AGOSTO: MES ANIVERSARIO PATRIO.

 

(Por Diego Martínez Estévez)

Sus distintas fechas que se conmemoran,  sintetizan, evocan las miles de vidas que se ofrendaron incluso de niños, para defender su gran territorio que le fuera legado por Cédula Real expedida el año 1561, sucesivamente refrendada por otras 13, más una Ordenanza de Intendentes. Las guerras sostenidas con los  cinco países que nos rodean y también la diplomacia, mutilaron ese territorio hasta reducirla a una mitad. 

Nos toca a las generaciones presentes y por venir, defender lo que queda, lo que contiene su suelo y subsuelo y lo que el Estado, soberanamente edificó para el disfrute de todos, sin exclusión de nadie y con los mismos derechos.

Con seguridad,  nuestros soldados de todos los tiempos, entremedio del combate no dejaron pasar y festejaron  a su modo el Día de la Patria. Fue el caso del Primer Cuerpo de Ejército dislocado en Ballivián. El 6 de agosto de 1934, saludando previamente al enemigo con un derroche infernal de granadas y proyectiles de pequeño calibre, desfiló ante el altar y por la noche  se esparció en la retreta, al son de las melodías entonadas en el quiosco de la plaza del Fortín, por la Banda de Música del capitán Marcos Sardón, futuro defensor con su Banda, del paso de "Aguas Calientes" de Charagua.

Este oficial que pasada la guerra se convirtió en un destacado maestro rural, compuso varias marchas militares que evocan batallas libradas y también, a unidades como el Regimiento Santa Cruz 9 de Infantería, que en los primeros días de julio de 1934, en el frente defensivo de Ballivián, se constituyó en el pivote de la victoria que se recordaría como “La Batalla del Segundo Condado".  En esta célebre acción, el sitio del intento de ruptura por parte del enemigo fue contenido por este regimiento.  En honor a esa unidad, esa área defensiva fue denominada "Campo Santa Cruz".  En el mes de mayo pasado, ya había demostrado su calidad  combativa en la célebre Batalla de Cañada Strongest. Sólo este regimiento, de un total aproximado de 1.300 invasores capturados, tomó prisioneros, a más de un millar, entre  éstos,  a una parte de los más de 320 conductores paraguayos capturados conjuntamente con  los Regimientos Chorolque y Colorados.  Muchos de éstos tres centenares de conductores -  desde el grado de Mayor a Sargento -  abandonando a sus tropas  en pleno combate, es decir, desertando del campo de batalla, se fueron mansamente a entregar a las unidades bolivianas más próximas.  El capitán de Música Marcos Sardón, también le dedicó a esta batalla la composición de la marcha militar titulada. “Cañada Cochabamba”. 

El invicto Regimiento Santa Cruz, sería otra de las elegidas para el cierre de la brecha abierta por el invasor, en la Batalla de Villamontes.

Estas glorias y tantísimas otras libradas en todas las guerras que sostuvo Bolivia, son motivos de recordación y celebración en este mes aniversario; pero, también debieran ser de serena reflexión, bajo esta premisa:

Como es la aspiración de cualquier otro pueblo, Bolivia como Estado, también requiere ser fortalecida y equilibradamente, en todas sus expresiones del poder nacional, llevando el progreso hasta el más recóndito lugar del país y satisfaciendo los requerimientos y con prioridad, de los más necesitados. Eso, también lo aprendimos en las aulas militares. Así lo sintieron, el Mariscal Andrés de Santa Cruz e infinidad de héroes de la Guerra del Chaco, entre ellos:

- El capitán Gualberto Villarroel Olmos. 

- El capitán Víctor Ustáriz.

- El capitán Rafael Pabón Cuevas.

- El teniente German Busch Becerra.

- El subteniente Clemente Inofuentes, 

- El cabo Honorio Terrazas.

- El soldado Hilarión Mamani.

- EL soldado Nicolás Chipana.

- El soldado Silverio Quispe.

- Otros miles de soldados, como los cruceños, pandinos y benianos, revistando en el Regimiento Santa Cruz, casi todos ellos provenientes como hasta el presente, de villorrios campesinos.

Uno de aquellos héroes era el campesino diminuto que apellidaba Choque. Cayó donde le puso la patria, como centinela de la Sección de Hierro que se encontraba al mando del suboficial Félix Méndez Arcos. Ninguno retrocedió aquel 16 de febrero de 1935 cuando el invasor arrolló su sector. 38 días más tarde encontraron los cadáveres de los 33 héroes.  Uno estaba acurrucado  dentro la trinchera, con sus manos prendidas al fusil, que ni en muerto entregó. Otro estaba de pie, arrodillado, sujeto por el fusil y permanecía con los dientes apretados y las manos crispadas. Los había de bruces, tendidos de costado, en todas las posiciones en que los sorprendió la muerte. Más allá, en la zona de nadie, el cadáver del centinela Choque, que tampoco había cedido un paso. Alrededor de la posición hallaron innumerables tumbas paraguayas. Fueron recogidos los cadáveres de la sección y el Regimiento Campos formó.  La Banda de Música, con sus acordes fúnebres hizo estremecer las almas. Uno de los soldados altiplánicos que hacía guardia en el altar, dejaba correr un terremoto de lágrimas por sus mejillas; lloraba por lo que no podían hacerlo. De rato en rato, a la distancia, un cañonazo o el crepitar del bólido de una granada de mortero rompía el toque de silencio del Corneta. Enseguida, los “Repetes” del Regimiento Campos, presentes en Villamontes y venidos de las tierras altas dejando sus chacras, desfilaron  honrando a sus camaradas, que con su vida salvaron a la patria: el petróleo, el gas, en fin, el porvenir de las nuevas generaciones, como nosotros que leemos estas líneas.


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