14 de Julio de 2015 / artículo publicado originalmente en www.ahoradigital.net
Los archivos de los periódicos de La Paz de hace siete décadas permiten ver
cómo fue vivida y comentada la creación de la ONU desde Bolivia. La nueva
institución nació sobre las cenizas de la Liga de las Naciones, creada después
de la Primera Guerra Mundial y disuelta después de la Segunda, que no supo
prevenir. El hecho fue recibido en el país con esperanza y escepticismo al
mismo tiempo.
“¡A rey muerto, rey puesto!”, sentencia un comentario firmado por las iniciales
J.L.C. en el diario paceño La Razón. “Fenecida la pomposa Liga de las Naciones,
y tras sus funerales, cantados en todos los idiomas, el mundo se apercibe a
saludar el nacimiento de su sucesora en el reinado de la esperanza: la
Organización de las Naciones Unidas, sin los vicios y taras que llevaron a la
anterior al desastre”. Es decir, según el misterioso J.L.C., “sin repetir el
aislacionismo, como causa de la anemia y debilitamiento del organismo
internacional; evitar el predominio unilateral de una o varias potencias, que
fomenten la desunión y la desconfianza; adoptar previsiones prácticas para
poner coto a las infracciones, antes de que sea demasiado tarde y la sanción
signifique una guerra”. En conclusión, el analista escribe: “Por los cimientos
se puede juzgar de la envergadura de una obra. Y por estas sesiones
preparatorias, por el clima de cordialidad mayor o menor que en ellas
predomine, podremos juzgar las perspectivas de la organización por nacer”.
En 1945 no funcionaba el Congreso en Bolivia, sino una Convención Nacional
encargada de la redacción de una nueva constitución. Fue aquella la que recibió
la flamante Carta de las Naciones Unidas para su evaluación y aprobación. El 3
de octubre, el honorable convencionista Camacho explicó que la Carta contiene
“un fondo de grandes proyecciones humanitarias, con artículos de pura nobleza y
de gran democracia (...) pero este documento no pasa de ser uno más de puro
lirismo en la historia internacional de los pueblos”. También argumentó que
“las grandes potencias son las primeras en quebrantar tal línea de conducta
demostrando deseos de imperialismo desorbitado, lo que está reñido con los
principios nobles de la democracia, dando así un mal ejemplo a las pequeñas
potencias”. Pero el convencionista Camacho fue de los pocos en criticar la
Carta. La polémica se centró más bien sobre la ausencia del Canciller durante
el debate y la votación. “La presencia del Canciller es un formulismo”, dijo el
honorable Lazo de la Vega, y el honorable Arce añadió que “no debe ponerse
argumentos dilatorios a la aprobación de la Carta”, según relata El Diario. El
3 de octubre de 1945, la convención nacional boliviana aprobó la Carta de la
ONU, que debía contar con la ratificación de 30 naciones para entrar en
vigor.
Alternativa polémica
En la misma época, en Dublín, ciudad estadounidense, un grupo de ciudadanos
convocados por el juez jubilado Roberts, propusieron una “modificación drástica
de la carta de las Naciones Unidas o la convocación de una asamblea
constituyente mundial”. Consideraban que la carta de las Naciones Unidas estaba
“pasada de moda” y sugirieron como alternativa la creación de un gobierno
federal mundial, con “limitada pero definitiva autoridad para prevenir la
guerra y preservar la paz”. Esa propuesta alternativa, formulada por “un
magistrado jubilado de la Suprema Corte de EE.UU. y un grupo de hombres y
mujeres, eminentes en funciones del pensamiento, aunque desprovistas de investidura
oficial”, mereció los aplausos de la página editorial de La Razón: “el posible
empleo futuro de la bomba atómica atormenta a los personajes de Dublín, pero
ese peligro desaparecería con la federación y la organización de un poder
central, único autorizado a disponer de una fuerza militar poderosa”. La Razón
veía en esta propuesta un “paso teórico avanzado” en relación a la carta de la
ONU, percibida como “un instrumento que no es perfecto sino perfectible”.
