1866, BOLIVIA ACUDE EN DEFENSA DE CHILE CONTRA LA CORONA ESPAÑOLA

Fuente: Aclaraciones Históricas Sobre la Guerra del Pacífico De: Roberto Querejazu Calvo. // Foto: Bombardeo de Valparaiso, marzo de 1866.

Un incidente acaecido en el Perú obligo al Almirante Luis Hernández Pinzón y su división naval española compuesta de dos fragatas y una goleta a tomar posesión de una de las islas Chincha, tronando 21 cañonazos, declarando que ocupaba las tres a título de "reivindicación" de suelo español. Así mismo exigió que el gobierno de Lima le entregase tres millones de
pesos oro como indemnización de los incidentes que involucraban a ciudadanos vascos y pago de los gastos ocurridos por su escuadra. Amenazó con que si no se satisfacían sus exigencias bombardearía el Callao. La amenaza de bombardeo del Callao persuadió al gobierno peruano del General José Antonio Pezet, quien aceptó las exigencias españolas en enero de 1865. 
La "reivindicación" ibera de territorios americanos (que poco después fue desautorizada por el gobierno de Madrid aunque manteniendo la exigencia económica de Hernández Pinzón), causó gran alarma en todo el continente. La reacción más altiva provino de Chile. Hubo manifestaciones anti españolas en varias ciudades y se quemó la enseña punzó y oro. Una circular diplomática de la cancillería a cargo de don Manuel A. Tocornal expresó: "El gobierno de Chile se halla en el imprescindible deber de rechazar de la manera más pública y solemne los principios que sirven de base a la declaración (de reivindicación de las tres islas Chincha)... Protesta contra su ocupación por las fuerzas navales de su Majestad Católica y no reconoce, ni reconocerá como legítimo dueño de ellas a otra potencia que a la República del Perú". 
Luis Hernández Pinzón fue reemplazado por el Almirante José Manuel Pareja, que venía desempeñando las funciones de Ministro de Marina. Ocupó su puesto con instrucciones de castigar la insolencia chilena exigiendo satisfacciones por los insultos inferidos a España en las manifestaciones públicas y un homenaje de 21 cañonazos a su bandera en señal de desagravio. Chile respondió rotundamente que no debía satisfacción alguna. España le declaró la guerra. 
La marina chilena no contaba entonces sino con una corbeta armada con 18 cañones y otro barco con 4. Las corbetas pedidas a Europa, a raíz de la amenaza de guerra de Bolivia, seguían en construcción.
La escuadra española en el Pacífico, que había sido reforzada con más buques, disponía de 207 bocas de fuego. 
La amenaza española se sumaba a la que existía del lado de Bolivia desde dos años antes, cuando el Congreso autorizó al Poder Ejecutivo a recuperar por las armas lo que no se pudiese obtener por la vía diplomática. Era lógico suponer que se uniese a España para expulsar a los chilenos de la parte de su litoral que tenían ocupado indebidamente hasta el grado 23 y para hacer efectiva su soberanía hasta el río Paposo, de acuerdo con los derechos reclamados infructuosamente por los agentes plenipotenciarios que llegaron sucesivamente a Santiago desde 1842. Por lo demás, a la sazón Bolivia se hallaba gobernada por un militar atrabiliario, Mariano Melgarejo, del que podía esperarse todo lo peor. 
Chile se encontró enfrentado con la más peligrosa situación de toda su historia republicana. 

GENEROSIDAD BOLIVIANA A FAVOR DE CHILE 

Chile al verse comprometido con un ultimátum de España, que tenía una poderosa escuadra en las proximidades de sus costas comandadas por un almirante, Juan Manuel Pareja, que odiaba al país en el que su padre había muerto en 1813, al hacer campaña contra los criollos insurgentes en su rol de gobernador de la colonia; con Bolivia que mantenía vigente la autorización de guerra a Chile dictada por el Congreso de 1863, las relaciones diplomáticas suspendidas desde el fracaso de la misión de don Tomás Frías y gobernada por un soldadote brutal, Mariano Melgarejo; pidió auxilio a otros países de la América del Sur. Dos de sus más eminentes hombres públicos, don Domingo Santa María y don Victorino Lastarria, fueron enviados a buscar la alianza de Perú, Ecuador, Argentina y Uruguay. 
