Foto: Ciudad de Sucre de antaño.
Fuente: Entre la alianza y la confrontación: Pablo
Zárate Willka y la rebelión indígena de 1899 en Bolivia. De: Pilar
Mendieta. Plural editores, 2010.
Durante el siglo XIX el tema de un estado unitario o federal
fue planteado en varias oportunidades, aunque sin éxito. Un importante
antecedente del debate federalista se encuentra en la Asamblea
Constituyente de 1871, en la que se planteó
la búsqueda de caminos que posibilitasen superar el estado de crisis y la promoción del equilibrio
de las diferentes regiones, originándose un debate entre centralistas y
federalistas. Se propuso como punto central la reforma del Estado y la
posibilidad de cambiar el sistema político centralista por uno federal.
Los más aguerridos defensores del sistema federal fueron los
diputados cochabambinos Nataniel Aguirre y Lucas Mendoza de la Tapia. En miedo
a la desintegración del país y al separatismo hizo, sin embargo, que la Constituyente optara nuevamente por el régimen centralista.
Si bien el sistema federal no fue aceptado se decidió por una solución mixta que
propuso la descentralización administrativa fortaleciendo los poderes
municipales, que desde entonces tuvieron una vida más activa. El gran logro de
la Asamblea Constituyente de 1871 fue el potenciamiento de los municipios, aunque
la influencia del centralismo no dejo de estar presente, limitando su accionar
y causando tensiones.
En la Convención Nacional
de 1880 se vuelve a tocar el tema del federalismo e incluso se propone
la construcción de un gran estado peruano-boliviano. Al calor de la Convención
Nacional y de la guerra con Chile, los
medios de prensa dieron cuenta de la organización de clubes federales a lo largo y ancho del país.
Pasada la efervescencia de la guerra, periódicos como El
Federalista defendieron esta opción de gobierno:
“La juventud federal forma un partido en cuya bandera no se
vio escrito ningún nombre, sino toda una idea, todo un sistema de gobierno. Expondrá
pues sus ideas con independencia del ciudadano republicano. Trabajará por la
instrucción sea enteramente libre y porque la que da el Estado sea laica y
esencialmente práctica. Abogara por el derecho de libre reunión, por la
independencia del municipio en materia administrativa, por la libertad de
palabra y de prensa sin cortapisas de ningún género y, en fin, por toda idea
descentralizadora porque ello será un acápite de su programa político…” (El
Federalista, La Paz, 17 de marzo de 1882).
Las ideas de federalismo y descentralización se mantuvieron
vigentes, mezclándose con las pugnas regionales por el poder. Las regiones de
Cochabamba y Santa Cruz tienen sus propias características. Una larga historia
de sentimientos regionalistas y de postergación tuvieron mucho que ver con el
afianzamiento de una ideología federalista a fines del siglo XIX.
En el caso de Cochabamba, la evolución que tuvieron las
ideas federalistas fue definida por una posición geográfica que, desde tiempos
coloniales, había sido parte del mercado de cereales generado por la minería
potosina. Con el triunfo de las políticas librecambistas (1870-80), la zona
entra en una profunda postergación económica por la introducción de la
competencia chilena de cereales. La típica mentalidad de enclave de la oligarquía
se preocupó poco o nada de la conformación de un mercado interior sin hacer partícipe
a Cochabamba del boom minero. La política económica que aplicaba el Estado
central condeno a los mercados regionales, como el de Cochabamba, a participar
de manera subsidiaria en las estructuras socioeconómicas en proceso de definición.
Es en este momento cuando las elites cochabambinas tuvieron que luchar por
mantener su amenazada inserción en el mercado interior e impedir que, de esta
manera, disminuya su participación en el sistema político. A partir de los años
80 se organizaron comités y juntas de notables para defender sus intereses
económicos más inmediatos, y suscribieron innumerables pronunciamientos
públicos contra el centralismo del sur.
