Por: LUIS FERNANDO ALCAZAR CHÁVEZ - GENERAL DEL EJERCITO.
No es novedad en la historiografía de esta parte del continente, las matanzas y
expresiones de insensibilidad extrema de los gobierno chilenos y sus mecanismos
de administración de la violencia legal, la famosa Repasáa en tiempo de guerra
y la represión como un mecanismo normal en tiempo de paz particularmente
respecto a sus ciudadanos, que como muchos, perdieron la vida en la matanza de
“La Coruña” acaecida el 5-jun-1825 con 2000 muertos, la Batalla de “Lircay” el
17-abr-1830 con 2000 muertos, la Masacre de “Las Cañas” en Santiago el
18-ago-1891 con 84 muertos, la del “Mitin de la carne” el 22-oct-1905 con 200
muertos, la de “Plaza Colon” en Antofagasta el 6-feb-1906 con 300 muertos, la
de Valparaíso en 1903, la huelga de portuarios con 50 muertos, en 1906, la
huelga de ferrocarriles en Antofagasta con muertos entre 50 y 300, el Asalto a
la sede del FOM en Punta Arenas el 27-jul-1920 con 30 muertos, la de “San
Gregorio” en Antofagasta con 100 muertos, la de “Marusia” en mar-1925 con 500
muertos, la de Ranqui en la prov. de Malleco en Jun-1934 con 400 muertos, del
“Seguro Obrero” en Santiago el 28-ene-1946 con 59 muertos, la de población José
María Caro en Santiago el 19-Nov-1962 con 6, la de “El salvador” con 8 muertos
el 11-mar-1966, la de Puerto Montt del 9 de marzo 1969 con 10 muertos, de Laja
con 19 muertos en la provincia Bio Bio el 18-sep de 1973, la de Corpus Christi
el 15-jun de 1987 con 12 muertos en el Centro Nacional de Informaciones,
finalmente los desparecidos en la dictadura pinochetista, son muestra clara de
lo que expresamos al comenzar estas líneas.
De semejante y vergonzosa cadena de matanzas, por el número de víctimas, las
más destacada es la “Matanza de Santa María de Iquique”, la cual implicó la
muerte de cerca de 2200 personas, aunque otros hablan de 3.600, pero en todo
caso, dejemos que los chilenos se encarguen de la historiología de esos
eventos, en este caso, la intención es hacer conocer que, en este
acontecimiento de lo más luctuoso que la historia chilena ofrece, fueron
acribillados ciudadanos bolivianos, cuyo sacrificio no debe ser olvidado, hayan
sido uno o cien, diez o mil, pero eran bolivianos, y merecen nuestro homenaje
como compatriotas y sobre todo como luchadores mártires por las conquistas
sociales, algunos historiadores afirman que en las minas trabajaban cerca de
13.000 bolivianos y peruanos, muchos de ellos marcharon hacia Iquique y cayeron
en la esperanza de vivir mejores días y nadie, nunca le rindió homenaje alguno,
no traicionaron al país tenían que sobrevivir, no les queda otra cosa,……
trabajar….. y ser explotados.
Luego de 1904 y la consolidación de apoderamiento abusivo del Litoral
boliviano, ya estaban en poder araucano la totalidad de los yacimientos
salitreros y guaneros de Bolivia, habían logrado su objetivo con el leonino
Tratado de 1904, al Perú lo mantenía distraído con el utópico plebiscito sobre
Tacna y Arica, Chile se había dedicado al reaplicar la llamada “chilenización”
del área invadida, es decir, imponer la mentalidad chilena en sus supuestamente
nuevos ciudadanos a partir del nuevo estado de pertenencia, paralelamente,
habían subido los impuestos a la explotación y exportación de salitre y pese al
alto monto que superaba en mucho a los 0,10 ctvs. que Bolivia quiso aplicar,
empresarios ingleses explotaban salitre con éxito, como John Tomas North
llamado “el rey del salitre”. El presidente Ismael Montes en Bolivia y Juan
Misael Saracho su canciller en su desesperación por amainar los efectos del
nefasto Tratado, se esforzaban en encontrar mecanismos que reemplacen la
carencia de salida al mar, el Presidente Montt en Chile junto a su Ministro
Sotomayor, se empecinaba en consolidar el control de toda la República de Chile
y sobre todo de los territorios que en razón de la fuerza habían
obtenido.
