Era un día frío y nebuloso en La Paz, uno de esos días sin sol, que a los
bolivianos parecen convidarnos a hacer revoluciones.
Al levantarse de la cama, el general Melgarejo, recibió la noticia de haberse
descubierto un plan revolucionario, en el que figuraba un jefe en quién él
tenía plena confianza, si en alguno la tuvo completa aquel hombre suspicaz y
desconfiado.
-Verdaderamente -dijo Melgarejo- en nadie debo ya confiar.
Y como el jefe que con él hablaba, le dijera que no había cuidado, que
triunfaría siempre y que su excelencia debía tener plena confianza en la
lealtad de su ejército, contestó el presidente:
-¿Confianza? ¡ni en mi camisa!
Y sacándose ésta, la colgó en la pared, llamó cuatro rifleros de su guardia y
les dió orden de fusilar a la camisa, y la dichosa camisa de su excelencia fué
quemada a balazos.
(T. O'Connor D'Arlach - DICHOS Y HECHOS DEL GENERAL
MELGAREJO) cortegosky©
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