ESTAS LÍNEAS, NOS AYUDARÁN A EXPLICARNOS EL "PORQUÉ"
Y EL "CÓMO" FUE QUE EL EJERCITO DE BOLIVIA TUVO COMBATIENTES CHILENOS
EN SUS FILAS, DURANTE LA GUERRA DEL CHACO.
(Por Alberto Reque Rojas)
“.MOTIVACIONES Y PERFIL DE LOS COMBATIENTES CHILENOS
Si bien desde 1932 hay presencia de combatientes chilenos en la guerra del
Chaco ella no fue significativa, desde el punto de vista numérico, a nivel de
oficiales, en ese año y en 1933. En efecto, los primeros chilenos que se
incorporan con dichos grados, en el año de inicio del conflicto, son muy
contados y lo hacen mayoritariamente por Paraguay, tal es el caso de Gonzalo
Montt Rivas, Juan Durán Acosta, y Arístides del Solar Morel. Respecto de
Bolivia hay una participación más significativa sólo a partir de mayo de 1934,
pues desde ese mes se produce la incorporación paulatina de 97, de un total de
105, según nos dice la fuente más confiable al respecto7.
Motivaciones
Para poder introducirnos en las motivaciones que llevaron a un conjunto
significativo de chilenos a incorporarse a la contienda del Chaco al Ejército
de Bolivia, y, en menor cantidad, en las Fuerzas Armadas de Paraguay, hay que
tener en cuenta que, en cada caso hay una multiplicidad de factores, que están
estrechamente relacionados con los contextos nacionales de Bolivia, Chile y
Paraguay.
En primer lugar, corresponde dejar en claro que la mayoría de los que se van a
incorporar con grados de oficiales, en las FFAA de los países directamente
involucrados en la contienda chaqueña habían pertenecido a las FFAA y a los
Carabineros de Chile. Solo unos pocos no tenían más experiencia castrense que
la obtenida en el servicio militar.
Sin lugar a dudas, un factor importante fue la necesidad de hacer frente a la
supervivencia no solo personal, sino también de un grupo familiar, pues ya en
1934 había varios casados y con hijos. En efecto, la gran mayoría de los
futuros combatientes se encontraba cesante, producto de haber perdido su puesto
en las Fuerzas Armadas y de Orden en Chile, en la mayor parte de los casos, por
razones políticas. Es la situación que debieron enfrentar los uniformados
ibañistas8, grovistas9, partidarios de la República Socialista10, merinistas11
y davilistas12, que entre 1931 y 1933 salieron contra su voluntad de las filas
de las instituciones armadas y de Carabineros, como aquellos, que a partir del
2° gobierno de Arturo Alessandri Palma (1932-1938), vieron en la creación de
las Milicias Republicanas la manera de arrinconar a las Fuerzas Armadas, para
que no intervinieran en asuntos políticos, pero que bajo la argumentación de
defensa del orden constitucional, se pretendía, por parte de algunos, la
defensa de los intereses de la oligarquía, y, como no estaban de acuerdo con la
existencia de fuerzas armadas paralelas e inconstitucionales, prefirieron pedir
su retiro.
A lo anterior, hay que agregar que el contrato que se les ofrecía representaba
un atractivo poderoso, en circunstancias que se vivía en un período marcado por
la gran depresión de 1929, que había afectado a todos los países del
continente.
Otro factor, que influyó poderosamente, fue la necesidad de sentirse útiles, en
circunstancias que los combatientes de mayor edad no superaban, en 1934, los 42
años. Además, está presente, como un factor adicional, el afán de aventura, tan
propio de la juventud, del cual dieron testimonio algunos que después del
conflicto participaron en las Brigadas Internacionales, en las filas
republicanas, durante la guerra civil española 13.
También, hay que agregar, el afán por contribuir a una causa que se consideraba
justa, que incluso llega a primar sobre razones económicas, como es el caso de
Gonzalo Montt Rivas y de Aquiles Vergara Vicuña quienes se incorporaron a los
ejércitos de Paraguay y Bolivia, teniendo una importante carrera diplomática, y
una excelente situación económica, respectivamente.
Por último, habría que añadir, que para algunos primaron las razones afectivas,
ya sea para recuperarse de una decepción amorosa, o para iniciar una nueva vida
de pareja lejos de la crítica de familiares, amigos y conocidos.
Trayectoria y características personales de los combatientes
En el caso de Paraguay el más conocido de los COMBATIENTES Gonzalo Montt Rivas
era diplomático de carrera y Mayor en la Reserva del Ejército de Chile, y, en
diversas oportunidades, se había desempeñado como representante de Chile en
Asunción. Respecto de los otros oficiales Juan Durán Acosta había pertenecido
al Ejército, alcanzando el grado de capitán, y posteriormente había ascendido
por la vía de la reserva a mayor, y Arístides del Solar Morel había pertenecido
a la Armada, alcanzando el grado de capitán de navío.
En el caso de Bolivia, la gran mayoría de los COMBATIENTES había pertenecido al
Ejército, y solo algunos habían formado parte de las otras ramas de las Fuerzas
Armadas, y Carabineros, salvo unos pocos civiles como Arturo Benavides Bruce14,
y Mario Oyarzún Day15.
De los COMBATIENTES chilenos en Paraguay, fuera de la situación ya anotada de
Gonzalo Montt, uno de ellos había sido Capitán de Navío y el otro Capitán de
Ejército.
De los COMBATIENTES chilenos en Bolivia, tres habían alcanzado el grado de
Tenientes Coroneles, uno el de Comandante de Escuadrilla, otro el de Capitán de
Bandada, varios el de Mayores, varios el de Capitanes, algunos el de Tenientes
1° y Tenientes 2°, varios el de Subtenientes, 1 el de Alférez de Aviación, 1 el
de Guardiamarina de 2a Clase y el resto, conformado por ex Cadetes,
Suboficiales y ciudadanos que solo habían hecho el servicio militar, o que
tenían ánimo y supuestas buenas condiciones físicas para combatir en el Chaco.
