(Por Diego Martínez Estévez)
El 17 de septiembre de 1932, el Primer Cuerpo del ejército invasor conformado por aproximadamente 11 mil hombres, 8 obuses de 105 mm., 14 piezas de 75 mm, 2 piezas de 65 mm y 11 morteros de 81 mm., se disponía a lanzar una nueva ofensiva general sobre el fortín Boquerón.
BREVES ANTECEDENTES
El 29 de julio de 1932, el Destacamento Peñaranda captura los fortines Loa, Bolívar y Boquerón.
A los cinco días – el 3 de agosto – Salamanca despacha la orden de detener las operaciones en toda la zona de operaciones, incluidos los destacamentos que de distintas partes del territorio nacional venían movilizándose a la zona de operaciones. El mandatario, antes de ordenar tan inaudito freno de la ofensiva militar, comete el grave error de preguntar a la comunidad internacional su opinión sobre esta legítima defensa originada por la retoma paraguaya de Laguna Chuquisaca, el pasado 16 de julio. Ni cortos ni perezosos, los gobiernos de Argentina y Chile aliados del invasor, masivamente difunden a través de la prensa internacional y sus agentes diplomáticos, la idea que el “poderoso Ejército de Bolivia venía invadiendo el territorio de un país débil e indefenso”, por lo que 19 países se adhieren a la exigencia de detener su ataque, aduciendo que:
“Las naciones de América, declaran…. que no reconocerán arreglo territorial alguno de esta controversia que no sea obtenido por medios pacíficos, ni la validez de adquisiciones obtenidas por la ocupación o conquista por la fuerza de las armas”.
Esta declaración será conocida como DOCTRINA DEL 3 DE AGOSTO.
En otro artículo, veremos que Bolivia, durante el segundo periodo de esta guerra (la campaña diplomática de 1935 -1938), explotará y con mucho éxito a su favor, aquella doctrina.
Para obligar a Salamanca a detener en seco de su ejército, los gobiernos de la Argentina, Chile y Perú amenazaron a nuestro país con declararle la guerra.
Aquella contraorden originada sobre todo por la amenaza de tres países que rodean a Bolivia, impidió explotar la SORPRESA ESTRATÉGICA, que el mando militar boliviano lo había previsto en su Plan de Operaciones. Así, el Regimiento Florida, después de capturar fortín Bogado y faltándole cien kilómetros para llegar al río Paraguay, tuvo que detenerse y replegarse por falta de sustento logístico.
Del mismo modo, el Destacamento Peñaranda que había ocupado Boquerón, se abstuvo de proseguir marchando sobre Isla Poi, muy a pesar de contar con menos de mil hombres.
El subteniente Alberto Taborga, Ayudante del teniente coronel Manuel Marzana, en su diario de campaña compara esa orden recibida de Salamanca con la “Retirada de Camarones”, acaecida en la Guerra del Pacífico.
Explotar la sorpresa estratégica tiene tal peso, que podría definir una batalla y hasta una campaña militar. A nivel menor y como lo veremos más adelante, la sorpresa táctica explotada por el subteniente Banegas, hizo abortar el propósito de asilar por completo a Boquerón, que todo un Cuerpo de Ejército venía ejecutando en la mañana de l17 de septiembre de 1932.
Continuemos contextualizándonos.
Por supuesto que esa declaratoria internacional de recurrir al diálogo diplomático antes que al derramamiento de sangre, no les interesaba en absoluto a Chile y sobre todo a la Argentina. Era un mero pretexto que fue aprovechado por el gobierno de este país, para despachar desde sus cuarteles militares hasta Asunción, de material bélico en general, con el propósito de equipar a tres Divisiones paraguayas, en total unos 21 mil hombres. Cuando la Batalla de Boquerón finalizó el 29 de septiembre y pese a las más de 10 mil bajas sufridas, este efectivo fue incrementado a “30 mil”, como refiere el coronel paraguayo Carlos Fernández en el segundo tomo de su libro titulado LA GUERRA DEL CHACO.
Para el 6 de septiembre y con el abastecimiento recibido desde la Argentina, el ejército invasor, en Isla Poi ya tenía lista a su Primera División para entrar en acción. La Segunda División se encontraba en proceso de organización en Puerto Casado. La Tercera, alistándose en Asunción. Cada una de ellas con 7. 000 hombres encuadradas en el Primer Cuerpo de Ejército. Total, 21.000 hombres.
Para los primeros días de septiembre, el Ejército de Bolivia apenas contaba con 2.500 hombres dispersos desde Villamontes, de los cuales, 609 serían los destinados a defender el fortín Boquerón. En 20 días de combate morirían alrededor de 270.
El 9 de septiembre de 1932 marca el inicio de la Batalla de Boquerón y es también el comienzo del sostenido raleo en las filas atacantes y consiguientemente su tremenda desmoralización patentizada en deserciones, heridas auto infringidas y en el siguiente parte paraguayo remitido este día a Hrs. 11:20, por el Comandante de la Primera División, que a la letra dice: “My Ortiz comunica que Compañía Velázquez fue rechazada por enemigo y herido su comandante, tropa abandonó posición conquistada. 2.- Ortiz se prepara para resistir. 3.- Comunican que Comp. Chamorro fue liquidada por ametralladora boliviana. 4.- Del RI.3 no tengo noticias. Fdo. My. Fernández”.