Ubicación de la sede
Un cable de United Press, publicado por La Calle, informaba sobre las razones
que dio, en Londres, el Comité Ejecutivo, para fundamentar su recomendación
para que la sede de la ONU estuviera en Estados Unidos (por nueve votos a
favor, tres a votos en contra y algunas abstenciones): “primero, garantía
contra los desórdenes políticos locales, segundo, un mundo nuevo para las
nuevas esperanzas de que la segunda tentativa de la liga de la paz
internacional tendrá éxito y tercero, la facilidad de las comunicaciones y
disposiciones de espacio para gigantes instalaciones”, resumió el delegado
chino Victor Hoo. “¡Objeción!”, hizo saber el delegado francés, quién argumentó
que la sede no debía hallarse en el territorio de ninguna de las potencias
mundiales, para evitar “influencias indebidas”.
Un subcomité conformado por los jefes de cinco naciones latinoamericanas
(incluyendo a Carlos Salamanca de Bolivia, además de los representantes de
Brasil, Perú, Panamá y Cuba) se encargó de estudiar las proposiciones
latinoamericanas sobre dónde convenía ubicar la sede de la ONU. De hecho,
Salamanca participó solo, o con el apoyo de algún funcionario de la Legación de
Bolivia en Londres, en cuatro de las siete comisiones preparatorias de la ONU
en Londres (Asamblea General, Consejo de Seguridad, Consejo Económico,
Mandatos, Legal, Finanzas y finalmente la comisión encargada con las gestiones
de liquidación de la Liga de las Naciones).
No sabemos cuál fue el deseo de Salamanca y del gobierno boliviano. Pero, eso
sí, filtró la información de que “los delegados del Medio Oriente y de algunos
países latinoamericanos, especialmente el Brasil y Uruguay”, manifestaron su
preferencia para que la sede se establezca “más cerca a Europa”. En sus
“conversaciones extraoficiales”, el corresponsal de la agencia AP escuchó
mencionar como posibles opciones de sede a Bruselas, Luxemburgo, Copenhague y
Niza. En otro cable, firmado por la periodista Flora Lewis desde Londres, se
habla más bien de El Cairo, La Habana y Tánger. “La cuestión de reinstalar la
organización internacional de la paz en Suiza, donde la antigua Liga de las
Naciones tenía su local en Ginebra, no ha merecido atención seria”, dijo un
portavoz británico. Las delegaciones inglesa y holandesa se pronunciaron en
favor de una amplia internacionalización de la sede, y destacaron que el país
que haga de “anfitrión” no deba impedir en manera alguna que una persona o
representante tenga acceso a la jefatura “por el hecho que el país que haga de
anfitrión no esté de acuerdo con sus puntos de vista”. En la propuesta del
delegado francés, el Consejo de Seguridad y acaso la Asamblea General podrían
reunirse en Estados Unidos, mientas que el consejo social y económico podría
concentrarse en Europa. El delegado norteamericano, Adlai Stevenson, argumento
que “no se obtendrá beneficios de dejar a las Naciones Unidas sin hogar durante
su primer año de funciones”. Al final, sabemos que el Secretario General, la
Asamblea General y el Consejo de Seguridad están ubicados en Nueva York
(EE.UU.)
¡Ya está!
La Organización de las Naciones Unidas entró en vigencia el 24 de octubre.
“Este es un día memorable para los pueblos amantes de la paz de todas las
naciones”, declaró desde Washington el secretario de Estado de EE.UU., James
Byrnes, en una nota reproducida en La Calle. Otro periódico paceño, El Diario
añadía, con mayor precisión, que la ONU comenzó su vida oficial a las “4h30 de
la tarde” del 24 de octubre: “según la opinión corriente se elegirá a algún
destacado estadista para el cargo de Secretario General de la ONU” (el primero
fue el británico Gladwyn Jebb por un corto mandato transitorio de tres meses, y
luego el noruego Trygve Lie desde 1946 hasta 1952).
