SIMÓN I. PATIÑO, ENTRE LAS COORDENADAS DEL ESTAÑO MUNDIAL


Por: José Antonio Loayza. / Este artículo fue publicado originalmente en Siglo y Cuarto, Documentos Históricos; el 3 de agosto de 2018. 

¡Nadie, definitivamente nadie!... Cuándo Patiño halló la veta en La Salvadora, nadie se salvó de ser ubicuo u oblicuo, sólo Patiño. Y así como uno quisiera imaginar, nadie sabe qué sintió aquel hombre ante el encuentro de la veta fantástica. ¿Qué sintió al hallarla, o al vender la barrilla y recibir su primera fortuna? ¿Será que apreció el escalofrío de la luna cuando se vio cara a cara con su sol? ¡No más problemas, ni penurias, sólo ganancias!

Hay versiones bastante distintas de quienes estuvieron presentes y rescataron sus palabras, sus gestos, su sorpresa. Unos dicen que corría de un lado a otro, y decía: ¡Yo no soy, yo no soy, yo no puedo ser el dueño de todo esto! Otros dicen, que se tomó el corazón con la mano y le rogó a Dios que no quería morir (seguramente lo pidió). Lo cierto es que ambas cosas pasaron, y al salir de la mina dio vueltas como una fiera expresando palabras vacías, burlándose de sí mismo, y mostrando en sus ojos un color ambarino que no tenía sentido, ni doble ni triple sentido, hasta que uno dijo que eran los ojos de la desgracia, que Patiño no debía jactarse por esos pedruscos de plata, al final los ojos ambarinos era por ellos, que no debían quejarse porque aquello era estaño, pero no para ellos ni para su generación, pues los hombres no elegidos deben meditar que pese a exaltar la gloria y suficiencia de Dios, o no son oídos, o siendo oídos no son los elegidos; y los cuatro peones que estuvieron con él en el momento del hallazgo, Mariano Muruchi, Daniel Gonzales, Ceciliano Miranda y Julián Frías, no eran los elegidos, y lo confirmaron sus pobres tumbas arrasadas por el tiempo y sus cruces caídas por las lluvias añosas; y Patiño presumía:

“Cuando fui a vender mi primera producción, las casas habilitadoras como la Martins, Fricke y Aramayo ¡no tenían dinero! ¿Debían pagarme?: ¡83.000 libras esterlinas! (…) El Presidente de la República ganaba 30.000 al año, o sea, 2.000 libras esterlinas, o 167 libras por mes, ¡y yo gané 500 sueldos más que él en mis primeras entregas! En un año ya tenía 1.000.000 de libras esterlinas, o sea: Bs. 15.000.000, es decir: dos veces más que el Presupuesto General de la Nación, que entonces era de Bs. 7.331.400.”

En ese tiempo el Gobierno era pobre, hacía uso de todas sus oraciones para enmendar la caída del Presupuesto Nacional por la caída de la cotización de la plata que era lo último que le quedaba para no tener un trágico final. El país había perdido el oro, la goma, el guano y para colmo las minas colmadas de plata que se quedaron en el zaguán de los subterráneos. De pronto en medio de los ahogos, como si el espíritu del amado Señor bajara a la tierra, se dio la noticia del alza del estaño en la bolsa de Londres, y los empresarios apostaron por el industrialismo.

Muchos de los no convidados a la gran mesa, como los obreros, no sonrieron siquiera cuando conocieron la cotización, porque la patria para ellos estaba lejos de los felices suspiros del patrón. Para entonces un obrero ganaba 2 pesos de jornal (£ 4 al mes), y gastaba 1.40 y le restaba 0,60 para malcomer, a ello se incluía su vejez prematura y su esputo de sangre. Eso fue cuando Patiño ganaba algo más de £ 85.000 al mes, cuando surgieron las costillas del hambre y la militancia socialista quiso que todo el espíritu social coma el guisó desabrido con su sazón de teoría marxiana que no aromaba nada. Aun así, los obreros se adhirieron a la causa revolucionaria y todo adquirió una tremenda agrura; lo raro era que cuanto más demagogia se echaba a la olla, más espumarajo colérico salía.