Ante esto, su comandante, mediante su Orden General de Operaciones No. 03, decide lanzar al día siguiente 17 de septiembre una nueva gran ofensiva, empleando otra vez sus tres Divisiones ahora reorganizadas, más el Regimiento Boquerón 6 de Infantería (1.800 hombres), integrada por tres batallones, dos de estos conformados por los cadetes del Colegio Militar.
Un día antes, todo o casi todo está previsto y así lo refleja en su diario de campaña el paraguayo Roa Abastos, quien, a la muerte de su comandante de Batallón del Regimiento Corrales, el capitán Oscar Rivas Ortellado, ha tomado el mando. En su diario personal y citado por el coronel Jorge Antezana Villagrán, en su libro titulado LA GUERRA DEL CHACO, primer tomo se lee lo siguiente en la página 192:
“Los resortes del doble cerco están remachando sólidamente. Cerrados los últimos claros con el arribo de refuerzos en gran escala, se han duplicado los efectivos. Lo menos de 10.000 hombres y un enorme despliegue de material se disponen a dar al bastión acorralado, que parece tener siete vidas como los gatos. Los sentimos en realidad como a un gran tigre hambriento y sediento, sentado sobre los cuatro traseros, invisibles, dentro del monte dispuestos todavía a saltar por encima de la trampa que le hemos tendido. El Comando ha ordenado atacar por la espalda, vale decir por el frente que da al reducto de Yujra. La operación desencadenará de Norte a Sud de manera que la actividad en todo sentido, concentra sus anillos al igual que un KIRUYO (víbora) enroscada a la presa. El batallón a mi cargo destinado al flanco izquierdo abarcaba en su misión dos objetivos: amarramiento del camino a Yujra en poder del “Corrales” y patrullar las infiltraciones en el sector poco conocido del fortín Arce, desproporcionados a mis fuerzas. Pedí que la orden verbal se aclare por escrito”.
Como se interpreta en esta anotación: la operación consistía en realizar un desbordamiento desde el norte, para aislar al fortín Boquerón.
Todas las esperanzas estaban cifradas en el éxito del Regimiento Boquerón – encuadrada en la Segunda División - que llevaría el ESFUERZO PRINCIPAL DE LA MANIOBRA, atacando al fortín de norte a sur, para cercarla por su lado oeste. Este regimiento estaba comandada supuestamente por uno de los mejores oficiales del ejército guaraní, el mayor Arturo Bray, ex combatiente de la Primera Guerra Mundial, condecorado por el Ejército Inglés y graduado como oficial de Estado Mayor en la academia de este país. Sus oficiales subalternos, también habían sido especialmente elegidos para ser integrantes de esta unidad. De los tres batallones que lo conformaban, el I y III eran de cadetes.
El ataque precedido por un infernal fuego de artillería, morteros y ametralladoras a todo el fortín, fue ejecutado a Hrs. 08:00 del 17 de septiembre - 32.
A no ser que fuese una medida de engaño, es norma doctrina que a los pocos minutos de haber cesado los fuegos de preparación lanzados sobre objetivos previstos, se inicia el ataque de la infantería; pero, el mayor Bray, por alguna razón se demoró ocho horas. A las 16:00 pm. daba parte que “el batallón de la izquierda del primer escalón ocupó el borde del cañadón que conduce al fortín Boquerón y espera aviso de las unidades vecinas de la Primera División para iniciar el asalto a las primeras trincheras”.
Debía este oficial condecorado por el Ejército inglés, a Hrs. 10 am. tener listos sus batallones del primer escalón, tendidos en su línea de partida, sin embargo, desobedeciendo a las medidas de coordinación y control contempladas en la Orden General de Operaciones, a las cuatro de la tarde seguía procediendo a dislocarlos.
A los pocos minutos de haber remitido este último parte, el Regimiento Boquerón paraguayo fue atacado por el Destacamento Méndez que se encontraba organizado de este modo:
- El 14 de Infantería conformado por ex carabineros, marchaba por la senda Lara – Boquerón. Su comandante era el mayor Rodolfo Montalvo.
- Por ambos flancos de este regimiento marchaba el Regimiento Lanza 6 de Caballería; en el ala izquierda con dos escuadrones y en el derecho, un escuadrón. El mayor Enrique Eduardo comandaba este regimiento.
- Como reserva y por la retaguardia, avanzaba el Regimiento 16 de infantería, al mando del mayor Aguirre. Una vez dispersada el regimiento paraguayo conformado por cadetes y soldados, el regimiento boliviano más otras fracciones, fueron empleados para proteger el callejón abierto al fortín Boquerón.
En el primer escalón del Regimiento 14 de Infantería marchaba la compañía del subteniente Rogelio Banegas y casualmente llegó a un punto por donde una parte de los cadetes avanzaba para dislocarse en sus posiciones de asalto.
Pero, dejemos que el general Elías Belmonte nos relate lo sucedido con el ataque general paraguayo:
Pág. 268:
“… ¿qué sucedió, para que fallara este meditado plan del coronel Estigarribia? ¿Por qué no se produjo la acción clave del éxito de la maniobra: el vigoroso asalto y captura de las trincheras bolivianas situadas frente al Regimiento Bray y pese al más intenso bombardeo de apoyo y ablandamiento que el Ejército paraguayo efectuó por dos horas contínuas contra todos los frentes del reducto boliviano?”
