La Guerra del Chaco (1932-1935) reunió a bolivianos de todos los rincones del
país, que tenían un solo objetivo: "defender a la Patria". Ese fue el
caso de Juan Claros Argota quien fue protagonista un año antes que se inicie la
contienda bélica. El mérito de este combatiente no solo fue cuidar su pieza de
artillería, sino sobrevivir a los embates del enemigo.
Cuando se retiraba tras cumplir su misión, una bala homicida atravesó su cuerpo
y desde entonces, 1933, vive con ella, como recuerdo del amor que le tiene a su
país. A sus 103 años de existencia, cada episodio de su incursión está fresco,
como si hubiese ocurrido ayer.
Yo entré a hacer mi servicio militar en 1931 durante el reclutamiento de San
Antonio en Villamontes, de ahí nos destinaron al Fortín Muñoz. Estaba integrada
por dos compañías é íbamos a pie durante 22 días. Allí se encontraba la IV
División de Ejército, nos repartieron para tres regimientos.
A MÍ ME TOCÓ EN EL REGIMIENTO AYACUCHO, OTROS SE FUERON PARA EL LANZA Y EL
CAMPOS.
Después de 1931, recibimos la instrucción en el Fortín Cuatro Vientos, Saavedra
y Tinfunqué que eran controlados por el Regimiento Ayacucho. Muy cerca se
encontraba el Fortín Agua Rica, que era paraguayo, era un retén.
Recuerdo posteriormente, que el mayor David Méndez salió a hacer un
reconocimiento al Fortín Nanawa que quedaba a 10 kilómetros aproximadamente de
Saavedra. Los paraguayos no nos sintieron porque era de noche el viaje a pie.
Además que ese fortín era muy protegido por ellos.
Durante una afrenta con ellos murieron dos soldados bolivianos, se pidió
refuerzos. Los paraguayos también se reforzaron después de 15 días, nosotros
éramos 80 hombres.
El enemigo fue a rescatar el puesto de retén que tomamos y se produjo una
batalla de ocho horas de combate, la mañana era con mucha neblina, y hacíamos
fuego en la ruta que no se podía ver mucho. Luego, cuando el sol calentó más,
se despejó la neblina, ya se veía todo y distinguíamos al enemigo que estaba
cerca, el combate fue en 1931 y duró ocho horas. Ese fue un primer inicio de la
guerra que se consolidaría un año después.
Después todos estaban tranquilos, hasta que salió un mayor del Regimiento
Campos a hacer una brecha del Fortín Camacho para salir a Puerto Suárez.
CAMINARON TRES DÍAS, AVANZARON HASTA LLEGAR A UNA LAGUNA QUE LE LLAMABAN LA
LAGUNA PITANTUTA.
Faltaban como cinco leguas para llegar donde había agua y todos decíamos que
por ese día más íbamos a salir a buscar, caso contrario nos volveríamos. Ese
día en la mañana encontraron y cabalmente fueron derecho a un pozo. Se hicieron
varios campamentos y los del Regimiento Lanza hicieron otro más adelante, ellos
tenían su santo y seña, que cuando se disparaba un solo tiro los de la cocina
deberían contestar porque a veces se desorientaban los que estaban trabajando
por ahí.
Cuando ellos se recogían escucharon varios tiros en el sector naciente (Este) y
el mayor dice "vamos a constatar qué
pasa" y caminamos unos 500 a mil metros de picada para llegar a la
laguna. La laguna era grande y tenía una serie de bichos (aves). Al frente
había unos cuantos soldaditos paraguayos, entonces dijeron –vamos a dejar la
picada y ahora vamos a entrar en guerra- así que unos 15 hombres se armaron
para la madrugada.
Pero un paraguayo se fue para su fortín a dar parte, prendían su fueguito y a
ninguno pillaron, todos se escaparon. A los dos días vino la patrulla paraguaya
a volver a constatar si había bolivianos, dispararon dos tiros y se fueron.
El mayor Moscoso pasó parte al Comando de la Nación, a don Daniel Salamanca,
quien dio la orden de retirarse del lugar, porque su misión era mantener la
paz, porque la Patria no estaba en guerra. Inmediatamente pidió Salamanca que
se desaloje el lugar; pero el mayor Moscoso dijo que no y pidió refuerzos; de
cada regimiento pidió 20 hombres y a mí me tocó ir, porque éramos de las piezas
pesadas.
Nos tocó llevar dos ametralladoras pesadas, mientras que los otros 20 hombres
estaban con sus fusiles, todo al hombro. Cuando ya estábamos llegando allá
vinieron con fuerza los paraguayos y el día que llegamos vimos al teniente
Mercado muerto, baleado en la frente.
Calmó la pelea, nos posicionamos y a los tres días vinieron con fuerza, con
artillería, bien armados. Nosotros éramos pocos en ese sectorcito, al día
siguiente volvieron a atacar de mañanita y resistimos hasta las 15:00 horas.
El mayor Moscoso estaba desesperado, se puso nervioso, no ordenó si seguiríamos
o no, entonces, yo tenía mi pieza (de artillería) y vino el mayor, hizo unos
disparos.
Me acomodé en la parte inferior y de repente se escucharon gritos que decían
cesen el fuego a los paraguayos. El mayor levantó su banderita de rendición. El
estafeta al ver que los paraguayos estaban muy cerca, les disparó con su arma y
los paraguayos nuevamente abrieron fuego.
Perdí al mayor y me cambié a otro frente, mi pieza estaba llena de tierra, el
mecanismo con aceite y polvo. Luego me senté en un tronco de Palo Santo y más
bien estaba trancada la pieza porque si había fuego no me hubiesen dejado
salir.
