Por: Carlos Ponce Sangine. // Foto: Iglesia Virgen de Candelaria Samaipata.
Un prestigioso autor señaló que compete a Alcide Dessalines
d'Orbigny el mérito de haber difundido en los círculos científicos la
existencia de las ruinas precolombinas de Samaipata2. Anotició al
respecto el esclarecido viajero francés en su voluminosa obra consagrada al
relato de sus andanzas por Suramérica, empresa de envergadura que implicó nada
menos que ocho años a contar de mediados de 1826. Emprendió una genuina proeza,
exhibiendo en todo instante tenaz firmeza y valentía a cualquier prueba,
recorriendo 3.100 kilómetros de norte a sur y 3.600 de este a oeste3. Disponía para
el efecto de recursos pecuniarios limitados, 6.000 francos de emolumento anual,
que fueron reforzados por una suma adicional de otros 3.000 otorgados par lapso
parcial y procedentes de fuente privada para sustentar sus vagarosas jornadas4. Culminó con
pleno éxito el cometido, gracias a su salud de acero y a su disciplina
ejemplar. Atravesó parajes peligrosos, insalubres y malsanos, con entera confianza.
"Me creía invulnerable", confesó con extrema sencillez.5 Configuró
sus estudios no sólo con dedicación absoluta sino también con amor por sus
inquisiciones. De ahí que el arribar al Nuevo Mundo exclamara: "Nada me
faltaba para ser feliz... Estaba en América".6 D'Orbigny
tuvo la precaución de preparar con calma su peregrinación durante varios meses,
a fin de documentarse de manera cumplida. Sensiblemente su instrumental era
reducido, circunscribiéndose a unos barómetros, que después le ocasionarían
aventuras dignas de novela en las inmediaciones de Montevideo, a causa de la
ignorancia de los soldados brasileños en campaña por allí7. Por supuesto,
disponía de material adecuado para recolectar especímenes botánicos y
zoológicos.
En abril de 1830 penetró a territorio boliviano y desde entonces
deambuló con infatigable constancia por todos los rincones del mismo. Así, el 5
de noviembre del merituado año se introdujo en la localidad de Samaipata y gozó
de la hospitalidad maravillosa de sus moradores hasta el 9, en que se marchó en
búsqueda de la capital cruceña8. Durante su
corta permanencia hizo raudo paréntesis a sus estudios y tuvo ocasión de
alternar en agradables veladas. Con anterioridad había seguido la ruta que atravesaba
por Mizque y los villorrios de Pocona, Totora, Chilón y Pampa Grande9.
En esta oportunidad, el perspicuo viajero galo se vio
privado de contemplar las ruinas y se hizo la promesa de examinarlas a su
retorno. Las persistentes lluvias constituían severo escollo, dado que la
temporada era sobremanera pluviosa. Aún hoy en día las páginas del Viaje a
la América Meridional, obra compuesta de once tomos y que apareció en
letras de molde hacia 1844 (traducida no en su integridad al castellano un
siglo más tarde), reflejan y trasuntan emoción10. Al
repasarlas se percibe la belleza de las descripciones, trazadas con la maestría
de un legítimo artista de la expresión literaria. Además, d'Orbigny se mostró
extraordinariamente perspicaz en ellas, las troqueló con finura y sutileza en
el detalle, explicable quizá en razón de que montado en su cabalgadura podía
avistar y avizorar las peculiaridades paisistas con detenimiento por la
lentitud del medio de locomoción empleado y aprisionar en la memoria pormenores
que en la hora actual escapan al observador por la mayor rapidez de
desplazamiento del vehículo que conduce. A la salida de Samaipata vislumbró a
distancia la silueta imponente del cerro en cuyo vértice se hallan enclavados
los vestigios prehispánicos que promovían su curiosidad, y al anochecer, cuando
terminaba la jornada, paseó junto a un cerco de piedras que los arrieros
nombraban con el topónimo de Casa del Inka, que lo conceptuó como el
campamento más lejano erigido durante el avance operado por el hombre andino en
el período también Inka. Asimismo, se detuvo por allá para identificar matas de
coca, que coligió salvaje o silvestre, pero que acaso eran remanente de la que
antaño cultivaron ex profeso los nativos en vigencia del Inkanato y que por
ciertas circunstancias no se extinguieron y se reprodujeron sin ayuda
humana"11.
