Por: PABLO QUISBERT, CLAUDIA RIVERA Y VINCENT NICOLAS.
/ Por: PABLO QUISBERT, CLAUDIA RIVERA Y VINCENT NICOLAS.
/ Este artículo fue tomado del libro: INTERPRETANDO
HUELLAS - Arqueología, Etnohistoria y Etnografía de los Andes y sus
Tierras Bajas (Capitulo 9)
ACERCA DEL DESCUBRIMIENTO DE AULLAGAS
Hasta ahora se ha creído que el descubrimiento de Aullagas se remontaba a 1586
sobre la base de unas cartas del virrey del Perú sobre el asunto. El Archivo
Nacional de Bolivia conserva dos cartas al respecto: una en el tomo de Minas
(que no está en el “Catálogo de los recursos documentales sobre la minería”
publicado en 2005 pero se encuentra apegada a la tapa del empastado del
volumen) y otra en la Correspondencia de la Audiencia de La Plata (ABNB ALP
CACH 52).
En la primera carta, fechada en el Callao el 1º de julio de 1586, el virrey
Fernando Torres y Portugal expresó su satisfacción por “la riqueza que van
descubriendo cada día las minas de los aullagas” y sugiere mandar a una
persona, para recabar mayor información al respecto.
Dos meses después, el 1º de septiembre, el virrey reiteró la necesidad de tener
“más larga noticia” sobre “las minas de los aullagas”.
Convencido de que se trataba del Aullagas de Chayanta, Gunnar Mendoza añadió en
la descripción del documento: “Aullagas, partido de Chayanta”. Sin embargo este
dato no aparece como tal en el documento.
Por el contrario, existen algunos elementos que permiten poner en duda esta
aseveración. Veamos: En lo que toca a lo que Vuestra majestad, me escribe de
las minas de los Aullagas tengo proveídas para cual conviene para todo lo de
aquel asiento según la relación que de ella he tenido de quien, debe tener más
larga noticia que es Damián de la Bandera por tener andadas tantas leguas como
hay de aquí al Cuzco donde reside será con brevedad en las dichas minas.
Vuestra majestad, me la hará grande en favores ella para que mejor pueda hacer
lo que convenga en la administración beneficio de ellas de que su majestad se
servirá lo que podrá considerar (ABNB ALP CACh 52).
Primer elemento: en ambas cartas, el virrey Torres y Portugal hace referencia a
“las minas de los aullagas”, en referencia no al topónimo sino al grupo étnico.
Nótese que ningún otro documento que trate de las minas del Aullagas de
Chayanta habla de ellas como siendo “de los aullagas”.
Segundo elemento: al momento de reiterar su pedido de información sobre las
minas, el virrey del Perú mencionó el informe que recibió de ellas por Damián
de la Bandera que es, efectivamente, el descubridor de las minas de Salinas de
Garci Mendoza.
A la luz de estos elementos, podemos inferir que el descubrimiento de 1586 no
se refiere al Aullagas de Chayanta sino más bien a la zona comprendida entre
Pampa Aullagas, pueblo ubicado a orillas del lago Poopó (antiguo lago de
Aullagas) y Salinas de Garci Mendoza, zona que en el periodo colonial se
conoció también como Aullagas y donde existía el tambo de Aullagas
(probablemente San Miguel de Uruquillas), localidades actualmente ubicadas en
el departamento de Oruro.
Al margen de las mencionadas cartas, hemos examinado varios otros documentos
referidos a descubrimientos mineros en Aullagas, tanto anteriores como
posteriores a 1586.
Las primeras menciones documentales de descubrimientos mineros en Aullagas que
se han podido encontrar en el Archivo Nacional de Bolivia remontan a 1560-1561
y son las siguientes:
• Donación que hace Diego López de Aguilera a Alonso Rodríguez Texero de “diez
varas de mina de metal de plata, divisas y por partir, de treinta varas que
tengo […] que está la dicha mina en el cerro que llaman de San Francisco en las
minas de Aullaga” (ABNB EP 3: 68r-68v; La Plata, 5 de febrero de 1560; énfasis
nuestro).
• Poder de Rodrigo Martínez de Valpuesta y Hernán Arias a don Alonso del
Castillo residente en Aullaga para administrar sus minas en esos cerros y otras
partes. El documento menciona: “una veta que yo (Martínez de Valpuesta)
registré en los dichos cerros de Aullaga, que se llama la veta de Santa Ana, al
nacimiento del sol” (ABNB EP 4: 78v-79; La Plata, 9 de junio de 1561; énfasis
nuestro).
• Concierto de compañía entre Gómez de Chávez con Juanes de Olarán, para la
labor de “una mina de 60 varas en los cerros de Aullaga, en un cerro que se
llama San Francisco y la veta San Andrés”. El documento menciona: “asimismo
ayudarán los yanaconas que están en la chacara de Pitantora del dicho Gomez de Chavez”
(ABNB EP 4: 1154v-1155; La Plata, 11 de agosto de 1561; énfasis nuestro).
• Donación de Alonso Delgado de Pastrana a sus hijas naturales Catalina de la
Valera y Beatriz Valera, de una chácara, bohíos y “cuarenta y cinco varas de
mina de metal de plata que yo he y tengo en los cerros de Aullaga en la veta
que llaman de San Pedro” (ABNB EP 6: 263-264; La Plata, 22 de octubre de 1561;
énfasis nuestro).
Ninguno de estos documentos permite determinar a ciencia cierta si los “cerros
de Aullaga” que se mencionan son aquellos del Aullagas de Chayanta o más bien
otros ubicados en el Aullagas de Oruro.
Pero si consideramos que las minas de Salinas de Garci Mendoza fueron
descubiertas recién alrededor de 1583-1586, debemos suponer que estos
documentos de 1560 hacen probablemente referencia al Aullagas cerca de Macha.
El hecho que Gómez de Chávez haya comprometido, en la escritura de compañía, la
colaboración de los yanaconas de su hacienda de Pitantora, ubicada en la misma
provincia Chayanta, constituye también un argumento a favor. En contra está el
hecho de que en el Aullagas de Chayanta no hay ningún cerro que se llame San
Francisco.