Yo estaba solo con un compañero y los pilas estaban a 20 metros, no sabíamos
qué hacer y comenzamos a escapar y felizmente salimos, ahí nos encontramos con
un uniformado del Regimiento Campero, también se quedó solo.
En vez de ir para adentro se fue para el lado de los paraguayos, éramos tres y
escapamos unos 500 metros, - todos se fueron - dijimos, pero aún se escuchaba
el fuego.
Una vez en el monte vimos a unos soldados que creíamos eran paraguayos, como
teníamos nuestro santo y seña pronunciamos la palabra "carabina" y el
que contestaba tenía que decir "manivela". Así que preguntábamos y en
eso nos contestó la contraseña, era un soldado boliviano que estaba herido.
Comenzamos a caminar cuando caía la noche hacia el Sur, llegamos a un
campamento y sentimos unos ruidos, dijimos – son paraguayos – pero eran
compañeros del Lanza que estaban escapando solitos.
Ellos también nos dijeron – se han ido todos – por eso nos quedamos solitos y
luego nos dirigimos rumbo hacia el Norte y vimos un campo boscoso. Toda la
noche escuchamos tiroteos.
Al amanecer encontré un papelito que decía: "reunión en el pozo
Mercado", pero al llegar no había nadie, todos se habían ido. Yo andaba
con mi tubo al hombro, nadie quería ayudarme, pero tampoco quería dejar mi
pieza.
Dejamos señas en el camino para saber por dónde era el inicio, tomamos agua y
seguimos caminando y lo hicimos también por toda la noche.
Al intentar descansar en una de las sendas escuchamos unos ruidos y salimos a
la picada, nos encontramos con compañeros del Regimiento Lanza que iban a
alcanzar a todos los cansados y heridos que quedaban.
Nos dijeron que los camilleros traían un herido y dejé un poco de agua para que
tome un trago, pero al llegar ya estaba muerto.
Éramos ocho y había un caballo que me dieron para que monte solito, divisamos
el campamento y la guerra ya había comenzado.
LA GUERRA
Salimos al Fortín Camacho que era boliviano, llegamos y nos dijeron que nos
iban a castigar, porque supuestamente nos habíamos escapado.
Allí nos confirmaron que la guerra empezó, llegaron más refuerzos y fuimos a
atacar al Fortín Toledo, era un día de camino.
La orden era para ir a atacar y llegamos a las tres de la tarde, los paraguayos
ya estaban esperando. El combate duró como tres horas y los sacamos del fortín
a los pilas. Ahí hemos estado en el mes de julio.
Los que estábamos en comisión nos ordenaron volver a nuestra unidad y me tocó
volver a Cuatro Vientos. En esos días los bolivianos atacaron al fortín
Boquerón, ahí estuvieron unos 20 días.
Cuando ya estaba en mi fortín, nos dieron la contra orden de ir a reforzar
Boquerón, media vuelta pa tras; cuando llegamos al fortín Saavedra nos llega la
noticia que los paraguayos estaban atacando Agua Rica que era paraguayo y en
vez de ir a Boquerón nos mandaron a sacarlos a los pilas. Los sacamos a los
pilas y hasta eso ya eran 22 días de combate en Boquerón, el teniente coronel
Luis Emilio Aguirre estaba al mando del ataque en ese fortín y quedó encerrado
allí.
Pusieron un anillo de fuerza los paraguayos, los bolivianos de dónde sacarían
para comer, no comían, pero había munición, porque el tiroteo era día y noche.
Ahí se rindió y los paraguayos rescataron su fortín. En Nanawa se realizó otro
combate, estuvimos tres días por el lugar y había esporádicos tiroteos.
Luego nos dieron la orden de atacar y ahí estaba el gringo Kundt, parece que
nos traicionaba porque nos hacía cavar zanjas a propósito para que los
bolivianos que caigan sean enterrados directamente allí.
En la mañana entró un destacamento con unos carritos blindados y el enemigo
estaba a 100 metros, de tal manera que se dio varias veces el ataque, donde los
bolivianos morían y los cadáveres que estaban tantos días, hedían ahí. No se
podía sacar ni la cabeza.
Kundt ordenó que salgan mil hombres de descanso y aprovechando eso, los pilas
atacaron por el lado de los fortines Arce, Aliguatá y ahí quedó encerrado
Peñaranda. Dijimos vamos a atacar vivos o muertos y ahí se logró romper el
cerco paraguayo para que salga Peñaranda.
He estado bajo la línea de fuego durante 15 meses y después salí para ir a ver
a mi familia. La resistencia fue fuerte y los paraguayos nos dispararon con
nuestras mismas balas, se agarraron nuestros animales, nuestras casas. Cuando
estaban cerca de Villamontes en Mayruba se hizo nuevamente la pelea, así como
en Boyube y todo ese sector. Fue en Boyube cuando me hirieron en el pecho, la
bala sigue en mi pecho y hasta ahora no me sacaron. Me llevaron a Lagunas para
hacerme sacar una radiografía, los hospitales estaban llenos, había una
colchita para cuatro soldados. Recién en Gutiérrez conocí una camita.
Eso fue lo que me pasó en la guerra, pero lo más triste de todo es que yo tenía
como un ranchito cerca de Villamontes y cuando terminó la guerra, los militares
bolivianos ordenaron quemar todo, mi casita, mis animales y me quedé sin nada.
Lo único que pido ahora, es que el Gobierno se acuerde de nosotros y por lo
menos nos den atención médica para curar los males que tenemos.
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