En medio del fragor de la peor de las actitudes destructivas del ser humano: la
guerra, es notable cómo el alma de las personas se inclina hacia aquel deseo
profundo de paz y fraternidad, a pesar de las terribles circunstancias, las
razones superiores de patria, del deber, de las irrecusables órdenes superiores
y fechas emblemáticas como el día de Navidad hacen aflorar estos deseos en las
personas.
“Leyendo el diario de mi abuelo, el sargento Juan Francisco Pedraza Méndez,
saco esto que él escribió:
23 de Diciembre de 1932
Tan solo se escuchan algunos disparos, ya no como hace pocos días, donde los
pilas intentaron sacarnos a toda costa. Es triste ver a los amigos morir. Desde
Boquerón he visto a muchos amigos quedar allí con un tiro, por eso no hablo
mucho con ninguno. No quiero que sean mis amigos porque después duele llorar
por el amigo muerto. Sigo pensando en mi casa y en mis padres y hermanos. Dejo
de escribir; tan solo quiero dormir, fueron noches en desvelo.
24 de Diciembre de 1932
Llegó una noticia. Se había firmado un alto al fuego por 24 horas por Navidad.
Qué alegría en mi alma, pero tristeza en mi corazón. ¡Cómo podremos festejar la
Navidad si estamos matándonos como animales, aun hasta el animal más
desgraciado tiene compasión para con sus semejantes! Nos dieron el rancho con
un pedazo de carne, más un paquete de cigarrillos y un puñado de coca como
regalo. El comandante nos felicitó y nos dijo que descansemos porque terminadas
las 24 horas comenzaríamos a realizar un ataque contra los pilas. Todos nos
miramos con profunda tristeza. Del hueco de mis ojos salieron lágrimas al
recordar las navidades en mi casa. Todos en la casa siempre cumplimos con
ayudar a mi madre en limpiar la casa, ayudar en la cena, que siempre era un
lechón que mi padre metía al horno, justo a las 12. Todos en familia comíamos,
y siempre mirábamos los regalos que mi padre con sus propias manos hacía con
mucho cariño para sus hijos y mi madre siempre haciendo muñecas para las hijas.
Cuando recuerdo eso, maldigo la guerra que me está quitando mi juventud, pero
qué puedo hacer. No puedo huir porque sería un deshonor a mi padre que peleó
contra los brasileros en el acre, y siempre me decía: hijo, la patria al igual
que Dios es lo primero. Bueno, mamá y papá, feliz Navidad, tan solo les puedo
regalar una lágrima y que Dios les mande mis mensajes de que aún su hijo está
con vida, y antes de dormir les daré mis felicitaciones al enemigo.
Me contó mi abuelo que antes de dormir un rato, él gritó ¡Feliz Navidad pilas!
y de la otra trinchera se escuchó ¡Feliz Navidad bolís!”.
Esta “tregua de Navidad” fue lograda por la intervención del papa Pío XI
(1857-1939). Se estaba combatiendo entonces la feroz batalla de Saavedra. Tan
solo dos días después los bolivianos lanzarían el celebre ataque del 27 de
diciembre de 1932. Los combates eran de lo más duros y están reflejados en las
impresionantes fotográficas que tomó el médico argentino voluntario, Cap. HC
Carlos de Sanctis.
EN LA FOTOGRAFIA: un soldado Boliviano aprovecha la pausa en los combates para
escribir una carta a su familia.
Para más historias: Historias
de Bolivia.
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