TRES ARTÍCULOS ACERCA DEL ORIGEN DEL EKEKO



EL ORIGEN DEL EKEKO, O IQIQU

Este artículo fue extraído de: http://info.caserita.com/El-origen-del-Ekeko-a18 / Foto: Ekeko.
 
El Ekeko, o Iqiqu en lengua Aymara, es un dios andino, representado por una pequeña estatua, resultando de la transformación sincrética del dios precolombino de la abundancia, la fertilidad y la alegría, en la civilización Tiwanaku.
La leyenda cuenta que en 1781, el joven Isidro Choquehuanca ofreció una estatua del pequeño dios a su enamorada Paulita, cuando ella se fue a trabajar donde sus maestros Doña Josefa Úrsula de Rojas Foronda y Don Sebastián de Segurola en la ciudad de La Paz. Don Sebastián era entonces gobernador y comandante de armas de la ciudad de La Paz.
Poco después de su llegada a La Paz, la ciudad fue cercada por un movimiento indígena de 40.000 hombres, reclutados por Tupac Katari, para rebelarse contra la corona española. Durante varios meses, la ciudad no podía aprovisionarse y el agua y los alimentos eran cada vez más escasos. Paulita, sin embargo, no sufría porque su novio había sido reclutado en el ejército de Tupac Katari y pasaba las líneas de defensa en secreto, para llevarle comida a su amada.
Paulita, dolida al ver a sus maestros que no tienen suficiente para comer, decidió llevarles su comida sin poner en peligro a Isidro. Ella eligió mostrarles la estatua del dios de la abundancia de Tiahuanaco a sus maestros, quienes, hundidos en la ansiedad y la angustia, aceptaron esta explicación sin quejarse. Agradecieron humildemente a este pequeño dios andino quien, en esa época, era presentado desnudo, con un pene desproporcionado en erección (ya que era el dios de la abundancia, de la alegría y también de la fertilidad).
Después de varios meses de cerco, el ejército español llegó a La Paz y la ciudad fue liberada. La terrible hambre que había sufrido el resto de la población no había afectado al sargento y a su esposa. El Gobernador Don Sebastián de Segurolaquizo rendir homenaje al pequeño dios precolombino que los había salvado. Así, la feria que hasta entonces se celebraba el 20 de octubre de cada año (fecha de la fundación de la ciudad de La Paz), se trasladó al 24 de enero. Durante esta feria, vendían o intercambiaban Ekekos. El gobernador, sin ninguna explicación, dio su palabra de honor, indicando que estas figuras traerían suerte a sus propietarios.
Sin embargo, los españoles decidieron cambiar la apariencia del Ekeko, vistiéndolo y eliminando su pene exuberante.
A partir de entonces, la liberación de la ciudad permitió una recuperación de las tradiciones indígenas a través de esta superstición optimista, que se extendió entre todos sus habitantes. Sin pretenderlo, Don Sebastián Segurola lanzó un decreto que destacó en la época colonial y republicana. Desde entonces, la tradición se ha mantenido profundamente arraigada en el ámbito popular y la feria aún existe hoy en día, cada año en enero. Actualmente, el Ekeko es un pequeño dios a quien se ofrece cigarrillos y alcohol (un huequito en su boca está previsto para que pueda fumar) y pequeños objetos que representan los deseos que se piden al dios para que los realice. Por ejemplo, si usted quiere irse de viaje, se lo ofrece una miniatura de avión o un pasaporte, durante la feria.

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SOBRE EL ORIGEN DEL EKEKO

Parte de la nota publicada en el matutino La prensa de La Paz en septiembre de 2009. / Foto: evolucion de los Ekekos.

Tres historiadores, antropólogos y arqueólogos sustentan en hallazgos de cerámicas y relatos de tradiciones y costumbres prehispánicas, el origen tiwanacota del Ekeko y la fiesta de la Alasita y su posterior culto en la ciudad de La Paz.
En su libro De la tradición paceña, el historiador Antonio Paredes Candia señala que la feria religioso-pagana de la Alasita es una de las más antiguas de la ciudad de La Paz, y en tiempos precolombinos era conocida como la “fiesta sagrada del Ekhakho” y se celebraba durante varios días en el solsticio de verano.
Según Paredes, “la fiesta se impuso hasta la Colonia y continuó hasta que un Obispo la prohibió porque daba lugar a costumbres licenciosas. Recién en el siglo XVIII, Sebastián de Segurola —gobernador intendente de La Paz— la volvió a restablecer trasladando el culto del 20 de octubre (fecha original) al 24 de enero”.
Sobre el Ekeko, originalmente escrito Ekhekho o Ekhakho, el investigador dice que “es un diosecillo kolla pagano que representa la abundancia”. Acudiendo a una investigación de Rigoberto Paredes, afirma: “Se le rendía culto constantemente, cuando alguna desgracia turbaba la alegría del hogar. Su imagen fabricada en oro, plata, estaño, piedra y barro, se encontraba en todas las casas precoloniales”.
En cuanto al origen y antigüedad del símbolo, además de referencias al Ekeko en las crónicas de Ludovico Bertonio, uno de los primeros narradores del Nuevo Mundo, el arqueólogo Arturo Posnansky sostiene en uno de sus libros: “La fiesta del Ekeko ya se celebró en Tiwanaku por los habitantes prehispánicos. Los hallazgos de miniaturas atribuidas al Ekeko en excavaciones en Tiwanaku y el altiplano boliviano confirman esta aseveración”.
La teoría del origen tiwanacota de esta efigie la refuerza Carlos Ponce Sanginés, para quien “las estatuas con forma de un hombre jorobado —de las que derivó el Ekeko— son un paradigma divinizado del rayo, como fenómeno natural al que se le rendía culto”. El especialista dice que las primeras estatuas de jorobados corresponden a las etapas IV y V de la era imperial de Tiwanaku, ente los años 374 y 1187 después de Cristo.

