Por: José Alberto Diez de Medina / Este artículo fue publicado en el periódico
El Diario de La Paz el 13 de Abril de 2015.
Establecidos los españoles en la América, las artes inquisidoras fueron las
primeras en ser aplicadas en las colonias, como ocurrió, por ejemplo, con el
Inca Atahualpa, que se libró de las garras de los frailes y la hoguera por
haber sido previamente bautizado con el nombre cristiano de Juan en los
momentos de ser apresado.
En 1535 se fundó la ciudad de Lima por Francisco Pizarro, y 34 años después, se
estableció el tribunal inquisidor.
Después de establecida la Inquisición en México, Panamá, Quito y Lima, pasó a
La Plata y la famosa ciudad de Potosí.
Debido a las riquezas que encerraban las minas de Potosí y Porco, se organizó
un tribunal completo de la inquisición, con tres inquisidores fiscales, que
mantenían bajo sus órdenes a un fiscal, un delator, más espías, oficiales y
verdugos, todos ellos bajo el mandato de un Comisario Inquisidor, un fiscal, y
un secretario.
El primer Comisario en Chuquisaca, La Plata, fue el Inquisidor Francisco
Urquizo, Dean de la Iglesia Metropolitana.
Naturalmente el pueblo, se trate de indígenas, mestizos, criollos y españoles,
se llenó de terror y miedo, frente a las acciones ya conocidas por las
terribles determinaciones en Europa y en la metrópoli, que traían como
consecuencia de sus actos miedo.
En Potosí la Inquisición contaba con procedimientos que despertaban
desconfianza, entre conocidos, amigos y hasta familiares, debido a las famosas
búsquedas, cateos, espionajes, sorpresas, intrigas y delaciones. Empleados en
forma perfecta realizaban las primeras actuaciones del sombrío proceso, en las
que se acusaba las más de las veces contra indígenas, portugueses y judíos, los
más acusados de hechicería, brujería, y malos juicios contra los mandatos de la
Santa iglesia.
El reo, sin lugar a cualquier defensa, sin conmiseración por sexo o edad, en un
sombrío proceso, lleno de amedrentamiento y tortura, en los más de los casos,
hallado culpable era remitido a Lima, donde se concluía el proceso, y se
llegaba a la pena de muerte por el garrote o, en los más de los casos, en la
hoguera.
Previamente el reo era torturado, y confiscados sus bienes, denominándose auto
de fe la sentencia correspondiente, todo esto se puede resumir, en: “El extremo
del fanatismo religioso, producto de una ignorancia, o de una ansia de lucro,
con las penas de multas, y confiscaciones”.
En muchos casos, los supuestos hechiceros o brujos, ayudados por el pueblo, y
personas caritativas, huían de las mazmorras.
Tal es el caso de una procesada, Francisca Arias, natural de Oruro, quien en el
momento de ser condenada, y trasladasa a Lima ante el Arzobispo Loayza, para
ser condenada por el delito de “mascar coca, al mismo tiempo que conjuraba a
las almas del purgatorio, con palabras que hacían estremecer las carnes”,
consiguió huir hacia un pueblo, llamado la Laguna, muy alejado y peligroso,
lleno de infieles.
Un tal Cervan de Cerezuela, Inquisidor de Lima, declaró que hasta el momento
había revisado 1.400 expedientes remitidos de Potosí y Chuquisaca.
A tal punto llegó el fanatismo que el licenciado Martínez, Vicario de la
Iglesia, declaró: “Si Dios nuestro Señor no envía algún remedio para contener
la herejía, estamos con temor, de que estas provincias no sean peores que las
alemanas”.
Las Cortes de Cádiz suprimieron la Inquisición en España e Indias, en 1812,
pero restituido el Rey Fernando VII, fue restablecida la Santa y Apostólica
Inquisición.
Después de la Batalla de Ayacucho, en 1824, la Inquisición fue abolida
completamente, proponiéndose por el Libertador Simón Bolívar, la completa
libertad de conciencia, que legalizarían los pueblos.
Sociedad Bolivariana de Bolivia. Fundada en 1936.
Muchas gracias por este artículo. Qué importante es no olvidar la historia para entender mejor el presente y mejorar el futuro en nuestras sociedades. Saludos.
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