E. Jorge Abastoflor Frey / 13 de febrero de
2020.
Es el amanecer del 12 de febrero de 1935, y el enclave
petrolero boliviano de Ñancorainza soporta un violento ataque de la Novena
División paraguaya, que los defensores del Regimiento de Infantería “Manchego”
se esfuerzan por detener. Pero sus fuerzas flaquean. ¿Cuánto más podrán
contener este ataque que ya ha durado seis días?
El General José Félix Estigarribia, Comandante del Ejército
paraguayo, observa extasiado, sobre su mapa de operaciones, cómo el avance de
sus tropas se había manifestado incontenible ocasionando la caída de varias
poblaciones bolivianas en su poder: el 04 de enero cayó Carandaití; el 11 de
enero fue Capirenda; y el 18 de enero se perdió Santa Fé. Pero el ímpetu del
Ejército paraguayo no se detuvo allí. El 05 de febrero el Segundo Cuerpo de
Ejército paraguayo ocupó la población de Tarairí; y el día 06 de febrero estas
tropas ya se encontraban a los pies de la Cordillera del Aguaragüe, delante de
Ñancorainza.
Estigarribia había resuelto que el Segundo Cuerpo del
ejército paraguayo, al mando del exitoso Coronel Rafael Franco, se abriese
camino por la cordillera, a través de Ñancorainza, para caer como una poderosa
espada sobre la población de Camiri, la Capital petrolera de Bolivia. Este
audaz movimiento, además de permitirle conquistar los recursos petrolíferos del
enemigo, ocasionaría la fractura del dispositivo militar boliviano,
dividiéndolo en dos partes. Acto seguido, pensaba Estigarribia, haría descender
sus tropas hacia el sur, provocando el envolvimiento de las fuerzas bolivianas
que defendían Villamontes, la última fortaleza boliviana en el Chaco Boreal.
¡Jaque Mate! Deducía con satisfacción el Comandante paraguayo. (Díaz Arguedas)
El día 06 de febrero se produjeron los primeros contactos
entre fracciones bolivianas y paraguayas, desatándose muy rápidamente la
Batalla de Ñancorainza. El Regimiento Manchego fue atacado frontalmente por la
Novena División paraguaya, compuesta por los Regimientos “San Martín”, “Lomas
Valentinas” y “Zapadores 4” (Querejazu). Sin pérdida de tiempo, el Manchego se
desplegó alrededor del pozo petrolífero de Ñancorainza, deteniendo en seco la
ofensiva paraguaya.
Fracasado el asalto frontal y confiados en su superioridad
numérica, los paraguayos comenzaron el envolvimiento de la guarnición
boliviana, el 07 de febrero. En su progresión, las tropas paraguayas
destruyeron un almacén y el puesto sanitario boliviano, ubicados en
retaguardia. Concentrados en aislar a los defensores bolivianos, los paraguayos
cortaron también el cable telefónico que conectaba Ñancorainza con Ipatí. Era
el momento de la verdad para los nóveles soldados bolivianos del Regimiento XII
de Infantería “Manchego”, que apenas hace unos días había terminado de reorganizarse.
En la localidad de Cuevo, asiento del Comando del Segundo
Cuerpo de Ejército boliviano, el General Carlos Quintanilla examina los mapas y
planos de que dispone, tratando de anticiparse al lugar en que el Ejército
paraguayo descargaría su furia. ¡Difícil tarea! Rezonga Quintanilla. El
atacante siempre tiene la ventaja de saber dónde será el ataque, haciéndose
fuerte en el lugar que escoja; en cambio, el que defiende, al no saber dónde se
producirá el ataque, está obligado a distribuir sus fuerzas para atender los
distintos lugares susceptibles de ser atacados, no pudiendo hacerse fuerte en
ninguna parte. Quintanilla está sumergido en estas disquisiciones, cuando su
ayudante le interrumpe abruptamente con una noticia urgente: ¡Hemos perdido
comunicación con Ñancorainza! Exclama el oficial.
La interrogante que trataba de dilucidar Quintanilla,
Comandante del Segundo Cuerpo de Ejército boliviano, se ha resuelto. En su afán
de aislar a Ñancorainza, las tropas paraguayas habían revelado el lugar por
donde pretendían romper la línea defensiva boliviana. Quintanilla se apresura a
dar las instrucciones: la reserva del Segundo Cuerpo debía reunirse de
inmediato y movilizarse hacia Ñancorainza. Pero, ¿Llegarán a tiempo? ¿Resistirá
el “Manchego”? Sólo con el transcurrir de las horas se sabría.
El día 08 de febrero, los defensores de Ñancorainza quedaron
completamente aislados. A sabiendas de esto, las tropas paraguayas comenzaron a
explorar los senderos que les permitan atravesar las elevaciones y los
profundos desfiladeros que hay en la zona. Los defensores del “Manchego” se
percatan de la progresión paraguaya; pero no hay nada que puedan hacer, sólo
resistir y esperar que los mandos se hayan percatado de su desesperada
situación…y manden refuerzos.
Despunta el día, del 09 de febrero y los primeros rayos de
sol llegan con esperanza para los defensores. Desde la retaguardia enemiga
llegan los esperados sonidos de combate. ¡Refuerzos! ¡Llegaron los refuerzos!