No obstante de deleitarse con el panorama, d'Orbigny no
descuidó consignar apuntes acerca de la geología de la zona de Samaipata.
Propugnó que las areniscas que divisó parecían situarse en discordancia con las
correspondientes al sistema devónico y las reputó como vinculadas al
carbonífero12.
Tal apreciación se confirma en algunos lugares, según declara Arellano en su
reciente monografía. Este investigador anota que las aludidas areniscas
"yacen en la faja subandina en calidad de permocarboníferos continentales
e incluidas en la formación Escarp-ment"13. En un
afloramiento de las mismas se tallaron los motivos precolombinos en la cúspide
del cerro.
Fue d'Orbigny el primero en reconocer la presencia del
período devónico en Bolivia, a juicio de Dávila y Rodríguez14. La versión
al castellano de tres capítulos del tercer tomo de la magna obra de d'Orbigny,
que comprenden la geología de nuestro país, fue acometida por Marchant y
publicada en 1907 15.
Díaz Arguedas la resumió de manera muy sumaria16.
Empero, d'Orbigny en dicha disciplina no aceptaba la teoría
del uniformismo o uniformitariamismo instaurada por Lyell, cuyos principios se
editaron en 1830-33 y que estructuró los fundamentos de la moderna geología17. Por el
contrario, como admirador incondicional de Cuvier, a quien ensalzó con el
apelativo de "inmortal"18, defendía la
errónea doctrina catastrófica, postulando 27 creaciones sucesivas y otros
tantos cataclismos "que despoblaban completamente el globo, haciendo
desaparecer tanto a las plantas como a los animales"19, la cual arrumbó
la ciencia en el desván de las cosas superadas sin atenuante y condenada al
olvido. Recuérdese que el naturalista Georges Cuvier (1769-1832), en su tiempo
una personalidad afamada e inclusive con éxito en la esfera política, había
establecido la escuela fijista, que desechaba la continuidad del desarrollo y
postulaba interrupciones bruscas y súbitas20. D'Orbigny
no se apartó de la línea del maestro.
Como curiosa casualidad, si cabe la expresión, un otro
naturalista que alentó posición totalmente opuesta, formulaba observaciones en
Surame'rica y en fecha contemporánea. Era Charles Darwin (1809-1882), que
emprendió la vuelta al mundo navegando a bordo del Beagle, velero de
242 toneladas, desde diciembre de 1831 a octubre de 183621. En el
periplo tocó las costas de Brasil, Argentina, Perú y Chile, aunque no se
internó en el corazón del continente, como su émulo francés. Darwin, entusiasta
seguidor de Lyell, aplicó las ideas de éste y apoyándose en su experiencia
viajera forjó el lineamiento de la teoría evolucionista, que eclosionó con su
obra célebre titulada Origen de las especies por medio de la selección natural (1859)
y como remate ulterior El origen del hombre (1871)22. En su
momento la concepción darwinista conmovió no sólo a los círculos científicos,
sino también al público en general. Su difusión encontró recios obstáculos, tal
como en la antigüedad se opusieron al pensamiento jónico, que trazó nueva
perspectiva extendiendo las posibilidades de comprensión del hombre23.
Después de transitar por Mojos y Chiquitos, a su regreso de
Santa Cruz, d 'Orbigny el 24 de noviembre de 1832 tuvo la satisfacción íntima
de asomarse en persona a los vestidos prehispánicos esculpidos en la roca
aflorante de la cima del bautizado popularmente como Cerro del Inka, denominado
de modo simultáneo también el Fuerte. Ambas designaciones toponímicas
prevalecían entonces. En compañía del corregidor se internó por el río que
corre al sur del pueblo durante un par de kilómetros y de inmediato giró en
dirección del levante hasta ascender con superlativo entusiasmo a la aludida
cúspide24.