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EL EKEKO, AUNQUE DE ORIGEN PAGANO, NO REPRESENTABA A UN ABSURDO DIOS INDÍGENA, SINO AL HOMBRE PACEÑO

Por: Ramiro Prudencio Lizón / La Razón de La Paz, 28 de enero de 2015.

Con la “procesión” de la Illa, desde El Alto hasta el campo ferial de Alasitas, se ha confirmado en mucha gente la creencia de que el Ekeko sería una reminiscencia de dicha estatuilla. Pero eso es absurdo, porque no hay ninguna relación entre la estatuilla y el pequeño representante del hombre paceño. Se considera que la Illa tendría unos 2.000 años de antigüedad, mientras que el Ekeko surgió a fines del siglo dieciocho, luego del cerco de la ciudad de La Paz por las huestes de Túpac Katari.
En verdad es un grave error la creencia de que Alasitas hubiese sido una fiesta autóctona aimara. Si esto fuese cierto, entonces también Puno y otras poblaciones del Altiplano, que son de cultura aimara, tendrían pleno derecho a considerarla como parte de sus tradiciones. Pero, por el contrario, Alasitas es una fiesta citadina, perteneciente a la ciudad de La Paz.
Como se tiene conocimiento, el emperador Carlos V dispuso que una villa del Alto Perú tomase el nombre de la Virgen de la paz, cuya festividad se celebra el 24 de enero, para que en ella perviviese el recuerdo de la pacificación del Perú, luego de las terribles guerras civiles entre los conquistadores españoles que asolaron las tierras del antiguo incanato y que llegaron a provocar una rebelión contra la misma corona hispánica. Por este motivo, cada 24 de enero, la hermosa imagen donada por dicho emperador a la recién fundada ciudad de Nuestra Señora de La Paz recibía como ofrenda del pueblo trabajador de la villa el fruto de su habilidad y esfuerzo, en forma simbólica y de reducido tamaño. Así surgió la feria de Alasitas. Por eso esta celebración se la realizaba en la Plaza Mayor, frente a la Catedral, donde la gente ingresaba para hacer bendecir por la Virgen los productos adquiridos en la feria.
Muchos años después surgió el Ekeko, como una alegoría del habitante ciudadano que se consagra a la Virgen como su más ferviente servidor. Este personaje, aunque de origen pagano, no representaba a un absurdo dios indígena, como actualmente se trata de insistir, sino al verdadero hombre del pueblo paceño: pequeño, retaco, blancón y con bigotes. Este Ekeko personificaba, asimismo, el espíritu del paceño colonial, un hombre alegre, lleno de confianza en que la madre de Dios le concedería el cumplimiento de sus anhelos.
Por lo tanto, Alasitas es una fiesta netamente cristiana, creada para honrar a la patrona de la ciudad, la Virgen de la paz. Pero increíblemente ahora la gente se ha olvidado de ella y de que el 24 de enero se constituyó durante la Colonia en el día de la ciudad. Además, es muy triste observar que ni la Alcaldía ni la Gobernación se acuerdan de la relación directa entre Alasitas y Nuestra Señora de La Paz.
En los primeros años de nuestra existencia republicana se decidió mudar el día de la ciudad al 16 de julio, con el fin de rendir un homenaje más vigoroso a la gesta de Murillo. Pero si las autoridades elogiaban a la Revolución del 16 de Julio, nuestro pueblo, consciente de sus tradiciones, siguió permanentemente enalteciendo a su patrona en Alasitas.  De este modo, en la práctica, la ciudad tuvo dos festividades conmemorativas: la del 24 de enero, más tradicional y acorde con el símbolo de la paz; y la del 16 de julio, donde se exaltaba el temple revolucionario del pueblo paceño. 
Ahora bien, se podría decir que la modificación del aniversario de la ciudad tuvo un sino trágico. Pareciera que el pueblo paceño en particular y el boliviano en general, en vez de la paz y la concordia que la Virgen representaba, eligieron la revolución y la violencia. En consecuencia, en estos días en que se conmemora a nuestra Virgen patronal, se debe buscar su intercesión para que se efectúe un cambio radical en el alma del pueblo paceño, desechando su parte violenta e intolerante, y ensalzando su lado generoso y sentimental. Solo de este modo podremos integrarnos a Nuestra Señora de La Paz y lo que ella representa: la paz, el consenso, el entendimiento y la fraternidad que debieran reinar entre todos los bolivianos.

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