De los COMBATIENTES que habían pertenecido al Ejército de Chile, y que en el se
habían desempeñado como oficiales había integrantes de todas las armas, es así
que habían oficiales de Infantería, Caballería, Artillería, los que se habían
desempeñado en unidades de Zapadores, en unidades ferroviarias y en
Administración.
De los COMBATIENTES que habían estado en la Fuerza Aérea uno de ellos había
pertenecido a la rama terrestre en el Escalafón de Guerra.
Por otra parte, de los Oficiales Superiores (Tenientes Coroneles, Comandante de
Escuadrilla, Capitán de Bandada y Mayores), 2 se habían graduado de Oficiales
de Estado Mayor16 y 2 habían realizado estudios militares en el extranjero17.
Además, algunos de los COMBATIENTES, al momento de su contratación, estaban
casados y tenían hijos18. Corresponde destacar, también, que las edades de los
combatientes chilenos fluctuaban entre los 19 y los 42 años, siendo uno de los
menores Guillermo von Bischoffhassen Vidaurre quien no había cumplido los 20
años al momento de su contratación, pues había nacido el 8 de octubre de 1914,
y que uno de los de mayor edad, sería Luis Figueroa Yáñez, nacido el 3 de abril
de 1892.
. LAS CONTRATACIONES
Si hacemos fe del testimonio de Raúl Galleguillos Molina19, integrante del
primer grupo de chilenos contratados por Bolivia en 1934, el proceso se inició
en los primeros días de febrero de ese año, oportunidad en la cual el Capitán
(R) Luis Benavides Domínguez y el Teniente (R) Emigdio Lobos Ortíz, que habían
pertenecido al Ejército de Chile, se presentaron en las oficinas de la Legación
de Bolivia en Santiago, con el propósito de enrolarse en el Ejército de
Bolivia. Allí fueron atendidos por el Secretario de la Legación Enrique
Baldivieso y por el Teniente Coronel Miguel Candia, Adicto Militar, quien se
comprometió a transmitir el ofrecimiento a las autoridades bolivianas al
regresar a su país, en el transcurso del mes de marzo. Hacia fines de abril el
Teniente Lobos recibió un cable de aceptación de sus servicios, los que se
concretaron con la llegada a Santiago del Mayor (R) Eduardo Rivas del Ejército
de Bolivia, que había estudiado en Chile, quien procedió a hacer las contrataciones.
Es así como se pudo conformar un primer grupo de 18 COMBATIENTES, de los 95 que
llegó a contratar el Mayor Rivas20.
Solo unos pocos lo hicieron por su cuenta, como fue el caso de Aquiles Vergara
Vicuña, debido a que su incorporación se hizo a través del Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Chile el Dr. Plácido
Sánchez.
Los integrantes del primer grupo partieron el 11 de mayo desde Valparaíso, en
el vapor Palena, con destino Arica, donde tomaron el tren internacional, que
les permitió llegar a La Paz el día 1721.
. DESTINACIONES Y DESEMPEÑO DE LOS COMBATIENTES
En relación con Paraguay los COMBATIENTES, con grados de oficiales, se
incorporaron en forma individual. Así, por ejemplo Arístides del Solar Morel,
fue contratado por la Armada paraguaya para desempeñarse como Instructor, tarea
que realizó hasta 1933. Gonzalo Montt Rivas, fue incorporado en septiembre de
1932, como Mayor Honoris Causa, ascendiendo, en noviembre de 1933, al grado de
Teniente Coronel, desempeñándose en el frente hasta diciembre de 1933,
oportunidad en la que renunció, como acto de solidaridad por la separación del
cargo de Comandante del Cuerpo, que afectó a su amigo el coronel Luis
Irrazaval, por decisión del general Félix Estigarribia, Comandante del Ejército
en Campaña22. Juan Durán Acosta se incorpora a comienzos de 1933 con el grado
de Mayor.
En relación con Bolivia los COMBATIENTES incorporados con grados de oficiales
en 1932 y 1933 lo hicieron en forma individual, pero a partir de 1934 el arribo
de ellos se hizo, como ya se anotó, por grupos. Hubo tres grupos que lo
hicieron en el transcurso de los meses de mayo y junio, los que en conjunto
abarcaron a la mayoría, posteriormente lo harían algunos hasta completar, a
comienzos de 1935, la cantidad de 96 de un total de 105, que se incorporaron
con el grado de oficiales en el transcurso de toda la contienda23.
Después de unos días de estadía en La Paz, donde fuera de aclimatarse,
adecuarse a la altura, iniciar amistades, conseguir una madrina de guerra24, y
recibir una serie de homenajes, se dirigieron al escenario del conflicto.
Todos los COMBATIENTES chilenos, ya sean en grupo o en forma individual,
hicieron el viaje en el tren internacional desde La Paz, pasando por Oruro,
Uyuni, y Potosí, llegando hasta Villazón en la frontera con Argentina. Luego,
en camiones, se encaminaron hacia Tarija, Entre Ríos y Villamontes. Desde allí
se dirigieron hasta Ballivián, sede del Comando, donde fueron recibidos y
agasajados por el general Enrique Peñaranda del Castillo, a la sazón Comandante
en Jefe del Ejército en Campaña. Luego, se fueron a sus respectivas
destinaciones.
Para una mejor comprensión de las destinaciones de que fueron objeto los
COMBATIENTES chilenos en las Fuerzas Armadas de Paraguay utilizaremos la obra
del coronel paraguayo Pablo E. Tufari Recalde 25.
Las Fuerzas Armadas de Paraguay, durante la contienda, se encontraban divididas
en tres ramas: Ejército, Armada y Fuerza Aérea. El Ejército se encontraba
organizado en Cuerpos, Destacamentos, Divisiones y Regimientos los que fueron
variando, en número, en el transcurso de la contienda.
Las destinaciones se hicieron considerando, en la generalidad de los casos, la
rama de las Fuerzas Armadas y de Orden a la que habían pertenecido los
COMBATIENTES, como su arma de origen, formación y experiencia.
