El general Luis García Meza, comandante en jefe de las
Fuerzas Armadas bolivianas, asumió esta madrugada el poder en Bolivia y formó
una Junta de Gobierno, tras el triunfo de un golpe de Estado militar iniciado
ayer en la guarnición amazónica de Trinidad. Al golpe se unieron luego las
principales guarniciones militares. La Junta Militar quedó compuesta por García
Meza, del ejército de tierra; el general Waldo Bernal, de la fuerza aérea, y el
almirante Oscar Terrazas. El Gobierno y la presidenta Gueiler fueron detenidos
por fuerzas paramilitares vestidas de paisano. Hernán Siles Zuazo, el candidato
más votado en las recientes elecciones, fue herido, al igual que el dirigente
obrero Juan Lechin. La central Obrera Boliviana hizo un llamamiento a la huelga
general. En La Paz fueron levantadas barricadas.
Un golpe militar, iniciado en la guarnición amazónica de
Trinidad, se consumó ayer en Bolivia. La presidenta Lidia Gueiler y todos los
miembros del Gobierno civil fueron detenidos por fuerzas paramilitares, vestidas
de paisano, que ocuparon el palacio presidencial, en La Paz. La Central Obrera
Boliviana, cuyo líder, Juan Lechín, habría sido también detenido, ha lanzado un
llamamiento a la huelga general.Los militares que iniciaron la sublevación en
Trinidad, encabezados por el coronel Francisco Monroy y el capitán de fragata
Adelino Rivero, justificaron su sublevación en la defensa de la integridad
territorial y en la existencia de un presunto fraude en las elecciones
generales del pasado 20 de junio. «Impediremos que Bolivia se convierta en
satélite de la URSS, China o Cuba», se afirma en las proclamas difundidas por
los golpistas a través de las principales emisoras de radio bolivianas, que
fueron ocupadas por personal paramilitar armado.
El vencedor de las elecciones recientemente celebradas,
Hernán Siles Zuazo, cuyo partido de centro-Izquierda, Unión Demócratica Popular
(UDP), obtuvo la mayoría relativa en el Parlamento, ha pasado a la
clandestinidad, al parecer, después de haber resultado herido. Igual medida han
adoptado los principales dirigentes políticos bolivianos.
El movimiento de sublevación se extendió rápidamente desde
Trinidad a las principales guarniciones del país, empezando por Santa Cruz,
base del II Cuerpo de Ejército -la principal fuerza militar de Bolivia-, y
siguiendo por los acantonamientos de las fuerzas armadas situados en la
frontera con Brasil. Se da la circunstancia de que el jefe del Estado Mayor del
Ejército, Luis García Meza, habría visitado días atrás Brasil, presuntamente
para buscar apoyos a un levantamiento militar que impidiese el acceso al poder
a los vencedores de las elecciones, según afirman versiones, no confirmadas,
difundidas en Sao Paulo.
La víspera de la sublevación, es decir, el miércoles, el
general García Meza visitó la guarnlción de Trinidad, ciudad adonde se desplazó
en una avioneta particular por «razones estrictamente privadas». Una vez puesta
en marcha la rebelión militar en la citada localidad en la madrugada del jueves
García Meza se trasladó a Santa Cruz y, posteriormente, a La Paz, donde se
reunió inmediatamente con los altos mandos castrenses para analizar la
«evolución de los acontecimientos».
Previamente a la ocupación del palacio presidencial, donde
la presidenta Lidia Gueiler había reunido urgentemente a su Gobierno, fueron
escuchadas detonaciones en el centro de La Paz.
LOS SINDICATOS BOLIVIANOS DESENCADENAN UNA HUELGA GENERAL
Cuando llegaron las primeras noticias de la sublevación de
Trinidad se reunió urgentemente la COB, que lanzó un llamamiento a la huelga
general y pidió que los campesinos bloqueasen las carreteras. El Comité de
Defensa de la Democracia, que agrupa a las fuerzas políticas democráticas y
sindicales, celebró también una reunión de urgencia y se sumó al llamamiento de
la COB, al tiempo que pedía a las fuerzas armadas que rechazasen la subversión
militar y reclamaba la solidaridad internacional en defensa de la democracia
boliviana. Inmediatamente después se produjeron conatos de resistencia civil en
varios puntos de La Paz, donde fueron levantadas barricadas.Según informaciones
procedentes de La Paz, las calles son recorridas constantemente por patrullas
militares que ocupan los centros neurálgicos de la ciudad. Siempre según estas
noticias, se han producido tiroteos esporádicos y enfrentamientos entre
manifestantes contrarios al golpe y grupos paramilitares armados. Las
comunicaciones telefónicas internas han sido interrumpidas y cerrados los
principales aeropuertos.
Esta sublevación militar tiene como fin cortar el proceso
democrático abierto por las elecciones de junio. Para el próximo 3 de agosto
estaba prevista la reunión del nuevo Parlamento boliviano, que debía elegir
presidente de la República, ya que el triunfador, Siles Zuazo, a pesar de su
claro triunfo electoral, no había conseguido el número de votos requeridos para
la designación automática.
El reparto de escaños en la Asamblea Legislativa, donde el
partido de Siles (la UDP, centroizquierdista) tenía la mayoría relativa, así
como la posibilidad de colaboración del Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR, centro-derecha), y el apoyo de otras fuerzas de izquierda, hacían
presumir el triunfo de Siles.
El vicepresidente electo de Bolivia, Jaime Paz, que se
recupera de las heridas de un accidente de aviación ocurrido durante la campaña
electoral -cuyas circunstancias están por aclarar y hacen sospechar que se
trató de un atentado-, declaró en un hospital de Washington que «el
levantamiento militar es la expresión de la lucha de la delincuencia política
de la minoría civil y militar».
Una vez celebradas las elecciones de junio, grupos
ultranacionalistas, que apenas alcanzaron el 2% de los votos, pretendieron
imponer la tesis de que había habido fraude electoral. El tribunal electoral
rechazó estas alegaciones.
Semanas antes de los comicios, sectores militares intentaron
imponer a la presidenta Gueiler la anulación de las elecciones. Llegaron
incluso a ocupar el palacio presidencial y aménazar con llevar a cabo un golpe
de Estado. La advertencia lanzada por el Gobierno norteamericano a los
militares bolivianos contra cualquier alteración del proceso democrático
contribuyó a frenar los intentos golpistas.
*Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes,
18 de julio de 1980.
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