Pocos años después (posiblemente desde la misma década de 1560) empezó a
circular la noticia de que en las cercanías del pueblo de Macha se hallaba una
gran mina de plata, cuyo paradero estaba perdido. Encontramos eco de esta
noticia en la “Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la
Plata y Chile” del fraile dominico Reginaldo de Lizárraga, quien estuvo en Charcas
entre 1573-1574:
De aquí son dos jornadas al pueblo llamado Macha, en distrito del cual hay una
mina de plata, que hasta ahora no se ha descubierto, ni se espera se
descubrirá.
Un religioso nuestro, a quien yo conocí en este reino siendo seglar, ahora
cuarenta años, acaso dio con ella, y conociendo el metal echó alguno en unas
alforjas; llevólo a Potosí, fundiólo; acudió mucha plata; luego conoció ser la
mina que tanta fama tiene, empero no lo dijo sino a uno o dos amigos, para ir a
ella y registrarla; sucedióle en este tiempo, antes que la fuese a descubrir,
hacer un viaje forzoso a Arequipa, donde se metió fraile nuestro, y así se
quedó; ya profeso y viviendo en nuestro convento en Huánuco, y estando a la
sazón allí nuestro provincial el padre fray Francisco de San Miguel, a quien se
lo oí decir muchas veces, llegaron dos hombres que venían de Potosí en busca
del religioso para que les descubriese la mina y cerro; encuentran con el
provincial, dícenle por qué razón tomaron tanto trabajo, viaje largo, y que si
el religioso les descubre el cerro y mina se obligarán a hacer un convento
entero en la ciudad que el provincial señalase.
Al provincial no le pareció mal el partido; tractólo con el religioso, y con
ser un hombre tosco y no de mucho entendimiento, respondió al provincial era
verdadero sabia el cerro y mina, pero que no convenía descubrirlo porque los
indios de Macha, en cuyo distrito estaba, y cuya era, la labraban (por lo que
él vio) para pagar sus tributos y para sus necesidades; la cual si se descubría
la habían de quitar a los indios y quedarían privados de su hacienda.
La respuesta del religioso pareció bien al provincial, y respondió a los dos
compañeros que no la descubriría aunque le hiciesen tres conventos, y así se
quedó hasta hoy (Lizárraga 1916 [ca. 1600]: 256).
El texto de Lizárraga menciona tres datos muy importantes. En primer lugar que
la mina de plata se hallaba en el “distrito” de Macha, lo cual nos acerca
bastante ya que Aullagas era un lugar limítrofe entre Macha y Pocoata.
Un segundo dato importante es que la existencia de la mina
era conocida por los indios de Macha y que ellos la explotaban para pagar sus
tributos a la corona española, cuidándose de mantenerla oculta a los ojos de
los españoles.
El tercer detalle es que Lizárraga menciona que un español habría encontrado el
cerro y la mina, cerca de 40 años antes que el dominico escribiera su crónica.
Se cree que Lizárraga escribió su texto entre 1591 y 1603, así que este
descubrimiento habría tenido lugar entre 1551 y 1563.
Curiosamente, más allá de 1561, no volvemos a encontrar huellas de las minas de
Aullagas en los registros administrativos hasta 1573. La primera evidencia
documental clara que se ha encontrado sobre el Aullagas de Chayanta es una
escritura notarial de 1573 que a la letra dice:
En la ciudad de La Plata a veinte y dos días del mes de agosto de mil e
quinientos e setenta y tres años, ante mí el escribano y testigos, parecieron
presentes Juan Gutiérrez Flores y Francisco de Guzmán y Benito Sánchez a quien
doy fe que conozco y dijeron que por cuanto ellos todos tres en compañía de
Juan de Ayala e de Jacomé de Uristae de Fernando Pariguana indio, tomaron seis
minas en el cerro de Aullaga junto a Macha e hicieron registro de ellas ante
García de Esquivel, escribano público y del cabildo de esta ciudad, que fue
aprobado por el (muy excelentísimo) señor don Francisco de Toledo virrey
gobernador y capitán general de estos reinos [¿e se concertó?] que las dichas
seis minas estuviesen indivisas y se beneficiasen entre todos seis e gozasen de
los frutos de ellas por iguales partes, y porque ellos todos tres quieren es su
voluntad que no embargante que las dichas minas han de estar y están indivisas,
las partes que en ellas les pertenecen se labren de compañía (ABNB EP 20: 108-112;
énfasis nuestro).
El documento no deja lugar a duda pues menciona el “cerro de Aullaga junto a
Macha”. Lo que puede sacarse en claro de este documento, es que en 1573 seis
individuos, cinco españoles y un indio llamado Fernando Pariguana, registraron
seis minas en el “cerro de Aullaga junto a Macha”.
Este documento brinda además otros detalles. El registro de las seis minas
hecha por los seis compañeros fue aprobado por el virrey Francisco de Toledo,
quien en 1573 estaba residiendo en la ciudad de La Plata. En ese entonces el
virrey estaba elaborando su proyecto de ordenanzas de minas y estaba muy
interesado en que los indios descubrieran aquellas minas explotadas por los
incas y que habían sido luego tapadas y ocultadas por los indios.
Para lograr esto, Toledo dejó establecido en sus ordenanzas, que los indios
tenían el derecho a ser reconocidos como descubridores y poseedores de minas.
De Fernando Pariguana se han hallado otras noticias; pues un indio llamado
Hernando Pariguana “indio residente en Aullagas” de 50 años, que suponemos es
el mismo que registró junto a sus compañeros las seis minas en 1573, aparece
declarando en el pleito que los indios de Macha entablaron al español Alonso
Díaz en 1579 por unas tierras en el valle de Carasibamba (Platt et al. 2006:
567).
En todo caso, este dato demuestra que, hacia 1579, había ya varias personas
viviendo en Aullagas, incluido Pariguana.
Con posterioridad a 1579, nuevamente hay un vacío en la documentación
administrativa acerca de las minas de Aullagas de Chayanta. Es muy probable que
las labores hayan sido abandonadas y que los mineros hubiesen preferido los
nuevos asientos de minas como los de Salinas de Garci Mendoza o las minas de
Oruro o los minerales cercanos de Yaco y Maragua.