En el caso de Gonzalo Montt Rivas su destinación fue la 5 División, la cual
formaba parte del Tercer Cuerpo de Ejército. Allí se desempeñó como Comandante
del Batallón de Rifleros. Respecto de Juan Durán Acosta llegó a desempeñarse
como Comandante de un Regimiento. En relación con Arístides del Solar, le
correspondió desempeñarse como Instructor de la Armada.
Para una mejor comprensión de las destinaciones de que fueron objeto los
chilenos en el Ejército de Bolivia, utilizaremos el organigrama presentado por
el mayor chileno, al servicio de Bolivia, Pablo Barrientos 26.
Hablar de Fuerzas Armadas de Bolivia, durante la contienda, es hablar del
Ejército, el cual tiene diferentes armas, entre ellas las Fuerzas Aéreas.
Las destinaciones en el Ejército de Bolivia se hicieron considerando, en la
generalidad de los casos, los mismos criterios a los cuales se hizo referencia
en relación con Paraguay. Es así, por ejemplo, a los que provenían de la Fuerza
Aérea de Chile, o tenían alguna experiencia en aviación, se les destinó a las
Fuerzas Aéreas del Ejército27.
En el caso de los que en el Ejército habían pertenecido al arma de artilleros
se les destinó en Bolivia a dicha arma, lo mismo los que habían sido zapadores,
como los que habían sido administrativos, o cumplían funciones especiales28.
Por otra parte, hay que agregar que a todos los que habían pertenecido al arma
de Infantería o de Caballería se les destinó, indistintamente, a Regimientos de
dichas armas, como también a los que provenían de otras ramas de las Fuerzas
Armadas y de Orden29.
Por último, hay que tener presente que las destinaciones no fueron, en todos
los casos, permanentes. En efecto, varios tuvieron cambios, no solo de armas,
sino de unidades, en virtud de las necesidades del servicio y el desempeño,
como sucedió, entre otros, con algunos de los que, inicialmente, estuvieron en
la Aviación. Además, están los casos de los COMBATIENTES, que, en el transcurso
de la contienda, recibieron cambios en responsabilidades de mando30.
A continuación se presentará un panorama con las primeras destinaciones de
algunos de los oficiales chilenos, sobre la base de las Ordenes Generales de
los años 1934 y 193531.
Fueron destinados a las Fuerzas Aéreas del Ejército 16 de los COMBATIENTES,
pero solo permanecieron en esta rama 2 de ellos.
Dentro de los que alcanzaron mayores responsabilidades cabe destacar a los
tenientes coroneles Ignacio Aliaga González, Ricardo Contreras Macaya, Alfredo
Emilio Espinoza Morales, Julio Labbé Jaramillo, y Aquiles Vergara Vicuña, los
mayores Pablo Barrientos Gutiérrez, Aníbal Cavada de la Fuente, Juan del Villar
Araya, Luis Figueroa Gómez, Daniel Fuenzalida Mayol y Manuel Irrazaval
Benavente y los capitanes Humberto Berndt Vivanco, Humberto Garrido Ostornol,
ascendido luego a mayor, y Emigdio Lobos Ortíz
El teniente coronel Ignacio Aliaga González, incorporado según Orden General
N.° 1-35 del 1 de enero de 1935, fue destinado a las Fuerzas Aéreas del
Ejército.
El teniente coronel Ricardo Contreras Macaya, contratado el 1 de noviembre de
1934, como Asesor del Comando en Jefe, fue nombrado Jefe de Estado Mayor de la
3° División de Infantería el 25 de enero de 1935, y luego, el 30 de ese mismo
mes, nombrado, con el mismo cargo en la 2° División de Caballería. Más tarde,
el 1 de junio, fue nombrado Jefe de Estado Mayor del Tercer Cuerpo de Ejército,
la más alta de las responsabilidades asumida por un chileno en la contienda del
Chaco32.
El teniente coronel Alfredo Emilio Espinoza Morales, incorporado por Orden
General N.° 1-35 del 1 de enero de 1935, destinado, primero, al Comando del
Segundo Cuerpo de Ejército; más tarde formó parte del Comando del Cuerpo de
Caballería, y luego fue nombrado Jefe de la Sección de Operaciones del Comando
del Sector Central, y formó parte de la comitiva del general Oscar Moscoso,
Jefe del Estado Mayor del Ejército del Sur.33
El teniente coronel Julio Labbé Jaramillo, incorporado según Orden General N.°
1-35 del 1 de enero de 1935, destinado al Estado Mayor del Sector Sud, y,
luego, como Jefe de Sección del Comando del Primer Cuerpo de Ejército.
El teniente coronel Aquiles Vergara Vicuña, incorporado en octubre de 1934, se
le nombró Comandante de Artillería del Primer Cuerpo, para luego ocupar el
cargo de Subinspector de la Inspección de Artillería. Sin embargo, a los pocos
días fue nombrado Comandante de Artillería de la Cuarta División, para más
tarde pasar a convertirse en Jefe de Operaciones del Segundo Cuerpo de
Ejército34.
El mayor Pablo Barrientos Gutiérrez, contratado el 14 de agosto de 1934 fue
destinado, primeramente, como Jefe de Batallón en el Regimiento
"Pérez" 3 de Infantería y, luego, como Comandante del Regimiento
"Cochabamba" 20 de Caballería, para, posteriormente, ser destinado
como Jefe de Operaciones del Comando de la Segunda División de Caballería, y
más adelante, llegar a desempeñar el cargo de Jefe de Operaciones del Comando
del Segundo Cuerpo de Ejército, y, por último el de Jefe de Estado Mayor del
Cuerpo de Caballería.
El mayor Aníbal Cavada de la Fuente, incorporado según Orden General N.° 6-35
del 12 de abril de 1935, puesto a disposición del Estado Mayor Auxiliar, como
Jefe de la Oficina de Reclutamiento.
El mayor Juan del Villar Araya, incorporado inicialmente, por error como
capitán, según Orden General N.° 4-35 del 6 de febrero de 1935, destinado a las
Fuerzas Aéreas del Ejército, se le encomienda la Dirección de la Escuela de
Aviación35.
El mayor Luis Figueroa Gómez, incorporado según Orden General N.° 5, de 5 de
julio de 1934, aunque su contrato provisorio lo firmó el 27 de abril, fue
destinado como Comandante de Grupo de Artillería del Destacamento de Santa Fe.
