Imagen: Soldado del regimiento boliviano“Bolívar 1º de Húsares” o
“Húsares de Bolivia”.
ORGANIZACIÓN DEL REGIMIENTO
Citando al chileno Patricio Greve Moller en su obra La Caballería
Boliviana en la. Guerra del Pacifico (1879-1884) podemos señalar que:
A la caída de Melgarejo, el antiguo escuadrón “Sucre”, que después
se llegó a llamar “Olañeta, pasó a ocupar el primer puesto en importancia entre
las unidades de caballería boliviana, y su denominación fue “Bolívar 1º de
Húsares”.
La unidad participo en varias intentonas golpistas, y al
subida al poder de Hilarión Daza en 1876; este cuerpo se mantiene de guarnición
en la ciudad de La Paz, pero también es trasladado a otras ciudades hasta el
estallido de la denominada Guerra del Pacifico.
Iniciado el conflicto, para a formar parte de la 1º División
del ejército boliviano, del general de división Carlos de Villegas; siendo
comandado el cuerpo por el coronel Julian Maria López; con una dotación de 30
oficiales y 251 soldados.
El 18 de abril de 1879, sale de La Paz. Sigue penosísima marcha
a través de la cordillera de los Andes, cruzando los ríos Desaguadero y Mauri,
para caer al valle del Caplina, por el Tacora, Calientes, Pachía, Calana y
Tacna; entrando en la ciudad el 30 de abril.
El 15 de mayo sale por tren a Arica y de ahí, el 17, a pie
hasta Pisigua; luego se traslada al cantón de La Noria (Pozo Almonte y alrededores),
donde permanece los meses de junio hasta principios de noviembre. La división boliviana
pasa a constituir la 4º División aliada del Ejercito del Sur, al mando del
coronel don Justo Pastor Dávila.
Para el 4 de noviembre, recibe órdenes de avanzar a Agua
Santa, a contener a los dispersos que huyen por la pampa desde Pisagua. Para el
día 6; un escuadrón marcha con el grueso de las fuerzas aliadas en Tarapacá,
con destino a Pozo Almonte, lugar de concentración; mientras el segundo escuadrón
en unión con un par peruano permanece cubriendo la retaguardia, en la oficina
salitrera de Germania, cantón de Agua Santa.
El mismo día las fuerzas aliadas se encuentran en la
vanguardia chilena de Pisagua, enfrentándose en un fiero combate, que termina
con la disolución y dispersión de los aliados.
El 12 de noviembre, marcha en grueso de la agupacion Buendia
desde Pozo Alomonte hasta Dolores, via Peña Chica, Peña Grande, oficina San
Andres, Agua Santa, Negreiros, Santa Catalina y Porvenir. El regimiento forma
parte del tercer escalón, como reserva, siendo la retaguardia del grupo.
(Sic) Patricio Greve Moller La Caballería Boliviana en la. Guerra del
Pacifico (1879-1884).
A decir de Patricio Greve Moller:”En la batalla de Dolores o San Francisco, el 19 de noviembre, el cuerpo
boliviano no tiene participación directa en el combate, dispersándose tras la
refriega hacia Bolivia.”
Consumado el desastre de San Francisco, el coronel López
pudo reunir alrededor de 80 hombres y volver con ellos a La Paz, alojándose en
el palacio de gobierno. Tras un intento de rebelión fallido, sofocado por las
armas. Tras estos sucesos, el “Bolívar” pasó a ser comandado por el coronel
Deterlino Echazu, quien lo reorganizo, instruyo y disciplinó merced a la energía
de su carácter y sus dotes organizadoras.
El año 1882 lo recibe en mando el coronel Claudio Rada. Como
una división chilena amaga el altiplano, el “Bolívar” fue a situarse en Guaqui,
como avanzada.
Firmada la tregua el 4 de abril de 1884, es desmovilizado, refundiéndose
con el regimiento “Húsares de Rocha”, mediante orden general dictada el 23 de
septiembre de 1885, tomando la denominación de regimiento “Bolívar Voluntarios
del Rocha”, al mando del coronel La Faye.
EL COMBATE DE PAMPA DE GERMANIA
Existen dos ópticas con respecto a este combate, está la óptica
peruana y la chilena.