A favor de la tesis del abandono están dos noticias bibliográficas. Por un lado
la crónica de Pedro Ramírez del Águila, “Noticias Políticas de Indias”, escrita
en 1639, que hace un recuento de las ciudades, villas y pueblos donde están
asentados los españoles.
Ramírez del Águila va mencionando los asientos minerales más importantes
poblados por españoles y así habla de Porco, Santa Isabel, Chorolque, San
Vicente, Chocaya, San Cristóbal de Lípez, Piquisa, Maragua, Berenguela; incluso
menciona al asiento de Yaco, anexo del pueblo de Macha, que por entonces estaba
en boya (auge) y tenía una población de 20 españoles y 100 indios, pero no dice
nada sobre Aullagas (Ramírez del Águila 1978 [1639]: 110).
Similar situación encontramos en la “Relación eclesiástica de la Santa Iglesia
Metropolitana de los Charcas” de Antonio de Herrera, escrita también en 1639 y
que menciona a distintos asientos minerales como Piquisa, Guariguari, Yaco,
Choquecayara, Arma Falsa, Guadalupe, Maragua, etc., pero no a Aullagas. Tan
sólo el cronista criollo, Antonio de la Calancha en su “Corónica moralizada del
Orden de San Agustín”, publicada también en 1639, se hace eco de “muchos
minerales descubiertos y noticias muy grandes y antiguas en Macha, Berenguela,
Sacaca y Chayanta”.
Más llamativo es lo que consigna el juez para la venta y composición de
tierras, José de la Vega Alvarado en 1645. A solicitud del cacique Fernando
Aira Chinche Ariuto, este juez procedió a delimitar las tierras de Pocoata con
sus colindantes.
En el lindero con Macha, aparece la siguiente delimitación: “siguiendo siempre
adelante tocamos en el punto llamado Escalera y se colocaron también dos
mojones y prosiguiendo la diligencia tocamos en los lugares Janconasa y
Aullagas y en ambos puntos mandó el señor juez que se pongan a dos mojones (Archivo
Histórico de Potosí (AHP) Corte Superior de Justicia (CSdJ) 7753: 11r; énfasis
nuestro).
Nótese que José de Vega no mencionó la existencia de ningún poblado o capilla,
como lo hizo al pasar por otros sitios durante su visita.
EL REDESCUBRIMIENTO DE LAS MINAS DE AULLAGAS.
Fue al parecer entre 1645 (fecha de la visita de José de la Vega) y 1651 que
las minas de Aullagas fueron redescubiertas. De hecho se cuenta con el nombre
del probable redescubridor de Aullagas, un español de nombre Jacinto de Carbajal,
quien en 1651 se presentaba como “descubridor de las cordilleras y quebradas de
Surumi y de sus minerales y cerro de Aullagas nombrado San Miguel Arcángel” (en
Platt 2014 [1978]: 117; énfasis nuestro).
Como se ve, el cerro de Aullagas que describe Carbajal lleva el nombre de San
Miguel Arcángel, santo patrono que será posteriormente el del pueblo de
Aullagas.
Jacinto de Carbajal por lo visto era un minero bastante experimentado y
conocedor de la zona minera cercana a Macha, tenía vínculos con los mineros de
Maragua y en 1647 había intentado trabajar una mina en el asiento de Espíritu
Santo de Titiri. Carbajal ofrece mayores datos acerca del descubrimiento que
hizo en Aullagas:
Hallé en las dichas cordilleras y quebradas una mina de media bara de ancho y de
metales ricos de plata y otras minas en los dichos parajes todas de ley; para
certidumbre de esto e beneficiado algunos metales que a mucha costa mía llevé a
los ingenios de Maragua (en Platt 2014 [1978]: 117).
Carbajal llevó en un primer momento sus metales hasta los ingenios de Maragua
donde obtuvo buenos resultados. Sin embargo la distancia de Aullagas a Maragua
resultaba muy larga, por lo que intentó construir en ese mismo año de 1651 un
ingenio, con el nombre de San Mateo, en un arroyo cerca de Chayala. San Mateo
es por cierto el nombre del cerro de Aullaga donde se ubica la mina considerada
“la descubridora” según un croquis levantado por Julian S. de Lozada en 1850
(ABNB Rück 249 t.1: 117, Fig. 2).
Los indios de Pocoata se opusieron a la construcción de un ingenio en sus
terrenos de valle y entablaron un pleito con el minero español, a pesar de que
él contaba con el apoyo del cacique de Pocoata, Fernando Ayra de Ariuto, a
quien los mismos indios definían como “compadre” del minero español.
Al parecer, los indios de Pocoata tuvieron éxito y, en 1652, Jacinto Carbajal
optó más bien por construir su ingenio “una legua más arriba del pueblo de
Macha” (Platt 2014 [1978]: 118), probablemente en la Palca o en algún otro
lugar de la rivera de Aullagas.
Ensayo de interpretación ¿Cómo entender la carencia de documentos
administrativos entre 1561 y 1573 y entre 1573 y 1650? ¿Debemos suponer que
hubo varios intentos fracasados de trabajar las minas de Aullagas y varios
redescubrimientos de las mismas?
La ausencia de documentos no es una prueba en sí ya que podría deberse a una
pérdida de registros o, quizás, podría subsanarse con indagaciones en otros
repositorios archivísticos.
Sin embargo las noticias del dominico Lizárraga acerca de una mina perdida en
el distrito de Macha, aunque no menciona explícitamente a Aullagas, nos debe
llamar la atención.
Más aún, el hecho que Jacinto Carbajal en 1650 pudo atribuirse el título de
descubridor de Aullagas, deja pensar que hubo efectivamente una serie de
descubrimientos y abandonos sucesivos del sitio. Varios factores pudieron haber
incidido en la pérdida o abandono de las minas de Aullagas:
• Es probable que se presentara un período de mayor frío y humedad, lo que
habría ocasionado que todos los cerros de Aullagas estuviesen cubiertos de
forma permanente por una densa capa de nieve, lo que habría hecho muy difícil
la exploración y la explotación minera.
• Los primeros descubrimientos tuvieron lugar en un momento en que el azogue
aún no había llegado a Charcas. Por ende sólo podía explotarse los minerales
más ricos. Los primeros descubridores debieron hacer algunos trabajos
superficiales pero, al encontrarse con metales más pobres, no pudieron
continuar la explotación de los mismos. Fue el virrey Toledo quien dispuso en
1573 la importación de azogue de Huancavelica para la concentración del mineral
de plata mediante amalgamación.