En el caso de Santa Cruz difería de Cochabamba porque se
trataba de una zona que había quedado aislada del contexto nacional desde el
principio de la república. A diferencia de Cochabamba, que había que había
contado a lo largo de su historia con solidas estructuras mercantiles y con una
élite que de alguna forma había participado en el poder Santa Cruz se
encontraba en la periferia del sistema republicano. Santa Cruz había tenido muy
poca importancia para la dinámica política caudillista manejada desde el
occidente del país. Asimismo, a mediados de siglo, con el auge minero y la
instauración de la oligarquía de la plata, la región tampoco había logrado
insertarse en la dinámica minera. Por el contrario, los escasos excedentes de
azúcar que producía el departamento antes del inicio del auge minero habías
sido totalmente desplazado por los productos chilenos y peruanos, más baratos y
de mayor calidad.
La situación de marginalidad y de abandono del departamento
de Santa Cruz provoco, de esa manera, un profundo resentimiento traducido en un
gran regionalismo y en posiciones federalistas bastante radicales. En enero de
1891 el periódico La Capital denunciaba una revolución en Santa Cruz. La
noticia dice: “Al grito de ¡viva la Federación! Se han depuesto a las
autoridades constitucionales de Santa Cruz”. Más adelante se comenta: “La idea
de cambio de forma de gobierno se ha venido fomentando en el cerebro de los
orientales desde hace algunos años la única tabla de progreso, de bienestar
general para esas regiones…”.
Los motivos de La Paz y de Oruro para defender la causa
federal eran de distinta índole, ya que estuvieron relacionados con los
conflictos por el poder entre la oligarquía del sur y del norte. Como ya se apuntó,
el eje productivo del país se trasladó al norte del país hacia finales del
siglo XIX. Dada la nueva correlación de fuerzas, las ciudades norteñas (La Paz
y Oruro) necesitaban controlar el poder político, tal como en su momento lo hicieran
los mineros de la plata. Este empeño seria la causa de grandes tenciones regionales,
que además se reflejaron en la pugna política entre los partidos Liberal y Conservador.
Como complemento del conflicto regional por la hegemonía política y económica,
las ideas federales estuvieron fuertemente arraigadas en la juventud, en los
intelectuales, así como las entidades políticas como los municipios urbanos y
rurales de las diferentes provincias norteñas que, a pesar de haber ganado
desde 1871 bastantes prerrogativas, se hallaban en constante pugna en contra
del centralismo sureño y la desigual distribución de los recursos económicos
porque la ciudad de La Paz, gracias a su
actividad económica, aportaba con la mayor parte del presupuesto.
Si bien fueron Cochabamba y Santa Cruz los bastiones más
fuertes del federalismo, esta idea se gestó en La Paz mucho antes del conflicto
de 1899, con agrupaciones como la Sociedad Federal. Además importantes jefes
del partido Liberal también se proclamaban federales. En un panfleto titulado
“La Política Liberal”, escrito por el jefe del Partido Liberal, Eliodoro
Camacho, en 1887, este afirmo: “Como cumbre que corona la cima, como remate de
esta elaboración política, viene la federación…”. Otro ejemplo de las alusiones
de los miembros del Partido Liberal al federalismo las encontramos tan temprano como en 1884, cuando Flavio López
se dirige a sus electores en la
provincia Muñecas diciendo entre otras cosas: “Pasemos nosotros por los
injustos actos cometidos contra el Partido Liberal, pues no debe ser otra
nuestra tendencia, que para ver en Bolivia implantando el principio de la ley, llamándolo
a fraternidad de todos los ciudadanos, los que tenemos la honra de levantar la
bandera federal…”.