La pregunta es ¿qué tiene que ver la masacre de la escuela Santa María con
Bolivia?, ocurre que después de la invasión chilena nuestro litoral, la
explotación del salitre en el área usurpada requería mano de obra, y allí
estaban ciudadanos bolivianos, peruanos y chilenos que se habían quedado,
emigrado buscando mejores condiciones de vida o que habían vivido de mucho
antes en el área, descendientes de los que desde 1842 se instalaron en el
Litoral boliviano al amparo de la fiebre del salitre, formaron familias sin
perder nunca su ascendencia boliviana, el tratado de 1904 no fue óbice para que
ellos y sus descendientes se convirtieran en trabajadores de las empresas
explotadoras de las riquezas naturales usurpadas a Bolivia, al final, la
desgracia la explotación laboral y el infierno del desierto había unido a
todos, trabajaban y eran explotados, las condiciones de vida eran paupérrimas
no había ningún atisbo de seguridad laboral y mucho menos de seguridad social
reinaba la explotación y la rutina en el marco de los infiernos diurnos y los
polares fríos nocturnos, bajos sueldos y necesidades extremas de los
trabajadores, hacían de ellos y su necesidad, un caldo de cultivo ideal para el
beneficio empresarial, consecuentemente la explotación era el mecanismo de base
de las relaciones obrero patronales, la única pulpería vendía productos que
deseaba ante un mercado cautivo que tenía prohibido comprar en otro lado, se
realizaban el comercio imponiendo precios a su antojo, los establecimientos
pertenecían a los patrones y empresarios cuyo objetivo era de mantener la
estabilidad de la industria salitrera y retener la mayor plusvalía posible, el
gobierno buscaba mantener el estado de derecho y obviamente como siempre, los
uniformados atentos a las órdenes, todo ello, configura un escenario de
creciente tensión que alcanzó su punto de no retorno el 10 de diciembre de
1907, estalló una huelga en la salitrera de San Lorenzo, se amplió a San
Antonio y todos marcharon sobre Iquique siendo miles de trabajadores hombres
mujeres y niños parte de ese desfile de necesidad, desesperación y demanda de
justicia sin saber que también serían parte del desfile de cadáveres al
atardecer del 21 de diciembre siendo llevados hacia fosas comunes.
“CON LOS CHILENOS VINIMOS………. CON LOS CHILENOS MORIREMOS”
A tiempo de estallar el conflicto, los cónsules de Bolivia y el Perú hicieron
lo que correspondía, mediaron en el conflicto de intendente interino Julio
Guzmán García, el titular Carlos Eastman Quiroga, los cónsules lograron que sus
compatriotas fueran dispensados de responsabilidad en el problema lo que
impedía aplicar sobre ellos medida alguna, pero paralelamente, el Presidente
Montt mediante su Ministro del interior Rafael Sotomayor ya dispusieron la
represión y el tristemente célebre general Silva Renard, ejecutó la orden. Los
cónsules comunicaron lo logrado a los compatriotas, la respuesta fue sólo de
los hombres y mujeres que, por, sobre todo, tienen dignidad…. “No nos
retiraremos, con los chilenos vinimos y con los chilenos nos vamos” fue la
respuesta, y se fueron con ellos hasta la gloria en alas del sacrificio y la
esperanza de días mejores para los suyos, Abaroa desde la gloria, debió
sentirse orgullosos de sus compatriotas, que no se rindieron. La huelga fue
haciéndose masiva, llegaron trabajadores de otras minas………. La creciente
cuantificación de participantes se convirtió en una seria preocupación por el
gobierno de Montt, los trabajadores pedían negociar frente la posición secante
de los empresarios ingleses chilenos que se negaba a ello y finalmente la
decisión transmitida por el ministro Sotomayor al general Silva Renard el cual
experto en matanzas, seguramente se prestó orgulloso a cumplir la orden y como
tal al mando de ametralladoras y lanzas de los uniformados hicieron presa fácil
de los hombres mujeres y niños y bebés de los huelguistas, eran las cuatro de
la tarde de aquel fatídico 21-dic- 1907 y la Escuela Domingo Santa María
comenzó a vivir el infierno de ver enfrentarse a hombres mujeres y niños
desarmados y sin ninguna protección a la metralla uniformada indolente, “el
vicario Martin Rucker, sostenía el cadáver de un niño entre los brazos de su
sotana ensangrentada mientras reseñaba general Silva Renard y le gritaba
improperios que el general ni siquiera escuchaba, ahí arriba sobre la montura
de su caballo (Jorge Baradit:2015). Luego de la sangría humana, los miles de