Lo cierto es que el capitalismo también pudrió todo y se hizo incomible. Los empresarios perturbados por las leyes del capitalismo, acudieron al Estado para que evite el anarquismo y proteja la producción, y el Gobierno por congraciarse creó un sistema económico en favor del capital, achicó al individuo, lo unió al mecanismo económico, y creó un sentimiento de resentimiento social, pero se encogió de hombros, y con una mueca de amor por lo foráneo, apoyó a la oligarquía y a su gran verdad: “Que conste: Los amigos son los amigos y los intereses los intereses”. De ese incidente surgió el capitalismo de Estado, cuyo mejor cliente fue la industria y el comercio burgués; ese fue el principio de la igualdad imposible.

Se notará que más franca y sincera que la estadística es la franqueza de la historia, que no se ofusca ni con los números ni las palabras, y muchas veces evita una mala chambonada. La fortuna de Patiño, fue en principio intuición y lógica. Él intuyó que si brillaba el estaño en el lado norte de la mina de Sainz, era lógico que al otro lado, en La Salvadora y sus 4 Ha., estaba la veta añorada; y fue así, o tenía que ser así. Luego fue la suerte universal la que empezó con la caída de la plata y el ascenso del estaño, más tarde se sumaron las circunstancias y un encadenamiento de hechos: La 1a Guerra Mundial, el crecimiento industrial, el crack financiero de Estados Unidos, la 2a Guerra Mundial, y otras generosidades extrañas como los hechos euroasiáticos, africanos, y los movimientos de liberación nacional de los pueblos de aciagas pobrezas que le sirvió a Patiño para cumplir el agüero: “¿Señor, será verdad que Patiño produjo el estaño del mundo?, y el Señor todo contraído respondió: ¡No, cuando el mundo necesito del estaño lo produjo a Patiño!”

Patiño aplicó con buen criterio la rentabilidad de la tierra, el capital y el trabajo, justo en el punto de la tierra donde hace siglos una fascinante combinación geológica hizo que el vómito negro del tronco rhiolítico de estaño, suba ardiendo desde el centro de la tierra y salga por el volcán eructando una gran lava y no se solidifique en ningún otro lugar del mundo que no sea en sus 4 Ha. ¡No en las 306 Ha. de Pastor Sainz, ni en las 150 Ha. de Minchín! De este magma ya frío y secular el pobre-rico arrancó varias muestras de mineral, las cargó en su capacho y viajó temprano al laboratorio de la firma británica Penny & Duncan en Huanuni, y confirmó por la cara de opa del técnico que hizo el ensaye, ¡que era la veta más rica del mundo: 58%, 56% y 47%! (cuando se nacionalizaron las minas la ley era el 1.1%) Si con Oporto fue feliz produciendo 49 quintales en el mes de mayor gracia, ¡cómo gozaría cuando produjo 591 toneladas!, y no había cientos de carretas ni miles de llamas, y las casas habilitadoras Martins, Fricke o Aramayo, no tenían efectivo para pagar.

¿Pero quién era aquel mozalbete con tal abundancia de bienes a quien le fue fácil ascender al puesto más alto del país y ocupar el privilegio de ser el ciudadano más admirado cuando sólo contaba con 40 años? ¿Quién era ese hombre que carecía de opiniones económicas, políticas y era ajeno a los principios generales? Parece que acerca de leer no leyó nada, y se dice que jamás se ocupó del porvenir ajeno, ni de los hechos fundamentales, pero los hombres del país, piadosos e impiadosos, y los que regían la sociedad o estaban en asuntos de Estado, se estremecían al verlo y hasta pedían su apoyo pese a lo mal que los trataba, y cuando simplemente dijo que requería gente para su empresa, los pueblos se vaciaron.

Dicen que el Tío le habló ¡Abre tus labios, abre tus ojos, esto es Llallagua! ¡No ves acaso que éste es el plan que siempre perseguiste! ¡Ahora, ahora mismo, digo que tu realidad no es la de un triste varón! ¡Eres en esta hora del alba un triunfante minero! ¡Eh ahí las almenas de tu castillo, manéjalo!... La montaña está ahí, tendida y terrosa con sus pechos de mujer y debes empezar a enamorarla, a amarla, es tuya, húndete en el fresco de su carne pétrea, entra por sus socavones y remueve sus espasmos, no basta que la admires, enjuga en ella tu simiente, poséela, es dócil para ti ¡Entretanto métete en su lecho, embrújala, sedúcela!"...

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