Por ejemplo el peruano Mariano Felipe Paz Soldán en su obra Narración
histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia, con respecto al combate
de Pampa de Germania señala: El 6, un escuadrón chileno de avanzada al mando del Coronel
J. Francisco Vergara, llego a Agua Santa y horas después le siguió a Dolores
una pequeña división de infantería. El escuadrón se encontró con una avanzada de
50 bolivianos, y 14 peruanos, al mando del Teniente Coronel José Ventura Sepúlveda,
la cual fue sorprendida y destrozada, por no haber atendido los avisos del C. Manuel
Masías, quedando muertos en el campo Sepúlveda, y 60 de su tropa, y 4 prisioneros.
«Excepto el Teniente Boliviano Emilio Gomez, a quien se le libro como trofeo de
este pequeño triunfo, los demás oficiales sucumbieron todos bajo los sables
afilados a molejon de los terribles Cazadores. Todo lo demás fue una matanza,
desdichadamente no evitada por el encarnecimiento natural de los soldados, y por
qué es difícil en una dispersión reunir uno a uno a los que se rinden. Por otra
parte la caballería Chilena esta avezada a la cruel guerra de Arauco, donde no
se da ni se recibe cuartel» (Blbl. 104. II. Pág. 793.) Espantosa confesión de
un chileno que explica el por qué de la cruel matanza que se hace de los prisioneros.
Es difícil reunir uno a uno a los que se rinden». El número de muertos chilenos
no paso de tres, y de 6 el de los heridos, contra sesenta y tantos muertos de
los peruanos, entre estos los oficiales Puente Arnao, Mazo, y Loza; es cierto
que el Jefe principal fue el inhumano J. Francisco Vergara, quien después lo
veremos repetir actos igualmente crueles. (Sic) Felipe Paz Soldán. Narración
histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia.
El también peruano Jorge Basadre por su parte afirma: “En un reconocimiento que hicieron en Germania, en la línea
del ferrocarril y en la zona de Agua Santa, posición importante dentro del
camino de Iquique a Arica y el valle de Tiviliche, unos 175 soldados chilenos
de caballería mandados por un coronel [José Francisco Vergara Etchevers] y
espléndidamente montados, hallaron a unos 94 hombres pertenecientes a la
retaguardia de las tropas que habían combatido en Pisagua, armados sólo con
carabinas y en pobres cabalgaduras. Simularon los invasores una retirada para
luego atacar y masacrar a sus adversarios. Quedaron muchos muertos en el campo
entre ellos el jefe peruano teniente coronel José Buenaventura Sepúlveda. Ni
uno solo era chileno. Episodio incidental, poco importante en relación con
tantos acontecimientos notables; pero lúgubre augurio sobre lo que ocurriría en
las campañas terrestres”. (Basadre, Jorge. 1968-70. Historia de la
República del Perú.)
Por otro lado el inglés James Thomas Humberstone un Ingeniero
Químico que había llegado a Pisagua, Peru, y para el momento en que las fuerzas
chilenas invadían territorio peruano él se encontraba a cargo de una oficina salitrera
en Agua Santa. Tuvo que huir desesperada y rápidamente, tiempo después dejó
plasmado en un relato. Se titula Huída de Agua Santa en 1879 y fue
publicado por la Editorial chilena Andrés Bello en 1980.
De ese relato tomamos una pequeña parte referida al combate
de Pampa Germania, y sigue así: En la tarde ensillé mi caballo y bajé al pueblo para
despedirnos de don Gregorio y para darle las gracias por sus muchas demostraciones
de bondad; estaba alistándose para partir a otra quebrada menos accesible. No
quiso aceptar pago alguno, al contrario, me regaló una botella de pisco y
varias botellas vacías para llevar agua. Volví a la casa, donde nos servimos
una comida temprano y nos retiramos a descansar sobre lo poco que quedaba sin
empaquetar.
Alrededor de la medianoche sentimos golpes en la puerta y
despertamos sobresaltados; era el Gobernador acompañado de una pequeña
escolta. Dijo que una división de caballería chilena venía en dirección a Tarapacá
y que estábamos en extremo peligro. La noticia la había traído un puñado de soldados
peruanos, los únicos sobrevivientes de un combate de caballería cerca de Agua
Santa. Traía a uno de ellos para que me contara lo que había sucedido; el
pobre hombre, demostrando aún su cansancio y terror, nos contó su historia:
La unidad a la cual él pertenecía estaba acantonada en Pozo
Almonte. El día 4, toda la brigada del coronel Dávila, reforzada por la
guarnición de La Noria, había partido hacia Agua Santa para reunirse con las
tropas de Buendía. Por dificultades de transporte no había llegado más allá de
la Oficina Peña Grande. Dos patrullas, una peruana y una boliviana, unos 60
hombres en total, fueron enviados adelante y llegaron a Agua Santa esa misma
tarde. Temprano, a la mañana siguiente, Buendía prendió fuego a la oficina y
partió en dirección de Peña Grande, dejando las patrullas en la Oficina
Germania, cerca de Agua Santa.