• Los primeros mineros españoles en el Perú tenían una mentalidad de
descubridores antes que de administradores de minas. Estaban en busca de El
Dorado o de un nuevo Potosí.
Por ello, los mineros probaban su suerte en distintos lugares sin asentar las
bases de una producción sistemática y planificada de las minas. Jacinto
Carbajal pertenecía a otra generación de mineros (más serios si se quiere);
Tristan Platt lo describe como uno de los pioneros en buscar nuevos yacimientos
mineralógicos tras la crisis de la minería potosina del siglo XVII (2014
[1978]).
Al parecer fue el primero en querer establecer una explotación sistemática de
la plata de Aullagas con el establecimiento de un ingenio para el procesamiento
de la carga. La técnica de amalgamación tenía la gran ventaja sobre las
huayrachinas de poder procesar minerales de baja ley.
• Las vetas “bolsoneras”, caracterizadas por contener grandes concentraciones
de mineral de altísima pureza seguidas por largos trechos de metales pobres e
inservibles, eran propensas a desanimar rápidamente a los dueños de mina.
Además la verticalidad de la vetas contribuyó a que las minas se inunden
rápidamente, lo que obligaba a largos y costosos trabajos de socavonamiento.
• Al parecer, hubo una estrategia de ocultamiento de las minas por parte de la
población de Macha que las explotaba para pagar sus tributos. Esta situación
fue frecuente en otras regiones del sur como Lípez, donde la población local
ocultaba la existencia de minas a los españoles y las seguían explotando para
poder cubrir el tributo a la corona (Gil 2014).
Si bien todos estos factores pudieron haber incidido para que se hallen
“perdidas” las minas de Aullagas, hubo un factor determinante para su
redescubrimiento: el pacto con un indígena del lugar. Los españoles no pudieron
descubrir solos las minas de Aullagas; necesitaron de la ayuda de un indígena:
Pariguana en 1573 y el cacique Ayra de Ariuto en 1650.
Si las minas de Aullagas eran el secreto mejor guardado de los indios de Macha,
las revelaciones de Pariguana y su asociación con cinco mineros españoles
constituían sin duda una traición. ¿Cómo pudo un indio de Macha animarse a
romper un secreto que ni el fraile de Arequipa quiso revelar? Para entenderlo
hay que ver que Pariguana no era precisamente un indio del común atado al pago
de tributos y sometido a la autoridad de los caciques.
Era muy probablemente un Inca. En el padrón de Macha de 1613 (Archivo General
de la Nación Argentina (AGN) sala XIII, 18-7-2), no se encuentra ningún
Pariguana. Los antropónimos más comunes entre los hombres de Macha, por
entonces, eran Mamani, Chambi, Soto, Porco, Chura, Cayo pero no Pariguana.
Al contrario, encontramos que Pariguana es un apellido muy común (hasta la
actualidad) en la región de Tacna, Perú. Nos encontramos posiblemente ante un
escenario muy similar al de Potosí donde un Inca, Diego Huallpa o Hualca,
decidió revelar la presencia de minas de plata a los españoles (Platt y
Quisbert 2007: 389-428). El antropónimo Pariguana hace referencia al flamenco,
ave característica del lago Aullagas. Si recordamos que Diego Huallpa era el
guardián de las plumas del Inca en Potosí, este nombre Pariguana en un lugar
como Aullagas podría no ser anodino. ¿Existía otro guardián de las plumas del
Inca en Aullagas? ¿Conocieron y explotaron los Incas las minas de Aullagas?
¿Fueron los aullagas del lago Poopó a explotar estas minas para sí mismos o
para el Inca?
Son muchas preguntas que quedan abiertas. Hasta el momento,
la escritura pública de 1573 constituye el mayor indicio de una explotación
precolonial de las minas de Aullagas; la misma habla de “huacas y
enterramientos”, lo que deja suponer que Aullagas era, desde tiempos
prehispánicos, un lugar de minas y de culto muy importante donde fueron
sepultados probablemente mallkus de Macha y Pocoata y quizás incas.
Sin embargo, las indagaciones exploratorias hechas a nivel arqueológico aún no
han detectado ninguna huella material de una presencia inca en Aullagas, aunque
sí existen evidencias de su presencia en las afueras del pueblo de Macha y
probablemente en otros sitios arqueológicos de la región. Las rajas o
trincheras que existen entre Aullagas y Anco Nasa, así como los extensos
sistemas de terrazas de cultivo prehispánicas localizados en zonas más bajas
cercanas a Aullagas (bajo los 4.200 msnm), son elementos adicionales que
apoyarían la presencia preinca e inca en la región.
Tampoco hay que olvidar que un ramal del Qhapaq Ñan, la gran red vial incaica,
saliendo de Paria pasaba por el norte de Potosí articulando poblaciones y
cabeceras como Chayanta al norte, muy vinculada con la explotación de oro y
plata, con otras más sureñas como Pocoata y Macha entre muchas otras (Michel y
Ballivián 2013).
Entre Pocoata y Macha esta red habría pasado por algún sector cercano a
Colquechaca y por ende a Aullagas y, no sería nada raro que se haya vinculado a
asentamientos con actividades mineras en la región, como sucedió en otras
regiones mineras del sur de Bolivia8. No es casual que el Inca haya reconocido
a los pobladores de esta región, los qaraqara, entre otras cosas como mineros y
metalurgos experimentados (Platt et al. 2006: 327-329).
En cuanto a Jacinto Carbajal, el otro supuesto descubridor de Aullagas (unos 78
años después de Pariguana y asociados), logró redescubrir las minas de Aullagas
gracias a la colaboración de un aliado oriundo de la región: se trata del
mismísimo alcalde mayor de la provincia y cacique de Pocoata, Fernando Ayra
Chinche Ariuto, quien era su compadre. Más allá de la disputa territorial
analizada por Tristan Platt, la oposición de los indios de Pocoata con el
proyecto de Carbajal de construir un ingenio en Chayala podría denotar cierto
rechazo frente a la decisión de su cacique de entregar las minas a un español.