El señor Santa María nada pudo obtener en Lima del gobierno del General Juan Antonio Pezet y, al ser derrocado éste, por rendirse a las exigencias españolas, tampoco del vicepresidente, General Pedro Díaz Canseco. Tomó contacto con los opositores al régimen y tuvo la suerte de verlos triunfar en un golpe de Estado que puso en el mando de la nación al Coronel Mariano Ignacio Prado, gran amigo de Chile, que no titubeó en firmar un tratado de alianza y puso los 4 barcos de la marina peruana a las órdenes del comandante de la marina chilena. 
El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna se preguntó: ¿Cuál habría sido la posición de nuestra patria si el resultado de la batalla que se iba a dar en las puertas de Lima (por los partidarios de Prado) hubiera sido adverso? ¿Qué habríamos hecho ante la presencia de la escuadra de Pareja cerrando nuestros puertos con sus cañones, con el Perú, no ya independiente, sino armado contra nosotros, haciendo causa común con los enemigos de América, y teniendo a la vez sobre nuestra cabeza la espada de Melgarejo, autorizado en esta época a hacernos la guerra, y a más de esto llevando todavía sobre nuestro único flanco no amagado la amenaza del desdén o de la complicidad de las naciones del Plata?". 
El Ecuador se mostró temeroso de alinearse contra la Madre Patria, pero acabó cediendo ante la fuerte presión y promesas que le llegaron desde Santiago y Lima. Entró en la liga anti española. 
El señor Lastarria nada pudo conseguir en Buenos Aires y Montevideo. La Argentina y el Uruguay, junto con el Brasil, estaban atareados preparando el cuadrillazo que ese año iban a iniciar contra el minúsculo Paraguay para castigar los desplantes del dictador Francisco Solano López. No quisieron embrollarse en otro conflicto internacional. 
Con los puertos de Chile, Perú y Ecuador cerrados a sus naves, el Almirante Pareja contaba todavía con el boliviano de Cobija para avituallarse en víveres, agua y combustible. Tenía en él a súbditos españoles que le ayudaban como los señores José María Artola y Manuel Barrau, importantes comerciantes de la zona. Con Cobija a disposición de la escuadra enemiga, Valparaíso y los otros puertos chilenos seguían en grave peligro.
Ocurrió entonces lo que Chile menos esperaba. El General Mariano Melgarejo, después de haber batallado año y medio contra los enemigos que se alzaban en contra de su régimen en diferentes ciudades y de haber vencido a los del sur en el combate de la Cantería y a los del norte en el de las Letanías, se sintió, por fin, dueño absoluto de la república y pudo prestar atención a lo que sucedía en los países vecinos. 
Los adulones que le hacían la corte lo comparaban con Napoleón y Bolívar. Se sintió el campeón de la solidaridad americana. Vio a Chile inerme, amenazado por una poderosa nación europea y decidió que Bolivia fuese en su auxilio, entrando en la alianza. 
Como no existiese Legación boliviana en Santiago, ni chilena en La Paz, hizo que su Secretario General, Mariano Donato Muñoz, enviase las instrucciones del caso a su ministro en Lima. La nota de30 de enero de 1866 dijo entre otra cosas: "Por lo que hace al pueblo chileno y a su gobierno, Bolivia comprende que en ocasión tan grave y solemne mengua sería para ella y para el nombre americano si no olvidara las motivos que desgraciadamente la han puesto en interdicción diplomática y que por fortuna son demasiado secundarios para que debieran recordarse siquiera al frente de una cuestión continental que debe absorber, como en efecto absorbe, toda la atención de América y de sus gobiernos. Es por ello que Bolivia se hace un deber de anticiparse al de Chile ofreciéndole ponerse a su lado y concurrir con todos sus recursos a salvar sus instituciones y asegurar su independencia. Animado el Gobierno de Bolivia de tan amistosos y fraternales sentimientos de verdadero americanismo, ha acordado dirigirse a los excelentísimos gobiernos del Perú y Chile, por el digno órgano de Vuestra Señoría, a falta de Legación de Bolivia en Chile, ofreciéndoles su más eficaz colaboración y en la escala que le sea posible". 