Exclaman los soldados bolivianos, mientras observan que el desorden se apodera
de las tropas paraguayas, que han sido sorprendidas entre dos fuegos: el de los
defensores y el de los refuerzos. Pero con el transcurrir de los minutos, para
pesadumbre de los combatientes bolivianos, se hace evidente que los refuerzos
son pocos y serán insuficientes. Disparos de fusil y de algunas ametralladoras
livianas, confirman esta realidad. Para el final del día, los paraguayos ya han
controlado la situación y continúan el asedio de Ñancorainza.
Sin embargo, durante la noche, mientras sigue el combate, la
desazón de los combatientes del “Manchego” da paso a la galvanización de sus
espíritus. Saben que los paraguayos desean los pozos petrolíferos bolivianos.
El olor a petróleo les ha intoxicado y querrán asegurar el pozo de Ñancorainza.
Entonces nace la convicción del guerrero: El “Manchego” aferrará a la Novena
División paraguaya y, si es necesario, a todo el Segundo Cuerpo de Ejército
paraguayo. ¡La guarnición boliviana resistirá!
Llega el 10 de febrero y el nuevo día comienza con el
estruendo de explosiones de munición de artillería, que explotan fuera del
perímetro defensivo de Ñancorainza. Los defensores bolivianos estaban esperando
la irrupción de la artillería paraguaya en cualquier momento; y parecía que ese
momento había llegado. ¡No hay diferencia! Los soldados bolivianos detendrán al
enemigo, aunque sean sus huesos los que deban servir de muralla. No obstante,
el fuego de artillería cada vez se va alejando más del perímetro defensivo.
¡Tal vez los paraguayos temen destruir el pozo! Especulan los oficiales
bolivianos. Pero, entonces, el fuego de artillería comenzó a golpear las
propias serranías. Más aún, los disparos no parecen provenir del nivel… del
suelo.
Los defensores bolivianos comienzan a escudriñar el terreno
y rápidamente se percatan que en la cima de las elevaciones que se encuentran
sobre el camino que conduce a Ipatí, varias figuras brillan como diamantes al
ser impactadas por los rayos del sol. Pero los fogonazos las delatan: son
piezas de artillería montadas en las alturas; y su mensaje de muerte no va
dirigido a los bolivianos, sino a los paraguayos. Golpes secos de munición de
artillería son acompañados por el tableteo incesante de ametralladoras pesadas
y livianas. Aquellas piezas de artillería, subidas a lomo de hombre hasta las
cumbres, producían una macabra sinfonía de destrucción bélica.
Mientras Ñancorainza se ha convertido en el ojo de una
tormenta, que arrasa todo a su alrededor, la Novena División paraguaya se ve
golpeada nuevamente; pero esta vez desde la superficie. Finalmente, el grueso
de la reserva del Segundo Cuerpo del ejército boliviano se ha presentado: son
los Regimientos de Caballería “Chuquisaca” y “Chichas”, más una escuadra del
“Castrillo”. Pero el desastre paraguayo no llega a producirse debido a la
llegada del ocaso.
El manto protector de la noche permite a los paraguayos
recuperarse y reorganizarse. ¡Es la oportunidad para replegarse! Pero el mando
paraguayo tiene otros planes. Los comandantes han decidido lanzar al día
siguiente, 11 de febrero, un ataque para tomar las alturas de Ipati. Es que la
tierra misma huele a petróleo, y los comandantes paraguayos no son capaces de
resistir el canto de sirena que siempre han representado los recursos
naturales.
En efecto, los paraguayos son enviados a conquistar las
cumbres en las que se encuentran emplazadas las piezas de artillería. Pero esos
soldados no saben de esta forma de guerra. Muy pronto se produce el espectáculo
trágico de soldados paraguayos que se despeñan desde las alturas, unos barridos
por el fuego de ametralladoras, pero los más debido a su propia impericia en la
tarea de escalar.
Pero el fracaso paraguayo no disuadió a sus comandantes del
propósito de quedarse con Ñancorainza. El día 12 de febrero, el Comando
paraguayo volvió a lanzar un asalto al enclave boliviano sin ningún éxito y
debiendo soportar nuevas pérdidas; especialmente de soldados irremplazables
debido a su veteranía. Al finalizar la jornada, los restos de la Novena
División paraguaya finalmente se repliegan, debiendo abandonar su equipo y
armamento pesados para poder transportar a sus numerosos heridos.
Así, al pie del Aguaragüe, la estrella del Coronel Rafael
Franco, Comandante del Segundo Cuerpo de Ejército paraguayo, comenzaba a
eclipsarse.
Más hacia el sur, hay preparativos febriles en ambos bandos.
El fracaso paraguayo en Ñancorainza ha determinado que no se produzca el
envolvimiento de Villamontes, como era el deseo de Estigarribia. Entonces, ya
no hay nada que esperar, hoy 12 de febrero se desatará el infierno:
Una Gran Batalla en Villamontes…
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Imágen: Piezas de artillería boliviana. Museo Militar del Colegio
Militar de Ejército. La Paz - Bolivia
Archivo personal de E. Jorge Abastoflor Frey
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