970, no. 3., p. 254.
21 Víctor Paz Estenssoro: La masacre de Catavi
(Interpelación de la Cámara de Diputados por los sucesos de Catavi). Sesión
ordinaria del 23 de agosto de 1943, citado en Raúl Ruiz González: El Prometeo
de los Andes. Buenos Aires, Editorial Platina, 1961. p. 85.
22 AMREB. Buenos Aires, 4 de mayo de 1943. De Adolfo Costa
du Rels al ministro interino de Relaciones Exteriores Pedro Zilveti
Arce.
23 Humberto Vázquez Machicado: "Bajo el signo del
petróleo", en Humberto Vázquez Machicado-José de Mesa-Teresa
Gisbert-Carlos D. Mesa Gisbert: Manual de Historia de Bolivia. La Paz,
Editorial Gisbert y Cía, S.A., 1994, p. 472.
24 René Danilo Arze Aguirre: Carlos Salinas Aramayo. Un
destino inconcluso: 1901-1944. La Paz, 1995, p. 205.
25 Noticias Gráficas, Buenos Aires, 21 de diciembre de
1943.
26 AMREB. De Adolfo Costa du Rels a Tomás Manuel de Elío,
ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Buenos Aires, 20 de julio de
1943.
27 AMREA. Chile. 1943. Caja 12. Citado en El Liberal,
Bogotá, 30 de diciembre de 1943. A su vez, el embajador español en Buenos
Aires, conde de Bulnes, informaba: "En comentarios diversos se dice en
círculos diplomáticos que Alemania ha podido influir en la revolución y por
otro lado hay quien atribuye a Argentina, asegurándose que en breve ocurrirá
en Chile un cambio político de idéntica significación", en Archivo del
Ministerio de Asuntos Exteriores de España, Madrid (AMAEE). R. 1078/5. Buenos
Aires, 23 de diciembre de 1943.
28 En 1939, el juez federal Jantus no hizo lugar a una
denuncia que pedía el procesamiento de Luxburg por haber vuelto a residir en
la Argentina, no obstante aquel decreto del Poder Ejecutivo. En lo concreto, era
poco el peso político de aquel personaje: "in reality he was senile and
treated as something of a joke", en Ronald C. Newton: The `Nazi Menace'
in Argentina, 1931-1947. Stanford University Press, 1992, p. 388.
29 Señalaba Costa du Rels a su canciller, en AMREB, que
"el gobierno argentino ha dado realce extraordinario a la visita del
presidente del Paraguay, general Morinigo... Ramírez se empeñó, además, por
demostrar que la Argentina contribuye en forma muy eficaz a la defensa
continental y que su actitud neutralista no puede ni debe ser juzgada como
contraria a los ideales panamericanos... En resumen, señor ministro, la
visita del general Morinigo significa que el Paraguay reafirma su tradicional
política con la Argentina. Sin embargo, no creo que implique esto un abandono
de las vinculaciones paraguayas con el Brasil, reforzadas hace poco tiempo.
Quizá cabe dentro de los designios del gobierno paraguayo el buscar un
equilibrio, muy conveniente a sus intereses, entre sus dos poderosos
vecinos". Buenos Aires, 14 de diciembre de 1943.
30Ver opiniones del Departamento de Estado, del
vicepresidente de los Estados Unidos, de la Unión Panamericana sobre los
gobiernos argentinos y bolivianos, en Carlos Escudé: 1942- 1949.
Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina. Buenos Aires,
Editorial de Belgrano, 1983, pp. 124-125.
31La Nación, Buenos Aires, 24 de enero de 1944.
32Ministro de Minas y Petróleo del presidente Busch.
33 AMREB. De Adolfo Costa du Rels a José Tamayo, Buenos
Aires, 28 de diciembre de 1943.
34"Circular del canciller boliviano a los
consulados", en La Nación, Buenos Aires, 26 de enero de 1944.
35El nuevo encargado de negocios boliviano, Salamanca, se
había puesto en contacto con Bortwick, redactor y encargado de la publicidad
comercial de la revista, supervisando la serie de notas que proyectaba
realizar en Bolivia, "a fin de que no se deslicen inexactitudes, así
como incrementando su información con datos fidedignos. Por su alto
intermedio me complace felicitar al Secretario de Junta de Gobierno, Dr.
Walter Guevara, por el resultado alcanzando en la contratación de esta
magnífica campaña de propaganda, en cuyo éxito tengo confianza", en
AMREB. Buenos Aires, 29 de febrero de 1944. De Salamanca a José Tamayo.
36 AMREA. Chile. Caja 12. Santiago, 5 de enero de 1944. De
GÜiraldes al Gral. Alberto Gilbert.
37Emilio Meneses Ciuffardi: El factor naval en las
relaciones entre Chile y los Estados Unidos (1881-1951). Santiago, Hachette,
1989, p. 199.
38 AMREB. Buenos Aires, 29 de febrero de 1944. Del
encargado de negocios Salamanca al ministro Tamayo.
39La revista En Guardia, Washington, publicada por la
Oficina de Asuntos Interamericanos, señalaba en el no. 2, año 2, en un
estudio sobre los grandes yacimientos minerales americanos, los convenios
firmados entre Bolivia y los Estados Unidos para la compra de las
producciones de mica, tungsteno -metal duro indispensable para producir acero
de herramientas- y estaño, como fuentes principales de suministro para toda
clase de material, desde espoletas de bombas hasta contadores de
revoluciones. Según el contrato suscrito en noviembre de 1940, la mayoría del
estaño boliviano sería para Estados Unidos, en tanto que la compañía Patiño
abastecería a Inglaterra.
40 AMREA. Bolivia. Año 1944. Caja 1. Telegrama Cifrado
889-f. 251. Washington, junio 5/ 1944. Escobar.
41 Ibídem. Julio 13 de 1944. De M. Gras a Orlando
Peluffo.
42 Roberto Ferrero (Del fraude a la soberanía popular.
Buenos Aires, ediciones La Bastilla, 1980, pp. 280-281) afirma que el gobierno
argentino "de conformidad con el ministro de Relaciones Exteriores de
aquel país, José Tamayo, programó la organización de un bloque austral
neutralista, integrado por la Argentina, Bolivia y Chile. Pero lo hizo tan
clandestinamente, ocultándolo como una enfermedad vergonzosa, que pareció que
no se trataba de un derecho de un país soberano a concluir los tratados que
se le ocurrieran, sino de una maniobra delictuosa".
43 AMREA. Bolivia. Año 1944. Caja 1. Buenos Aires, julio
12 de 1944. De Savio al cuartel Maestre General del Interior.
44 Beatriz J. Figallo: "Una visión de las ideas
de política exterior de Perón", en Res Gesta, 25, Rosario, enero-junio
1989, pp. 38-40.
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