BOLIVIA Y EL MAR / YO NO SOY MEDITERRANEO


Por: José Antonio Loayza Portocarrero nota ‎publicada en SIGLO Y CUARTO, Documentos Históricos el 4 de abril de 2018.

Queramos o no, el yo de la historia nos denuncia y embarranca en una abismal duda al cuestionarnos porqué vivimos así en medio de pródigos tesoros. De pronto salta la crisis del sujeto y desde dentro, desde el enigma de la pregunta, al golpear la puerta de la vida o de la naturaleza, la voz responde: ¿Quién?, y todas las puertas se abren: los minerales, la fauna, la verde selva, más una permanece cerrada, la salida al mar… en el tiempo esta no se abre porque nos cerraron desde afuera y para colmo nos atrancamos desde adentro, limitados por nuestros exiguos conocimientos y aptitudes por adquirir, anunciando que no somos libres de nosotros mismos por estar ofuscados o por habernos enclaustrado hasta causar un drama social que hace de nuestra vida violencia y no entendimiento, odio y rencor, miedo y atavismo, y si por ahí aparece algo bueno lo hundimos, porque circularmente empezamos donde creímos haber terminado. ¿Somos así por la pérdida de nuestro litoral? Chile dice que nunca tuvimos mar, que dependíamos de los virreinatos del Plata y del Perú; y los peruanos nos culpan que aceptaron la alianza para ayudarnos y al haber desertado de la cuesta de Camarones rompimos la unión. ¿Es así, somos culpables del fracaso, a eso se debe nuestra perplejidad?

En un anterior artículo expliqué que la actual propedéutica sobre el conflicto del mar, empieza por el guano, el impuesto, Antofagasta, Abaroa, el carnaval, Camarones, Daza, el Alto de la Alianza, y fin. ¡Pero esa línea no es para gloriarnos, es para mantenernos en el trasfondo, en la sorprendente precariedad, en la sumisión, en la obediencia, y sólo sirve para rebuscar mártires y no verdades! ¿Por qué nos valoramos tan poco? ¿Será que nuestras sangres aún no se mesclaron y fluyen separadas? Antes Bolivia era una potencia indomable, venció al Perú en Yanacocha y Socabaya en 1835 y 1836, a Chile en Paucarpata en 1837, a la Argentina en Iruya, Humahuaca y Montenegro en 1838. ¡Bolivia era el poder de América! Luego vino una ristra de frustraciones, la Guerra del Pacifico, del Acre, del Chaco, y esas tragedias nos mataron y ahora somos almas muertas.

Para Chile y Portales: “La amistad no existe, sólo los intereses”, o sea que la triquiñuela de los 10 centavos fue un ardid estupendo y premeditado por ellos mismos, como lo denuncia Manuel Ravest Mora, en “La Compañía Salitrera y la Ocupación de Antofagasta 1878-1879”, editada en Chile, que habla de Aniceto Arce y sus faenas infames; de las cartas espías del Ministro de Guerra Othón Joffre a Chile; de las cartas absolvedoras que tenía Raquel, la hija del Gral. Hilarión Daza, casada con el chileno Germán Contreras Sotomayor; todo dirigido y orquestado por Agustín Edwards Ossandón, dueño del poder financiero de Chile y acreedor de un presidente chileno, de un presidente peruano, y de un notorio minero boliviano. Personaje maduro en complacencia con el mal para apropiarse, no tanto del Atacama boliviano, sino del Tarapacá peruano. Entonces debemos hablar de Agustín Edwards Ossandón, padre de Agustín Edwards Ross, que heredó el Banco Edwards (hoy el grupo Luksic -Abaroa, posee el 51% y ocupa el primer lugar en el Ranking de Competitividad de América Latina), acciones de la Melbourne Clark y Cía., del Banco de Inglaterra, del Banco Nacional de Bolivia fundado suspicazmente el año que estalló la Guerra del Pacífico, de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta (CSFA), que fue el cerebro que maquinó toda esta tragedia, y la casualidad o no, del apellido del asesino de Daza, Alfredo Ross, que se dice huyó con la valija secreta.

¿Estamos hablando de Daza, el culpable de la pérdida del mar? ¡Pues estamos en otra línea falsa! Curiosamente centramos nuestra atención en él, por una dirección premeditada, olvidando al Presidente Peruano Mariano Ignacio Prado, Director Supremo de la Guerra, que frenó al ejército peruano-boliviano 6 meses, y dejó que Chile nos despedace y arrincone en Tacna, por cuyo servicio la oligarquía chilena le pagó en oro chileno, un equivalente a 22 millones de dólares de hoy, quien, después de cometer su felonía abandonó el país el 18 de diciembre de 1879, a las 4 de la tarde con rumbo a Panamá, usando el nombre falso de John Christian Perolari-Malmignati en el vapor-correo Payta, de propiedad de la compañía inglesa Pacific Steam Navigation Company y de la empresa chilena Compañía Sudamérica de Vapores que operaba de manera encubierta al servicio del enemigo del sur, que posibilitó su embarque a Guayaquil, adonde llegó el 22 de diciembre de 1879, y a Nueva York el 6 de enero de 1880. En cambio Daza fue desconocido por el ejército boliviano y exilado a Europa, es más, criticado por peruanos y bolivianos por la contramarcha de la quebrada de Camarones, que sin él o con él, el peruano Gral. Buendía, tenía toda la superioridad de fuerzas en San Francisco, y lastimosamente no pudo vencer y quedó exento de toda culpa.