El mayor Daniel Fuenzalida Mayol, incorporado según Orden General N.° 52-34 del
20 de septiembre de 1934, destinado al Comando de la 8 División, y, más tarde,
fue destinado desde el Regimiento "Junín" al Comando de la 10
División, como Jefe de Estado Mayor. Luego de haberse desempeñado como
Comandante accidental del Regimiento "Castrillo", 6° de Caballería,
de la 1° División del Cuerpo de Caballería, fue destinado al Estado Mayor del
Sector Sud, y, finalmente, al Comando del Primer Cuerpo de Ejército.
El mayor Manuel Irrazaval Benavente, incorporado según Orden General N.° 5, del
5 de julio de 1934, aunque su contrato provisorio lo firmó el 27 de abril, fue
destinado como Comandante de Grupo de Artillería del Primer Cuerpo de Ejército.
El capitán Humberto Berndt Vivanco, incorporado según Orden General N.° 1-35
del 1 de enero de 1935, destinado al Regimiento "Florida", 14 de
Infantería. Hacia el final de la contienda se desempeñaba como Comandante del
Regimiento "Ballivián" de la Sexta División del tercer Cuerpo de
Ejército.
El capitán Humberto Garrido Ostornol, ascendido posteriormente a mayor,
incorporado según Orden General N.° 5 del 5 de julio de 1934, aunque su
contrato fue firmado con anterioridad y su incorporación de hecho también, fue
destinado como Jefe de Operaciones del Destacamento Parapetí. Posteriormente,
fue destinado como Comandante al Regimiento "Chile", 12 de
Caballería.
El capitán Emigdio Lobos Ortíz, incorporado según Orden General N.° 5 del 5 de
julio de 1934, aunque perteneció al primer grupo de COMBATIENTES, destinado al
Regimiento "Rocha", 31 de Infantería, en el Primer Cuerpo de Ejército,
luego fue puesto a disposición del Tercer Cuerpo de Ejército, donde fue
destinado al Regimiento "Quijarro" y Batallón de Zapadores, para
luego ser destinado al Regimiento "Chacaltaya", 18 de Infantería, más
tarde denominado "Potosí", 27 de Infantería, en el cual fue
Comandante accidental.
Vicisitudes
En el transcurso de más de un año, en el que se materializó la participación de
los COMBATIENTES chilenos en el Ejército de Bolivia, murieron tres de ellos: el
subteniente Francisco Ortega Beiza, del Regimiento "Ayacucho" 8 de
Infantería, el 19 de agosto de 1934, el capitán Vicente Romero Rojas, del
Regimiento "Cazadores del Yacuma" 10° de Caballería, el 12 de abril
de 1935, y el teniente coronel Ignacio Aliaga González, de las Fuerzas Aéreas
del Ejército, el 6 de junio de 1935. Los dos primeros en enfrentamientos con
los paraguayos, y el tercero en un accidente aéreo en el teatro de operaciones.
Por otra parte, once de los COMBATIENTES fueron heridos36, y tres cayeron
prisioneros: el teniente Héctor Sotomayor Parra, el mayor Manuel Irrazaval
Benavente, y el capitán Humberto Berndt Vivanco.37 Además algunos fueron
evacuados por enfermedad.
Balance
En este punto vamos a recurrir, en primer lugar, a la opinión del historiador
boliviano Roberto Querejazu Calvo, quien en un acápite del Capítulo XXII de su
obra dedicada a la contienda chaqueña nos plantea: "Si bien el aporte
individual de los oficiales chilenos varió en relación con sus conocimientos
profesionales, sus cualidades de conductores de tropas y su valor personal, el
efecto psicológico de su participación fue de gran significación" 38.
No obstante que, en general, hubo un buen desempeño de los COMBATIENTES
chilenos, sobre todo a nivel de algunos jefes y oficiales subalternos, lo
anterior no significa desconocer que a algunos les fueron rescindidos sus
contratos antes de tiempo, porque las autoridades bolivianas no quedaron
satisfechas con su comportamiento militar.
Para ser más claros, en esta materia, conviene tener presente que algunos
COMBATIENTES fueron ascendidos en el transcurso de la contienda, a otros se les
renovó u ofreció renovar el contrato, incluso, después de terminada la guerra,
y, por último, a varios, al término de su contrato, se les agradecieron sus
servicios, en las Ordenes Generales, lo cual significa que el Comando estaba
complacido con su desempeño.
En el primer caso, están el capitán Humberto Garrido Ostornol, ascendido a
Mayor, el subteniente Julio Cancino Labra, ascendido a teniente de reserva, el
subteniente de reserva Ramón Piñeiro Gallardo, ascendido también a teniente de
reserva.
En el segundo caso, cabe mencionar al mayor Juan del Villar, a quien se le
mantuvo como Director de la Escuela de Aviación, al teniente coronel Aquiles
Vergara Vicuña, quien permaneció largos años en el Ejército de Bolivia hasta
1953, año en el se acogió a retiro, estando en posesión del grado de coronel,
al teniente Carlos Rodríguez Gana, incorporado posteriormente al Cuerpo de
Carabineros, donde alcanzó el grado de general, y al teniente coronel Ricardo
Contreras Macaya y al mayor Pablo Barrientos Gutiérrez, a quienes se les
ofreció prolongarles sus contratos por varios años, pero que no aceptaron.
Ahora bien, desde la perspectiva de lo que se esperaba de ellos, las
expectativas fueron mayores.
No obstante lo anterior, podemos postular que varios de los COMBATIENTES
ayudaron, decididamente, en la defensa de Villa Montes, y en la Contraofensiva,
favoreciendo la recuperación de territorios por las fuerzas bolivianas,
comprometiendo seriamente las posiciones alcanzadas por los paraguayos, a tal
punto que el triunfo podría haber sido de ellas, según lo estimaron, en su
oportunidad varios analistas, entre los que cabe destacar al teniente coronel
Aquiles Vergara Vicuña39.
