PECULIARIDADES DEL MILLONARIO ANTONIO LÓPEZ DE QUIROGA Y SU AMANTE EN POTOSÍ


Por: Juan José Toro Montoya / Artículo publicado en Correo del Sur el 29 de septiembre de 2015. 


Una casa ubicada en el centro histórico de Potosí ha sido recuperada para cumplir las funciones que tenía en el periodo colonial.

Era conocida como “La Casa de la Zapatera” y hasta hace poco solo había referencias orales sobre su existencia. Su recuperación permitió conocer que la historia de ese antiguo inmueble está vinculada a dos de los cuadros más famosos de la Villa Imperial.

Minero y comerciante
El salón principal de la Casa de Moneda está coronado por dos cuadros que retratan de cuerpo entero a dos famosos personajes de la colonia. En el de la izquierda está un jinete que viste calzón largo blanco, un jubón rojo sobre el que está un cuello de encaje que se extiende por los hombros. Usa un sombrero blanco de alas anchas en el que se puede ver una joya con cuatro rubíes y un diamante al centro.

No hace falta que ningún guía nos diga su nombre porque a la izquierda del cuadro, en un óvalo dorado se lee claramente la inscripción “El Mre de Cpo Don Antº Lopes de Quiroga. Año de 1660”. Se trata, entonces, de Antonio López de Quiroga, uno de los hombres más ricos que vivieron en Potosí y que, a cambio de una suma desconocida suma de dinero, compró el título nobiliario de maestre de campo.

Su fortuna era incalculable. Aunque se lo vincula con la minería, debido a que en el mismo cuadro aparece un ingenio de beneficio de minerales, los autores que se ocuparon de él encontraron suficientes indicios que permiten determinar que su primera ocupación fue el comercio.

El cronista mayor de Potosí, Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, refiere que, al llegar a la Villa Imperial de su natal España, López de Quiroga estableció una tienda de mercancías en la calle de los mercaderes (hoy Linares). Peter Bakewell apunta que “por ‘mercancías’ se debe entender mercaderías importadas, principalmente tejidos, y otras cosas como especias, tocas, pasamanos, papel, zapatos, medias, e incluso hierro y acero”.
Prosperó rápidamente e hizo buenas migas con otro maestre de campo, Lorenzo de Bóveda, un mercader de plata de gran fortuna que tenía una hija, doña Felipa de Bóveda y Saravia. Si algo se le reconoce a López de Quiroga es su sentido de la oportunidad y este se puso de manifiesto cuando, aprovechando su amistad con Lorenzo, se casó con su hija y se convirtió en el heredero de su fortuna.

Hasta ahí su vida parece más bien común pero dos circunstancias lo proyectan hacia la historia, aunque con luces prestadas.

Allá por mediados del siglo XVII, el antiguo templo y convento de San Francisco necesitaba una refacción integral. Por razones desconocidas, los franciscanos acudieron a López de Quiroga quien, contrariamente a su costumbre, aceptó financiar la obra. Pero no lo hizo gratis. Asumió para sí el rótulo de “fundador de la iglesia y convento de San Francisco de Potosí”, aunque esa infraestructura data de 1547, y se hizo pintar un retrato que rinda fe de su “generosidad”. Ese cuadro es el que permaneció en San Francisco durante varios años y luego fue donado a la pinacoteca de la Casa de Moneda.

El otro hecho que le dio fama es el parecido de su nombre con un azoguero de la colonia, José de Quirós, a quien Soraya Aramayo describe como “dueño de ingenios y minas en el Cerro Rico (…) criollo, vecino de la Villa Imperial, capitán, casado con Doña María Sebastiana de Moncada”.
A diferencia de López de Quiroga, quien no tenía la virtud de la caridad, José de Quirós era un hombre excesivamente generoso que repartía limosna a los pobres diariamente y realizaba múltiples donaciones. Aramayo apunta que, entre otras cosas, “costeó dos ricas vestiduras doradas para la imagen de San Francisco de Padua e instituyó la fiesta principal el día de la Asunción”.

La generosidad de don José fue, literalmente, proverbial. Por él se acuñó el dicho “Después de Dios, Quirós” que significa que solo el Creador era más caritativo que él.   

Debido a que López de Quiroga y Quirós existieron en la misma época y sus apellidos se parecen, muchos los confunden y creen que se trata de una misma persona. No obstante, el primero falleció en enero de 1699 mientras que el segundo seguía vivo en 1707, cuando estableció una capellanía perpetua para unas casas que compró en la calle delante de la iglesia mayor.

Arzobispo y Virrey
Otro de los personajes que pasó a formar parte de la iconografía potosina es el décimo arzobispo de Lima y vigesimoséptimo virrey del Perú, Diego Morcillo Rubio de Auñón.

Morcillo no vivió en Potosí sino que visitó la villa durante unos días, 30 si nos atenemos al relato de Arzáns, pero pasó a la historia no solo por los fastos que se desataron por su llegada sino porque esta quedó testimoniada en dos grandes documentos coloniales: la “Historia de la Villa Imperial de Potosí” y el cuadro pintado por Melchor Pérez de Holguín que se atesora en el Museo de América, en Madrid.

La pintura es grande: mide 2,40 de alto por 5,70 de largo. Es un óleo sobre lienzo cuyo valor no solo radica en graficar un episodio histórico con una fidelidad comparable a la fotografía sino en el hecho de que su autor, Pérez de Holguín, se incluye en el cuadro y nos revela su apariencia.

Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela describe así su llegada: “Fuéronle a visitar y dar la bienvenida los curas, prelados de las religiones y demás estado eclesiástico, la nobleza secular y ministros de su majestad y el señor don Francisco Pimentel, presidente de La Plata, que había días que se hallaba en esta Villa”.

El relato prosigue señalando que “A las 4 de la tarde hizo su entrada saliéndole a recibir toda la Villa, que  no cabían por los campos y calles la multitud de sus moradores y fue cosa que no se vio en otras entradas de principales eclesiásticos. Todas las calles por donde pasó se adornaron con ricas colgaduras y arcos de plata labrada, y en la esquina llamada de Las Lechugas (que es una de las que desembocan así en la plaza del Regocijo como en la del Gato) se le hizo un arco triunfal, de los buenos y ricos que se vieron para otras entradas semejantes…”.

El motivo para tanto boato era doble: Morcillo, que primero había sido obispo de León (hoy Nicaragua) y después de La Paz, había sido nombrado arzobispo de La Plata (hoy Sucre) y, además, se le había encargado reemplazar temporalmente a Diego Ladrón de Guevara como Virrey del Perú.

Y, aunque los potosinos sabían que el cargo no tenía carácter permanente, lo agasajaron con el fin de conseguir favores del ilustre visitante. “Dijo que en ninguna parte le habían beneficiado sino en esta Imperial Villa con tanta grandeza”, apunta el cronista. 

El Virrey devolvería gentilezas a Potosí en su segundo virreinato, ya con carácter titular, cuando ordenó la reparación del puente Pilcomayo que unía a La Plata con la Villa Imperial.

La Zapatera
Quien une a ambos personajes y establece vínculos entre los dos cuadros es doña María Joaquina Fuentes, una mujer “exageradamente hermosa” que, según asegura Mirtha Guzmán, fue amante de Antonio López de Quiroga.

Si se cruza los datos de Guzmán con los de Peter Bakewell, López tuvo que haber conocido a Joaquina cuando ella todavía era muy joven y él ya tenía dos hijas con su esposa, doña Felipa de Bóveda y Saravia.

Antonio debió haber querido mucho a su amante, tanto que le compró una casa en la calle que partía de la plaza del Regocijo y subía hacia las afueras de la ciudad, donde se habían establecido los indios lupacas.

El amor por María Joaquina habría motivado que López de Quiroga iniciara trámites ante la Iglesia Católica para obtener su divorcio y pudo haber sido la razón por la que aceptó costear las refacciones en San Francisco. Guzmán dice que los franciscanos le ofrecieron ayudarle con el trámite ante el Vaticano.


Pero la muerte pudo más que la burocracia eclesiástica y doña Felipa falleció antes que se consume el divorcio. Al quedar viudo, López de Quiroga no habría tenido ningún impedimento para irse a vivir con María Joaquina quien le habría cuidado hasta su fallecimiento.

A la muerte del acaudalado estallaron pugnas por sus bienes. La mayoría de sus propiedades, que incluían grandes extensiones de tierras en áreas rurales, estaban registradas a su nombre o al de sus hijas pero la casa en la que murió no aparecía por ninguna parte. Esa figuraba a nombre de María Joaquina Fuentes así que las hijas poco pudieron hacer para quitársela. Pero, aunque conservó la casa, la amante ya no tenía la protección económica de su rico enamorado así que debió extremar recursos para mantenerse.

Lo primero que hizo fue convertir su casa en una hospedería para los viajeros que llegaban de los puertos peruanos donde, además de dar cobijo, ofrecía también comida. Como muchos de sus huéspedes cubrían buena parte de su trayecto a pie, sus zapatos estaban arruinados así que María Joaquina se los arreglaba. Fue por eso que la gente de Potosí dejó de verla como la amante de Antonio López de Quiroga y empezó a llamarla “la zapatera”.

En tiempos coloniales, las calles potosinas no tenían nombre y era el pueblo el que las bautizaba tomando como referencia los oficios de sus habitantes. La calle que subía hacia el campamento lupaca fue denominada “de la zapatera” en atención a uno de los oficios de María Joaquina.