En la tarde del día 6 se divisó a un grupo de exploradores a
caballo en las cercanías de Dibujo (ahora Aurora). Reconociendo que eran del
enemigo, las patrullas salieron a interceptarlos. Los chilenos dieron media
vuelta en aparente fuga, pero luego volvieron a hacer frente disparando sus
carabinas y, en seguida, cargaron seguidos de otro grupo que había estado
escondido a retaguardia. Los aliados, tomados por sorpresa, resistieron el
primer choque, pero fueron arrollados y se dieron a la fuga, perseguidos de
cerca por los chilenos. Unos pocos lograron esconderse detrás de un cerro
(probablemente Progreso) y el resto fue masacrado. El hombre estaba bien
seguro que la caballería chilena era la vanguardia del ejército de Dolores que
avanzaba hacia nosotros, y terminó diciendo: “Váyase, patrón, esos hombres son
unos salvajes”.
Se retiraron los soldados y el Gobernador se quedó un rato
conversando con nosotros a la luz de las velas. Creía que se trataba de una
columna exploradora y estaba resuelto a defender el pueblo con los elementos
que tenía, en último caso batiéndose en retirada hacia el interior. Nosotros
éramos de opinión que sería más prudente autorizar al Alcalde para rendirse y
así evitar el saqueo, pero estaba decidido y tenía el presentimiento que
moriría en Tarapacá.
Al tiempo de despedirse me entregó una billetera con dos mil
soles peruanos y me rogó que los hiciera remesar desde Arica a su hermana en
Lima. Al mismo tiempo me presentó un “salvoconducto”, lleno de timbres y
sellos, que había hecho confeccionar porque sabía que en nuestro grupo había
damas chilenas que podrían ser molestadas. Le agradecí ese gesto asegurándole
que todos íbamos armados y dispuestos a defendernos en caso necesario. (Por
supuesto no tuvimos ocasión de usar nuestras armas, salvo para dar el tiro de
gracia a un animal herido). En todo caso le prometí que saldríamos de Tarapacá
en cuanto pudiéramos, porque para nosotros era muy distinto hacer frente a los
chilenos en nuestra propia oficina que vernos envueltos en una escaramuza en un
pueblo peruano. (Santiago Humberstone, "La Huida de Agua Santa")
VESTUARIO Y EQUIPO DEL REGIMIENTO
Parten a la guerra vestidos con un uniforme similar a los “Granaderos
a Caballo” de Chile, lo que para el combate de Pampa Germania o Agua Santa, el
6 de noviembre de 1879; causa confusión en los escuadrones chilenos.
Este vestuario está provisto de una chaqueta corta o blusa
de paño azul marino, con vivos rojos al término de las bocamangas, en el cuello
y pretina frontal; esta última con una hilera de botones de bronce. Los
pantalones son de paño rojo con tira azul en la costura. Calzan botas
granaderas largas de cuero negro. Llevan terciado la bandolera blanca con
cartuchera negra en la espalda, provista de un sol dorado al frente. Visten
camisa blanca.
El kepi es de paño rojo, a la francesa, con banda azul
oscuro y vivos del mismo color; posee un sol de bronce al frente como
distintivo. En ocasiones lleva cubrenuca blanco para protegerse de los rayos
solares en el desierto.
Como armamento, al inicio de la guerra, utilizan la carabina
norteamericana Spencer modelo 1865, de repetición en magazin tubular de 7
tiros, calibre 0,56x50 Spencer. Con nuevas partidas de armamento recibidas por
los aliados, cambian a la carabina norteamericana Rémington modelo 1871,
monotiro, calibre 11,15x58R mm. Complementa su armamento, el sable pesado francés
de hoja ancha, provisto de tiros negros engarzados en su cinturón negro por
argollas. Los oficiales portan revolver de diferente procedencia en cartucheras
de cuero negro al costado derecho del cinturón.
Fuentes:
Jorge Basadre. 1968-70. Historia de la República del
Perú. Editorial Universitaria, vol. VIII.
Mariano Felipe Paz Soldán. 1884. Narración histórica de la guerra de Chile
contra el Perú y Bolivia.
James Thomas Humberstone. Huída de Agua Santa en 1879 / Editorial
Andrés Bello en 1980.
Patricio Greve Moller / Caballería Boliviana en la Guerra
del Pacifico. 1879-1884.
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