Lo que don Mariano Donato Muñoz consideraba "motivos demasiado secundarios", eran nada menos que la ocupación chilena por la fuerza del litoral boliviano hasta el grado 23 y la explotación abusiva de la riqueza guanera de la península de Mejillones. 
Melgarejo dictó dos decretos el 10 de enero de 1866. Por el primero dispuso: "No debiendo diferirse la manifestación de sentimientos hacia el gobierno y pueblo de Chile, constitúyese en esta misma fecha una Legación Extraordinaria en Santiago, encomendada al caballero don Juan Muñoz Cabrera". 
Por el otro declaró abrogada la ley de 5 de junio de 1863 por la que el Poder Ejecutivo fue autorizado a declarar la guerra al Gobierno de Chile. 
Al conocerse estos hechos se echaron a vuelo las campanas de las iglesias de Lima y Santiago en señal de gran regocijo. Con Bolivia alineada al lado de Chile, Perú y Ecuador, la escuadra española no tenía un sólo puerto amigo en toda la costa del Pacífico Sur y no tenía más remedio que abandonar sus aguas. 
El Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, señor Álvaro Covarrubias, en su informe al Congreso de 1866, dijo: "El Gobierno de Bolivia, apenas desembarazado de las complicaciones internas, nos prestó la misma adhesión que el Perú y el Ecuador, espontáneamente. Esta iniciativa fue de tanto mayor precio cuanto que, como sabe el Congreso, nuestras relaciones con aquella república estaban interrumpidas por consecuencia de la cuestión de límites". 
¿Cómo retribuyó el gobierno de Santiago la cándida generosidad con la que el Presidente Mariano Melgarejo, olvidando la flagrante iniquidad de que Chile estuviese ocupando territorio boliviano hasta el grado 23 y explotando sin derecho la riqueza guanera de Mejillones, puso a Bolivia codo a codo con Chile frente a la grave contingencia que significaba para este segundo país la actitud bélica asumida por una poderosa escuadra naval de España? 
Envió a La Paz al político Aniceto Vergara Albano con el rango de Ministro Plenipotenciario y al intelectual Carlos Walker Martínez como su secretario, con la misión de agradecer al Gobierno de Bolivia, formalizar su ingreso a la alianza chileno-perú-ecuatoriana y expresar el deseo de liquidar amigablemente el problema limítrofe del desierto de Atacama para que las relaciones entre los dos países fuesen en adelante sólo armonía, comprensión y fraternidad.
El General Melgarejo recibió a los dos diplomáticos con muestras de especial complacencia. Ambos se dieron mañas para granjearse la íntima amistad del tirano borracho, compartiendo de sus francachelas, adulándolo como a un personaje superior, rindiendo pleitesía a su amante Juana Sánchez Campos. 
A los pocos días de su llegada, el 22 de enero de 1866, el señor Vergara Albano suscribió un acta con el Secretario General de Gobierno, señor Mariano Donato Muñoz, por medio de la cual Bolivia se adhirió a la alianza contra España. De acuerdo con sus instrucciones, antes de concertar dicho acto, propuso que, si así lo quería Bolivia, se podía arreglar primero el problema de los límites. Muñoz tuvo entonces la providencial oportunidad de liquidar la vieja cuestión reivindicando el derecho territorial boliviano hasta el río Papo-so. Pero no era más que un abogadillo mediocre, que se encaramó en el poder prendido a la espada del soldadote presidente y se mantenía en él a fuerza de genuflexiones. No supo darse cuenta de que la oportunidad que se le brindaba era única y fugaz. No quiso desentonar con las zalamerías de esos días e ilusionado con que la intimidad de chilenos y bolivianos perduraría por siempre declaró que eso "podía quedar para después". 
Al ver que también Cobija se cerraba a sus naves, el almirante español, Juan Manuel Pareja, no tenía otra alternativa que ir a buscar combustible, agua y víveres en puertos del Atlántico. Mas ¿cómo abandonar el Pacífico sin desmedro de la honra ibérica? ¿No se tomaría su viaje como una huida frente a la insolencia chilena?