El ingenio finalmente se construyó en territorio macheño. El primer auge minero
de Aullagas (1650-1660) Hacia mediados del siglo XVII, se dio el primer
verdadero auge minero permitiendo así la consolidación del asiento de minas de
Aullagas. A pocos años del redescubrimiento de Aullagas y ante la mucha
afluencia de españoles e indios, el cabildo catedralicio del arzobispado de La
Plata determinó por unanimidad la creación del curato de Aullagas. El acta de
creación se conserva en el Archivo y Biblioteca Arquidiocesanos de Sucre (ABAS)
y su tenor es el siguiente.
En la ciudad de La Plata en once días del mes de julio de mil y seiscientos y
cincuenta y seis años, habiéndose juntado a cabildo de esta Santa Iglesia
Catedral Metropolitana…se acordó en dicho cabildo, que atento a la nueva
población del Asiento de San Miguel de Aullagas y mucha concurrencia de
españoles y atendiendo al entero cumplimiento de la obligación de este insigne
cabildo a que los súbditos tengan el pasto espiritual y se conserven en paz y
justicia.
Todos los dichos señores nemine discrepante nombraron por cura de españoles del
dicho asiento y vicario, juez eclesiástico del, al licenciado don Thomás de
Córdova y Maldonado, en atención a sus muchas partes y méritos que en su
persona concurren. Asimismo, nombraron por cura de los indios del dicho asiento,
a don Pedro Velásquez de Saona y por sacristán del dicho asiento, al bachiller
Pedro Julio y mandaron que a cada uno por lo que le toca, se les despache
títulos en forma (ABAS Actas de Cabildo (AC) Nº 12: 135v-136r. Cabildo de
11/VII/1656; énfasis nuestro).
Todo hace pensar que, apenas establecida la población, los habitantes
construyeron una iglesia, al parecer la actual, para cuyo servicio se hizo
necesario el nombramiento de un cura. A esta necesidad respondió el cabildo
catedralicio en 1656 creando el curato de San Miguel de Aullagas y nombrando
dos curas: uno para españoles y otro para los indios.
Este primer auge no parece haber durado mucho, apenas entre 10 a 15 años, pues
en 1658 se reportan ya las primeras minas que tienen problemas con las aguas que
inundan los trabajos, como la mina que poseía Tomás de Loredo en la veta de San
José de la Impensada (ABNB Min 64/1 1658).
La situación se volvió crítica hacia 1660, cuando los mineros españoles de
Aullagas, entre los que se menciona a Blas Durán de Montalván, Juan de Robles,
Francisco de Barrios, Jerónimo Gutiérrez y otros, envían una carta a la
Audiencia de Charcas, en la que se declaran en la miseria por estar inundadas
sus minas:
A los vasallos afligidos de este mineral de Aullagas, no les ha quedado más
recursos que ocurrir a su rey y señor a que les dé el remedio necesario en la
miseria que padecen después de haber gastado sus haciendas en el sequito de
estas minas las cuales tiene el tiempo imposibilitadas de trabajar por la mucha
agua que ocurre a estas con que dejan de conseguir la riqueza (ABNB Min 64/3
1660).
A pesar de su brevedad, este primer auge fue determinante para consolidar el
asiento de minas de Aullagas que, no obstante los periodos de crisis y
despoblamiento, perduró hasta el siglo XX cuando fue suplantado por el pueblo
de Colquechaca10. Aullagas lugar de encuentro Como ya hemos señalado, en 1645,
el juez José de la Vega Alvarado no mencionó a los pueblos de Aullagas y Anco
Nasa pero sí los anotó como lugares limítrofes donde hizo colocar dos mojones
(AHP CSdJ 7753 f. 11r).
No es ninguna casualidad que la línea de demarcación pase precisamente por las
riquezas de Aullagas. En tiempos prehispánicos ambos ayllus buscaron
probablemente tener acceso a estos recursos mineralógicos; por ende la frontera
entre Macha y Pocoata parece ser el resultado de un pacto entre ambos ayllus
sobre dichos recursos. Esta delimitación tuvo que ser refrendada por el Inca
que puso ahí a funcionarios incas como Fernando Pariguana.
¿Será que otras naciones tuvieron también acceso a las riquezas de Aullagas?
¿Tendrá el topónimo Aullagas algo que ver con el grupo étnico establecido a
orillas del lago del mismo nombre (hoy lago Poopó)? Nada permite afirmarlo
aunque la toponimia de Aullagas y sus alrededores despierte algunas sospechas.
Sabemos que los topónimos aimaras funcionan generalmente como descriptores de
lugar (por ejemplo Wila qullu: cerro rojo, Janq’uyu: corral blanco). Algo
similar podría suceder con Aullagas.
El término aimara aulla, según Ludovico Bertonio (2006 [1612]), significa
“grande. Dícese de la puerta, boca, agujero. Laca aulla, de grande boca”. Félix
Layme, en su diccionario aimara-castellano, añade la siguiente definición:
“Awlla. Adj. grande, usado para referirse a agujeros, boquetes grandes. Awlla
adj. Gran grieta abierta en el suelo. Boca grande y entrada de cueva” (Layme
2004).
Muy posiblemente el topónimo se deba a una grieta grande, una entrada de cueva
o de mina. Sin embargo, no deja de llamar la atención que justo, al lado del
pueblo de Aullagas, haya otro topónimo que parece hacer referencia a otra
nación o grupo étnico: Sora. La presencia de una comunidad Sora junto a los
yacimientos de Aullagas podría no significar nada pero también podría sugerir
que los recursos mineralógicos pudieron generar una suerte de archipiélago
multiétnico en sus alrededores, a semejanza de lo que pasó con los recursos del
valle. Sabemos que los incas desplazaron poblaciones para cultivar terrenos,
para explotar minas o para defender fronteras en muchas regiones de Potosí y
Chuquisaca.
Por otra parte, Tristan Platt llamó la atención sobre una aseveración hecha en
las probanzas de los principales de Macha en 1612 según la cual tata Paria fue
también “gobernador de indios Quillacas, Soras, Carangas y Chuyes” y que “las
hacía juntar [a estas parcialidades] en Macha” (AGN sala XIII, 18-7-2, citado
en Platt et al. 2006: 772-773).