Empecemos entonces a indagar, hablemos de Agustín Edwards Ossandón (1815-1878) empresario y político chileno, casado con su sobrina Juana Ross Edwards, que le dio siete hijos, uno de ellos fue Agustín Edwards Ross. En 1869 participó con la Gibbs y Cía. y formó la sociedad explotadora de salitre en la zona de Antofagasta la Milbourne Clark y Cía. Un par de años después, en 1872, obtuvo la concesión para la construcción de un ferrocarril de Antofagasta hasta las salitreras del interior, y fundó la CSFA., siendo el principal accionista con el 42% del capital accionario. En marzo de 1875, compró el periódico El Mercurio de Valparaíso. Era por entonces el hombre más rico de la historia republicana, poseía 150.000 millones de dólares de hoy (mucho más que los actuales y conocidos ricos de Chile: Los Luksic-Abaroa, poseen 13.700 millones de dólares; Horst Paulmann, 4.400; los tres Matte, 2.800 cada uno; Sebastián Piñera, 2.500, igual que Alvaro Saieh, María Luisa Solari y Julio Ponce Lerou; Roberto y Patricia Angelini, y Luis Yarur, 1.600 cada uno. Es decir, y para comparar, cualquier millonario nuestro, digamos Doria Medina, resulta siendo un pobretón.

Al año de la muerte del padre, el hijo Agustín Edwards Ross (1852-1897), tuvo un rol fundamental y desencadenante en la Guerra del Pacífico. Ese año fundó y asumió la presidencia de la CSFA. Envió a un emisario a Bolivia para gestionar con el Gobierno el reconocimiento para explorar y exportar salitre en amplias zonas de la región de Antofagasta. Gestó el mañoso tratado de 1874 (que era un anzuelo), cuyo artículo 4º obligaba a Bolivia a no incrementar los impuestos a las personas, capitales y negocios chilenos durante 25 años. En 1878, la Asamblea Constituyente boliviana aprobó el impuesto de 10 centavos el quintal de salitre exportado, Chile aprovechó la tesis ardidosa indicando que Bolivia violó el tratado de 1874, y dispuso la consiguiente ocupación del territorio con la flagrante complicidad de Mariano Ignacio Prado, que le debía a Edwards 158.788.95 pesos chilenos; Aníbal Pinto, Presidente de Chile, 35.000 mil pesos; y Avelino Aramayo, 4.300 pesos.

El representante en Chile de Gibbs & Sons, escribió a Londres, pidiendo "gastar algún dinero para estimular a periodistas en los diarios para que publiquen artículos de naturaleza patriótica", esto significa que Inglaterra estaba al tanto del plan. Finalmente la jugada política y militar de Chile, con el pretexto de amparar los bienes de la CSFA, dispuso que el Blanco Encalada el 14 de febrero de 1879, desembarque en Antofagasta a las tropas chilenas por la manipulación política de Agustín Edwards Ross sobre el Presidente de Chile, y la ayuda de tres ministros que conformaban el primer gabinete de guerra chileno y a la vez accionistas de la CSFA: Antonio Varas, Ministro del Interior; Domingo Santa María, Ministro de Relaciones Exteriores, y Jorge Huneeus, Ministro de Justicia.

La propedéutica no tiene que confundirnos, la guerra no se dio por la costa, se dio por los sutiles enlaces del Banco Edwards en Chile, accionista de la CSFA, y del Banco Nacional de Bolivia (BNB), donde el 60% de las acciones pertenecían a ciudadanos chilenos y el saldo a los futuros presidentes bolivianos: Tomás Frías, Aniceto Arce (que llegó a ser presidente del BNB), Gregorio Pacheco, y el Ministro consejero de Bolivia Francisco Argandoña, a la vez copartícipes de la Huanchaca en Bolivia, administrado por los hermanos Peró, que representaban a la CSFA, y todos dirigidos por Henry Meiggs, Lorenzo Claro, y por supuesto el infaltable Agustín Edward Ross.

El poder querrá desapoderarnos, querrá que pensemos en el mediterráneo para mediterraneizar nuestro pensamiento y dar a nuestro destino un anclaje mental cerrado y no abierto ni activo ni crítico para no analizar otras opciones y vivir en el eterno retorno, en la lógica contraria, en no abrir la mano sino cerrar el puño, en crecer con la nostalgia de lo perdido y no proponer horizontes verdaderos e inmolamos voluntariamente con la pálida certeza de que nuestra miseria y atraso se debe a la desdicha del mar.

No pensemos como mediterráneos, ni vayamos tras la sangre para no reeditar historias circulares, vayamos tras los grandes capitales que ocultan la verdad, y rompamos la enigmática profecía que nos advierte que el oro, la plata, el estaño, el petróleo, y toda la riqueza regalada por la naturaleza, fue para hacernos desgraciados y no dichosos como hubiésemos deseado.

LOS PERSONAJES QUE NOS ENDILGARON SUS ERRORES


Al final Chile y el Perú sellaron su compromiso de amistad con el Tratado de Lima el 3 de junio de 1929: la provincia de Arica paso a ser propiedad de Chile y la provincia de Tacna fue devuelta al Perú. Se firmó un protocolo complementario incluyendo la condición que ambos países no cederían a una tercera potencia la totalidad o parte de estos derechos sin previo acuerdo entre ellos.

A la izquierda: Agustín Edwards Ossandón (1815-1878), el hombre más acaudalado de la historia republicana de Chile, fundador del Banco Edwards y Cía., accionista de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, que provocó la Guerra del Pacífico.

A la derecha: Mariano Ignacio Prado, Presidente del Perú, fugó del país en diciembre de 1879, en plena guerra con Chile. Fue el instrumento político y económico de la oligarquía chilena, y dependía del chileno Agustín Edwards Ossandón, a quien debía mucho dinero.

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