Guzmán es profesional en turismo y, basándose en tradiciones y referencias de Julio Lucas Jaimes, asegura que el virrey Morcillo se alojó en la casa de la zapatera el tiempo que permaneció en Potosí y pudo disfrutar de su comida, particularmente de una sopa con carne asada que solo ella sabía preparar. Como prueba de su afirmación muestra una fotografía del cuadro de Melchor Pérez de Holguín en el que se ve al Arzobispo y Virrey ingresar a la ciudad precisamente por la calle de la zapatera, hoy calle Hoyos, que es fácilmente identificable por el templo de San Martín, construido a partir de 1592 para los indios lupacas.

En el cuadro se puede ver una casa en la que cinco mujeres y un niño aparecen en la planta alta, de donde cuelgan tres telas; tres de las mujeres son sirvientas y dos tienen la apariencia de ser señoras principales. Quizás una es María Joaquina. Guzmán dice que fue la manera en la que Holguín identificó a la casa de la zapatera, dando a entender que allí se alojó el virrey Morcillo.

Y la casa permanece. Hasta hace poco, era usada para la distribución del singani Casa Real en una coincidencia notable ya que Antonio López de Quiroga adquirió, entre muchas otras propiedades rurales, la viña y hacienda de San Pedro Mártir de Cinti donde comenzó a producirse el vino que, con los años, pasó a llamarse Casa Real.

Mirtha Guzmán y su esposo, Antonio Flores, compraron la casa con el fin de devolverle la función que tenía en tiempos coloniales: establecimiento de hospedaje. 

Ahora, “La Casa de la Zapatera” es el hostal Tuko’s Casa Real, ubicado en el número 29 de la calle Hoyos, y reivindica su pasado colonial. Al ingreso está una gigantografía del cuadro de Pérez de Holguín y en los interiores hay réplicas de los arcángeles arcabuceros. Se recuperó parte de su apariencia original, incluida la campana que llamaba a comer. Mirtha asegura que también se rescató la receta de la sopa de la zapatera y, por tanto, solo puede servirse allí en la casa que un día cobijó a Antonio López de Quiroga y otro al virrey Morcillo.

21 DE MARZO, DÍA DEL CINE BOLIVIANO BREVE HISTORIA DEL CINE BOLIVIANO


La historia del cine boliviano, Inicia a fines del siglo XIX. Las primeras proyecciones fueron en la cuidad de La Paz en el Teatro Municipal en 1897. Las primeras filmaciones cinematográficas en Bolivia se hicieron a partir de la segunda década del siglo XX. En sus inicios fue llamado la época del cine silente. 
La primera película conocida es "Retrato de Personajes históricos y de actualidad" (1904). En 1905 llega a Bolivia el biógrafo: Se conocía como "Biógrafos" a compañías itinerantes de espectáculos de variedades que a finales del siglo XIX y principios del siglo XX incluían en sus programas la presentación de proyecciones cinematográficas cortas llamadas "vistas" que por lo general representaban a personajes y acontecimientos de la época. En 1916 la expedición alemana a cargo del Prof. Muller registro cinematográficamente su visita a Tiahuanacu, siendo este uno de los pocos documentales de la época. La productora norteamericana Paramount exhibe en Bolivia el film "La Paz Bolivia" (1921), donde Bolivia es incorporada al circuito mundial de exhibición de películas. En 1921 Bolivia es acaparada principalmente por la industria fílmica de Estados Unidos, que había desplazado a la industria europea durante la primera guerra mundial. En 1925, Sambarino presenta "Corazón Aymará", considerada como el primer largometraje de ficción del cine boliviano, el cual mostraba el espíritu de trabajo de la raza más laboriosa de Bolivia, presentando a la vez magníficas escenas de su vida a pleno campo. 
En 1930 se realiza la primera proyección sonora en el Teatro Municipal de la cuidad de La Paz, donde llega el fin del cine silente. Entre 1933 y 1936 el tema de la Guerra del Chaco se convirtió en el tema central realizado por los cinematográficos en Bolivia. 
La nueva tecnología del sonoro imposibilito a las producciones nacionales, condenando la precariedad del cine boliviano a la dependencia de películas extrajeras por más de una década. En 1947 aparece el primer largometraje sonoro y el cine a color. El 9 de abril de 1952 surge la revolución nacional. Un año después (1953) el gobierno crea el instituto cinematográfico Boliviano, I.C.B.
 Entre 1964 y 1982 Bolivia está gobernada por los gobiernos militares. llevando a cabo una política de reformas económicas conservadoras.
El Grupo Ukamau, filma Yawar Mallku, la primera película en quechua, que denunciaba la esterilización de campesinas por el Cuerpo de Paz, estuvo a punto de ser prohibida por autoridades municipales impidiéndolo la opinión pública.
 Yawar Mallku influyó en la decisión de expulsar al Cuerpo de Paz poco tiempo después. 
En 1971 el grupo Ukamau y Sanjinés filman una película en la que se relatan los hechos de la masacre de San Juan ocurrida en 1967, a través del testimonio de los sobrevivientes. 
Las producciones cinematográficas son censuradas entre ella la película, El coraje del pueblo y cuyo director Jorge Sanjinés es exiliado por la dictadura de Banzer.
En el siglo XXI, el cine boliviano inicia un nuevo formato de producción, al entrar en la era digital, y muchas producciones y directores hacen su aparición en el espectro de la cinematografiara. 
En el país, cada 21 de marzo se celebra el Día del Cine y Audiovisual Bolivianos, por mandato de la Ley del Cine Nro. 1134.

21 DE MARZO 1980, ASESINATO DE LUIS ESPINAL CAMPS


Por: O. Cordova.

Sucedió un 21 de marzo de 1980

“No queremos una prudencia que nos lleve a la omisión, y nos haga imposible la cárcel. La terrible prudencia de acallar los gritos de los hambrientos y los oprimidos.”

Un 21 de marzo de 1980, el sacerdote jesuita Luis Espinal Camps fue torturado y asesinado durante la dictadura del Gral. Luis García Meza.
Al religioso español le segaron la vida a los 48 años de edad, pero no apagaron su voz, pues su pensamiento y crítica contra las expresiones dictatoriales en el subcontinente latinoamericano, perviven en el tiempo.
Nació en 1932, en la ciudad de San Fructuoso de Bager cerca de Manresa. A los 17 años empieza a estudiar para jesuita, dentro de los jesuitas hizo estudios de literatura clásica, más tarde en la Universidad de San Francisco de Borja, en San Cugas de Vallés, estudio durante un año filosofía. En 1964 ya estaba metido en el cine, estudio en Bergamo - Italia, y fue responsable de los medios de comunicación para los jesuitas de Cataluña. 1968 se vino a Bolivia, para enseñar periodismo en la Universidad Católica Boliviana, como subdirector del Instituto Superior de Ciencia y técnicas de la opinión pública. De 1970 - 1971 fue productor y realizador del programa de televisión: Los grandes momentos del cine y un programa llamado Atalaya que no tuvo mucho éxito. En el año 1971 el 21 de agosto fue nombrado Co-director de Radio Fides, justo el momento del golpe de estado de Banzer. 1971 - 1974 trabajo en Última Hora, también trabajaba en Cuestión Urgente, donde se mostraba los problemas sociales en nuestro país. Nunca dejó su pasión por el cine y muchos de los libros que escribió se encuentran actualmente en la biblioteca de la Cinemateca Boliviana. Siempre estuvo comprometido con el pueblo, luchando por la igualdad. Murió joven en 1980 a sus 48 años.

EL LEGENDARIO PUEBLO MINERO DE SAN MIGUEL DE AULLAGAS EN EL NORTE POTOSINO


Por: PABLO QUISBERT, CLAUDIA RIVERA Y VINCENT NICOLAS. /  Por: PABLO QUISBERT, CLAUDIA RIVERA Y VINCENT NICOLAS. / Este artículo fue tomado del libro: INTERPRETANDO HUELLAS - Arqueología, Etnohistoria y Etnografía de los Andes y sus Tierras Bajas (Capitulo 9)

