DIECIOCHO MONJAS Y EL SEÑOR DEL GRAN PODER

Por: Isabel Velasco / Extracto de su blog: www.isabelvelasco.com

La apacible vida paceña, allí por el año 1894, fue conmovida bruscamente con lo que cronistas de la época llegaron a llamar “La insurrección de las tocas, la rebelión de los velos y la sublevación de las palomas”. Nos referimos a la fuga de las monjas del Convento de las Concebidas de La Paz. 
La historia a la cual hacemos referencia fue uno de los escándalos más grandes que sacudió la vida de nuestros antepasados, el periódico “El Comercio” de fecha 20 de Abril de 1894, se refiere al hecho con los siguientes comentarios: 
“¡La sorpresa de ayer no cesa aun en los efectos populares, un acontecimiento de la magnitud moral que hemos presenciado! Abrirse las puertas de un claustro sagrado donde se hallaban en religioso recogimiento y sujetas a votos solemnes, siendo el primero el aislamiento del mundo, correr esos trotes para dar paso violento y atropellado a mujeres que han jurado la misión ante el altar de consagrar todos su días al culto del eterno! Es suceso de tal magnitud que ocupara lugar en nuestros anales cubiertos siempre de sombras”. 
Para la mujer actual, moderna y “liberada” de nuestros tiempos esta historia que aconteció en nuestra ciudad hace casi 100 años podría parecer algo increíble, pero ocurrió realmente. 
Todo comenzó con la llegada al Convento del fraile español Mariano Martin Jimeno, el cual por encargo expreso de las autoridades eclesiásticas, debía “visitar” a las monjas como confesor y consejero. Lejos de cumplir su sagrado mandado, el “padrecito” Jimeno se encargó de efectuar dentro del convento una labor revolucionaria, poniendo a sus confesadas contra los sacerdotes Bavia y Chávez. 
En vez de persuadirles, por medio de la dulzura y de los buenos consejos, a una obediencia ciega hacia el mandato de sus capellanes, sin comprender el gran amor que estas almas místicas sentían por los ministros de Dios, quiso divorciarlas inmediatamente de sus confesores y ellas se rebelaron contra el exigente visitador. 
Cundió entonces el caos en el convento y la insurrección se produjo con características propias de un golpe de estado o un cuartelazo típicos en la época. Dieciocho de las veintiún monjas se alzaron contra el Reverendo Jimeno y ante la amenaza de excomunión decidieron abandonar su monasterio, en un hecho sin precedentes en la historia de los claustros alrededor del mundo. 
Una crónica de la época en uno de sus artículos señala: “Ayer eran los alzamientos de cuartel, los pronunciamientos que sacaban del pudridero social a los mandones de la patria, los acontecimientos que nos galvanizan, hoy los soldados se hacen sumisos y obedientes, subordinados y fieles y son las monjas que juraron humildad, quienes en rudo contraste turban con una campanada de escándalo las anonadadoras armonías de la uniformidad en la existencia”. 
La ciudadanía de la época ya conocía de “algunos problemas internos” en la Comunidad de las Concepcionistas, hecho que dio lugar a que el famoso Obispo Juan de Dios Bosque de “feliz recordación”, asegure a las monjas la misión que habían jurado ante el altar, o sea la de consagrar todos sus días al culto del eterno. 
Ejecutores de las órdenes e instrucciones eran el Rev. Padre Bavia, como confesor y el fraile José Daniel Chávez como capellán, hasta que apareció alguien que fue el origen de “todos los males” el cual estaba dispuesto a imponerse a Bavia y Chávez para hacerse dueño del convento, nos referimos a Mariano Martin Jimeno, fraile español de bella figura y mejor decir, de buen porte y ojos profundos que impresiono a las monjas y novicias tratando de divorciarlas de sus confesores, los sacerdotes Bavia y Chávez. 
Para su objetivo obtuvo el apoyo inicial de 18 de las 21 monjas, a este efecto logro en forma secreta hacerse nombrar visitador apostólico, nombramiento que no fue aceptado por la Madre Abadesa Sor Matilde Varela y como en un verdadero golpe de estado, la revolucionaria monja fue destituida de sus funciones, habiéndose nombrado como superiora a Sor Mercedes Veintemillas y Vicaria a Sor Rosa García, excomulgando “ipso facto” a las rebeldes. 