“A la conclusión del bombardeo, siguió en las filas paraguayas un expectante y ansioso silencio tétrico y sepulcral. Angustiante porque ellos sabían la audaz y valerosa acción que les esperaba en cualquier instante cumplir. En ese silencio extraño y sepulcral, con presentimientos de muerte, dados los torrentes de sangre que ya habían derramado en los ataques de todos los otros días anteriores, era probable que cada soldado guaraní, como presagio de muerte, escuchara el agitado y retumbante golpear de su valeroso corazón; agazapado, pegadas las mejillas y el cuerpo al suelo, esperaba atento escuchar la señal convenida, para desafiando una vez más la muerte, lanzarse al asalto final de la victoria, en el que caerían las temibles e invictas trincheras bolivianas”.
Págs. 269 y 270:
…”pero raro, no llegaba el instante del asalto, la señal no retumbó en el espacio. Sólo el silencio de expectativa. La señal no llegó, no se produjo nunca. Por lo tanto, tampoco hubo el temido y deseado asalto general. En ese día, en un extraño silencio, cargado de inquietud y preguntas sin respuestas, las horas pasaron lentas y pesadas, hasta que la tierra y los soldados de ambos bandos fueran cubiertos con el manto de un noche de angustias para unos e incertidumbres para los otros, aunque los bolivianos ignoraban lo que Estigarribia les había preparado para ese día. No así en las bolivianas que fue como cualquier de las otras noches, de silencio y vigilancia habituales ¿Qué había sucedido con el poderoso y valeroso Regimiento Bray, clave, cabeza y corazón del éxito triunfal de la decisoria maniobra, preparada con grandes efectivos y esperanza?”
“Mientras tanto veamos qué sucedía en el frente boliviano”.
“El Regimiento 14 de Infantería reforzado con otras unidades menores y comandado por el mayor Rodolfo Montalvo había recibido la orden de marchar del fortín Arce, pasando por Yujra rumbo a Boquerón. Su misión era llevar auxilio de municiones y alimentos de los cuales carecían los estoicos y pertinaces soldados del coronel Marzana. Para cumplir su cometido, tenían que abrirse paso rompiendo previamente el cerco paraguayo”.
“El subteniente Rogelio Banegas del Regimiento 14 de Infantería, comandando su compañía compuesta de unos 120 hombres, portando sólo armas livianas, colocado en el ala izquierda de su regimiento, el mismo día 17 de septiembre del decisorio operativo paraguayo ya citado, en horas de la mañana marchaba con sigilo y en orden abierto rumbo a Boquerón. Tenía que encontrar en la parte que le correspondía, el cerco paraguayo sobre Boquerón, para romperlo y abrir paso. En estos mismos instantes y por la misma zona por la que avanzaba cautelosamente Banegas, el mayor Bray, por su parte, colocaba a sus tres pujantes batallones en las posiciones desde los cuales partiría su sorpresivo e incontenible asalto para romper el sector que se le encomendara, de las invictas trincheras bolivianas. Tomadas estas trincheras, se metería profundamente en el fortín, atacando a las otras trincheras por su retaguardia y de flanco, momento supremo en el que creada la confusión en el interior de la defensa boliviana, todos los otros regimientos paraguayos, unos diez mil hombres, listos para el violento e inesperado asalto simultáneo, se lanzarían y apoderarían del fortín y rendirían a sus defensores. Vencido el reducto, el Cuerpo de Ejército de Estigarribia se lanzaría, inmediatamente, a la toma de Arce y los pequeños fortines aledaños, según vimos en los dispositivos de su Orden General de Operaciones No. 3”.
“Banegas y sus 120 hombres, se aproximaban ya a Boquerón. En eso escuchó un lejano rumor y confuso vocerío humano que crecía a medida que cuidadosos avanzaban. Eran voces en guaraní y los conocidos gritos de guerra paraguayos, risas estentóreas, vivas y mueras, al parecer de una enorme masa humana. No sabía, la algarabía era de los Batallones I y II del bravo Regimiento Boquerón 6 de Infantería que estaba cerrando el cerco a Boquerón, al mismo tiempo que ocupaba las posiciones desde las cuales en breves horas asaltaría violentamente las trincheras bolivianas. Banegas impuso el mayor silencio a sus soldaditos, que sin hacer ruido alguno cargasen sus armas, listas, para hacer luego fuego por sorpresa. Que con las piernas y pecho pegados al suelo lo siguiesen reptando como las sicurís, en el mayor silencio. Prosiguieron avanzando cautos y decididos, en la dirección de la algarabía. El monte bajo y el pajonal alto los cubría. Valerosos, siguiendo el ejemplo sereno de su jefe, se aproximaron todo lo posible. Todo obedecieron, nadie se detuvo o retrocedió. Era una peligrosa masa humana por lo inmensa. Estaban ya a una distancia eficaz para el fuego. A la señal convenida, sacaron sus cabezas, apuntaron rápidamente y fuego a discreción. Un tremendo pánico y produjo la fuga en desbande de unos mil hombres. La algarabía calló y se tornó en gritos de espanto y ayes de los heridos. El fuego prosiguió hasta que los sorprendidos desaparecieron veloces en los montes. Fue toda una incontenible estampida humana. Sus mandos, ante el terror, perdieron toda autoridad. Los dos batallones se dispersaron y no retornaron más. El camino a Boquerón quedó libre todo el día para el Destacamento Méndez. Y la Orden General de Operaciones del Cuerpo de Ejército No. 3 de Estigarribia fracasó en forma definitiva. Y es de suponer que la moral de las fuerzas paraguayas se hundió peligrosamente, según afirman sus propios historiadores. Los abatió una psicosis más cruel e intensa que la que sufrieran días anteriores. Había fracasado el más vigoroso de sus Regimientos, el Boquerón del Colegio Militar. Y con él, la Primera y Segunda Divisiones. Una victoria boliviana que Banegas, en su habitual sencillez, calla, y como los auténticos héroes, no hace alarde alguno. Nuestra historia la ignora” – finaliza con su relato el general Elías Belmonte.