Oruro fue otra ciudad defensora de las ideas federalistas, a
la cabeza de Adolfo Mier. Ya en 1887, este personaje presento un sólido
proyecto de reforma constitucional que fue rechazado por el presidente Gregorio
Pacheco y con anterioridad el Concejo Municipal de Oruro había manifestado
abiertamente su necesidad de autogobierno. En diversos discursos, Adolfo Mier
apelo a los sentimientos de sus compatriotas para exhortarlos así:
“Los centros poblados
de un Estado cuando más numerosa es su población necesitan las leyes y
gobiernos locales más o menos complicados. Tal es la razón incontrovertible del
régimen federativo en las repúblicas democráticas, solo así puede darse el
gobierno del pueblo. El gobierno unitario es la abdicación de esos derechos,
por eso es que solo déspotas a los que pretenden ser, son enemigos de la federación…”(Citado
en José Luis Roca. Fisonomía del regionalismo boliviano. La Paz, Plural
Editores. 1999).
El federalismo tuvo una amplia difusión. Además entre los años 1881 y 1898 salieron en
la prensa boliviana estudios y ensayos sobre la pertenencia del sistema
federal.
La lucha directa de la eclosión social que se inició en
diciembre de 1898 fue la lucha partidaria por el poder entre liberales y
conservadores. Aprovechando su creciente popularidad política y explotando muy
bien su papel de víctimas de los vicios eleccionarios cometidos durante 20
años, los liberales rompieron la posición de respeto al orden establecido y utilizaron
hábilmente los descontentos regionales acumulados, adhiriéndose a su causa
sectores que se sentían marginados del sistema político, por ejemplo, los que
promulgaban ideas federalistas y descentralizadoras a nivel de los poderes
locales. A ello se sumaron los conflictos de tipo estructural, que tenía que
ver con la creciente importancia económica de las ciudades de La Paz y Oruro, a
partir de la fortalecida élite criollo-mestiza y extranjera relacionada con el
comercio y la minería del estaño.
Los conflictos que dieron pie a la reacción paceña
comenzaron dos meses antes de iniciarse la guerra civil (diciembre de 1898),
cuando el diputado paceño Isaac Campero presento un proyecto constitucional
para modificar la forma de gobierno. Este proyecto pretendía convertir a
Bolivia en un país federal con la denominación de “Estados Unidos de Bolivia”.
El diputado orureño Modesto Vásquez y luego el paceño Abel Iturralde alegaron
en la cámaras que el departamento de La Paz “lo único que deseaba es ser
atendido debidamente para satisfacer con holgura sus grandes necesidades”. En
las sesiones del 12 y 1 de noviembre de 1898, el mismo Iturralde destaco: “La representación
chuquisaqueña tiende a deprimir al departamento de La Paz, que no recibe la acción
benéfica del poder central, por eso queremos separaros de ese poder, queremos
formar un cuerpo autónomo con leyes propias, queremos expandirnos de una manera
eficaz atendiendo a nuestras necesidades, queremos ser grandes mediante nuestro
trabajo”. Un día después, la brigada paceña presento de manera directa un
proyecto de reforma del artículo 1 de la Carta Magna, con el nombre de Unión
Federal Boliviana. De esta forma, la brigada paceña, a través de sus diputados,
abrazo de manera publica la causa federal.
Finalmente el 14 de mes de noviembre de 1898 quizá intuyendo
el declive definitivo del sur, los diputados pro-Chuquisaca sesionaron y
sancionaron la llamada Ley de Dedicatoria. Los senadores y diputados paceños
abandonaron el Congreso en señal de rechazo.
A continuación vendría la violencia, primero protestas en la
Paz al conocer la ley sancionada en Sucre, y posteriormente el terrible enfrentamiento
entre Chuquisaca y La Paz. La última terminaría ganando, pero nunca pondría en práctica
el federalismo, al contrario término concentrando el más recalcitrante centralismo
en la ciudad de Paz, prosiguiendo de esta manera con el acostumbrado abandono y
desigualdad de las demás regiones.
Hay un error en los datos planteados, en el penúltimo párrafo dice "Ley de Dedicatoria", pero es "Ley de Radicatoria".
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