La presencia de una playa de nombre Carangas en el mismo pueblo de Macha,
además de los otros topónimos mencionados, podría ser la huella de estas juntas
realizadas por tata Paria en tiempos del Inca. La denominación “cerro Hermoso”
fue traída por los españoles posiblemente en traducción de Sumaj Urqu.
En este caso el apodo del cerro de Aullagas habría sido el mismo que el de
Potosí. Sin embargo, el cerro Hermoso es también conocido como Jatun Aullagas.
Este calificativo quechua de Jatun lo volvemos a encontrar en otro cerro famoso
por sus minas incaicas: Jatun Porco. La denominación Jatun Aullagas fue
probablemente instaurada por los incas como la de cerro Hermoso por los
españoles. Esa no es la única similitud con las minas incas de Porco; en aquel
poblado minero, hay un barrio que se denomina Uruquillas.
Por otra parte, los trabajos arqueológicos en Porco han evidenciado la
presencia, entre los trabajadores mineros, de grupos carangas durante el
dominio inca y la Colonia temprana a partir del estilo cerámico Carangas-Inca
(Van Buren y Weaver 2014).
El pueblo de Aullagas está emplazado en una ladera en la parte superior de la
quebrada Viscachiri que desciende desde las faldas del cerro Hermoso y finaliza
en el actual pueblo de Colquechaca. Su trazado muestra las características
típicas de un poblado que pudo inicialmente crecer de manera desordenada para
luego ir adquiriendo un patrón relativamente reticular adaptado a las
características topográficas del terreno (Fig. 3).
Presenta al menos tres calles principales bien definidas y una serie de
callejuelas secundarias estrechas que sirvieron para circular entre las
viviendas, los sectores residenciales, las canchas y lo que parece ser pequeños
espacios públicos a manera de plazuelas. Las canchas y plazuelas debieron ser
los lugares a los que llegaban recuas de animales cargando leña y otros
productos.
Una característica principal del asentamiento es la construcción de terrazas
con muros de contención para nivelar la superficie irregular y empinada del
terreno y así lograr espacios planos para la construcción de las estructuras.
EL REDESCUBRIMIENTO DE LAS MINAS DE AULLAGAS.
Como otros asientos mineros andinos, Aullagas tiene un aspecto bastante
abigarrado (ver Gil 2014 para una comparación). La existencia de dos vertientes
de agua permanente en el lugar, además de varias minas, habría incidido para
escoger dicho emplazamiento. Funcionalmente la plaza con la iglesia, el cabildo
y otros edificios principales constituían el centro del poblado y eran el lugar
donde se realizaban las actividades civiles, administrativas, religiosas y
mercantiles más importantes.
En la mitad oeste del asentamiento y a lo largo de un riachuelo, se encontraba
una importante cantidad de ingenios, áreas de procesamiento y molienda de
minerales (trapiches), áreas de fundición, evidencias de la actividad minera y
de la cadena operativa de los minerales, centrales en las actividades
económicas de este asentamiento.
Las áreas residenciales estaban localizadas en el centro, sur y este del
poblado. Dentro de los conjuntos residenciales se distinguen diferencias en la
segmentación del espacio que se relacionarían con aspectos sociales de estatus,
riqueza y origen étnico. Las residencias con una mayor cantidad de
habitaciones, muros con arco, zaguán, patios y canchas con muros perimetrales
habrían sido ocupadas por españoles y posiblemente sus familias, sugiriendo
mayores recursos y estatus. Residencias con una menor segmentación del espacio
y menor inversión en su construcción habrían pertenecido a otro tipo de
personas, mientras que los trabajadores mineros o coyarunas habrían tenido sus
viviendas en las áreas periféricas del poblado, asociadas a los sectores de
producción minera.
Estas viviendas serían más sencillas y dispersas, generalmente constando de una
o dos estructuras, como se ve hoy en día en el extremo sur del poblado. El
clima frígido y las constantes nevadas de invierno incidieron en la
arquitectura vernácula del poblado. Todas las construcciones están hechas en
piedra, presentando muros bastante gruesos, de más de 40 cm de ancho, cuyas
piedras estaban unidas por argamasa. Además y en una buena parte del poblado,
las estructuras se hallaban revocadas interior y exteriormente para evitar que
el viento se cuele entre las ranuras y se produzca un buen aislamiento térmico.
Los pisos, por lo menos en el sector central del asentamiento, tenían piedra
cortada. Los techos a dos aguas contaban con una estructura de par y nudillo
sobre la que se disponía paja y sobre ella piedras planas para evitar que el
viento se lleve la techumbre.
La población de Aullagas tuvo orígenes diversos y, como en otros asientos
mineros, estuvo compuesta por españoles, indios, mestizos y forasteros (Cañete
y Domínguez 1952 [1787]). Una buena parte debió ser población con una alta
movilidad que se concentraba en el lugar sobre todo en momentos de boya. Como
se dijo, el espacio construido reflejaba las diferencias sociales y la cultura
material reforzaba tales divisiones. Una inspección de materiales culturales
dispersos en la superficie del asentamiento reveló elementos interesantes en
cuanto a la distribución de fragmentos cerámicos (Fig. 4).
La mayor diversidad de formas (vasijas, platos, cuencos, ollas, cántaros,
jarras) y estilos se encontró en la parte central del poblado, en los
alrededores de la plaza, la iglesia y los conjuntos residenciales más próximos,
sugiriendo una ocupación prolongada así como un acceso a cerámica variada tanto
local como foránea que llegaba de otras regiones. La presencia de cerámica
esmaltada, de porcelana, así como una diversidad de fragmentos de botellas con
vidrios de colores, especialmente de tonalidades violáceas, sugiere que los
pobladores de este sector del asentamiento gozaron de un amplio acceso a bienes
elaborados.
De manera diferente, el material cerámico de superficie en la parte oeste del
poblado, así como en los contornos de la parte este del asentamiento, mostró
una menor diversidad de estilos y formas y una mayor presencia de fragmentos
domésticos (ollas, jarras) de probable fabricación local. Este tipo de cerámica
estaría más relacionado con los trabajadores mineros indígenas. Esta
distribución diferencial de materiales, aunque exploratoria y sujeta a
verificación, es consistente con lo ya mencionado para el uso del espacio
urbano, reflejando diferencias sociales y de acceso a bienes materiales.