ACERCA DEL DESCUBRIMIENTO DE AULLAGAS

Hasta ahora se ha creído que el descubrimiento de Aullagas se remontaba a 1586 sobre la base de unas cartas del virrey del Perú sobre el asunto. El Archivo Nacional de Bolivia conserva dos cartas al respecto: una en el tomo de Minas (que no está en el “Catálogo de los recursos documentales sobre la minería” publicado en 2005 pero se encuentra apegada a la tapa del empastado del volumen) y otra en la Correspondencia de la Audiencia de La Plata (ABNB ALP CACH 52).
En la primera carta, fechada en el Callao el 1º de julio de 1586, el virrey Fernando Torres y Portugal expresó su satisfacción por “la riqueza que van descubriendo cada día las minas de los aullagas” y sugiere mandar a una persona, para recabar mayor información al respecto.
Dos meses después, el 1º de septiembre, el virrey reiteró la necesidad de tener “más larga noticia” sobre “las minas de los aullagas”.
Convencido de que se trataba del Aullagas de Chayanta, Gunnar Mendoza añadió en la descripción del documento: “Aullagas, partido de Chayanta”. Sin embargo este dato no aparece como tal en el documento.
Por el contrario, existen algunos elementos que permiten poner en duda esta aseveración. Veamos: En lo que toca a lo que Vuestra majestad, me escribe de las minas de los Aullagas tengo proveídas para cual conviene para todo lo de aquel asiento según la relación que de ella he tenido de quien, debe tener más larga noticia que es Damián de la Bandera por tener andadas tantas leguas como hay de aquí al Cuzco donde reside será con brevedad en las dichas minas.
Vuestra majestad, me la hará grande en favores ella para que mejor pueda hacer lo que convenga en la administración beneficio de ellas de que su majestad se servirá lo que podrá considerar (ABNB ALP CACh 52).
Primer elemento: en ambas cartas, el virrey Torres y Portugal hace referencia a “las minas de los aullagas”, en referencia no al topónimo sino al grupo étnico. Nótese que ningún otro documento que trate de las minas del Aullagas de Chayanta habla de ellas como siendo “de los aullagas”.
Segundo elemento: al momento de reiterar su pedido de información sobre las minas, el virrey del Perú mencionó el informe que recibió de ellas por Damián de la Bandera que es, efectivamente, el descubridor de las minas de Salinas de Garci Mendoza.
A la luz de estos elementos, podemos inferir que el descubrimiento de 1586 no se refiere al Aullagas de Chayanta sino más bien a la zona comprendida entre Pampa Aullagas, pueblo ubicado a orillas del lago Poopó (antiguo lago de Aullagas) y Salinas de Garci Mendoza, zona que en el periodo colonial se conoció también como Aullagas y donde existía el tambo de Aullagas (probablemente San Miguel de Uruquillas), localidades actualmente ubicadas en el departamento de Oruro.
Al margen de las mencionadas cartas, hemos examinado varios otros documentos referidos a descubrimientos mineros en Aullagas, tanto anteriores como posteriores a 1586.
Las primeras menciones documentales de descubrimientos mineros en Aullagas que se han podido encontrar en el Archivo Nacional de Bolivia remontan a 1560-1561 y son las siguientes:
• Donación que hace Diego López de Aguilera a Alonso Rodríguez Texero de “diez varas de mina de metal de plata, divisas y por partir, de treinta varas que tengo […] que está la dicha mina en el cerro que llaman de San Francisco en las minas de Aullaga” (ABNB EP 3: 68r-68v; La Plata, 5 de febrero de 1560; énfasis nuestro).
• Poder de Rodrigo Martínez de Valpuesta y Hernán Arias a don Alonso del Castillo residente en Aullaga para administrar sus minas en esos cerros y otras partes. El documento menciona: “una veta que yo (Martínez de Valpuesta) registré en los dichos cerros de Aullaga, que se llama la veta de Santa Ana, al nacimiento del sol” (ABNB EP 4: 78v-79; La Plata, 9 de junio de 1561; énfasis nuestro).
• Concierto de compañía entre Gómez de Chávez con Juanes de Olarán, para la labor de “una mina de 60 varas en los cerros de Aullaga, en un cerro que se llama San Francisco y la veta San Andrés”. El documento menciona: “asimismo ayudarán los yanaconas que están en la chacara de Pitantora del dicho Gomez de Chavez” (ABNB EP 4: 1154v-1155; La Plata, 11 de agosto de 1561; énfasis nuestro).
• Donación de Alonso Delgado de Pastrana a sus hijas naturales Catalina de la Valera y Beatriz Valera, de una chácara, bohíos y “cuarenta y cinco varas de mina de metal de plata que yo he y tengo en los cerros de Aullaga en la veta que llaman de San Pedro” (ABNB EP 6: 263-264; La Plata, 22 de octubre de 1561; énfasis nuestro).
Ninguno de estos documentos permite determinar a ciencia cierta si los “cerros de Aullaga” que se mencionan son aquellos del Aullagas de Chayanta o más bien otros ubicados en el Aullagas de Oruro.
Pero si consideramos que las minas de Salinas de Garci Mendoza fueron descubiertas recién alrededor de 1583-1586, debemos suponer que estos documentos de 1560 hacen probablemente referencia al Aullagas cerca de Macha. El hecho que Gómez de Chávez haya comprometido, en la escritura de compañía, la colaboración de los yanaconas de su hacienda de Pitantora, ubicada en la misma provincia Chayanta, constituye también un argumento a favor. En contra está el hecho de que en el Aullagas de Chayanta no hay ningún cerro que se llame San Francisco.
Pocos años después (posiblemente desde la misma década de 1560) empezó a circular la noticia de que en las cercanías del pueblo de Macha se hallaba una gran mina de plata, cuyo paradero estaba perdido. Encontramos eco de esta noticia en la “Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile” del fraile dominico Reginaldo de Lizárraga, quien estuvo en Charcas entre 1573-1574:
De aquí son dos jornadas al pueblo llamado Macha, en distrito del cual hay una mina de plata, que hasta ahora no se ha descubierto, ni se espera se descubrirá.
Un religioso nuestro, a quien yo conocí en este reino siendo seglar, ahora cuarenta años, acaso dio con ella, y conociendo el metal echó alguno en unas alforjas; llevólo a Potosí, fundiólo; acudió mucha plata; luego conoció ser la mina que tanta fama tiene, empero no lo dijo sino a uno o dos amigos, para ir a ella y registrarla; sucedióle en este tiempo, antes que la fuese a descubrir, hacer un viaje forzoso a Arequipa, donde se metió fraile nuestro, y así se quedó; ya profeso y viviendo en nuestro convento en Huánuco, y estando a la sazón allí nuestro provincial el padre fray Francisco de San Miguel, a quien se lo oí decir muchas veces, llegaron dos hombres que venían de Potosí en busca del religioso para que les descubriese la mina y cerro; encuentran con el provincial, dícenle por qué razón tomaron tanto trabajo, viaje largo, y que si el religioso les descubre el cerro y mina se obligarán a hacer un convento entero en la ciudad que el provincial señalase.
Al provincial no le pareció mal el partido; tractólo con el religioso, y con ser un hombre tosco y no de mucho entendimiento, respondió al provincial era verdadero sabia el cerro y mina, pero que no convenía descubrirlo porque los indios de Macha, en cuyo distrito estaba, y cuya era, la labraban (por lo que él vio) para pagar sus tributos y para sus necesidades; la cual si se descubría la habían de quitar a los indios y quedarían privados de su hacienda.
La respuesta del religioso pareció bien al provincial, y respondió a los dos compañeros que no la descubriría aunque le hiciesen tres conventos, y así se quedó hasta hoy (Lizárraga 1916 [ca. 1600]: 256).
El texto de Lizárraga menciona tres datos muy importantes. En primer lugar que la mina de plata se hallaba en el “distrito” de Macha, lo cual nos acerca bastante ya que Aullagas era un lugar limítrofe entre Macha y Pocoata.