. LAS REPERCUSIONES
Las repercusiones de la presencia de los COMBATIENTES chilenos en la contienda
del Chaco, a partir de mayo de 1934, las veremos en cada uno de los países
directamente involucrados y en Chile, como también en los propios combatientes
y en sus familias.
En Chile
Desde un primer momento el gobierno trató de explicar que no podía impedir
dicha presencia, apoyado en la Convención de Viena sobre neutralidad de los
Estados40, pero ante los insistentes reclamos del gobierno paraguayo, y la
opinión contraria de algunos connacionales41, presentó el 23 de mayo, a los
pocos días de conocerse públicamente la llegada del primer grupo de
COMBATIENTES chilenos a La Paz, un Proyecto de Ley, que impediría la
contratación de militares chilenos por cualquiera de los gobiernos de los
países beligerantes. Dicho proyecto se convirtió en la Ley N.° 5.478, de 7 de
septiembre de 1934.
Sin embargo, cabe anotar que el gobierno de Arturo Alessandri había decretado
la neutralidad el 15 de mayo de 1933, y que pudiendo haber impedido las
contrataciones no lo hizo, teniendo los medios para informarse de los
movimientos del personal uniformado en retiro y de aquellos que hacían las
contrataciones, como el mayor (R) Eduardo Rivas, que pudo circular libremente
en Chile durante 1934, con lo cual demostró una neutralidad benévola hacia
Bolivia.
Por otra parte, hay quienes han postulado que Arturo Alessandri dejó hacer,
porque incluso después de promulgada la ley se siguieron contratando chilenos.
De ahí pensar que así se deshacía de militares que podrían participar en
conspiraciones contra su gobierno, no aparece como una exageración.
La opinión pública chilena se vio también afectada, si bien ello había
acontecido desde el comienzo del conflicto, esto se hizo más patente a partir
de mayo de 1934, cuando llegaron a La Paz los integrantes del primer grupo
contratado. Se escribió a favor y en contra, en diversos medios de la prensa
escrita42, y se dividieron las opiniones en el seno de las familias43.
A través de la prensa el debate se hizo notorio, como ya se ha dicho, a través
de editoriales y artículos. La presencia de los COMBATIENTES despertó el
interés de los periodistas, no solo se les entrevistó cuando estaban de paso
por Santiago44, se les dio tribuna,45 e incluso la Revista Zig-Zag envió al
periodista y escritor Víctor Domingo Silva a Bolivia a reunir material para un
número especial, que salió a luz a mediados de 1935, incluyendo dos páginas con
fotografías de algunos de los combatientes chilenos46.
Por otra parte, las representaciones diplomáticas de Chile en Asunción y en La
Paz, recibieron instrucciones de no establecer mayores contactos con los
COMBATIENTES chilenos47. En relación con Bolivia, esta disposición se vio
contrariada en la visita que el Agregado Militar de la Legación de Chile hizo
al frente, en la cual fue acompañado, por disposición del Alto Mando boliviano,
por el voluntario chileno capitán Emilio Álvarez Jego, del Regimiento
"Chile" 48.
Por otra parte, cabe anotar la sugerencia del Agregado Militar de Chile,
teniente coronel José María Santa Cruz Errázuriz, en relación con el cadáver
del subteniente Francisco Ortega Beiza, primer voluntario chileno muerto en la
contienda, para que fuese remitido directamente a Antofagasta, con el fin de
evitar manifestaciones en Bolivia49.
Además, hubo un hecho a través del cual se llevó a extremo la neutralidad,
relacionado con las gestiones emprendidas por doña Isabel Hoces, para liberar a
su marido el mayor Manuel Irrazaval Benavente, prisionero de los paraguayos,
frente a las cuales la Cancillería chilena dio instrucciones a la Legación en
Asunción de no colaborar, argumentando que ello podría ser mal interpretado50.
En Bolivia
Si bien la incorporación de los primeros chilenos a la contienda se inició en
1932, no hubo grandes manifestaciones salvo en torno al caso de Gonzalo Montt
que provocó reacciones de alegría en Paraguay y de molestia en Bolivia, sobre
todo que él también había servido diplomáticamente a Chile en La Paz.
Sin embargo, sería la llegada del primer grupo de COMBATIENTES a La Paz, en
mayo de 1934, la que provocaría manifestaciones públicas de simpatía hacia
Chile y los chilenos. Cuenta Raúl Galleguillos Molina que "el arribo fue
una verdadera apoteosis. Jamás nadie, ni el Presidente Salamanca había recibido
tantas demostraciones de aprecio y cariño. Grandes manifestaciones en el Club
de La Paz, recepción en el Palacio de Gobierno, etc."51, como también en
el Círculo y en el Colegio Militar52, donde fueron recibidos por el general
Carlos Blanco Galindo, Jefe del Estado Mayor Auxiliar53.
La incorporación de los COMBATIENTES chilenos en el Ejército de Bolivia,
durante la contienda, sirvió para mejorar la percepción que se tenía de Chile y
los chilenos, y esto se hizo más evidente a partir de la muerte del subteniente
Francisco Ortega Beiza, acaecida en Cañada Loa54, el 12 de agosto de 1934. Si
bien ya una cañada había sido bautizada, con anterioridad, como "Cañada
Chile", el lugar donde murió el subteniente chileno, pasó a llamarse
"Campo Ortega". Sus funerales, llevados a cabo en La Paz, dieron lugar
a significativas expresiones de dolor. A su entierro concurrieron las
principales autoridades de Bolivia55. En La Paz el Administrador Apostólico de
la Diócesis organizó una celebración eucarística en su memoria56, y residentes
chilenos fundaron el Club Cultural y Deportivo "Ortega Beiza".
También, cabe destacar que, algunos meses después, un regimiento pasó a recibir
la denominación de Chile57, comandado por un oficial chileno e integrado por
varios oficiales de la misma nacionalidad58.
Todas estas manifestaciones tuvieron su punto culminante, cuando se propuso la
constitución de la "Gran Patria del Pacífico", mediante la fusión de
Chile y Bolivia59, lo cual significaba distanciarse respecto de Argentina,
situación que la Cancillería chilena no vio con buenos ojos60.
