Fuente: Llallagua: Historia de una montaña de Roberto Querejazu Calvo. / Foto:
Bocamina MINCHIN, Pazña - Oruro - Bolivia. Hoy por hoy solo quedan ruinas.
El ingeniero inglés John B. Minchin nació en Irlanda alrededor de 1848. Se
graduó de ingeniero de minas y geólogo en la Universidad de Londres. Al poco
tiempo viajó a Bolivia con intenciones de buscar fortuna en la minería. Fue
contratado por el gobierno para integrar una comisión demarcadora de límites
con el Brasil y buscar las nacientes del río Verde. A su retorno a La Paz, en
1878, se casó con una dama boliviana, Lastenia del Pozo. Cumplió otras
comisiones oficiales como geólogo en el Altiplano, Santa Cruz y el Chaco. El
surgimiento de la minería del estaño, después de la Guerra del Pacífico, lo
atrajo a su propósito inicial. Compró algunas concesiones a Ramón Salinas en la
montaña de Llallagua, organizó la "Compañía Minera de Uncía" e
instaló el ingenio Victoria. Hizo sociedad con amigos mineros en Huanuni y
otros lugares. Años más tarde, sin descuidar sus minas, abrió en Oruro una
oficina para la "compra y ensaye de metales y minerales". Un amago de
congestión cerebral le hizo temer que su salud, a los 60 años, corría peligro a
miles de metros de altura sobre el nivel del mar. Volvió a Inglaterra en 1910,
dejando el manejo de sus negocios en Bolivia a cargo de un sobrino. Este
desconocía la idiosincrasia del trabajador boliviano. Entró en conflicto con
sus subordinados en la "Compañía Minera de Uncía". Uno de los
empleados llegó a agredirle, dejándole mal parado, física y moralmente.
Minchin, al conocer los hechos, sufrió un gran desaliento sobre el futuro de
sus intereses.
Patiño, informado de la situación, no perdió un minuto de tiempo. Destacó a su
amigo Gustavo Hinke a Antofagasta, desde donde las comunicaciones telegráficas
con Inglaterra eran más expeditas, para que hiciese una nueva proposición de
compra a Minchin. Este contestó que sólo vendería su empresa si alguien le
pagase 150.000 libras esterlinas al contado. El dinero líquido del que disponía
Patiño en ese momento no alcanzaba a esa cantidad. No titubeó. Recurrió al
Banco Anglo Sud Americano de Londres, con el que tenía negocios desde años
atrás. El banco aceptó hacerle un préstamo. La "Compañía Estañífera de
Llallagua" terció. Ofreció a Minchin 20.000 libras más que Patiño. El
ingeniero inglés consideró que sería incorrecto alterar su palabra empeñada. La
empresa chilena desvió su oferta a Patiño. Lo tentó con una utilidad neta de
esa suma por el simple hecho de su desistimiento. Patiño la rechazó y finiquitó
la operación con Minchin. "La Salvadora" y la "Compañía Minera
de Uncía" quedaron unificadas. La maquinaria de los ingenios se concentró
en una sola planta. Los trabajos de la mina fueron puestos bajo la misma
administración.
Patiño hizo otra importante inversión adquiriendo las minas de "Penny,
Duncan y Harrison" y otras existentes en el cerro Pozoconi de Huanuni, por
un valor total de 450.000 libras esterlinas. Con este motivo escribió a su
amigo Néstor Cueto Vidaurre, declarando que era de opinión que "los
intereses mineros del país deben estar en manos de bolivianos" y
explicándole que una de las razones por las que adquirió Huanuni fue el
conocimiento de que un sindicato chileno de capitalistas estaba interesado en
el mismo negocio.