Un segundo dato importante es que la existencia de la mina era conocida por los indios de Macha y que ellos la explotaban para pagar sus tributos a la corona española, cuidándose de mantenerla oculta a los ojos de los españoles.
El tercer detalle es que Lizárraga menciona que un español habría encontrado el cerro y la mina, cerca de 40 años antes que el dominico escribiera su crónica. Se cree que Lizárraga escribió su texto entre 1591 y 1603, así que este descubrimiento habría tenido lugar entre 1551 y 1563.
Curiosamente, más allá de 1561, no volvemos a encontrar huellas de las minas de Aullagas en los registros administrativos hasta 1573. La primera evidencia documental clara que se ha encontrado sobre el Aullagas de Chayanta es una escritura notarial de 1573 que a la letra dice:
En la ciudad de La Plata a veinte y dos días del mes de agosto de mil e quinientos e setenta y tres años, ante mí el escribano y testigos, parecieron presentes Juan Gutiérrez Flores y Francisco de Guzmán y Benito Sánchez a quien doy fe que conozco y dijeron que por cuanto ellos todos tres en compañía de Juan de Ayala e de Jacomé de Uristae de Fernando Pariguana indio, tomaron seis minas en el cerro de Aullaga junto a Macha e hicieron registro de ellas ante García de Esquivel, escribano público y del cabildo de esta ciudad, que fue aprobado por el (muy excelentísimo) señor don Francisco de Toledo virrey gobernador y capitán general de estos reinos [¿e se concertó?] que las dichas seis minas estuviesen indivisas y se beneficiasen entre todos seis e gozasen de los frutos de ellas por iguales partes, y porque ellos todos tres quieren es su voluntad que no embargante que las dichas minas han de estar y están indivisas, las partes que en ellas les pertenecen se labren de compañía (ABNB EP 20: 108-112; énfasis nuestro).
El documento no deja lugar a duda pues menciona el “cerro de Aullaga junto a Macha”. Lo que puede sacarse en claro de este documento, es que en 1573 seis individuos, cinco españoles y un indio llamado Fernando Pariguana, registraron seis minas en el “cerro de Aullaga junto a Macha”.
Este documento brinda además otros detalles. El registro de las seis minas hecha por los seis compañeros fue aprobado por el virrey Francisco de Toledo, quien en 1573 estaba residiendo en la ciudad de La Plata. En ese entonces el virrey estaba elaborando su proyecto de ordenanzas de minas y estaba muy interesado en que los indios descubrieran aquellas minas explotadas por los incas y que habían sido luego tapadas y ocultadas por los indios.
Para lograr esto, Toledo dejó establecido en sus ordenanzas, que los indios tenían el derecho a ser reconocidos como descubridores y poseedores de minas.
De Fernando Pariguana se han hallado otras noticias; pues un indio llamado Hernando Pariguana “indio residente en Aullagas” de 50 años, que suponemos es el mismo que registró junto a sus compañeros las seis minas en 1573, aparece declarando en el pleito que los indios de Macha entablaron al español Alonso Díaz en 1579 por unas tierras en el valle de Carasibamba (Platt et al. 2006: 567).
En todo caso, este dato demuestra que, hacia 1579, había ya varias personas viviendo en Aullagas, incluido Pariguana.
Con posterioridad a 1579, nuevamente hay un vacío en la documentación administrativa acerca de las minas de Aullagas de Chayanta. Es muy probable que las labores hayan sido abandonadas y que los mineros hubiesen preferido los nuevos asientos de minas como los de Salinas de Garci Mendoza o las minas de Oruro o los minerales cercanos de Yaco y Maragua.
A favor de la tesis del abandono están dos noticias bibliográficas. Por un lado la crónica de Pedro Ramírez del Águila, “Noticias Políticas de Indias”, escrita en 1639, que hace un recuento de las ciudades, villas y pueblos donde están asentados los españoles.
Ramírez del Águila va mencionando los asientos minerales más importantes poblados por españoles y así habla de Porco, Santa Isabel, Chorolque, San Vicente, Chocaya, San Cristóbal de Lípez, Piquisa, Maragua, Berenguela; incluso menciona al asiento de Yaco, anexo del pueblo de Macha, que por entonces estaba en boya (auge) y tenía una población de 20 españoles y 100 indios, pero no dice nada sobre Aullagas (Ramírez del Águila 1978 [1639]: 110).
Similar situación encontramos en la “Relación eclesiástica de la Santa Iglesia Metropolitana de los Charcas” de Antonio de Herrera, escrita también en 1639 y que menciona a distintos asientos minerales como Piquisa, Guariguari, Yaco, Choquecayara, Arma Falsa, Guadalupe, Maragua, etc., pero no a Aullagas. Tan sólo el cronista criollo, Antonio de la Calancha en su “Corónica moralizada del Orden de San Agustín”, publicada también en 1639, se hace eco de “muchos minerales descubiertos y noticias muy grandes y antiguas en Macha, Berenguela, Sacaca y Chayanta”.
Más llamativo es lo que consigna el juez para la venta y composición de tierras, José de la Vega Alvarado en 1645. A solicitud del cacique Fernando Aira Chinche Ariuto, este juez procedió a delimitar las tierras de Pocoata con sus colindantes.
En el lindero con Macha, aparece la siguiente delimitación: “siguiendo siempre adelante tocamos en el punto llamado Escalera y se colocaron también dos mojones y prosiguiendo la diligencia tocamos en los lugares Janconasa y Aullagas y en ambos puntos mandó el señor juez que se pongan a dos mojones (Archivo Histórico de Potosí (AHP) Corte Superior de Justicia (CSdJ) 7753: 11r; énfasis nuestro).
Nótese que José de Vega no mencionó la existencia de ningún poblado o capilla, como lo hizo al pasar por otros sitios durante su visita.

EL REDESCUBRIMIENTO DE LAS MINAS DE AULLAGAS.

Fue al parecer entre 1645 (fecha de la visita de José de la Vega) y 1651 que las minas de Aullagas fueron redescubiertas. De hecho se cuenta con el nombre del probable redescubridor de Aullagas, un español de nombre Jacinto de Carbajal, quien en 1651 se presentaba como “descubridor de las cordilleras y quebradas de Surumi y de sus minerales y cerro de Aullagas nombrado San Miguel Arcángel” (en Platt 2014 [1978]: 117; énfasis nuestro).
Como se ve, el cerro de Aullagas que describe Carbajal lleva el nombre de San Miguel Arcángel, santo patrono que será posteriormente el del pueblo de Aullagas.
Jacinto de Carbajal por lo visto era un minero bastante experimentado y conocedor de la zona minera cercana a Macha, tenía vínculos con los mineros de Maragua y en 1647 había intentado trabajar una mina en el asiento de Espíritu Santo de Titiri. Carbajal ofrece mayores datos acerca del descubrimiento que hizo en Aullagas:
Hallé en las dichas cordilleras y quebradas una mina de media bara de ancho y de metales ricos de plata y otras minas en los dichos parajes todas de ley; para certidumbre de esto e beneficiado algunos metales que a mucha costa mía llevé a los ingenios de Maragua (en Platt 2014 [1978]: 117).
Carbajal llevó en un primer momento sus metales hasta los ingenios de Maragua donde obtuvo buenos resultados. Sin embargo la distancia de Aullagas a Maragua resultaba muy larga, por lo que intentó construir en ese mismo año de 1651 un ingenio, con el nombre de San Mateo, en un arroyo cerca de Chayala. San Mateo es por cierto el nombre del cerro de Aullaga donde se ubica la mina considerada “la descubridora” según un croquis levantado por Julian S. de Lozada en 1850 (ABNB Rück 249 t.1: 117, Fig. 2).
Los indios de Pocoata se opusieron a la construcción de un ingenio en sus terrenos de valle y entablaron un pleito con el minero español, a pesar de que él contaba con el apoyo del cacique de Pocoata, Fernando Ayra de Ariuto, a quien los mismos indios definían como “compadre” del minero español.
Al parecer, los indios de Pocoata tuvieron éxito y, en 1652, Jacinto Carbajal optó más bien por construir su ingenio “una legua más arriba del pueblo de Macha” (Platt 2014 [1978]: 118), probablemente en la Palca o en algún otro lugar de la rivera de Aullagas.
Ensayo de interpretación ¿Cómo entender la carencia de documentos administrativos entre 1561 y 1573 y entre 1573 y 1650? ¿Debemos suponer que hubo varios intentos fracasados de trabajar las minas de Aullagas y varios redescubrimientos de las mismas?
La ausencia de documentos no es una prueba en sí ya que podría deberse a una pérdida de registros o, quizás, podría subsanarse con indagaciones en otros repositorios archivísticos.
Sin embargo las noticias del dominico Lizárraga acerca de una mina perdida en el distrito de Macha, aunque no menciona explícitamente a Aullagas, nos debe llamar la atención.
Más aún, el hecho que Jacinto Carbajal en 1650 pudo atribuirse el título de descubridor de Aullagas, deja pensar que hubo efectivamente una serie de descubrimientos y abandonos sucesivos del sitio. Varios factores pudieron haber incidido en la pérdida o abandono de las minas de Aullagas:
• Es probable que se presentara un período de mayor frío y humedad, lo que habría ocasionado que todos los cerros de Aullagas estuviesen cubiertos de forma permanente por una densa capa de nieve, lo que habría hecho muy difícil la exploración y la explotación minera.
• Los primeros descubrimientos tuvieron lugar en un momento en que el azogue aún no había llegado a Charcas. Por ende sólo podía explotarse los minerales más ricos. Los primeros descubridores debieron hacer algunos trabajos superficiales pero, al encontrarse con metales más pobres, no pudieron continuar la explotación de los mismos. Fue el virrey Toledo quien dispuso en 1573 la importación de azogue de Huancavelica para la concentración del mineral de plata mediante amalgamación.
• Los primeros mineros españoles en el Perú tenían una mentalidad de descubridores antes que de administradores de minas. Estaban en busca de El Dorado o de un nuevo Potosí.
Por ello, los mineros probaban su suerte en distintos lugares sin asentar las bases de una producción sistemática y planificada de las minas. Jacinto Carbajal pertenecía a otra generación de mineros (más serios si se quiere); Tristan Platt lo describe como uno de los pioneros en buscar nuevos yacimientos mineralógicos tras la crisis de la minería potosina del siglo XVII (2014 [1978]).
Al parecer fue el primero en querer establecer una explotación sistemática de la plata de Aullagas con el establecimiento de un ingenio para el procesamiento de la carga. La técnica de amalgamación tenía la gran ventaja sobre las huayrachinas de poder procesar minerales de baja ley.
• Las vetas “bolsoneras”, caracterizadas por contener grandes concentraciones de mineral de altísima pureza seguidas por largos trechos de metales pobres e inservibles, eran propensas a desanimar rápidamente a los dueños de mina. Además la verticalidad de la vetas contribuyó a que las minas se inunden rápidamente, lo que obligaba a largos y costosos trabajos de socavonamiento.
• Al parecer, hubo una estrategia de ocultamiento de las minas por parte de la población de Macha que las explotaba para pagar sus tributos. Esta situación fue frecuente en otras regiones del sur como Lípez, donde la población local ocultaba la existencia de minas a los españoles y las seguían explotando para poder cubrir el tributo a la corona (Gil 2014).
Si bien todos estos factores pudieron haber incidido para que se hallen “perdidas” las minas de Aullagas, hubo un factor determinante para su redescubrimiento: el pacto con un indígena del lugar. Los españoles no pudieron descubrir solos las minas de Aullagas; necesitaron de la ayuda de un indígena: Pariguana en 1573 y el cacique Ayra de Ariuto en 1650.
Si las minas de Aullagas eran el secreto mejor guardado de los indios de Macha, las revelaciones de Pariguana y su asociación con cinco mineros españoles constituían sin duda una traición. ¿Cómo pudo un indio de Macha animarse a romper un secreto que ni el fraile de Arequipa quiso revelar? Para entenderlo hay que ver que Pariguana no era precisamente un indio del común atado al pago de tributos y sometido a la autoridad de los caciques.
Era muy probablemente un Inca. En el padrón de Macha de 1613 (Archivo General de la Nación Argentina (AGN) sala XIII, 18-7-2), no se encuentra ningún Pariguana. Los antropónimos más comunes entre los hombres de Macha, por entonces, eran Mamani, Chambi, Soto, Porco, Chura, Cayo pero no Pariguana.
Al contrario, encontramos que Pariguana es un apellido muy común (hasta la actualidad) en la región de Tacna, Perú. Nos encontramos posiblemente ante un escenario muy similar al de Potosí donde un Inca, Diego Huallpa o Hualca, decidió revelar la presencia de minas de plata a los españoles (Platt y Quisbert 2007: 389-428). El antropónimo Pariguana hace referencia al flamenco, ave característica del lago Aullagas. Si recordamos que Diego Huallpa era el guardián de las plumas del Inca en Potosí, este nombre Pariguana en un lugar como Aullagas podría no ser anodino. ¿Existía otro guardián de las plumas del Inca en Aullagas? ¿Conocieron y explotaron los Incas las minas de Aullagas? ¿Fueron los aullagas del lago Poopó a explotar estas minas para sí mismos o para el Inca?