En realidad, la participación de COMBATIENTES chilenos en el Ejército de
Bolivia y la muerte de tres de ellos, cambió substancialmente las percepciones
bolivianas hacia Chile, y las relaciones mejoraron a todo nivel61, favoreciendo
un acercamiento, que años más tarde se traduciría en la negociación de 1950, en
la que se barajó la fórmula del "corredor", para satisfacer las
aspiraciones bolivianas para retornar al Pacífico.
Antes del término del período de finalización de los contratos hubo algunas
cancelaciones por enfermedad y/o por heridas de guerra, como fueron los casos
de Dionisio Etchevers Quintana, Raúl Gallegos Fernández, Luis Heise Cossio y
Hernán Zúñiga Cabello, como algunas por no haber una buena evaluación del
desempeño. También hubo cancelaciones cuando se cumplía, obviamente, el tiempo
acordado, pero, también, hubo ofrecimientos de renovaciones y renovaciones
efectivas y, en varios casos, agradecimientos, es decir de todo, como
corresponde a grupos humanos, tan dispares, como el conformado por los
COMBATIENTES chilenos, que se desempeñaron, con grados de oficiales, en el
Ejército de Bolivia, como ya se anotó en páginas anteriores.
Años más tarde, no faltaron las voces críticas, como la del coronel boliviano
Francisco Barrero, quien se manifestó, en términos reprobatorios respecto de
las contrataciones de los chilenos62.
En Paraguay
Si bien, como se ha dicho, la incorporación en 1932 del ex Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Chile en Asunción Gonzalo Montt
Rivas suscitó gran satisfacción en el gobierno, en los círculos militares y en
la población paraguaya, ello se desvaneció, en forma repentina e
incomprensible, en mayo de 1934, cuando se supo de la contratación de chilenos
con grados de oficiales por el Ejército de Bolivia. Se consideró que el
gobierno chileno, de acuerdo con la neutralidad, no lo debería haber permitido.
Dicha situación, más la ulterior contratación de obreros chilenos para las faenas
mineras bolivianas, en reemplazo de los trabajadores bolivianos movilizados,
como, también, el no haber impedido, con anterioridad, el libre tránsito de
armamentos hacia Bolivia, por territorio chileno, llevó a diversos ataques de
la prensa escrita paraguaya, y a las relaciones oficiales al nivel más bajo que
han tenido a través de toda la historia republicana.
En efecto, no se concebía que en Chile se diera esta situación, sobre todo
entre los militares. Esto afectó mucho a los militares paraguayos que habían
estudiado en Chile, como fue el caso del teniente coronel Luis Irrazaval, gran
amigo de Gonzalo Montt y del coronel Carlos Ibáñez del Campo63.
Para Paraguay era algo incomprensible, sobre todo después del apoyo recibido
durante el gobierno del Presidente Ibáñez del Campo y de su Ministro de
Relaciones Exteriores Conrado Ríos Gallardo, en la situación producida en torno
al fortín Vanguardia en 1928, que llevó a Bolivia y Paraguay al borde de la
guerra. La prensa paraguaya, sobre todo la cercana al gobierno atacó
fuertemente al gobierno de Chile, acusándolo de no respetar la neutralidad que
había declarado en 1933, y denostó la actitud de los COMBATIENTES chilenos
calificándolos de mercenarios.
El representante de Chile, después de haber reclamado por los ataques de la
prensa paraguaya, a través de diversas notas de protesta dirigidas a la
Cancillería de Paraguay, no logró un compromiso de dicho gobierno en orden a
morigerar dichos ataques, sino al contrario, como queda claro en nota del 2 de
agosto del Canciller paraguayo Justo Pastor Benítez dirigida al Ministro de
Chile en Asunción, de la cual transcribimos algunos de sus párrafos, en los que
trata de explicar la hostilidad de la prensa paraguaya: "el hecho responde
a un estado de la conciencia pública, alarmada por la conducta observada por el
Gobierno chileno con relación a la guerra en el Chaco", agregando que
considera que las contrataciones "responden seguramente a una política
deliberada", y que "estos antecedentes, seguramente, han ocasionado
los pronunciamientos de la prensa paraguaya y que traducen los sentimientos
provocados en nosotros por la naturaleza de los actos enunciados". La
Cancillería chilena en vista de lo anterior decidió, a través de una nota
fechada el 7 de agosto, retirar al Ministro Enrique Gallardo Nieto de Asunción,
dejando la Legación, a partir del 12 de agosto, en manos de un funcionario de
menor jerarquía, a cargo del Archivo. Solo después de algunas muestras de
acercamiento por parte del gobierno paraguayo, las relaciones volvieron a un
nivel de normalidad, con la designación, el 24 de noviembre, de Francisco
Figueroa Sánchez, como Ministro Plenipotenciario y Enviado Extraordinario del
Gobierno de Chile ante el de Paraguay. La promulgación de la Ley, ya
mencionada, y las diversas gestiones a favor de la paz, emprendidas por el
gobierno de Chile, lograron mejorar el clima hostil. En todo caso el tiempo,
como en muchas otras situaciones, consiguió, lentamente, borrar las heridas
causadas por los momentos conflictivos.
Sobre los COMBATIENTES mismos, al servicio de la causa boliviana, se valoró la
Historia de la guerra del Chaco, escrita por Aquiles Vergara Vicuña, según tomó
conocimiento su primo el Dr. Benjamín Viel Vicuña, en visita al Paraguay64.
En los COMBATIENTES y sus familias
La mayoría de los casados fue solo, y en este caso para las esposas y los hijos
en edad de comprender, no les quedó otra alternativa que aceptar esta situación
como una oportunidad que se les presentaba para salir de la situación de
privaciones en la que se encontraban, o una posibilidad para darle sentido a
una vida que se presentaba sin horizontes. En algunos casos sus esposas los
acompañaron temporalmente, y en muy pocos permanentemente.
Los padres y hermanos no siempre comprendieron esta decisión. Algunos la
criticaron65, y otros guardaron silencio66.