En una columna de opinión titulada “el intríngulis de las Naciones Unidas” y
publicada en La Razón, el diplomático boliviano –y eventualmente canciller de
la República-- Enrique Finot compartía con los lectores su análisis sobre el
balance de los poderes en la flamante institución: “se diría que las naciones
pequeñas se debaten para conseguir que se las considere, si no en un pie de
absoluta igualdad, por lo menos en condiciones de relativa consideración para
sus intereses y derechos”. Finot se refería al “derecho de veto que se
asignaron las potencias más poderosas” en la propuesta de “un Consejo que sería
algo más que el Poder Ejecutivo de las Naciones Unidas, consejo compuesto de
las grandes potencias por derecho propio”. También hace eco a la proposición de
Cuba, para que todas las naciones tengan representación en el comité directivo
de la asamblea, mientras que las grandes potencias insistían estuviera
compuesto por solamente 14 miembros. Finot criticaba el “secreto en que las
grandes naciones desean mantener las deliberaciones del comité de seguridad (…)
que se reputa contrario al interés y a la dignidad de los pequeños estados.
Quién sabe si en tales condiciones la intervención de las naciones menos
favorecidas serviría para atenuar los choques entre los estados que detengan
los mayores recursos del poder y de la fuerza”.
Problemas logísticos
Los problemas no pueden faltar en la creación de una organización de
envergadura mundial. ¿Invitaremos a todos, o restringiremos la participación?
¿En virtud de qué criterios? La comisión de credenciales de la conferencia de
la Oficina Internacional del Trabajo de la ONU (la OIT, originalmente creada
por la Liga de las Naciones), reunida en Paris , determinó no tener la
autoridad para excluir a los delegados del gobierno argentino de Juan Domingo
Perón, acusado por el delegado de los obreros de México, de “fundarse sobre las
teorías políticas de Hitler”. La delegación argentina, presente, no hizo uso de
la palabra. Según un cable de Associated Press, “algunos delegados opinaron que
es posible que la Unión Soviética realice nuevas maniobras para impedir que la
Argentina ingrese” al Comité Ejecutivo de la Organización de las Naciones
Unidas, encargado de ultimar los preparativos para la Asamblea General.
Y esa famosa primera Asamblea General en la historia de la institución, ¿cuándo
debería llevarse a cabo? “Más tarde”, responde en inglés el anfitrión. “Siempre
se produce una gran afluencia de público en Londres en los días de Navidad, lo
que no permitiría alojar cumplidamente a los delegados”, advertía el delegado
británico Webster. “El mundo se encuentra esperando que el Consejo de Seguridad,
el Consejo Económico y Social y la Corte Internacional empiecen a funcionar.
Las vacaciones de Navidad y Año Nuevo tienen importancia secundaria comparadas
con la necesidad de organizar (la ONU) este mismo año”, remarcó el delegado de
Estado Unidos, Stettinius.
Finalmente, ¿en qué lenguas debería comunicarse el flamante coro internacional?
Ecuador pretendía que el español fuera admitido entre los idiomas oficiales de
la ONU, en contraste con lo que ocurrió en la Liga de las Naciones. Comentario
del comentarista boliviano Finot: “En Ginebra (sede de la Liga) se escucharon a
veces discursos en francés de Sudamérica, que provocaban las burlas de los
europeos que hablaban sus propias lenguas. Algún delegado paraguayo llegó a
referirse al representante de Bolivia con estas palabras que disfrazaban su
desprecio: ‘injerto de doctor de Chuquisaca y de actor de la Comedia
Francesa’”.
En definitiva, la Segunda Guerra Mundial había finalizado y un viento de
optimismo soplaba sobre el planeta. Una comisión de la Organización de
Alimentos y Agricultura de las Naciones Unidas, reunida en la ciudad de Quebec
(Canadá), declaró que “ya no es una utopía, sino una posibilidad práctica”, la
perspectiva de eliminar una gran parte del hambre que existe en el mundo “en el
curso de algunos años”, añadiendo que este propósito se debe “a los procesos
científicos realizados en la producción de alimentos”.
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