Probablemente desde el siglo XVII, con la consolidación del asiento minero, los
ayllus de Macha y Pocoata reterritorializaron simbólicamente el pueblo de
Aullagas en su lógica andina y dualista, a pesar de que allí vivían mayormente
españoles. Esta lógica simbólica propia de los pueblos de indios ha perdurado
hasta la actualidad. Datos del siglo XX ayudan a ilustrar, de manera general,
esta situación para los tres siglos anteriores.
La imponente iglesia, de nave alargada y sin crucero, se constituyó en el mojón
divisorio, siendo un agua del techo de Macha y la otra de Pocoata (Fig. 5).
Lo propio pasaba con la puerta de la iglesia: una hoja pertenecía a Pocoata y
la otra a Macha. Según la tradición oral, los ayllus sullk’ata de Pocoata y
Warjata de Macha traían periódicamente paja para restaurar su parte del techo y
el santo vestía alternadamente como macheño o como pocoateño.
La calle principal que baja desde la plaza hacia el ojo de agua de San Roque,
conocida hoy en día por los residentes aullagueños en Colquechaca como calle de
los turcos, constituía la frontera entre ambos ayllus. En la calle de los
turcos, por ejemplo, no vivía ningún indio; las evidencias arqueológicas
muestran que se trata de un barrio residencial separado de la parte más
industrial de Aullagas hecha de trapiches e ingenios y hornos de fundición. Las
viviendas de los trabajadores mineros estaban en las afueras de Aullagas.
Doña Alejandrina Molina, nacida en Aullagas en 1932 y residente en Colquechaca,
recuerda los apellidos de las familias que vivían en la plaza de Aullagas:
Alvarado, Bautista, Villagomez, Gutiérrez, Murillo, Medrano, etc. (Alejandrina
Molina Jiménez, entrevista 28.01.2015). Ningún apellido indio en las
inmediaciones de la plaza principal.
A pesar de ello, para los indios de Pocoata y Macha, la plaza y la calle
funcionaban como marcadores territoriales de gran importancia (Fig. 3).
Inscribir el pueblo en la territorialidad de los ayllus era una manera de
“domesticar” la irrupción “salvaje” de un pueblo desconocido. En Aullagas, el
espacio urbano implica a la vez una segregación españoles-indios y una división
entre ayllus de Macha y Pocoata. La plaza se convirtió en el lugar del tinku
(enfrentamiento ritual) entre ambos ayllus. El principal tinku del que se tiene
memoria es el de la fiesta de San Miguel (29 de septiembre) aunque se menciona
también tinkus en otros momentos del año.
La batalla ritual entre machas y pocoatas tenía lugar en la plaza (denominada
plaza pampa) delante de la iglesia y al pie de la torre exenta. En la parte
trasera de la iglesia, se encuentra un patio que servía de cementerio para los
indios. Una piedra Ara separaba claramente la mitad pocoata del panteón, de la
mitad macha. Los españoles por su parte eran enterrados dentro de la iglesia
conforme a la costumbre. En la parte trasera de la iglesia, existen dos
construcciones columnares adosadas a las paredes de la nave.
La que se encuentra a mano derecha, hoy en día muy deteriorada, presenta
escalinatas en ruinas que antiguamente debían conducir a otro campanario.
Si recordamos que había dos curas en Aullagas, uno para españoles y otro para
indios, es muy posible que existieran dos campanarios con campanas distintas
para reconocer cuál de las poblaciones (la india o la española) estaba
convocada a misa. La torre exenta, claramente la de mayor fastuosidad, era
objeto de cuidados rituales como ch’allas y wilanchas que se pueden percibir
hasta el día de hoy a pesar del abandono general del pueblo. Es así que
periódicamente cabezas de corderos son depositadas en sus arcos y al pie de
ella (Fig. 5).
San Miguel en Aullagas San Miguel era considerado un santo patrón muy poderoso
que se colocaba en lugares donde hacía falta vencer infiernos y presencias
diabólicas. La presencia de “huacas y enterramientos” mencionada en 1573 puede
haber justificado la intervención de este santo. Según la tradición oral, San
Miguel apareció cuando se produjo un hundimiento grande en el cerro Hermoso
(Alejandrina Molina Jiménez, entrevista 28.01. 2015).
Esta versión parece confirmar la etimología de Aullagas como grieta grande. Los
cerros que rodean Aullagas (Condor Nasa, Ulincate, Cordellate, Ánimas, Jatun
Aullagas, cerro Hermoso, Boticlaca, Huaynacuchu, San Mateo, Anco Nasa)
conforman un escenario muy impresionante y de gran belleza. Con seguridad,
constituyeron juntos un complejo religioso muy importante que queda por
explorar.
En el marco de esta investigación de carácter preliminar, tan sólo pudimos
recorrer a pie el cerro San Mateo (reputado por encerrar la mina descubridora)
donde encontramos, en medio de minas tapadas, innumerables restos de huesos y
cráneos de animales sacrificados, cerámica, botellas de trago y latas de
cerveza. ¿Fue acaso este adoratorio el que vino a sustituir o encubrir San
Miguel de Aullagas? La imagen clásica de san Miguel arcángel matando al dragón
podría también estar relacionada con la presencia de grandes lagartos en la
zona (Fig. 6).
Efectivamente hoy en día, el pueblo de Aullagas es conocido en Colquechaca por
ser la “ciudad de los lagartos”. Estos lagartos grandes, si existían en aquella
época, fueron seguramente asociados al diablo. Recordemos por ejemplo la
costumbre de matar lagartijas en semana santa para ayudar a la resurrección de
Jesús.
Como sea, la gesta de san Miguel Arcángel combatiendo y venciendo al
dragón/diablo adquirió en Aullagas una gran relevancia y dio origen a la famosa
diablada de Aullagas (sin entrar en la polémica de saber si es más antigua que
otras). Gracias a un documento de 1797 estudiado por Mónica Adrián (1999), es
posible conocer con mayor detalle cuáles eran las fiestas que pasaban
obligatoriamente los indios de Macha y Pocoata en el asiento de Aullagas: San
Miguel (29 de septiembre), Santísimo Sacramento (movible), Santa Rosa (23 de
agosto), San Roque (16 de agosto) y Misericordia (15 de agosto). Para cada
fiesta existían dos alféreces, uno por Macha y otro por Pocoata. Al respecto,
doña Angélica Azurduy de Colquechaca (entrevista 28.01.2015) menciona que los
comunarios de Pocoata dejaron de pasar las fiestas de Aullagas a partir de los
años 1990 (desde que se aprobó la ley de Participación Popular).