Banegas emboscó a la columna de cadetes cuando desde el norte se desplazaban para alargar hacia el sud, su dispositivo de apronte, con la finalidad de lanzarse al asalto a una parte del flanco y retaguardia del reducto boliviano de Boquerón.
El teniente coronel Manuel Marzana, en su libro titulado LA GRAN BATALLA, registra lo sucedido este 17 de septiembre:
“Hrs. 06:15, intenso fuego de artillería como ningún otro día. Es un fuego sin control durante dos horas de bombardeo de 22 cañones y 12 morteros. A Hrs. 8.15 comienza el fuego de la infantería para cesar a las 13. A Hrs. 18 llega el subteniente Rogelio Banegas con su compañía del RI. 14, dos oficiales y 60 de tropa y 2 Am. Pes. Poco después llega el mayor Rodolfo Montalvo con su plana mayor. Más tarde ingresa al fortín una sección del R.C.6., bajo el mando del subteniente Arturo Montes, hijo del ex Presidente, general y doctor Ismael Montes. Se ordenó para su colocación, descanso de todas estas fracciones”.
Qué orgullo habrá sentido el ex Presidente Montes, al saber que uno de sus hijos logró ingresar y salir vivo del fortín Boquerón. Precisamente en esos días y hasta el 8 de octubre, el ex Presidente se encontraba en el Cuartel General de Muñoz, enviado por el Presidente Salamanca para observar en situ el desarrollo de las operaciones y dar cuenta de la situación por la que atravesaba nuestro Ejército. A su retorno intempestivo a la ciudad de La Paz junto al general Quintanilla acusados de conspirar contra el gobierno, informó al pleno del Parlamento noticias desalentadoras. Pocos días más tarde, el 16 de octubre, Montes falleció.
Continúa el teniente Coronel Marzana:
“Septiembre 18 de 1932. A Hrs. 4 se presentó el Sbtte. Grosberger con 40 hombres trayendo 8 cajones de munición y víveres. Se le ordeno su descanso en una zanja y su incorporación a su unidad. Igual orden fue dada al Sbtte. Montes. A Hrs. 16 soportamos y rechazamos un violento ataque con mucho acompañamiento de artillería. El enemigo dejo muchos muertos sobre la “punta Brava” del valeroso Sbtte. Clemente Inofuentes. De nuestra parte 5 muertos y 2 heridos. Tomamos prisionero al soldado Luis Aquino Alberdi”.
“Septiembre 19 de 1932.- A Hrs. 19.30 llegaron las tropas de los mayores Enrique Eduardo y Rodolfo Montalvo, a descansar y por falta de agua. Se les distribuyó la comida y pasaron al reposo”…..
El teniente coronel Marzana, este día, agrega el comentario vertido por el coronel Carlos José Fernández en su libro titulado “La Guerra del Chaco”, lo siguiente:
…”pero el 19 de septiembre fue un día extraordinariamente crítico para las tropas de la primera línea y de grave peligro para todas las fuerzas paraguayas porque si el enemigo hubiese hecho cualquier serio intento de salida para romper el asedio en aquellas horas, nos hubiera infligido una serie derrota, quizás un desastre definitivo. El 75% de los combatientes habían abandonado sus posiciones para tomar el camino Boquerón – Villa Militar yendo al encuentro de los camiones tanques, que ese día, sumamente caluroso, no llegaron al frente a la hora acostumbrada”.
La situación creada con el desbande de casi todo el Primer Cuerpo de Ejército paraguayo, explica el callejón abierto y protegido por Regimiento 16 de Infantería, que se mantuvo sin ser atacado.
Seguimos con el relato del coronel Marzana:
“Septiembre 21 de 1932.- A Hrs. 6 salió el Destacamento Eduardo dirección Ramírez para colaborar con las tropas de Ramírez en su empeño de abrir paso a Boquerón para proveernos y evacuar nuestros heridos que a la fecha llegan a más de 80. A Hrs. 8.20 comenzó el ataque de nuestro Destacamento Eduardo sobre la senda Lara – Boquerón, lleva 4 soldados prácticos como gruías y una patrulla por el linde izquierdo del monte. A Hrs. 9, fue gravemente herido el señor capitán Tomás Manchego. Hoy fue el día más funesto para nuestra defensa, pues cayeron más de 20 muertos y heridos por el bombardeo de la artillería paraguaya”.