Respecto de los COMBATIENTES mismos, la participación en el conflicto los hizo
sentirse útiles. Es sintomático, al respecto, lo que nos dejó por escrito
Aquiles Vergara Vicuña67 .
Por otra parte, a la gran mayoría les permitió mejorar su desmedrada situación
económica, y, en algunos casos, adquirir inmuebles para vivir con sus familias,
sin angustias y privaciones, como fueron los casos de Manuel Irrazaval
Benavente y de Emilio Flores Guerra.
En otros encendió la esperanza de radicarse definitivamente en Bolivia, una vez
terminado el conflicto. Algunos lo pudieron cumplir, como Aquiles Vergara
Vicuña en el Ejército, Carlos Rodríguez Gana en Carabineros, y otros dedicados
a los negocios como Ernesto Gruhs Figueroa y Mario Oyarzún Day. También cabe
destacar a los que permanecieron en Bolivia, por un tiempo, como Arturo
Benavides Bruce quien se desempeñó como Cónsul de Chile en Cochabamba, Juan del
Villar Araya, quien se mantuvo a cargo de la Dirección de la Escuela de
Aviación y Luis Gayán Contador, como empleado en actividades mineras y en el
Cuerpo de Carabineros, y otros que se dedicaron a actividades comerciales como
Manuel Cerda Muñoz, Raúl Ochoa Esquivel68, Deleskar Iribarren Escobar, y
Humberto Valenzuela Arancibia, y a Emigdio Lobos Ortíz, y Juan Francisco Prieto
Lillo, en trabajos de vialidad. Pero, el caso más dramático, sin duda, fue el
de Vicente Romero Rojas quien, unos días antes de morir, le había escrito a su
esposa sobre posibilidades que tendrían de establecerse en el Beni, una vez
terminado el conflicto, con sus tres hijos y otros familiares69.
Para tres familias les significó perder a sus seres queridos: hijo, hermano,
esposo, padre, aunque con ello ganaran un héroe, como fueron los casos de las
familias del subteniente Francisco Ortega Beiza, soltero, que dejó, en la
desolación a sus padres, ya ancianos, y a sus numerosos hermanos,
conmocionando, también, a los vecinos de la localidad de Batuco, pueblo cercano
a Santiago, donde ellos vivían; del capitán Vicente Romero Rojas, casado,
dejando a su viuda Marta Pérez Cordero, y a tres hijos: Vicente de 7 años,
Jaime de 5 años y a Marta de 1 año, y del teniente coronel Ignacio Aliaga
González, también casado, quien dejó a su viuda de apellido Straube y a su hijo
Ignacio Enrique, como también a Jorge Ignacio Aliaga Burrell, un hijo
adolescente de su primer matrimonio.
Para otros significó desarrollar su vida familiar en Bolivia, como sucedió con
Juan Francisco Prieto Lillo, quien con Carlota Siel y una hija de meses
partieron hacia Bolivia, donde tuvieron sus otros hijos, permaneciendo allí
hasta 1948, cuando razones de salud de Juan Francisco, los hicieron regresar.
Sus hijos mayores vivieron su niñez y parte de la adolescencia en Bolivia y allí
aprendieron a amarla y añorarla70.
Para Arturo Benavides Bruce su estadía en La Paz le permitió conocer a Isabel
Goytisolo García, de nacionalidad peruana, con quien se casaría y tendría tres
hijos: María Eugenia, Patricia y Arturo71. Un caso similar fue el de Emigdio
Lobos Ortíz, quien se casa con Gabriela Jaimes-Freyre Farfán, con quien tuvo su
hijo Nelson72. También se casan allí con bolivianas Humberto Honorato Arenas,
Guillermo López López y Vinicio Matamala Kutz. Por otra parte, son innumerables
los que mantuvieron algún tipo de relación amorosa o de amistad con jovencitas
bolivianas.
También significó, para algunos la posibilidad de ser valorados
profesionalmente como ya se anotó en las páginas relacionadas con las
destinaciones y desempeño, como también ser reconocidos con distinciones y
altas responsabilidades, tanto en Bolivia como en Paraguay. En Bolivia Aquiles
Vergara llegó a alcanzar el grado de General de Brigada por decisión del
Senado, sin renunciar a la nacionalidad chilena, Luis Gayán Contador alcanzó el
grado de Coronel en Carabineros, como importantes responsabilidades en el
primer gobierno de Víctor Paz Estenssoro, sin perder su nacionalidad. Otro es
el caso de Carlos Rodríguez Gana quien llegaría al grado de General en
Carabineros, pero habiéndose nacionalizado en Bolivia. En Paraguay Gonzalo
Montt Rivas recibió diversos reconocimientos, como la decisión de las
autoridades de bautizar a un fortín en el Chaco con su nombre, el nombramiento
de Vicepresidente de una Asociación de ex combatientes, y el otorgamiento de la
ciudadanía honoraria.
Por otra parte, varios contrajeron el paludismo o malaria, enfermedad propia de
las áreas tropicales, que en algunos casos fue mortal como le sucedió a Ernesto
Gruhs Figueroa, o los acompañó el resto de sus vidas, como le aconteció a
Ricardo Contreras Macaya73, y a Pablo Barrientos Gutiérrez74.
La experiencia permitió, además, unir a oficiales con suboficiales chilenos en
un quehacer común, como también a miembros de las diversas ramas de la Defensa
Nacional y Fuerzas de Orden, como, por otra parte, a civiles con uniformados.
Además, está la amistad que surgió entre los COMBATIENTES chilenos, como se dio
entre Ricardo Contreras Macaya, Pablo Barrientos, Jorge Garretón Garretón y
Octavio Vergara Rivera, quienes permanecieron vinculados después del
conflicto75. También está la amistad que se profundizó entre Pedro Manuel Opazo
Espinoza y Raúl Galleguillos Molina, quien vivió, después de la guerra, un
largo tiempo en la casa del primero76. La larga amistad entre Emilio Flores
Guerra y Héctor Hernández Oñate, que se ha prolongado en sus hijos, hasta el
día de hoy77. Las visitas de Vinicio Matamala Kutz a Manuel Irrazaval
Benavente,78 y, su amistad con Emigdio Lobos Ortíz, que se manifestó en su hijo
Nelson, que lleva por segundo nombre el de Vinicio79.