Son muchas preguntas que quedan abiertas. Hasta el momento, la escritura pública de 1573 constituye el mayor indicio de una explotación precolonial de las minas de Aullagas; la misma habla de “huacas y enterramientos”, lo que deja suponer que Aullagas era, desde tiempos prehispánicos, un lugar de minas y de culto muy importante donde fueron sepultados probablemente mallkus de Macha y Pocoata y quizás incas.
Sin embargo, las indagaciones exploratorias hechas a nivel arqueológico aún no han detectado ninguna huella material de una presencia inca en Aullagas, aunque sí existen evidencias de su presencia en las afueras del pueblo de Macha y probablemente en otros sitios arqueológicos de la región. Las rajas o trincheras que existen entre Aullagas y Anco Nasa, así como los extensos sistemas de terrazas de cultivo prehispánicas localizados en zonas más bajas cercanas a Aullagas (bajo los 4.200 msnm), son elementos adicionales que apoyarían la presencia preinca e inca en la región.
Tampoco hay que olvidar que un ramal del Qhapaq Ñan, la gran red vial incaica, saliendo de Paria pasaba por el norte de Potosí articulando poblaciones y cabeceras como Chayanta al norte, muy vinculada con la explotación de oro y plata, con otras más sureñas como Pocoata y Macha entre muchas otras (Michel y Ballivián 2013).
Entre Pocoata y Macha esta red habría pasado por algún sector cercano a Colquechaca y por ende a Aullagas y, no sería nada raro que se haya vinculado a asentamientos con actividades mineras en la región, como sucedió en otras regiones mineras del sur de Bolivia8. No es casual que el Inca haya reconocido a los pobladores de esta región, los qaraqara, entre otras cosas como mineros y metalurgos experimentados (Platt et al. 2006: 327-329).
En cuanto a Jacinto Carbajal, el otro supuesto descubridor de Aullagas (unos 78 años después de Pariguana y asociados), logró redescubrir las minas de Aullagas gracias a la colaboración de un aliado oriundo de la región: se trata del mismísimo alcalde mayor de la provincia y cacique de Pocoata, Fernando Ayra Chinche Ariuto, quien era su compadre. Más allá de la disputa territorial analizada por Tristan Platt, la oposición de los indios de Pocoata con el proyecto de Carbajal de construir un ingenio en Chayala podría denotar cierto rechazo frente a la decisión de su cacique de entregar las minas a un español.
El ingenio finalmente se construyó en territorio macheño. El primer auge minero de Aullagas (1650-1660) Hacia mediados del siglo XVII, se dio el primer verdadero auge minero permitiendo así la consolidación del asiento de minas de Aullagas. A pocos años del redescubrimiento de Aullagas y ante la mucha afluencia de españoles e indios, el cabildo catedralicio del arzobispado de La Plata determinó por unanimidad la creación del curato de Aullagas. El acta de creación se conserva en el Archivo y Biblioteca Arquidiocesanos de Sucre (ABAS) y su tenor es el siguiente.
En la ciudad de La Plata en once días del mes de julio de mil y seiscientos y cincuenta y seis años, habiéndose juntado a cabildo de esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana…se acordó en dicho cabildo, que atento a la nueva población del Asiento de San Miguel de Aullagas y mucha concurrencia de españoles y atendiendo al entero cumplimiento de la obligación de este insigne cabildo a que los súbditos tengan el pasto espiritual y se conserven en paz y justicia.
Todos los dichos señores nemine discrepante nombraron por cura de españoles del dicho asiento y vicario, juez eclesiástico del, al licenciado don Thomás de Córdova y Maldonado, en atención a sus muchas partes y méritos que en su persona concurren. Asimismo, nombraron por cura de los indios del dicho asiento, a don Pedro Velásquez de Saona y por sacristán del dicho asiento, al bachiller Pedro Julio y mandaron que a cada uno por lo que le toca, se les despache títulos en forma (ABAS Actas de Cabildo (AC) Nº 12: 135v-136r. Cabildo de 11/VII/1656; énfasis nuestro).
Todo hace pensar que, apenas establecida la población, los habitantes construyeron una iglesia, al parecer la actual, para cuyo servicio se hizo necesario el nombramiento de un cura. A esta necesidad respondió el cabildo catedralicio en 1656 creando el curato de San Miguel de Aullagas y nombrando dos curas: uno para españoles y otro para los indios.
Este primer auge no parece haber durado mucho, apenas entre 10 a 15 años, pues en 1658 se reportan ya las primeras minas que tienen problemas con las aguas que inundan los trabajos, como la mina que poseía Tomás de Loredo en la veta de San José de la Impensada (ABNB Min 64/1 1658).
La situación se volvió crítica hacia 1660, cuando los mineros españoles de Aullagas, entre los que se menciona a Blas Durán de Montalván, Juan de Robles, Francisco de Barrios, Jerónimo Gutiérrez y otros, envían una carta a la Audiencia de Charcas, en la que se declaran en la miseria por estar inundadas sus minas:
A los vasallos afligidos de este mineral de Aullagas, no les ha quedado más recursos que ocurrir a su rey y señor a que les dé el remedio necesario en la miseria que padecen después de haber gastado sus haciendas en el sequito de estas minas las cuales tiene el tiempo imposibilitadas de trabajar por la mucha agua que ocurre a estas con que dejan de conseguir la riqueza (ABNB Min 64/3 1660).
A pesar de su brevedad, este primer auge fue determinante para consolidar el asiento de minas de Aullagas que, no obstante los periodos de crisis y despoblamiento, perduró hasta el siglo XX cuando fue suplantado por el pueblo de Colquechaca10. Aullagas lugar de encuentro Como ya hemos señalado, en 1645, el juez José de la Vega Alvarado no mencionó a los pueblos de Aullagas y Anco Nasa pero sí los anotó como lugares limítrofes donde hizo colocar dos mojones (AHP CSdJ 7753 f. 11r).
No es ninguna casualidad que la línea de demarcación pase precisamente por las riquezas de Aullagas. En tiempos prehispánicos ambos ayllus buscaron probablemente tener acceso a estos recursos mineralógicos; por ende la frontera entre Macha y Pocoata parece ser el resultado de un pacto entre ambos ayllus sobre dichos recursos. Esta delimitación tuvo que ser refrendada por el Inca que puso ahí a funcionarios incas como Fernando Pariguana.
¿Será que otras naciones tuvieron también acceso a las riquezas de Aullagas? ¿Tendrá el topónimo Aullagas algo que ver con el grupo étnico establecido a orillas del lago del mismo nombre (hoy lago Poopó)? Nada permite afirmarlo aunque la toponimia de Aullagas y sus alrededores despierte algunas sospechas. Sabemos que los topónimos aimaras funcionan generalmente como descriptores de lugar (por ejemplo Wila qullu: cerro rojo, Janq’uyu: corral blanco). Algo similar podría suceder con Aullagas.
El término aimara aulla, según Ludovico Bertonio (2006 [1612]), significa “grande. Dícese de la puerta, boca, agujero. Laca aulla, de grande boca”. Félix Layme, en su diccionario aimara-castellano, añade la siguiente definición: “Awlla. Adj. grande, usado para referirse a agujeros, boquetes grandes. Awlla adj. Gran grieta abierta en el suelo. Boca grande y entrada de cueva” (Layme 2004).
Muy posiblemente el topónimo se deba a una grieta grande, una entrada de cueva o de mina. Sin embargo, no deja de llamar la atención que justo, al lado del pueblo de Aullagas, haya otro topónimo que parece hacer referencia a otra nación o grupo étnico: Sora. La presencia de una comunidad Sora junto a los yacimientos de Aullagas podría no significar nada pero también podría sugerir que los recursos mineralógicos pudieron generar una suerte de archipiélago multiétnico en sus alrededores, a semejanza de lo que pasó con los recursos del valle. Sabemos que los incas desplazaron poblaciones para cultivar terrenos, para explotar minas o para defender fronteras en muchas regiones de Potosí y Chuquisaca.
Por otra parte, Tristan Platt llamó la atención sobre una aseveración hecha en las probanzas de los principales de Macha en 1612 según la cual tata Paria fue también “gobernador de indios Quillacas, Soras, Carangas y Chuyes” y que “las hacía juntar [a estas parcialidades] en Macha” (AGN sala XIII, 18-7-2, citado en Platt et al. 2006: 772-773).
La presencia de una playa de nombre Carangas en el mismo pueblo de Macha, además de los otros topónimos mencionados, podría ser la huella de estas juntas realizadas por tata Paria en tiempos del Inca. La denominación “cerro Hermoso” fue traída por los españoles posiblemente en traducción de Sumaj Urqu.
En este caso el apodo del cerro de Aullagas habría sido el mismo que el de Potosí. Sin embargo, el cerro Hermoso es también conocido como Jatun Aullagas. Este calificativo quechua de Jatun lo volvemos a encontrar en otro cerro famoso por sus minas incaicas: Jatun Porco. La denominación Jatun Aullagas fue probablemente instaurada por los incas como la de cerro Hermoso por los españoles. Esa no es la única similitud con las minas incas de Porco; en aquel poblado minero, hay un barrio que se denomina Uruquillas.
Por otra parte, los trabajos arqueológicos en Porco han evidenciado la presencia, entre los trabajadores mineros, de grupos carangas durante el dominio inca y la Colonia temprana a partir del estilo cerámico Carangas-Inca (Van Buren y Weaver 2014).
El pueblo de Aullagas está emplazado en una ladera en la parte superior de la quebrada Viscachiri que desciende desde las faldas del cerro Hermoso y finaliza en el actual pueblo de Colquechaca. Su trazado muestra las características típicas de un poblado que pudo inicialmente crecer de manera desordenada para luego ir adquiriendo un patrón relativamente reticular adaptado a las características topográficas del terreno (Fig. 3).
Presenta al menos tres calles principales bien definidas y una serie de callejuelas secundarias estrechas que sirvieron para circular entre las viviendas, los sectores residenciales, las canchas y lo que parece ser pequeños espacios públicos a manera de plazuelas. Las canchas y plazuelas debieron ser los lugares a los que llegaban recuas de animales cargando leña y otros productos.
Una característica principal del asentamiento es la construcción de terrazas con muros de contención para nivelar la superficie irregular y empinada del terreno y así lograr espacios planos para la construcción de las estructuras.