cadáveres fueron cargados en carretas y llevados a las fosas comunes en el
marco silencioso de la mirada asustada y desesperada de los ciudadanos de
Iquique que gravaba lo ocurrido en sus memorias, con sus retinas, seguramente
impregnadas de dolor, de impotencia y de pena por los muertos. Allí fueron
muertos compatriotas bolivianos en un número que seguramente era significativo,
luego la desesperación por los muertos, posteriormente al caer la tarde, las
carretas trasladaban cadáveres aún sangrantes a fosas comunes siendo enterrados
sin ningún tipo de protocolo, claro, había que hacer desaparecer el cuerpo del
delito, en realidad nunca se supo exactamente cuántos fueron los muertos y
tampoco se supo cuántos eran nuestros compatriotas si tomamos en cuenta en
total alcanzaban a cerca de 13.000 extranjeros entre bolivianos y peruanos,
seguramente había cientos de ellos en la masacre. finalmente, sólo gritos y
quejidos la tradicional “Repasáa”. Pero, cuál era la demanda frente a las
condiciones de vida y trabajo paupérrimas? espántese el lector que nos premia
con su lectura, ellos sólo quería un salario de 0,18 peniques (que dio origen a
la denominación de la huelga), que se instale una balanza en la pulpería de la
empresa, la instalación de redes de protección en los viveros de caliche, que
los protejan de una muy probable caída y muerte calcinada y finalmente sólo
pedían que se instale una escuela nocturna, sí lector, una escuela para
aprender a leer. La desesperación oficial chilena de minimizar el efecto de la
matanza y enredar la apreciación cuantitativa de muertos hizo que los
enterraran rápidamente en fosas comunes no impidió que se hable de cerca de
3.600 muertos y aún más, obviamente, nunca se llegó a identificar legalmente a
todos los bolivianos caídos, pero si, su presencia está plenamente comprobada.
Un taxista chileno le comentaba al autor de estas líneas al pasar por la
escuela Santa María en Iquique: “Señor, les quitamos el mar a sus compatriotas,
muchos se quedaron a trabajar, a vivir, vinieron muchos más, trabajaron con
nosotros, contribuyeron a nuestra riqueza y luego los matamos, ¿y creo que
Bolivia nadie lo recuerda no? mi silencio, seguramente fue por demás elocuente
y sólo atiné a preguntar, si Chile los recordaba…… era evidente.
En 1940 los restos fueron exhumados y sepultados en el patio del Servicio
Médico Legal de Iquique y en 2007 al centenario, en la presidencia de Michelle
Bachelet, en un día de duelo nacional los cadáveres fueron sepultados de
acuerdo a las tradiciones cristianas en un monumento especial en el lugar del
crimen, erigiendo también un monumento en su memoria en la ciudad de Santiago
en la esquina Vial y Ronddizoni.
Entre 1901 y 1970, el estado chileno a través de sus fuerzas armadas del orden
ha matado a más compatriotas que extranjeros, más que a todos los muertos en la
Guerra del pacífico pues cualquier conflicto que haya enfrentado con fuerzas
extranjeras” (Hernán Ramírez Necochea)
“La guerra del Pacifico había dejado a Chile en el sitial más destacado del
mundo americano, pero no ganamos con ello las simpatías de nadie, en las
grandes masas de opinión de los países indoamericanos, Chile se perpetuo como
un país militarista cuyos anhelos no se pararían en Tarapacá, Antofagasta Tacna
y Arica y, la intelectualidad del continente …vio en la protección brindada a
Chile por el imperio alemán (contra intentos de mediación europea que podrían
haber disminuido las perdidas peru-bolivianas) la complicidad entre la política
agresiva de Bismark y la de esta República sudamericana que surgía en 1883 con
ínfulas de hegemonía prusiana.“
Ciertamente espeluznante la recordación de lo ocurrido, pero más allá de ello,
es pertinente una reflexión a manera de autocrítica, por qué en Bolivia no nos
acordamos de ellos? mucho más allá del trabajo que desarrollaban, de la lejanía
y por ello la tendencia al olvido, los bolivianos con usted, como yo,
orgullosos de su ancestro y sobre todo valientes frente a la explotación y la
armas, la respuesta debe invitarlos a valorar su sacrificio y recordar a los
chilenos lo sucedido, y, sobre todo, ensalzar la memoria de los mártires
bolivianos de la masacre de la “Escuela de Santa María”.
Probablemente en Chile la matanza sea una más de las que nombramos al
principio, pero en Bolivia debe ser una lanza
al corazón de la bolivianidad, …..Honor y gloria a los bolivianos mártires de
la masacre del puerto Santa María.
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