“El día 21 de septiembre salieron los Escuadrones de los tenientes Germán Busch y Arturo Montes del R.C.6 por el camino dirección Yujra, atropellando y rompiendo esas líneas del R.I.2 “Itororó”. La otra fracción del R.C.6, con el mayor Enrique Eduardo, la fracción del R.I.14, del mayor Montalvo todo bajo el mando del mayor Eduardo avanzaron sobre el camino de Boquerón a Lara. En este momento murió el subteniente Luis Estensoro Machicado, herido el subteniente Luis Grosberger. En ambas pequeñas columnas, la de Busch sobre el camino a Yujra al hundir la línea del “Itororó” y la de Eduardo al quebrar la línea del “Mongelós” sufrieron pesadas bajas en proporción a sus diminutas fuerzas”.
Destacar que gran parte de los soldados del Regimiento Lanza, eran oriundos de Oruro. Fueron movilizados a la zona de operaciones conducidos por el mayor Eduardo y el teniente Busch.
Reiterar que el Destacamento Eduardo, el pasado 17 de septiembre, con su sorpresivo ataque al regimiento Boquerón, logró formar un callejón de salida y entrada al fortín Boquerón. Su propósito era que entre la tarde del 17 de septiembre y hasta el 19, el comandante de la 4ta. División, coronel Francisco Peña, enviara una columna de camiones cargados de agua, víveres y munición, para reabastecer a los defensores del fortín y de retorno, evacuar al centenar de heridos. Este reabastecimiento le habría permitido prolongar la lucha por muchos días más e incluso derrotar al ejército invasor que además de faltarle agua incluso en Isla Poi, el ataque del subteniente Banegas había provocado la fuga del 75 por ciento de los soldados de Estigarribia, completamente desmoralizados y sedientos, como refiere en su libro el coronel paraguayo Fernández. Además, a estas alturas, al ejército paraguayo casi se le había acabado su munición, por lo que, en Buenos Aires, el ministro paraguayo Vicente Rivarola, de inmediato le solicitó al Ministro de Guerra argentina, el despacho de un nuevo lote de munición. Con sólo este dato, se colige que el país invasor, sin la intervención de su aliada la Argentina no se habría atrevido a desencadenar la guerra con Bolivia. Desde antes de la guerra y hasta su finalización, la permanente fuente de abastecimientos no sólo de material bélico, provenía de territorio argentino.
Tan sorpresivo ataque de Banegas provocó tal derrota al invasor sobre todo moral de grandes proporciones, que el 19 de septiembre, no sólo el camino de acceso a Boquerón quedaba libre, sino, el frente opuesto – como refiere el paraguayo coronel Carlos José Fernández - para lanzar un contraataque en dirección Isla Poi.
Nunca llegaron los camiones y el camino Yujra – Boquerón, a partir del 20 de septiembre fue nuevamente cortado y todo el Destacamento - como se lee en párrafos arriba - por distintas rutas tuvo que salir del fortín rompiendo las líneas enemigas de la Primera División paraguaya apresuradamente reagrupada.
Todas las fracciones de los Mayores Montalvo y Eduardo que ingresaron al fortín a partir del 17 de septiembre por la tarde, salieron al amanecer del 21, pero fueron detenidos con nutridos fuegos y sufrieron severas bajas; entre ellos murió el cadete Luis Estensoro Machicado disparando su ametralladora. El propio Banegas y su camarada, el subteniente Teófilo Caro, fueron heridos y lograron ser evacuados al fortín.
Con sus escuadrones disminuidos, salieron Busch y Montes; PERO SE LLEVARON EL MAYOR TROFEO QUE HASTA EL PRESENTE POSEE EL EJÉRCITO DE BOLIVIA: LA BANDERA NACIONAL DEL PARAGUAY ARREBATADA EL PASADO 17 DE SEPTIEMBRE AL PROPIO COLEGIO MILITAR, EN SU PUESTO COMANDO.
De retorno a Yujra, el teniente Germán Busch, seguido de 9 soldados y mientras cegaban vidas enemigas, cargaba esta Bandera amarrada a su espalda.
Quien deseara profundizar su conocimiento sobre la heroica lucha librada por el Escuadrón Busch en estos días, le sugiero leer el libro titulado GERMÁN BUSCH Y OTRAS PÁGINAS DE LA HISTORIA DE BOLIVIA, escrito por Carlos Montenegro.
El 18 de septiembre a tempranas horas, otro oficial que cumplió con valentía y a plenitud su cometido, fue el subteniente Luis Grossbberger del Regimiento 14 de Infantería que ingresó al fortín y entregó un buen cargamento de los auxilios necesarios para los sitiados de Boquerón. A los tres días, al salir y romper el cerco reconstituido, sería herido.
Ahora bien, ¿qué dijeron los partes oficiales y los comentarios paraguayos sobre estos graves sucesos sufridos por el Regimiento de Bray?
El coronel paraguayo Carlos Fernández, Comandante de la Primera División paraguaya en el cerco a Boquerón, en su Primer Tomo, dice:
Pág. 212:
“En el Diario de Guerra del Rgto. “Boquerón” existe la siguiente anotación a las 11:30 horas 8 del 17 de Sep. 1932: el Bat (I y II) se mantiene en contacto con el enemigo, pero a las 12 empiezan a llegar soldados aislados, divisándose muchos que dicen que no pueden mantenerse en sus posiciones por falta de agua y por el empuje enemigo que llega de refuerzo en número de 400 hombres del fortín boliviano 14 de Diciembre. Nuestras fuerzas procedentes del II y III Bat., se encuentran entre dos fuegos; cunde el pánico en las tropas y quedan disueltos los batallones citados…A las 17 horas preséntase el Tte. Levi que ha tenido que abandonar en el bosque los dos morteros y no se tienen noticias de los capitanes (Comandantes) del II y III Bat., señores Baez Allende y Vollasbón. El primero presentóse a las 21 Hrs. En cambio el I Bat. permaneció en las posiciones durante todo el día”.