Oteó el horizonte y le agradó la vista. Acto seguido, el acucioso naturalista
con habilidad delineó un croquis en que marcó el emplazamiento de las ruinas,
que si se lo confronta con el mapa trazado por método fotogramétrico en 1970 no
resulta tan mal parado (Hoja 6839-III de la Carta Nacional de Bolivia, editada
por el Instituto Geográfico Militar). Además, como se había provisto de cadenas
de agrimensor y del material necesario, se abocó a levantar embelesado el plano
pertinente, que con posterioridad incluyó como lámina de su gruesa obra.
Mientras en el texto de ella asignó al conjunto longitud de 200 metros
lineales, se infiere por la escala inserta en la representación gráfica que
denotarían aproximadamente 220. Asimismo, el ancho 75, deparando en
consecuencia 15.500 metros cuadrados. El largo indicado no concuerda con el
discernido por Pucher, que apenas enunció 160, ajustándose al plano que reveló
transcurrida poco más de una centuria de la estadía del viajero francés, aunque
con el grave defecto de carecer de escala. Discrepancia patente, más aún si los
puntos extremos de mensura en ambos son idénticos25. Cabe
expresar que ambos autores no acertaron en la cabal extensión de las ruinas
del Fuerte, que cubren superficie mucho más amplia, como se puso en
claro a través de los trabajos arqueológicos de limpieza ejecutados en 1974,
por el Centro de Investigaciones Arqueológicas de Samaipata, de reciente
creación. El conjunto monumental consta de una porción templaria, que abarca el
pináculo del cerro con las múltiples esculturas rupestres, y de una parte
habitacional situada al pie de aquélla.
La interpretación del sitio que postuló d'Orbigny entraña
equívoco mayúsculo e indisculpable. A su entender se trató de un antiguo
lavadero de placeres auríferos, que con sinnúmero de argumentos refutó Pucher26 Inclusive sin
esgrimirlos todos, no se espuma asidero para tan extraño y exótico
planteamiento. La falta de una corriente de agua en la cumbre de la montaña
imposibilitaría cualquier intento de ese tenor y por el contrario se disfruta
en abundancia del líquido elemento en los ríos, cuyos lechos corren donde
principian los mamelones. Prohijó, por tanto, explanación utilitaria del
segmento más importante del conjunto arqueológico, sintetizada por la
asociación de supuestos fosos septentrionales donde se habrían depositado los
sedimentos (letra H de su plano) y una serie de estanques, de provisión de agua
(I) de dilución (A, B) y de residuos, vale decir para las etapas que implicaría
la operación de beneficio27. Poco
convincente el aserto, sin asomo de mínima comprobación en pro. Por añadidura,
d'Orbigny encasilló a lo que no encuadraba en tal esquema como representaciones
alegóricas de filiación religiosa. Según su caletre, se individualizaría en las
tallas la imagen circular del sol y de cuartos de la luna, así como de un ave y
de un ofidio, con "valor simbólico difícil de explicar hoy"28. Tampoco
aquí se abonó evidencias para su confirmación y no queda otro remedio que
descartar dichas opiniones. La concepción de d'Orbigny adolece de subjetivismo
exagerado.
Captó, en cambio, con penetración d'Orbigny que el conjunto
rupestre se orienta en sentido E-0 y que se halla ubicado básicamente en un
plano inclinado. Diseñó la sección pertinente, en la cual se establece que la
diferencia de nivel entre la porción más elevada y la más baja se acerca a los
27 metros. Empero, es notorio que no registró la forma trapecial de los nichos
tallados en los lados, sino como rectangulares tan sólo. Excusables esas
omisiones, porque apuntes, planos y dibujos fueron fruto de un día de labor,
arduo e intenso, aprovechado al máximo, en que pudo olvidar muchas cosas por la
premura.
El ilustre viajero galo descendió complacido y contento.
Excursión provechosa de modo incontrovertible. Al descansar y ya en el pueblo
de Samaipata, sus moradores le obsequiaron rompecabezas líticos estrellados,
típicos del Inkario29. Señaló, por
último, "numerosos restos de casas circulares", tanto en la misma
localidad como a un kilómetro de distancia de las ruinas, donde conjeturaba se
aposentaron los integrantes de las huestes inkaicas en época del décimo rey (en
la lista de Garcilaso de la Vega) en su avance a las tierras llanas30. Glosó al
respecto al egregio cronista cuzqueño, quien en el libro séptimo de los Comentarios
Reales narró el envío de un ejército bien pertrechado para conquistar a
los chiriguanos, aunque no especificó nada concreto con relación a la región de
Samaipata31.