En 1906 Patiño organizó el Banco Mercantil, con la oficina central en Oruro y
agencias que se fueron abriendo los años siguientes en La Paz, Cochabamba,
Potosí, Sucre, Tarija y Antofagasta. El capital de 1.000.000 de libras
esterlinas en oro físico fue trasladado de Londres a Oruro. Entonces existían
el Banco Francisco Argandoña, el Banco Nacional, el Banco de Bolivia y Londres,
el Banco Industrial y el Banco Agrícola. El capital de estas cinco
instituciones en conjunto, cinco millones de bolivianos, equivalía a una mitad
del millón de libras del Banco Mercantil.
En 1909 Patiño viajó solo a Hamburgo, para instalar una oficina que se
encargase de escoger y embarcar la maquinaria que seguía necesitando para sus
minas y, al mismo tiempo, le sirviese de agencia de venta de sus minerales en
Europa. A poco de estar en Alemania recibió un cable de su esposa llamándole
con urgencia a Oruro. La firma "Artigue y Compañía" había conseguido
un fallo favorable de un juez de Colquechaca, que ordenaba que Patiño debía
entregar su propiedad "La Salvadora" a los dueños de "La
Negra" y pagar una indemnización por las utilidades percibidas hasta
entonces. Los 30 días del viaje de Hamburgo hasta Oruro fueron una eternidad
para Patiño. Por suerte, su esposa, adelantándose a su arribo, había consultado
con los abogados y tomado las providencias del caso. La Corte Superior de
Justicia de Potosí dejó sin validez el fallo del juez de Colquechaca.
En 1912 el ex-socio de Sergio Oporto tenía avanzado mucho desde la humilde
posición que ocupó, menos de 20 años antes, detrás del mostrador de la casa
Fricke. El camino estaba marcado por actos de gran audacia que se inspiraron en
una extraordinaria intuición natural para los negocios. Sus intereses mineros,
el banco y las propiedades urbanas compradas en Oruro y Cochabamba, le daban la
credencial de ser el hombre más rico de Bolivia. Sin embargo, sus ambiciones
estaban muy lejos de quedar satisfechas. Antes de seguir el camino hizo un alto
para ofrecer a su esposa la cancelación de la gran deuda moral que tenía con
ella. Había varios interesados en sus negocios. Podía venderlo todo y retirarse
a Cochabamba, para hacer realidad el sueño de ella, de vivir en el idílico
valle, gozando de solaz y sin más preocupación que la educación de los cinco
hijos.
-"No, Simón" -contestó Albina de Patiño-. "El tedio te mataría.
No tienes el carácter de una persona que puede vivir en la ociosidad. Sé que
quieres y puedes hacer muchas cosas más. Las minas y el trabajo son tu vida
misma. Vamos a Europa como estabas proyectando. Nos instalaremos en Cochabamba
cuando te canses de trabajar. Sé que nunca querrás deshacerte de tus minas,
sobre todo la de Llallagua. Algún día nuestros hijos podrán manejarlas en tu
nombre. Entonces descansaremos...".
-"Gracias, Albina... Pero haré construir un palacio en Portales, en la
ciudad de Cochabamba, y una hermosa villa en Pairumani. En una y otra propiedad
las habitaciones y los muebles, los jardines y los sirvientes, estarán
constantemente listos para recibirnos en el momento que tú decidas". La
familia Patino viajó a Europa ese año. La fortuna había consolidado la
confianza que su jefe tenía en sí mismo, sin restarle la afición a desafiar
riesgos. Simón I. Patiño iba al Viejo Mundo en busca de nuevas aventuras mercantiles
e industriales, a tomar contacto directo con los compradores de sus minerales
en Alemania e Inglaterra, a consolidar el funcionamiento de la oficina en
Hamburgo. Iba también a buscar financiación y dirección técnica para cuatro
nuevos proyectos: instalación de una fundición de estaño en Bolivia,
canalización y navegación del río Desaguadero, un ferrocarril de Cochabamba al
río Mamoré (que uniese el centro del país con las riquezas del Beni) y otro
ferrocarril de Machacamarca a Uncía (para conectar sus minas de Llallagua y
Huanuni con el ferrocarril internacional de Antofagasta a La Paz).
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