Actualmente sólo los comunarios del ayllu Warjata de Macha mantienen esas
costumbres. Por ello, el tinku de San Miguel ha desaparecido, a falta de
oponentes. Según ella menciona, son cuatro las fiestas que aún pasan los
originarios del ayllu Warjata de Macha (del que ella es parte como yerna): San
Miguel, Santísimo Sacramento (Corpus Cristi), Exaltación (14 de septiembre) y
Santa Rosa.
Las fiestas conforman un thaki (recorrido) que va de menor a mayor: primero hay
que pasar la fiesta de Santa Rosa que es de poco gasto, luego la de Exaltación
(14 de septiembre), luego San Miguel (29 de septiembre) y por fin la del
Santísimo Sacramento.
De las cinco fiestas obligatorias que había aún a fines de la Colonia, podemos
comprobar que dos cayeron en desuso (San Roque y Misericordia) y que se aumentó
una: la fiesta del Señor de la Exaltación.
Históricamente esta fiesta estaba a cargo de los pueblerinos de Aullagas. Según
cuenta Alejandrina Molina (pueblerina, ella, de pura cepa) la gente del pueblo
pasaba la fiesta de Exaltación con diablada al ritmo de los sikuris y, una
semana después, para San Miguel entraban los indios de Macha y Pocoata para
celebrar un tinku en plaza pampa delante de la iglesia. Vale decir que
españoles e indios no pasaban las mismas fiestas. Otra fiesta tradicional del
pueblo de Aullagas que ha heredado la población de Colquechaca es la del Cristo
de Burgos, una devoción muy propia de los españoles.
El anexo de Anco Nasa Una vez pasada la época de los descubrimientos (en los
cerros San Mateo, Jatun Aullagas y la Gallofa) gran parte de la actividad
minera se concentró en el cerro de Anco Nasa donde se encontraban algunas de
las principales minas: San Nicolás, Fajardo, San Agustín, el Sacramento, el
Bronce, el Santo Cristo y Menguengue. Es por ello que, poco a poco, Anco Nasa
se desprendió del asiento de Aullagas. En un momento que aún no hemos podido
precisar, Anco Nasa se convirtió en anexo y luego en vice-parroquia de
Aullagas.
A simple vista, el pueblo de Anco Nasa era muy parecido al de Aullagas; sin
embargo albergaba grandes diferencias: no fue edificado en lugar limítrofe sino
claramente dentro de los amojonamientos de Macha. Era un pueblo habitado
principalmente por españoles que fue duramente castigado durante la sublevación
general de 1780-1781.
El material cerámico disperso en superficie muestra una importante cantidad de
cerámica esmaltada, particularmente platos y fuentes, que por los diseños y
colores correspondería al siglo XVIII, apoyando los datos históricos sobre el
poblamiento de Anco Nasa (Fig. 7).
El azoguero y minero Bartolomé Álvarez Reyeros hizo construir una iglesia que
se concluyó hacia 1783 y otra en Rosario donde tenía su ingenio.
La iglesia de Anco Nasa en forma de cruz latina y patio con arquerías era más
grande e imponente que la de Aullagas, cosa poco común para una vice-parroquia.
La leyenda del milagro de san Miguel, tal como la cuenta doña Alejandrina
Molina Jiménez (nacida en 1932), que la aprendió de su abuela Mercedes Aguirre,
deja entrever la competencia que existió entre los dos asientos mineros: “tras
el hundimiento en el cerro Hermoso, san Miguel (apodado tata Qulu) apareció en
Anco Nasa.
Lo llevaron a la iglesia de Aullagas pero volvió por su cuenta al lugar de su
aparición. Tuvieron que intervenir curanderos para que se logre hacer quedar a
tata Qulu en Aullagas” (Alejandrina Molina Jiménez, 28.01.2015, Colquechaca).
A MANERA DE CONCLUSIÓN.
Nuestro acercamiento a Aullagas, en una perspectiva de larga duración, desde la
historia, la arqueología y la antropología, nos ha llevado a replantear la
cuestión de su descubrimiento. No es solamente la fecha de fundación del pueblo
la que se ha visto modificada sino la misma idea de descubrimiento que debe ser
reevaluada. Aún sin las pruebas arqueológicas contundentes que, en esta fase
preliminar de la investigación, no nos ha sido posible recabar, parece evidente
que la explotación de las minas de Aullagas se remonta al período precolonial.
Los sucesivos “descubrimientos” que se produjeron en el periodo colonial se
dieron gracias a pactos y alianzas con personas originarias del lugar.
En este caso el “descubrimiento” fue antecedido por un encubrimiento por parte
la población nativa, la población macheña en particular, que hubiera
aprovechado las minas para pagar su tributo. Esto nos ha llevado a hablar de
encuentros antes que de descubrimientos y, de hecho, el pueblo de Aullagas,
ocupado esencialmente por mineros españoles y trabajadores libres (coyarunas)
se fundó en un lugar-mojón de encuentro entre los dos ayllus máximos de la
región, Pocoata y Macha y funcionó como un lugar-tinku donde, periódicamente,
se enfrentaban ambos ayllus. Se debe destacar también, la importancia ritual de
Aullagas y su entorno inmediato, manifiesta en la existencia de huacas
vinculadas a la presencia de minerales y a divinidades prehispánicas que, en el
período colonial, toman la forma de santos patronos como en el caso de san
Miguel.
Esta investigación aún exploratoria constituye un aporte a la historia de uno
de los poblados mineros más enigmáticos y poco estudiados del norte de Potosí y
abre varias perspectivas para un mayor trabajo de archivo, prospecciones
arqueológicas a nivel regional y de sitio, además de excavaciones, así como un
trabajo antropológico en mayor profundidad que permitirán develar mucho más los
misterios de Aullagas.