Aclarar que de las dos piezas de mortero que cita el paraguayo coronel Fernández, una pieza fue llevada por el Escuadrón Busch, al Fortín. Hasta ese momento nadie sabía que era un mortero (está compuesto por el tubo cañón, trípode y la plancha base); lo confundieron con un telémetro.
Pág. 213:
“Poco después vino la confirmación con la presencia de fugitivos de dicho regimiento en el Destacamento Palacios y luego el propio comandante, mayor Bray, vino al puesto comando de la División I, para comunicarse personalmente con el Comandante del Primer Cuerpo de Ejército (Estigarribia) y darle el parte de que sus batallones del ala derecha fueron atacados desde el oeste y desde el este, haciendo una salida los defensores del fortín. Los fugitivos dijeron de que el enemigo seguía avanzando…”.
Hacer notar que el mayor Bray miente, porque del fortín, el 17 de septiembre, nadie salió.
Citas del libro titulado LO QUE HE VISTO EN BOQUERÓN, del coronel paraguayo Heriberto Florentini:
Pág. 209:
“En esos días recibimos la agradable noticia de la venida al frente de operaciones de una gallarda y poderosas unidad que posiblemente haría reventar las paredes el reducto. Dio origen a una verdadera euforia que hinchó de optimismo y esperanza a todos los hombres de la línea de fuego y de la retaguardia. Era el Regimiento de Infantería No. 6 Boquerón, compuesto de la mejor juventud de la patria (los cadetes de la Escuela Militar) dirigido por un jefe ilustre (el Mayor Bray) y secundado a su vez por una brillante oficialidad. Todo parecía concurrir a una fulminante liquidación victoriosa de la larga y pesada campaña de Boquerón… Su respetable efectivo de 1.600 hombres, apoyado por una sección de caballería infundía confianza y su entrada por el lado norte el punto más vulnerable, aparentemente según informaciones recogidas hasta ese momento”.
Pág. 217:
“…. Y casualmente, cuando se había consumado el despeje, apareció un destacamento boliviano de 300 hombres a cargo del Tcnl. Montalvo, que traía la misión de hacer llegar víveres y municiones a los sitiados de Boquerón y entraron sin darse cuenta que a su paso por este límite desorganizaron a medio regimiento Boquerón, desbaratando un plan de ataque que podría haber sido fatal para el enemigo. Es por esta razón que los bolivianos no mencionan este hecho, entre los sucesos favorables de su historia, apenas lo citan como un choque pasajero intrascendente; así por ejemplo, en el diario de campaña del Jefe de la defensa Tcnl. Marzana, se lee esta vaga referencia “Horas 13. Se oye un combate en la dirección de Ramírez por breves momentos. Horas 18: llegar la compañía Banegas con dos piezas de ametralladoras, dos oficiales y tropa; luego llega también el teniente coronel Montalvo con su plana mayor por la senda Lara – Boquerón… Más tarde ingresa al fortín una sección del 6to. de Caballería a cargo del subteniente Arturo Montes…”.
Pág. 222:
“Los relatos de algunos oficiales y tropas sobre el ataque boliviano hicieron suponer que los dos batallones del ala derecha (II y III) del RI.6 fueron sorprendidos mientras efectuaban el movimiento envolvente. Parece que no se había tenido la precaución de cubrir su retaguardia siquiera con un pelotón, cayendo el enemigo sobre su puesto sanitario establecido en el referido cañadón, inmediatamente se dispersaron los dos batallones y el pánico cundió hasta las filas del Batallón Santiviago, según informes del Destacamento Palacios”.
El general Elías Belmonte, continúa relatando:
Pág. 278:
“El subteniente Banegas se decidió sereno y varonil, por explotar la sorpresa. Con señales, mandó tenderse a sus soldaditos, para quedar ocultos por el pajonal y los charrales. En el mayor silencio, sin hacer ruido alguno que pudiera delatarlos, ordenó preparar sus armas para hacer una feroz descarga por sorpresa y que con la cara, el pecho y las piernas pegadas al suelo, les ordenó seguirlo reptando como las víboras, sutiles, sin hacer ruido alguno. El único que cauteloso levantaba por segundos la cabeza y sólo de allá en cuando para avizorar al enemigo era Banegas, quien avanzaba dirección al lugar de donde venía la algarabía. A medida que avanzaban los 120 hombres, la bulla se hacía más intensa, acaso también más atemorizante. Pero todos seguían a su joven jefe. El chume y el pajonal los protegían de ser descubiertos. Ya estaban a una distancia desde donde el fuego puede ser muy eficaz. Banegas ordena con señales apuntar y con voz tronante manda fuego continuo e intenso. Ante el estruendo inesperado del fuego de fusiles y ametralladoras y la caída de heridos y muertos, desaparecen los gritos de guerra, carcajadas y chistes y se convierten en alaridos de espanto y ayes de heridos. El fuego prosigue intenso en las direcciones en que se esfuma y dispersa el enemigo. Huyen todos: soldados, cadetes y oficiales, muchos abandonando sus armas. No queda ninguno. Pasan horas y horas y no hay ya batalla. Reina el silencio en los dos frentes. Recién en la noche reaparecen los sorprendidos oficiales y comandantes de los Batallones II y III. El Regimiento Boquerón era el corazón de la batalla y de la victoria. El eje de la operación había sido irremediablemente quebrado. La maniobra de Estigarribia no pudo jamás realizarse. La moral del ejército paraguayo se había hundido más profundamente de lo que estuvo en días anteriores”.