Otros sufrieron los rigores de la prisión en Paraguay, y sus familias sufrieron
esa realidad, como fue el caso de la familia del mayor Manuel Irrazaval
Benavente, cuya esposa vivió en Bolivia, acompañada de sus hijos durante la
contienda, y que luchó denodadamente por su libertad, formando parte, incluso,
de una delegación de mujeres bolivianas que fue a Paraguay a visitar a los
presos y abogar por su liberación80.
También está el caso de aquellos que no se sintieron valorados y de aquellos
que se sintieron decepcionados de la experiencia, como fueron los casos de Raúl
Galleguillos Molina y de Guillermo López López, quienes dejaron publicadas sus
reflexiones81, o de aquellos, los menos, que sintieron que los bolivianos les
demostraban aprecio a los chilenos, solo en la medida que les eran útiles.
Además, la experiencia les permitió conocer Bolivia y a los bolivianos en su
entorno. Así pudieron conocer a las diversas etnias, a mestizos y blancos, con
su diversidad lingüística y cultural, junto con la diversidad de paisajes:
altiplano, valles y tierras bajas del Oriente. Uno de ellos, Aquiles Vergara
Vicuña, solidarizó con entusiasmo con la demanda marítima de Bolivia, a través
de numerosos escritos82.
Por último, todos quedaron marcados por la experiencia de la guerra, que
algunos trataron de olvidar.
Los testimonios y otros escritos de los combatientes
Tres de los combatientes publicaron trabajos relacionados directamente con la
experiencia. Algunos escribieron diarios, hicieron anotaciones, y redactaron
sus memorias, en las que se refirieron a su participación en la guerra. Otros
dirigieron cartas a sus familiares, y escribieron poemas durante la contienda.
También hubo otros que dieron conferencias, hicieron declaraciones a la prensa,
y/o fueron entrevistados, y, por último, están los que estuvieron dispuestos a
dar su testimonio oral83.
En el primer caso están los cuatro libros y artículos escritos por Aquiles
Vergara Vicuña, los cuales fueron, en orden de aparición: Del Caldero del Chaco
(1936), Historia de la guerra del Chaco (7 tomos publicados entre 1940 y 1946),
"Bernardo Bilbao Rioja. Vida y Hechos" (1948), y Cosas y quisicosas
de un problema americano. (Criba de Recuerdos) (1963). Sus artículos aparecieron,
una vez terminada la contienda, en la Revista Zig-Zag, de Santiago de Chile84.
Luego está La Contraofensiva del Parapetí. Guerra del Chaco (1936), libro
escrito por Pablo Barrientos Gutiérrez, y, por último, Bolivia que yo he visto
(1936), de Raúl Galleguillos Molina. Todos estos trabajos fueron financiados
por sus autores, y todos ellos fueron producto de la iniciativa personal, salvo
el caso de la Historia de la guerra del Chaco, que le fue encomendada por el
Estado Mayor General del Ejército de Bolivia al entonces teniente coronel
Vergara, conjuntamente con el teniente coronel Julio Guerrero, de nacionalidad
peruana, pero la hizo solo el primero bajo su exclusiva responsabilidad.
En el segundo caso están las anotaciones de Emigdio Lobos Ortíz, en el margen
de libros relacionados con la contienda como El Dictador suicida, de Augusto
Céspedes y Apuntes para la Historia de la guerra del Chaco. Picuiba, del
coronel Félix Tabera85, también están algunos apuntes de Ricardo Contreras
Macaya, que permiten seguir su trayectoria en la guerra, y las
"Memorias" inéditas, de Juan del Villar Araya, en la cual consigna
aspectos de su participación en la Dirección de la Escuela de Aviación de
Bolivia.
En el tercer caso, dentro de la amplia correspondencia que debió haber existido,
hemos tomado conocimiento de los reclamos de familiares, sobre todo de madres
que dejan de saber de sus hijos, porque éstos han dejado de escribirles, siendo
el caso de la madre de Ernesto Gruhs Figueroa el más dramático, pues al
recurrir al Intendente Provincial de Aconcagua, autoridad chilena que le
correspondía por vivir en la ciudad de Valparaíso, se entera que su hijo ha
muerto, producto de fiebres palúdicas, a los pocos meses de terminada la
contienda86. También hemos sabido de una carta de Vicente Romero Rojas a su
esposa.
En el cuarto caso están los poemas escritos, durante la campaña por Juan
Francisco Prieto Lillo.
Por último están los que fueron entrevistados al regresar del Chaco como
Guillermo López López, o varios años después de la contienda, como Darío
Fontecilla y Carlos Rodríguez Gana, por la Revista del Domingo de El Mercurio
de Santiago en 1981, los que dieron conferencias como Arístides del Solar
Morel, e hicieron declaraciones a la prensa chilena, al partir a la contienda,
o cuando regresaron del Chaco, ya sea temporal o definitivamente, y los que
estuvieron dispuestos a colaborar en 1973 con Manuel Velasco I., historiador
militar chileno, que pensó escribir un trabajo similar a éste, y que para
ubicar a los ex COMBATIENTES chilenos, puso avisos en la prensa del país, a lo
cual respondieron Carlos Cuevas Eissmann, Daniel Fuenzalida Mayol, Vinicio
Matamala Kutz, Luis Antonio Valdés G. y Juan del Villar Araya, y familiares de
algunos de los que ya habían fallecido.
El valor de estos testimonios es muy diverso, pero han constituido una
importante fuente, ante la imposibilidad de entrevistar a los propios ex
combatientes, salvo a uno de ellos que ha pedido expresa reserva de su nombre.
Estos testimonios nos han permitido conocer sus vivencias, sus percepciones
sobre Bolivia y sus habitantes, como sus apreciaciones sobre la organización y
conducción de la guerra…..”
FUENTE: JEFFS, Castro Leonardo. Magíster en Estudios Internacionales,
Universidad de Chile. Universidad de Valparaíso. “Combatientes e instructores
militares chilenos en la Guerra del Chaco”.
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