EL REDESCUBRIMIENTO DE LAS MINAS DE AULLAGAS.

Como otros asientos mineros andinos, Aullagas tiene un aspecto bastante abigarrado (ver Gil 2014 para una comparación). La existencia de dos vertientes de agua permanente en el lugar, además de varias minas, habría incidido para escoger dicho emplazamiento. Funcionalmente la plaza con la iglesia, el cabildo y otros edificios principales constituían el centro del poblado y eran el lugar donde se realizaban las actividades civiles, administrativas, religiosas y mercantiles más importantes.
En la mitad oeste del asentamiento y a lo largo de un riachuelo, se encontraba una importante cantidad de ingenios, áreas de procesamiento y molienda de minerales (trapiches), áreas de fundición, evidencias de la actividad minera y de la cadena operativa de los minerales, centrales en las actividades económicas de este asentamiento.
Las áreas residenciales estaban localizadas en el centro, sur y este del poblado. Dentro de los conjuntos residenciales se distinguen diferencias en la segmentación del espacio que se relacionarían con aspectos sociales de estatus, riqueza y origen étnico. Las residencias con una mayor cantidad de habitaciones, muros con arco, zaguán, patios y canchas con muros perimetrales habrían sido ocupadas por españoles y posiblemente sus familias, sugiriendo mayores recursos y estatus. Residencias con una menor segmentación del espacio y menor inversión en su construcción habrían pertenecido a otro tipo de personas, mientras que los trabajadores mineros o coyarunas habrían tenido sus viviendas en las áreas periféricas del poblado, asociadas a los sectores de producción minera.
Estas viviendas serían más sencillas y dispersas, generalmente constando de una o dos estructuras, como se ve hoy en día en el extremo sur del poblado. El clima frígido y las constantes nevadas de invierno incidieron en la arquitectura vernácula del poblado. Todas las construcciones están hechas en piedra, presentando muros bastante gruesos, de más de 40 cm de ancho, cuyas piedras estaban unidas por argamasa. Además y en una buena parte del poblado, las estructuras se hallaban revocadas interior y exteriormente para evitar que el viento se cuele entre las ranuras y se produzca un buen aislamiento térmico. Los pisos, por lo menos en el sector central del asentamiento, tenían piedra cortada. Los techos a dos aguas contaban con una estructura de par y nudillo sobre la que se disponía paja y sobre ella piedras planas para evitar que el viento se lleve la techumbre.
La población de Aullagas tuvo orígenes diversos y, como en otros asientos mineros, estuvo compuesta por españoles, indios, mestizos y forasteros (Cañete y Domínguez 1952 [1787]). Una buena parte debió ser población con una alta movilidad que se concentraba en el lugar sobre todo en momentos de boya. Como se dijo, el espacio construido reflejaba las diferencias sociales y la cultura material reforzaba tales divisiones. Una inspección de materiales culturales dispersos en la superficie del asentamiento reveló elementos interesantes en cuanto a la distribución de fragmentos cerámicos (Fig. 4).
La mayor diversidad de formas (vasijas, platos, cuencos, ollas, cántaros, jarras) y estilos se encontró en la parte central del poblado, en los alrededores de la plaza, la iglesia y los conjuntos residenciales más próximos, sugiriendo una ocupación prolongada así como un acceso a cerámica variada tanto local como foránea que llegaba de otras regiones. La presencia de cerámica esmaltada, de porcelana, así como una diversidad de fragmentos de botellas con vidrios de colores, especialmente de tonalidades violáceas, sugiere que los pobladores de este sector del asentamiento gozaron de un amplio acceso a bienes elaborados.
De manera diferente, el material cerámico de superficie en la parte oeste del poblado, así como en los contornos de la parte este del asentamiento, mostró una menor diversidad de estilos y formas y una mayor presencia de fragmentos domésticos (ollas, jarras) de probable fabricación local. Este tipo de cerámica estaría más relacionado con los trabajadores mineros indígenas. Esta distribución diferencial de materiales, aunque exploratoria y sujeta a verificación, es consistente con lo ya mencionado para el uso del espacio urbano, reflejando diferencias sociales y de acceso a bienes materiales.
Probablemente desde el siglo XVII, con la consolidación del asiento minero, los ayllus de Macha y Pocoata reterritorializaron simbólicamente el pueblo de Aullagas en su lógica andina y dualista, a pesar de que allí vivían mayormente españoles. Esta lógica simbólica propia de los pueblos de indios ha perdurado hasta la actualidad. Datos del siglo XX ayudan a ilustrar, de manera general, esta situación para los tres siglos anteriores.
La imponente iglesia, de nave alargada y sin crucero, se constituyó en el mojón divisorio, siendo un agua del techo de Macha y la otra de Pocoata (Fig. 5).
Lo propio pasaba con la puerta de la iglesia: una hoja pertenecía a Pocoata y la otra a Macha. Según la tradición oral, los ayllus sullk’ata de Pocoata y Warjata de Macha traían periódicamente paja para restaurar su parte del techo y el santo vestía alternadamente como macheño o como pocoateño.
La calle principal que baja desde la plaza hacia el ojo de agua de San Roque, conocida hoy en día por los residentes aullagueños en Colquechaca como calle de los turcos, constituía la frontera entre ambos ayllus. En la calle de los turcos, por ejemplo, no vivía ningún indio; las evidencias arqueológicas muestran que se trata de un barrio residencial separado de la parte más industrial de Aullagas hecha de trapiches e ingenios y hornos de fundición. Las viviendas de los trabajadores mineros estaban en las afueras de Aullagas.
Doña Alejandrina Molina, nacida en Aullagas en 1932 y residente en Colquechaca, recuerda los apellidos de las familias que vivían en la plaza de Aullagas: Alvarado, Bautista, Villagomez, Gutiérrez, Murillo, Medrano, etc. (Alejandrina Molina Jiménez, entrevista 28.01.2015). Ningún apellido indio en las inmediaciones de la plaza principal.
A pesar de ello, para los indios de Pocoata y Macha, la plaza y la calle funcionaban como marcadores territoriales de gran importancia (Fig. 3). Inscribir el pueblo en la territorialidad de los ayllus era una manera de “domesticar” la irrupción “salvaje” de un pueblo desconocido. En Aullagas, el espacio urbano implica a la vez una segregación españoles-indios y una división entre ayllus de Macha y Pocoata. La plaza se convirtió en el lugar del tinku (enfrentamiento ritual) entre ambos ayllus. El principal tinku del que se tiene memoria es el de la fiesta de San Miguel (29 de septiembre) aunque se menciona también tinkus en otros momentos del año.
La batalla ritual entre machas y pocoatas tenía lugar en la plaza (denominada plaza pampa) delante de la iglesia y al pie de la torre exenta. En la parte trasera de la iglesia, se encuentra un patio que servía de cementerio para los indios. Una piedra Ara separaba claramente la mitad pocoata del panteón, de la mitad macha. Los españoles por su parte eran enterrados dentro de la iglesia conforme a la costumbre. En la parte trasera de la iglesia, existen dos construcciones columnares adosadas a las paredes de la nave.
La que se encuentra a mano derecha, hoy en día muy deteriorada, presenta escalinatas en ruinas que antiguamente debían conducir a otro campanario.
Si recordamos que había dos curas en Aullagas, uno para españoles y otro para indios, es muy posible que existieran dos campanarios con campanas distintas para reconocer cuál de las poblaciones (la india o la española) estaba convocada a misa. La torre exenta, claramente la de mayor fastuosidad, era objeto de cuidados rituales como ch’allas y wilanchas que se pueden percibir hasta el día de hoy a pesar del abandono general del pueblo. Es así que periódicamente cabezas de corderos son depositadas en sus arcos y al pie de ella (Fig. 5).
San Miguel en Aullagas San Miguel era considerado un santo patrón muy poderoso que se colocaba en lugares donde hacía falta vencer infiernos y presencias diabólicas. La presencia de “huacas y enterramientos” mencionada en 1573 puede haber justificado la intervención de este santo. Según la tradición oral, San Miguel apareció cuando se produjo un hundimiento grande en el cerro Hermoso (Alejandrina Molina Jiménez, entrevista 28.01. 2015).
Esta versión parece confirmar la etimología de Aullagas como grieta grande. Los cerros que rodean Aullagas (Condor Nasa, Ulincate, Cordellate, Ánimas, Jatun Aullagas, cerro Hermoso, Boticlaca, Huaynacuchu, San Mateo, Anco Nasa) conforman un escenario muy impresionante y de gran belleza. Con seguridad, constituyeron juntos un complejo religioso muy importante que queda por explorar.
En el marco de esta investigación de carácter preliminar, tan sólo pudimos recorrer a pie el cerro San Mateo (reputado por encerrar la mina descubridora) donde encontramos, en medio de minas tapadas, innumerables restos de huesos y cráneos de animales sacrificados, cerámica, botellas de trago y latas de cerveza. ¿Fue acaso este adoratorio el que vino a sustituir o encubrir San Miguel de Aullagas? La imagen clásica de san Miguel arcángel matando al dragón podría también estar relacionada con la presencia de grandes lagartos en la zona (Fig. 6).
Efectivamente hoy en día, el pueblo de Aullagas es conocido en Colquechaca por ser la “ciudad de los lagartos”. Estos lagartos grandes, si existían en aquella época, fueron seguramente asociados al diablo. Recordemos por ejemplo la costumbre de matar lagartijas en semana santa para ayudar a la resurrección de Jesús.
Como sea, la gesta de san Miguel Arcángel combatiendo y venciendo al dragón/diablo adquirió en Aullagas una gran relevancia y dio origen a la famosa diablada de Aullagas (sin entrar en la polémica de saber si es más antigua que otras). Gracias a un documento de 1797 estudiado por Mónica Adrián (1999), es posible conocer con mayor detalle cuáles eran las fiestas que pasaban obligatoriamente los indios de Macha y Pocoata en el asiento de Aullagas: San Miguel (29 de septiembre), Santísimo Sacramento (movible), Santa Rosa (23 de agosto), San Roque (16 de agosto) y Misericordia (15 de agosto). Para cada fiesta existían dos alféreces, uno por Macha y otro por Pocoata. Al respecto, doña Angélica Azurduy de Colquechaca (entrevista 28.01.2015) menciona que los comunarios de Pocoata dejaron de pasar las fiestas de Aullagas a partir de los años 1990 (desde que se aprobó la ley de Participación Popular).
Actualmente sólo los comunarios del ayllu Warjata de Macha mantienen esas costumbres. Por ello, el tinku de San Miguel ha desaparecido, a falta de oponentes. Según ella menciona, son cuatro las fiestas que aún pasan los originarios del ayllu Warjata de Macha (del que ella es parte como yerna): San Miguel, Santísimo Sacramento (Corpus Cristi), Exaltación (14 de septiembre) y Santa Rosa.
Las fiestas conforman un thaki (recorrido) que va de menor a mayor: primero hay que pasar la fiesta de Santa Rosa que es de poco gasto, luego la de Exaltación (14 de septiembre), luego San Miguel (29 de septiembre) y por fin la del Santísimo Sacramento.
De las cinco fiestas obligatorias que había aún a fines de la Colonia, podemos comprobar que dos cayeron en desuso (San Roque y Misericordia) y que se aumentó una: la fiesta del Señor de la Exaltación.
Históricamente esta fiesta estaba a cargo de los pueblerinos de Aullagas. Según cuenta Alejandrina Molina (pueblerina, ella, de pura cepa) la gente del pueblo pasaba la fiesta de Exaltación con diablada al ritmo de los sikuris y, una semana después, para San Miguel entraban los indios de Macha y Pocoata para celebrar un tinku en plaza pampa delante de la iglesia. Vale decir que españoles e indios no pasaban las mismas fiestas. Otra fiesta tradicional del pueblo de Aullagas que ha heredado la población de Colquechaca es la del Cristo de Burgos, una devoción muy propia de los españoles.
El anexo de Anco Nasa Una vez pasada la época de los descubrimientos (en los cerros San Mateo, Jatun Aullagas y la Gallofa) gran parte de la actividad minera se concentró en el cerro de Anco Nasa donde se encontraban algunas de las principales minas: San Nicolás, Fajardo, San Agustín, el Sacramento, el Bronce, el Santo Cristo y Menguengue. Es por ello que, poco a poco, Anco Nasa se desprendió del asiento de Aullagas. En un momento que aún no hemos podido precisar, Anco Nasa se convirtió en anexo y luego en vice-parroquia de Aullagas.
A simple vista, el pueblo de Anco Nasa era muy parecido al de Aullagas; sin embargo albergaba grandes diferencias: no fue edificado en lugar limítrofe sino claramente dentro de los amojonamientos de Macha. Era un pueblo habitado principalmente por españoles que fue duramente castigado durante la sublevación general de 1780-1781.
El material cerámico disperso en superficie muestra una importante cantidad de cerámica esmaltada, particularmente platos y fuentes, que por los diseños y colores correspondería al siglo XVIII, apoyando los datos históricos sobre el poblamiento de Anco Nasa (Fig. 7).
El azoguero y minero Bartolomé Álvarez Reyeros hizo construir una iglesia que se concluyó hacia 1783 y otra en Rosario donde tenía su ingenio.
La iglesia de Anco Nasa en forma de cruz latina y patio con arquerías era más grande e imponente que la de Aullagas, cosa poco común para una vice-parroquia. La leyenda del milagro de san Miguel, tal como la cuenta doña Alejandrina Molina Jiménez (nacida en 1932), que la aprendió de su abuela Mercedes Aguirre, deja entrever la competencia que existió entre los dos asientos mineros: “tras el hundimiento en el cerro Hermoso, san Miguel (apodado tata Qulu) apareció en Anco Nasa.
Lo llevaron a la iglesia de Aullagas pero volvió por su cuenta al lugar de su aparición. Tuvieron que intervenir curanderos para que se logre hacer quedar a tata Qulu en Aullagas” (Alejandrina Molina Jiménez, 28.01.2015, Colquechaca).


