26 de mayo de 1880 — Batalla del Alto de la Alianza
Mientras bajaban a la pampa su banda de música los despidió con su pieza favorita: "La Canterita". Los "Colorados" vestían kepis negros, protegido con un forro de tela blanca, chaqueta roja con cuello y bocamangas negras, pantalones blancos con franja también negra. Calzaban la clásica “ojota” de los indígenas. Los del "Aroma1” llevaban igual uniforme (que les valió el apodo de “Coloraditos”), con la sola diferencia del color gris en sus pantalones. Se cede la narración al Coronel Idelfonso Murguia: “Fue en ese instante que el Coronel Agustín López, edecán del General Campero, se me acercó para reiterar la orden de “Avance". En vez de volver a su puesto quedó a mi lado. Una bala lo mató poco más tarde. La orden de avance se cumplió pasando sobre cadáveres. Logramos restablecer la linea en 17 minutos de mortífero fuego. Los batallones Esmeralda, Santiago y Navales, que habían avanzado hasta cerca de nuestro campamento, tuvieron que cedernos el terreno. Se arrebató al enemigo seis piezas de artillería (2 cañones Krupp de calibre mayor, tres Krupp de calibre menor y una ametralladora) además de sus municiones y tres banderolas que se colocaron el Subteniente Manuel T. Córdova (argentino), un sargento y un soldado. Creyendo mi gente asegurada la victoria levantó en alto los rifles tomados al invasor. El sargento Florentino Salazar me ofreció un Winchester. Ordené que se dejasen los trofeos y que se continuase el avance con prontitud... Ganamos más y más terreno”. Los "Colorados” y los “Coloraditos” llegaron así hasta donde habían alcanzado los “Amarillos" una hora antes. “Estaban allí, casi completos, tendidos en filas que mostraban muy pocos claros”—según versión del Subteniente Daniel Ballivián. “Entre cadáver y cadáver los espacios prescritos por la “guerrilla de San Juan”, que seguramente se mantuvieron rigurosamente durante la pelea, estaban inmovilizados por la muerte, cuatro pasos de hilera a hilera y dos pasos de hombre a hombre. Era una línea larga de más de 250 metros, una línea de chaquetas amarillas, pantalones blancos y morriones cubierto con funda blanca. Doscientos metros más allá, otra línea igual, y todavía doscientos metros más adelante, los restos de los que integraban la quinta y sexta compañía. En esta última casi no había claros. — Casi todos estaban allí. La mayor parte con heridas en la cabeza”
El comando chileno, al observar que sus batallones que habían llegado hasta el pie del “Alto de la Alianza” retrocedían acosados por los combatientes de la chaqueta roja, movilizó a ese sector a la Tercera División. Pero como ésta tuviese que recorrer algún trecho antes de llegar al punto crítico, don José Francisco Vergara, que estaba más cerca con la unidad de caballería del Comandante Tomás Yávar, se lanzó al galope con los 500 granaderos. Se devuelve la narración al Coronel Murguia: “Presentóse la caballería enemiga en veloz carrera y por escuadrones, pretendiendo flanquear nuestro costado izquierdo y envolvernos. Ante la carga de la caballería chilena, ordené formar cuadrilongos. Se formaron en números de seis. Al centro tres dirigidos por los intrépidos Mayor José María Yánez, Capitán Gumersindo Bustillo y Capitán Juan S. Gonzáles. A mi izquierda otro, por el jefe del tercer batallón, Teniente Coronel Zenón Ramírez, que a mil metros a retaguardia había perdido su caballo. Por último, otros dos cuadrilongos a mi derecha bajo el mando del Teniente Coronel Felipe Ravelo. La rapidez de su formación correspondió a la rapidez del avance del enemigo. Una inmensa nube de polvo y el estruendo de sus armas acampanaba a los corceles. Llegó el enemigo hasta 15 metros de nosotros. Una descarga que parecía hecha por un solo hombre lo recibió, y después otra y otra. La caballería dio vuelta en menos tiempo del que basta para decirlo. Ordené dispersión enguerrilla para seguir con el avance. Se me obedeció con pasmosa serenidad. Los bravos del batallón se lanzaron en persecución del agresor. Estruendosos vivas a Bolivia, al Perú y a la alianza se gritaron por los más entusiastas. La nueva progresión de los dos batallones de Murgía chocó con los infantes de la Tercera División chilena, que llegaron frescos a la refriega y bien amunicionados, a cumplir la misión en la que habían fracasado sus camaradas de a caballo. Las bajas de los “Colorados” y del “Aroma", que habían sido reducidas hasta ese momento, se multiplicaron. Cayeron muertos los tenientes Nereo Sanjinés y Enrique Monje; y heridos, el Teniente Coronel Mateo Medrano, el Mayor Juan Reyes (“el indio de pura sangre”), los tenientes Miguel Ortuño y José David Cevallos, los subtenientes León Flavio Rico y Rigoberto Solis, y numerosos sargentos, cabos y soldados.
Eran las dos y media de la tarde cuando los aliados llegaron al límite de sus fuerzas Tanto numéricamente, sin un solo soldado más que echar a la pira del sacrificio; como físicamente, con la resistencia de la tropa agotada por la falta de descanso desde el día anterior, el hambre y la sed. Los muertos y heridos de ambos campos sumaban más de 5.000 con excesiva proporción de jefes y oficiales. De los peruanos 6 coroneles, 7 tenientes coroneles, 14 mayores. 24 capitanes, 32 tenientes, 19 subtenientes y 2.000 elementos de tropa. De los chilenos 105 entre jefes y oficiales y 2.128 soldados. De tos bolivianos alrededor de 2.000 figurando entre los jefes caídos el veterano General Juan José Pérez que recibió el impacto de una bala en pleno rostro, y el Coronel Heliodoro Camacho, a quien una esquirla le perforó el bajo vientre, cerca de una ingle. (GUANO, SALITRE, SANGRE HISTORIA DE LA GUERRA DEL PACÍFICO — La Participación de Bolivia - Roberto Querejazu Calvo)
Imagen de fondo: Captura de vídeo documental Gloria del Pacífico. Fotos originales B/N. Las imágenes del posteo fueron coloreadas. #cortegosky
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