En un encuentro fortuito entre la goleta española "Covadonga" y la goleta chilena "Esmeralda", esta segunda se alzó con la victoria tomando presa a su rival. 
A la noticia de esta tragedia y creyendo que había ocurrido cosa igual con otra de sus naves, la "Vencedora", el Almirante Pareja no pudo suportar la vergüenza. Se encerró en su camarote de la nave capitana "Villa de Madrid" y se dio un pistoletazo en la sien derecha. Dejó un mensaje a su sobrino y secretario rogándole que no se arrojase su cadáver al mar en aguas chilenas. Era bastante que su padre estuviese enterrado en suelo del odiado país. 
Pareja fue reemplazado por el Almirante Casto Méndez Núñez. Buscó a la escuadra chileno-peruana en su escondite de la isla de Chiloé (donde esperaba reforzarse con los blindados "Huáscar" e "Independencia", mandados construir por el gobierno de Lima en Inglaterra y que estaban próximos a salir del astillero). La bombardeó desde 1.500 metros de distancia, temeroso de acercarse más por los arrecifes de una zona que no conocía. Durante dos horas hubo un furioso diálogo de cañones con daños insignificantes en uno y otro campo. Uno y otro combatiente se consideraron ganadores del combate de Abtao. 
Como esto no fuera suficiente para desfogar la belicosidad de los marinos españoles, se trasladaron frente a Valparaíso y anunciaron otro bombardeo. Un almirante americano que se encontraba en la bahía con su nave quiso interponerse.
Méndez Núñez le previno: "Si os interponéis os echo a pique". El Sábado de Gloria (31 de marzo de 1866), en nombre de Su Majestad Católica, dio la orden de abrir fuego. Los valparaísinos, refugiados en los montes aledaños, vieron cómo, desde las 9 de la mañana hasta el mediodía, 2.600 bombas y granadas caían sobre su bello puerto destrozando la Estación del Ferrocarril, la Bolsa, la Aduana, otros edificios públicos y muchos particulares. 
Todavía quedaba furia en el corazón de los súbditos de la Madre Patria. Subieron con sus naves hasta el Callao. Llegó orden de Madrid de abandonar el Pacífico, pues las tripulaciones sufrían de escorbuto y el estado general de la escuadra era lamentable. Méndez Núñez simuló no haber recibido tal directiva. En acciones sucesivas acercó sus navíos a la poderosa fortaleza del puerto peruano y cambió cañonazos con ella, causando y sufriendo numerosas bajas y averías. Entre las bajas peruanas hubo un Ministro de Estado, que murió, y entre las españolas el propio almirante, que cayó herido. La historia del Perú considera el combate del 2 de mayo (1866) una de sus grandes victorias. La historia de España lo califica como la mayor hazaña de su marina en el siglo 19. 
Méndez Núñez había dicho que su patria "prefería honra sin barcos, que barcos sin honra". Obedeció recién la orden de Madrid. Abandonó las costas del Pacífico con sus navíos cargados de honra y se fue a buscar alivio para heridas y averías en Río de Janeiro. Desde allí mantuvo el estado de guerra todo el año 1866, mas no pudo evitar que los blindados "Huáscar" e "Independencia" cruzasen el Atlántico y se incorporasen a la flota aliada. Finalmente, retornó a su país. 
Mientras ocurrían los sucesos de Chiloé, Valparaíso y Callao, Vergara Albano y Walker Martínez estrecharon sus intimidades con Melgarejo y campearon su simpatía chilena por los salones de La Paz. Con el alejamiento de aguas del Pacífico de los cañones españoles se desintegró tácitamente la alianza de Chile, Perú, Ecuador y Bolivia. Renacieron los intereses antagónicos de los cuatro países.
Renació la codicia chilena por el guano de Mejillones. La buena voluntad con la que llegó a la república altiplánica don Aniceto Vergara Albano para liquidar el conflicto de soberanía en Atacama de acuerdo a los planteamientos bolivianos, se trocó en actitud de regateo a favor de las ambiciones de sus compatriotas.
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