No obstante, d'Orbigny tuvo la virtud de revelar con talento que las esculturas
rupestres investigadas se remontaban al período inkaico, confeccionadas en un
asentamiento erigido durante el movimiento expansivo imperial hacia el oriente.
La ciencia en la actualidad se ha tornado en una reflexión
sobre la reflexión. Lo antiguo ha de meditarse en función de lo nuevo32. Se
manifiesta el adelanto científico como resultado de sucesión continua de
conocimientos adquiridos uno tras otro, edificado en cierta forma superando
defectos e imperfecciones precedentes33. Su sentido
se encubre a menudo por lapsos de relativo estancamiento, inclusive por
aparente retroceso; en otros, por el contrario, parece acelerarse, provocando
la renovación de vastos ámbitos. El ritmo de cambio se intensificó hoy en día,
aunque desde luego muchas conclusiones recientes denotan cariz provisional,
pero tal índole aproximativa constituye el meollo mismo de la ciencia y no hay
argumento valido para dejar de considerarlas y discutirlas desde todos los
ángulos34.
La arqueología no se encuentra al margen de lo expuesto y por tal razón se ha
dedicado los anteriores párrafos al análisis crítico del enfoque de d'Orbigny
referente al conjunto monumental precolombino de Samaipata, rubricado más de
una centuria atrás, que exhibe aciertos y equivocaciones a aquilatar,
recogiendo aquéllos y reprobando éstas.
Notas
2 Frontaura
Argandoña 1971, p. 84.
3 D'Orbigny
1907, prólogo de Díaz Romero, p. XI.
4 D'Orbigny
1945, I, p. 17, la suma adicional se la proporcionó hasta 1830.
5 D'Orbigny
1945, III, p. 1.076.
6 D'Orbigny
1945, I, p. 30.
7 D'Orbigny
1945, I, pp. 16-17, 58-59.
8 D'Orbigny
1945, III, pp. 1078-1081.
9 D'Orbigny
1946, p. 21.
10 D'Orbigny
1945, I-IV, el libro publicado en 1958 en Bolivia comprende la parte
concerniente al país y está tornada de la edición del 45. Se editaron los
tornos de la edición francesa entre 1835-47, los pertinentes al relato de viaje
el 44.
11 D'Orbigny
1945, III, p. 1.083.
12 D'Orbigny
1907, p. 161.
13 Arellano
1974, p. 2.
14 Dávila
y Rodríguez 1967, p. 29.
15 D'Orbigny
1907, Introducci6n de Díaz Romero, p. III.
16 Díaz
Arguedas 1971, I, p. 40.
17 Daniel
1952, p. 38, demarca las posiciones de ambas escuelas contrapuestas.
18 d'Orbigny
1944, p. 14.
19 Márquez
Miranda 1959, p. 143; Daniel 1964, p. 34, 1968, p. 30, Ponce Sanginés et al.
1971, p. 122.
20 Márquez
Miranda 1959, pp. 69, 71, 73.
21 Hemleben
1971, pp. 35. 40-41; Trattner 1972, p. 229.
22 Darwin
s/n; 1958.
23 Farrington
1968, p. 202.
24 D'Orbigny
1945, IV, p. 1464. En la obra anónima de 1835, p. 183, se consigna que el
corregidor de Samaipata era Justo Suazo (sic) y jefe de policía de la localidad
Tomás Paz. Ignoro si alguno de los nombrados ejercía las mismas funciones allí
en 1832, cuando la visita de d'Orbigny.
25 Pucher
1945, p. 85.
26 Pucher
1945, p. 44.
27 D'Orbigny
1945, IV, p. 1.466.
28 D'Orbigny
1945, IV, p. 1.466.
29 D'Orbigny
1945, IV, p. 1.466.
30 D'Orbigny
1945, IV, p. 1.464.
31 Garcilaso
de la Vega 1943, II, pp. 125-127.
32 Baclelard
1974, pp. 294, 295.
33 Taton
1967, p. 9.
34 Thorpe
1969, p. 12.
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