El ya citado paraguayo Roa Abastos, sobre los resultados del fracasado ataque del 17 de septiembre, nos dice:
“La Batalla de Boquerón no lleva trazas ni remotamente de llegar a su fin. El ímpetu del ataque ha vuelto a agotarse en sí mismo. Boquerón es un hueso duro de digerir. El movimiento peristáltico de nuestras líneas trabaja inútilmente por digerirlo. Hay algo de magia en ese puñado de invisibles defensores que resisten con endemoniado valor en el reducto boscoso. Es pelear contra fantasmas saturados de una fuerza agónica, morbosamente siniestra, que sobrepasa todos los límites de la consunción, del aniquilamiento, de la desesperación….”.
Así. La Batalla de Boquerón, librada a lo largo de 20 días, enfrentó a un ejército de 20 mil hombres, contra un min ejército de unos 3. 500. La diferencia no sólo de efectivos, es abismal, también lo es, la relación de bajas: según el coronel argentino Abraham Schweizer que en esos meses todavía se desempeñaba como asesor del ejército invasor (después, en Buenos Aires, se integrará al equipo de planeamiento de las operaciones militares paraguayas), aseveró que las bajas paraguayas alcanzaron a unos 12 mil, entre muertos y heridos. Del lado boliviano, fueron dados de baja unos 1.500, entre muertos y heridos.
SIETE AÑOS MÁS TARDE
El 13 de julio de 1937 se produjo la renuncia del coronel David Toro a la presidencia y el ascenso de Busch en su reemplazo.
Por recomendación de los jóvenes oficiales de RADEPA (Logia “Razón de Patria”, fundada en la prisión de Cambio Grande de Asunción), los principales integrantes de la Policía Nacional de la ciudad de La Paz, leales a Toro, fueron los primeros en ser cambiados de destino; su nuevo Comandante fue el general Elías Belmonte. Aclarar que la Policía Nacional, también fue movilizada a la zona de operaciones; sus integrantes pasaron a conformar unidades militares y hasta donde tengo conocimiento, fueron dos: el “Regimiento Murguía” 50 de Infantería apodado los “Cuchilleros de la muerte”, de gran actuación de la zona de “Samaclay” (aledaña al río Pilcomayo) y el “14 de Infantería”, de heroica actuación en la retaguardia de Boquerón.
Tres días después y aprovechando la celebración del Aniversario de La Paz, algunos oficiales superiores decidieron también homenajear al general Enrique Peñaranda, quien, por entonces se desempeñaba como Jefe de Estado Mayor. A esta ceremonia llevada a cabo en el “Club La Paz”, fue invitado el flamante Presidente Germán Busch. En realidad, esta reunión social era una trampa urdida por los seguidores del general y del recientemente derrocado Toro. En el transcurso de las horas se manifestaron reiterados brindis en honor a Peñaranda y ninguno para el héroe del Chaco. A mayor consumo de bebidas espirituosas, las alusiones contra Busch se tornaron más duras. Fue una casualidad que el guerrero del Chaco, para esta ocasión asistiera desarmado y mayor sorpresa para los concurrentes fue su serenidad que la mantuvo hasta que decidió salir del local, no sin antes despedirse protocolarmente del general Peñaranda; ahora, convertido en su enemigo político. Los oficiales de grados superiores presentes esperaban que Busch reaccionara con puños y patadas, desencadenando así, una trifulca generalizada y en la confusión sería asesinado cuando alguna voz diera la señal con estas palabras: “Viva la Virgen del Carmen y muera Busch”. No se produjo tal reacción y por tanto, ni la tal señal. Dos horas más tarde, veinte instigadores fueron apresados por el nuevo Jefe de la policía, el capitán Elías Belmonte. Uno de ellos que complotaba a favor de Toro era el mayor Antonio Seleme, considerado como uno de los mejores, sino el mejor entre los oficiales artilleros de la Guerra del Chaco. En año 1952, de no haberse asilado en la Embajada de México, probablemente habría sido él y no Víctor Paz Estensoro, el nuevo Presidente.
“Busch era un hombre bondadoso, inmensamente valiente y de incurable buena fe”. Esta triada de virtudes y paradójicamente, dos años más tarde lo inducirían al suicidio. Al día siguiente de su asunción al poder, sus camaradas comenzaron a conspirar. La noche del 16 de julio fueron apresados veinte de ellos y al otro día, Busch ordenó su liberación. Esta contraorden irritó los ánimos de su Jefe de la Policía, quien de inmediato se apersonó al Palacio de Gobierno para solicitarle la aprobación y cumplimiento de normas específicas de actuación de los policías, además de ser apresados y hasta confinados los golpistas. A continuación le sugirió la creación de una policía uniformada, paralela; pero, fuertemente armada, exclusivamente destinada a defender la estabilidad del gobierno y bajo el mando de un oficial leal, nombrándolo al capitán Rogelio Banegas en el cargo. Busch, muy complacido, aceptó la sugerencia del general Belmonte.
