UNA DE LAS RAZONES DE LA ALIANZA DE BOLIVIA Y EL PERÚ SE DEBIÓ AL TEMOR DE QUE CHILE, SE UNIESE A BOLIVIA EN UNA GUERRA CONTRA EL PERÚ


 Fuente: Aclaraciones Históricas Sobre la Guerra del Pacífico - Roberto Querejazu Calvo. // Foto: Una de las playas de Antofagasta, mediados del siglo XX. 

En 1873, don Juan de la Cruz Benavente tenía 10 años de antigüedad en el puesto de Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Lima. Era decano del Cuerpo Diplomático y ocupaba una destacada posición en los círculos gubernamentales y sociales. Contrariamente a lo que le sucedió una década antes, le fue fácil cumplir el mandato recibido de La Paz de convencer al Gobierno del Perú sobre la conveniencia de una alianza defensiva boliviano - peruana contra los propósitos expansionistas de Chile. Concretó el pacto a los tres meses de recibidas las primeras instrucciones del canciller boliviano Casimiro Corral, el 6 de febrero de dicho año.
El documento que firmó con el Ministro de Relaciones Exteriores, señor José de la Riva Agüero, dispuso que Bolivia y el Perú se unieran y ligaban garantizándose mutuamente su integridad territorial, obligándose a combatir juntos toda agresión exterior. Como producto de la desconfianza que siempre ha existido en las relaciones entre las dos repúblicas, se estableció que cada una de ellas retenía el derecho de calificar si la ofensa recibida por la otra, de un tercero, la obligaba o no a cumplir con el tratado.
El Congreso peruano aprobó la alianza el 22 de abril y la Asamblea Boliviana el 2 de junio de ese mismo año de 1873.
Los móviles que indujeron al pacto a uno y otro contratante fueron muy diferentes. Bolivia buscó con él la ayuda de una nación vecina con la que tenía afinidades históricas, raciales, geográficas y geopolíticas, contra un peligro que se hacía cada vez más amenazante y tuvo su más reciente expresión en la expedición filibustera del General Quintín Quevedo.
Las razones del Perú las confesó el señor Riva Agüero en su correspondencia con sus agentes diplomáticos en La Paz, Santiago y Buenos Aires. La cancillería de Torre Tagle sabía de las proposiciones que Chile venía haciendo a Bolivia desde la época de Melgarejo, de unirse para una guerra al Perú, a fin de arrebatarle la parte sur de su territorio y hacer una rectificación de fronteras por medio de la cual Chile se quedase con Atacama y Bolivia con Arica, Tacna y Moquegua. Sabía también que la complicidad del gobierno de La Moneda en la reciente aventura revolucionaria de Quevedo tuvo la misma intención. Riva Agüero, en las notas a sus compatriotas mencionó el temor de que "el victimario (Chile), se uniese con la víctima (Bolivia)". A su ministro en Buenos Aires le dijo concretamente: "Los únicos temores que por muchos años podemos tener son los que inspira el manifiesto deseo de Chile de ensancharse a expensas de Bolivia, absorbiendo el territorio de Atacama. Nuestros intereses no nos permitirían consentir en ello, no sólo por tener a Chile tan cerca de Tarapacá, sino porque privada Bolivia de su litoral, en un porvenir no muy lejano vendría a aliarse con Chile para tomar del Perú el puerto de Arica. De consiguiente, el motivo de guerra que puede haber con Chile no es otro que el de oponerse a la ocupación del territorio boliviano". A su ministro en La Paz, le expresó: "Ese temor me ha preocupado hace tiempo y es el que me ha guiado en las negociaciones hasta llegar al tratado de febrero".
El tratado se convirtió en un instrumento muy importante de la política internacional del Perú. Su gobierno, de acuerdo con el de Bolivia, decidió buscar la adhesión de la República Argentina, nación a la que también se le habían presentado problemas (en la Patagonia y el estrecho de Magallanes), debido a las tendencias expansionistas de Chile.
El señor de la Riva Agüero encomendó las negociaciones del caso al Señor Manuel Irigoyen, quien viajó a Buenos Aires como Ministro Plenipotenciario de su país. En vista de que Bolivia no tenía representación diplomática en la capital argentina en ese tiempo, se resolvió que Irigoyen actuaría también por cuenta del gobierno de La Paz.
Planteó el objetivo principal de su misión al canciller Carlos Tejedor en la primera entrevista que tuvo con él, al día siguiente de presentar sus credenciales al Presidente Domingo F. Sarmiento. La reacción que recibió fue favorable, aunque el jefe de la diplomacia argentina opinó que el tratado le parecía más ofensivo que defensivo, y que el artículo tercero, al disponer que la ejecución de la alianza sería opcional y no obligatoria, le quitaba mucho de su eficacia.
Después de que en el gabinete se levantaron algunas objeciones, como la posibilidad de que la alianza argentino-boliviano-peruana fuese contrarrestada por una brasileño-chilena y de que mejor sería descartar a Bolivia porque la Argentina tenía aún problemas limítrofes pendientes con esa república, el gobierno del señor Sarmiento decidió aceptar la invitación de los dos pactantes iniciales. Pasado el asunto a la Cámara de Diputados, obtuvo 48 votos a favor y 18 en contra. Estaba terminando sus labores de 1873. El Senado consideró que necesitaba más tiempo para decidirse en un asunto tan grave.
El derrocamiento de don Domingo F. Sarmiento, en octubre de 1874, y la elevación al mando supremo de la república del señor Nicolás Avellaneda, interrumpió la continuación de las negociaciones. Por su parte, los nuevos gobiernos del Perú y Bolivia perdieron su interés en la alianza y el documento que la estableció fue encarpetado en los archivos de las respectivas cancillerías. El Tratado de Límites firmado entre Bolivia y Chile el 6 de agosto de 1874, por don Mariano Baptista y don Carlos Walker Martínez, respectivamente, hizo creer a todos que se había establecido una paz definitiva en las costas de Atacama.
La Argentina expresó su deseo de reanudar los trámites de su adhesión a la alianza en 1875 y también en 1877, al empeorar sus relaciones con Chile en uno y otro año. Empero, la cancillería de Torre Tagle se hizo de los oídos sordos. En las instrucciones a su ministro Irigoyen le dijo en 1875: "La Argentina cree que adhiriéndose a nuestro tratado arribará a una solución favorable en sus cuestiones con Chile... Es indispensable que proceda usted con la mayor cautela y tino... En caso de que encuentre un pretexto natural para suspender este asunto, hágalo... pero es preciso que sea un pretexto muy bueno, que no choque ni parezca violento".
Es lógico suponer que si la Argentina hubiese llegado a concretar su adhesión a la alianza boliviano - peruana, no habría tenido lugar la Guerra del Pacífico o que si Chile se atrevía a desafiar a las tres naciones su expansión habría quedado frenada en los límites que tenía su soberanía antes de ese conflicto.
La alianza limitada a Bolivia y Perú, destinada a salvaguardar la integridad territorial de los dos contratantes, tuvo el efecto contrario. Sirvió para que Chile, además de su codicia por los ricos territorios de Atacama y Tarapacá, se sintiese impulsado a hacer la guerra a ambas naciones para destrozar el pacto de febrero de 1873, como destrozó la Confederación Perú - Boliviana, 40 años antes, ambos actos en cumplimiento de la imperativa política internacional establecida por Diego Portales y de paso apropiarse del extremo sur de uno de los aliados y de todo el litoral del otro.

Para más: Historias de Bolivia.

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