Las nuevas autoridades del convento exigieron a la Madre Abadesa destituida y a sus seguidoras la entrega de las “llaves del convento; ante esta actitud las monjas decidieron emprender la fuga, abriendo las enmohecidas puertas del recinto se lanzaron a la calle cual palomas asustadas ante la mirada asombrada de propios y extraños, lo anecdótico de esta sublevación de las castas esposas de cristo, es que al salir del convento no sabían a donde ir, andaban sueltas deambulando aterrorizadas ante lo desconocido, el tráfico de coches y caballos al cual no estaban acostumbradas las aterrorizo, corrían por las calles en tropel seguidas de sus sirvientas, cabe recalcar que en esas épocas cada monja hacia su ingreso al claustro acompañada hasta de ocho empleadas asignadas por su padres, las que huyeron junto a ellas. Después de muchas vicisitudes por fin llegaron al Palacio Episcopal a postrarse a los pies del Prelado Juan Jose Valdivia implorando justicia, desgraciadamente el no supo comprenderlas y no tuvo con ellas indulgencia de ninguna clase. 
Documentación de la época nos muestra que esta fuga que pudiera haber sido consecuencia de un acto de desobediencia, en realidad tuvo otras características. Al mando de sor Leonor Sainz, Sor Balbina Pasaman y Placida Camacho, antes de emprender la fuga planearon fríamente su actitud, previamente hicieron sacar del convento de una manera secreta todos los objetos de su propiedad, no habiendo quedado en las arcas del Monasterio ni un solo centavo, ni siquiera el archivo. Entre todo lo que sacaron, Sor Genoveva Carrión fue la encargada de llevar consigo la imagen del Señor del Gran Poder, el cual sin desearlo se convirtió en aliado y estandarte de las sublevadas. 
Las malas lenguas de la época atribuyen a esta fuga motivaciones románticas de color rosa. Dijeron que los Rev. Bavia y Chávez no querían perder sus puestos en el Monasterio y fue por eso que intentaron impedir el ingreso del Padre Jimeno, caballero bellísimo que buscaba ser el nuevo y único mandamás del convento. 
Sea cual fuera la motivación, lo cierto es que en nuestro rincón de recuerdos paceños también contamos con la fuga de las monjas concepcionistas. Debió pasar mucho tiempo para que la histórica acción fuera olvidada, las críticas fueron terribles, los periódicos se estrellaron contra ellas de un modo despiadado. 
El Periódico “El comercio” de fecha 20 de Abril de 1894, al referirse a la rebelde Abadesa Sor Matilde Varela y a sus cómplices dice: “Abandonaron el claustro violando sus votos, por lo cual ya no pertenecen a la escogida grey que sacrifica los mundanales placeres en aras del cultivo divino”. 
Todas fueron excomulgadas por el Delegado Apostólico, incluso el señor del “Gran Poder” que era inocente! Algunas de las fugitivas, como Sor Leona Sainz, Balbina Pasaman, Placida Camacho y Carlota Rodas, regresaron al Convento, las novicias Daria Media y María Fernández se recogieron a casa de sus familias. Sor Fortunata Baldivia perdió la razón, muchas de las otras fueron recibidas en el Monasterio de las Carmelitas, donde a plan de ayunos, penitencias y silicios lograron borrar de sus mentes cualquier pensamiento subversivo y revolucionario. 
El único fugitivo que jamás volvió al claustro fue el Señor del Gran Poder. Seguramente nunca olvidara su odisea junto a las monjas rebeldes. Después de su aventura se convirtió en un paseandero y fiestero empedernido que ambulaba de casa en casa, hasta señalar su domicilio en el templo de la calle Antonio gallardo, no contento con eso, anualmente se hace llevar por las calles paceñas rodeado de cantidades de comparsas de bailarines en el día de la Santísima Trinidad.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Con la tecnología de Blogger.