A MANERA DE CONCLUSIÓN.

Nuestro acercamiento a Aullagas, en una perspectiva de larga duración, desde la historia, la arqueología y la antropología, nos ha llevado a replantear la cuestión de su descubrimiento. No es solamente la fecha de fundación del pueblo la que se ha visto modificada sino la misma idea de descubrimiento que debe ser reevaluada. Aún sin las pruebas arqueológicas contundentes que, en esta fase preliminar de la investigación, no nos ha sido posible recabar, parece evidente que la explotación de las minas de Aullagas se remonta al período precolonial. Los sucesivos “descubrimientos” que se produjeron en el periodo colonial se dieron gracias a pactos y alianzas con personas originarias del lugar.
En este caso el “descubrimiento” fue antecedido por un encubrimiento por parte la población nativa, la población macheña en particular, que hubiera aprovechado las minas para pagar su tributo. Esto nos ha llevado a hablar de encuentros antes que de descubrimientos y, de hecho, el pueblo de Aullagas, ocupado esencialmente por mineros españoles y trabajadores libres (coyarunas) se fundó en un lugar-mojón de encuentro entre los dos ayllus máximos de la región, Pocoata y Macha y funcionó como un lugar-tinku donde, periódicamente, se enfrentaban ambos ayllus. Se debe destacar también, la importancia ritual de Aullagas y su entorno inmediato, manifiesta en la existencia de huacas vinculadas a la presencia de minerales y a divinidades prehispánicas que, en el período colonial, toman la forma de santos patronos como en el caso de san Miguel.
Esta investigación aún exploratoria constituye un aporte a la historia de uno de los poblados mineros más enigmáticos y poco estudiados del norte de Potosí y abre varias perspectivas para un mayor trabajo de archivo, prospecciones arqueológicas a nivel regional y de sitio, además de excavaciones, así como un trabajo antropológico en mayor profundidad que permitirán develar mucho más los misterios de Aullagas.