El general Elías Belmonte, nos los relata de este modo en su libro RADEPA:
Págs. 293 y 294:
“Había entre ellos dos, no sólo una gran amistad desde la adolescencia. Los unían fuertemente muchas similitudes: ambos en lo físico eran poderosamente fuertes; Busch como un maduro y ágil tigre de Bengala; modestos y de nobles sentimientos cívicos; los dos, magníficos ejemplares, dignos de nuestras feraces y bellas tierras orientales. Cada uno, muy estimado por todos sus camaradas, aunque Rogelio, sin ser resistido, no tanto como Germán. Igualmente inteligente, aunque Rogelio, más dedicado al estudio, figuraba siempre entre el quinto al décimo de los primeros de promoción. Rogelio, apartidista, admiraba y apoyaba las virtudes cívicas de Busch y era un vigoroso partidario personal de él. ¿Dónde más apropiada la elección de Rogelio para constituirse en el bastión invencible de la defensa y estabilidad del Gobierno de Busch? …. Rogelio, de singular coraje y serenidad en la guerra del Chaco… de sorprendente audacia, valor, serenidad y sangre fría que honran a Bolivia, a nuestro Ejército y a su tierra natal…”.
Semanas más tarde, Peñaranda fue convocado al Palacio de Gobierno y el Presidente, después de mostrarle una prueba irrebatible sobre su conspiración, le retó a un duelo a muerte a concretarse en las afueras de la ciudad, en Caiconi. Peñaranda, sin decir palabra, se retiró.
Cuán decepcionante y doloroso habrá sido para Busch, descubrir la conducta traidora de su gran amigo, comparada con la demostrada aquel 22 de septiembre de 1932, cuando pequeñas fracciones al mando del teniente Busch y subteniente Montes, finalmente, sorteando la muerte y sufriendo bajas, lograron llegar a Yujra. Sobre esto, leamos lo que el propio beniano Busch nos relata en su diario de campaña:
“El camión que me envió Montes llevaba una gran sorpresa para mí. El capitán José Castrillo iba en el para recogerme. Nos abrazamos como hermanos y me dijo con su voz gruesa: “Hermano, lo has hecho mejor que nadie. Eres un consuelo en mi terrible dolor. Esperaba que siguiera hablando, pues me satisface oír a un camarada tan inteligente, pero no lo hizo y a poco llegamos al fortín. Peñaranda me abrazó con fuerza, felicitándome. Estoy invitado a comer con él. Ahora siento, recién que me comen los piojos”.
Las cizañas, incluso habían logrado que Busch desconfiara del propio capitán Elías Belmonte, al punto que ambos, en el mismo Palacio de Gobierno estuvieron a punto de dispararse.
A propósito de las intrigas urdidas por el general Carlos Quintanilla, futuro Presidente a la muerte de Busch, extractamos el siguiente incidente relatado en su libro RADEPA, por el general Elías Belmonte:
Pág. 326:
“Busch, aún más rojo de ira, al escuchar mi insolente tono y decisión, cosa que quizás jamás le pasó en su vida, por haber sido siempre temido y ecuánime, salió del lugar en que estaba sentado y dirigiéndose por la parte desocupada del despacho, gritó fuera de sí: “Usted firmará (su renuncia) y yo – “no firmaré jamás”. Sí, usted firmará y al mismo tiempo que avanzaba hacia mí, echó mano a su pistola; empuñé inmediatamente la mía, a la par que le gritaba: “sepa usted que no tiene delante a un cobarde”. Los dos, antes, inseparables camaradas y amigos, unidos de por vida, en la fraternidad más noble que es el servir a la patria, víctimas de la infamia política, estábamos al borde de cometer, enloquecidos, el acto más trágico y estúpido para nosotros mismos”….. En el fondo y adivinaba la imagen de Quintanilla y la de los colonialistas del Poder Ejecutivo”.
La señora Matilde Carmona, esposa del héroe del Chaco, a fin de protegerlo solía portar en su cartera una pequeña pistola.
Estas relaciones tan fraternas, leales y recurrentes, expresadas a lo largo de esta guerra, anteriores y posteriores a ella y por supuesto, repetidas mil veces también en tiempos de paz, de pronto, cuando la política penetra en los cuarteles van adquiriendo un tono despreciable, hasta convertir la camaradería labrada en años y en muchos casos casi convertida en hermandad, en enemigos a muerte. La política, sin consideraciones afectivas, separa las personas en dos bandos nítidamente opuestos y diferenciados por ciertos objetivos que en última instancia se revelan como nobles o innobles; es decir, o atendiendo a los intereses nacionales como fueron las conductas asumidas por el mariscal Andrés de Santa Cruz, Coronel Germán Busch y el teniente coronel Gualberto Villarroel, o por el contrario, como las que abundan registradas en la historia política de Bolivia.
Melgarejo, Busch, García Meza y tantísimos otros uniformados hasta el presente - gobernantes o no - con sus luces y sombras, fueron, son y serán, fiel expresión de su época, producto del grado de desarrollo alcanzado por el país como Estado, en sus diversos perfiles.
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