LAS PANDEMIAS MÁS LETALES DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD


Por la emergencia sanitaria y la cuarentena total declarada en Bolivia por la presidenta Jeanine Añez, hoy decidimos instigar más datos sobre las pandemias y virus más mortíferos en la historia de la humanidad.
Buscando en la historia podemos recordar que hubieron virus con alto poder mortífero y casi todos llegaron a América, Bolivia también tuvo que lidiar con estos virus, es por eso que hoy les traemos las pandemias más letales de la historia humana. (Información tomada de: https://www.infobae.com/america/mundo/2020/03/18/de-la-peste-negra-al-coronavirus-cuales-fueron-las-pandemias-mas-letales-de-la-historia/)

Peste antonina (165-180): 5 millones de muertes

Cuanto más se retrocede en el tiempo, menores son las precisiones sobre las enfermedades y sus consecuencias. Pero hay evidencias históricas más que suficientes para saber que la peste antonina fue devastadora en su tiempo. La infección se desató en el Imperio Romano tras el regreso de tropas que habían combatido en Medio Oriente. Se cree que la enfermedad puede haber sido viruela o sarampión, pero no hay consenso entre los historiadores.
Se la conoce como peste antonina por el nombre de la dinastía reinante en Roma en ese momento. De hecho, hay indicios de que el emperador Lucio Vero, que gobernaba en conjunto con su hermano adoptivo Marco Aurelio, murió en el año 169 víctima de ese mal. Las estimaciones actuales ascienden a 5 millones de muertos, lo que la convertiría en la séptima pandemia más letal de la historia.

Plaga de Justiniano (541-542): 30-50 millones de muertes

El epicentro del brote fue Constantinopla —actualmente Estambul—, capital del Imperio Bizantino (Imperio Romano de Oriente). El origen fueron las ratas que llegaban en los barcos mercantes provenientes de distintos rincones de Eurasia, portadoras de pulgas infectadas con la peste bubónica.
El emperador Justiniano I también contrajo la enfermedad, pero sobrevivió. Los cálculos de entre 30 y 50 millones de muertos como consecuencia de la pandemia abarcan los dos siglos en los cuales esta resurgió. Eso la convierte en la cuarta peor de la historia.

Epidemia de viruela japonesa (735–737): 1 millón de muertes

Se desarrolló en el contexto de intercambios crecientes entre Japón y el continente asiático, que dio lugar a otras epidemias. Comenzó en 735 en la ciudad de Dazaifu, Fukuoka, luego de que un pescador japonés la contrajera en Corea. La enfermedad se propagó rápidamente y terminó afectando a la mayor parte de la isla, donde murió cerca de un tercio de la población.

Peste negra (1347-1351): 200 millones de muertes

Se la considera la pandemia más mortífera y con el impacto más duradero en la historia de la humanidad. Se cree que el brote comenzó en Asia Central, y desde allí pasó por la Ruta de la Seda hasta llegar a la península de Crimea —disputada entre Rusia y Ucrania en la actualidad— en 1343. Alojada en las pulgas de las ratas negras, se esparció por toda Europa usando como medio de transporte a los barcos mercantes.
Las estimaciones más conservadoras sostienen que mató al 30% de la población europea, pero las más audaces dicen que hasta el 60% pudo haber muerto como resultado de la pandemia. El continente tardó 200 años en recuperar su nivel anterior de habitantes, aunque algunas regiones, como Florencia y sus alrededores, tardaron hasta el siglo XIX.

Viruela (1520): 56 millones de muertes

Era una enfermedad desconocida en el continente americano, pero llegó con la conquista europea. Fue introducida primero en lo que actualmente es México por los españoles y fue determinante en la caída del Imperio Azteca. Es considerada la segunda mayor pandemia de la historia, y hay estimaciones que indican que mató hasta al 90% de la población nativa americana.

Grandes pestes del siglo XVII (1600): 3 millones de muertes

Fueron distintos brotes de peste bubónica que tuvieron diferentes epicentros a lo largo del siglo. Uno de los más significativos fue la gran peste de Londres, que duró de 1665 a 1666, y fue la última gran epidemia de peste bubónica en Inglaterra.

Grandes pestes del siglo XVIII (1700): 600.000 muertes

Fueron diversas epidemias que surgieron en distintos países. La más importante fue la peste rusa de 1770-1772, también conocida como la peste de 1771. Murieron entre 52.000 y 100.000 personas solo en Moscú, cuya población se redujo en una tercera parte.

Cólera (1817-1923): 1 millón de muertes

La falta de tratamiento de los excrementos humanos y la ausencia de agua potable son los principales responsables de la propagación del cólera. Entre 1817 y 1923 se produjeron las primeras seis pandemias de esta enfermedad en distintos puntos del continente asiático.

La tercera peste (1855): 12 millones de muertes

La tercera pandemia de peste bubónica surgió en Yunnan, China, durante el quinto año del emperador Xianfeng de la dinastía Qing. Desde allí se esparció por todo el mundo, aunque en ningún lugar tuvo un impacto tan mortífero como en la India, donde causó cerca de 10 millones de muertos. Es la sexta pandemia más letal de la historia.

Fiebre amarilla (fines de 1800): 100.000-150.000 muertes

Los científicos consideran que se originó en África, con transmisión entre primates y humanos. El virus y el vector, que es el Aedes aegypti, una especie de mosquito, fueron llevados al continente americano por barcos de comercio de esclavos. Durante el siglo XIX se produjeron importantes brotes en América y en Europa.

Gripe española (1918-1919): 40-50 millones de muertes

Fue la primera pandemia causada por el virus de la gripe, el H1N1, y se convirtió en la tercera más letal de la historia de la humanidad, debido a que mostró una tasa de mortalidad muy superior a la habitual. Se estima que infectó a 500 millones de personas en todo el mundo, alrededor del 27% de la población global.
Lo interesante es que España no sufrió particularmente más que otros países la epidemia. Pero la posguerra había llevado a muchos Gobiernos a censurar los reportes de muertos en Alemania, el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos. Eso no ocurrió en España, que se había mantenido al margen del conflicto, y por eso se empezó a hablar de gripe española.

Gripe rusa (1889-1890): 1 millón de muertes

El virus de la gripe A subtipo H2N2 se encuentra en las aves y, según algunos investigadores médicos, surgió por primera vez en Rusia en 1889. Si bien otros especialistas sostienen que no hay evidencia suficiente de que haya sido ese tipo de virus, la pandemia causó cerca de un millón de muertes.

Gripe asiática (1957-1958): 1,1 millón de muertes

Si la rusa fue la primera pandemia de gripe A, la asiática fue la segunda. Algunos autores creen que se originó por una mutación en patos salvajes que se combinó con una cepa humana preexistente. El virus se identificó por primera vez en Guizhou, China, y se propagó a Singapur, de allí a Hong Kong, y luego a los Estados Unidos.

Gripe de Hong Kong (1968-1970): 1 millón de muertes

Fue la tercera de esta serie de pandemias. El primer registro del brote en Hong Kong apareció el 13 de julio de 1968, y a fin de mes ya había llegado a Vietnam y Singapur. La región no había aprendido las lecciones de los brotes anteriores.

VIH/sida (1981-actualidad): 25-35 millones de muertes

El sida es causado por un virus de inmunodeficiencia humana que se originó en primates del África central y occidental a principios del siglo XX. Si bien varios subgrupos del virus adquirieron la capacidad de infectar a seres humanos, la pandemia tuvo sus orígenes en la aparición de una cepa específica, el subgrupo M del VIH-1, en Leopoldville, República Democrática del Congo, y se disparó a partir de 1981.
Actualmente hay 37,9 millones de personas que están infectadas con VIH en todo el mundo, y solo en 2018 murieron 770.000 personas por esta enfermedad. El África subsahariana es la región más afectada, y el 61% de las nuevas infecciones provienen de allí.

SARS (2002-2003): 770 muertes

El Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS, por sus siglas en inglés) es una enfermedad provocada por un coronavirus distinto del causante del COVID-19, el SARS-CoV. Entre noviembre de 2002 y julio de 2003, un brote registrado en el sur de China terminó con 8.098 personas infectadas en 17 países, aunque la mayoría de los casos se registraron en China y Hong Kong.
El virus surgió en murciélagos de herradura que habitan en cuevas de la provincia de Yunnan, y de allí pasó a los humanos. De todos modos, no se han reportado nuevos casos de SARS desde 2004.

Gripe porcina (2009-2010): 200.000 muertes

Fue la segunda pandemia causada por el virus de la gripe H1N1, casi un siglo después de la gripe española. De todos modos, se trata de una nueva cepa de H1N1, que se originó cuando los virus de las gripes aviar, porcina y humana se combinaron con un virus de la gripe porcina euroasiática, razón por la que se la conoce como gripe porcina.
El brote apareció en cerdos de una región del centro de México, y a partir de allí se propagó. Se estima que entre el 11 y el 21% de la población mundial de entonces contrajo la enfermedad.

MERS (2012-actualidad): 850 muertes

El Síndrome Respiratorio de Medio Oriente también es causado por un coronavirus. El primer caso se encontró en un hombre de Arabia Saudita de 60 años que padecía una neumonía aguda. Murió de insuficiencia renal en junio de 2012, y luego se reportaron dos muertes más en la región de Al Ahsa. Desde ahí se trasladó a varios países, principalmente de Medio Oriente, aunque también de otras regiones, como Corea del Sur, que tuvo un brote en 2015.

Ébola (2014-2016): 11.300 muertes

Es una fiebre hemorrágica viral que afecta a los humanos y a otros primates. El de 2014 fue el brote más generalizado de la enfermedad en la historia. Los primeros casos se registraron en Guinea en diciembre de 2013, y de allí se propagó a Liberia y Sierra Leona, donde causó devastadores efectos humanos y materiales. La tasa de letalidad entre los pacientes hospitalizados llegó a ser de entre el 57 y el 59 por ciento.

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