(Por Diego Martínez Estévez)
Uno de los tantos testimonios de la célebre Batalla de Boquerón, fue el subteniente Alberto Taborga, egresado del Colegio Militar el año 1930 y al año siguiente destinado al Regimiento Campero 5 de Infantería, con asiento en Uyuni. En enero de este año, como otros, su regimiento recibió la orden de marchar a la zona de operaciones donde ya se venían librando choques de patrullas. En total y hasta antes de desencadenase la guerra, se produjeron 32 choques, algunos de ellos, con bajas.
La toma de Laguna Chuquisaca por los invasores, su retoma por sus legítimos dueños y nuevamente su retoma por los primeros, sucedidos entre el 15 de junio al 16 de julio de 1932, será la gota que colmará el vaso de un conflicto cuya raíz se remonta al año 1811, cuando la Gobernación del Paraguay decide independizarse de las Provincias del Río de la Plata para fundar la República del Paraguay. A partir de entonces, la invasión sin derecho jurídico alguno, al todavía territorio de la Real Audiencia de Charcas será sostenida en el tiempo.
El equipo de campaña del Regimiento Campero fue embarcado en tren y la tropa con su mochila y frazada, marchó a pie casi mil kilómetros, ascendiendo y bajando infinidad de elevaciones, hasta arribar a Tarija. En esa época y posteriores, los ferrocarriles, el servicio telefónico incluido el telegráfico del país, eran administrados por empresas privadas. Por tanto, al Estado le resultaba oneroso transportar a los Destacamentos en ferrocarril; debían hacerlo a pie; exceptuando a los movilizados en La Paz, Oruro, Potosí y las estaciones intermedias. Por tan alto costo de transporte, también los camiones se desplazaban desde La Paz y otras ciudades, sobre sus propias ruedas; no pocos y por presentar desperfectos mecánicos, fueron siendo abandonados en los caminos. A la mentalidad del latifundista convertido en abogado, Daniel Salamanca, no se le ocurrió nacionalizar estas empresas y mucho menos el petróleo en manos de la Standard Oil, que tantísimo daño le iría a ocasionar a Bolivia y su ejército desde el año 1924, a 1936; año este en que recién sería nacionalizado por presión de la Legión de Ex Combatientes de la Guerra del Chaco, a la cabeza del Jefe de Estado Mayor, el teniente coronel Germán Busch.
El Regimiento Campero, al llegar al Rio Pilcomayo, en la zona de El Angosto sufrió su primera baja fuera de combate: murió ahogado el subteniente Humberto Ortega.
En Villamontes, el subteniente Taborga recibe la misión de tender la línea telefónica entre Chimeo y Villamontes. El esfuerzo desplegado en noventa días tumbando árboles, retirándolos para abrir sendas y plantar los postes, es sobrehumano; cincuenta de sus soldados casi agónicos por la malaria son evacuados a Tarija. Las bajas reemplazadas por otro contingente, pobremente racionados corren la misma suerte; comienzan a sufrir de escorbuto agravado por las picaduras de mosquitos y garrapatas.
Cumplida esta tarea, Taborga solicita su cambio de destino al Regimiento Campos que se encontraba cubriendo los Puestos Militares Avanzados denominados “fortines”.
Sobre esto, el oficial en su Diario de Campaña, en enero de 1931 registra lo siguiente:
“Allá se encontraban las figuras legendarias como Víctor Ustáriz, Víctor Eduardo, Félix Tavera, Jorge Antezana Villagrán y otros que mucho dieron que hablar en Huatojeclay, Picuiba, Ingavi y Agua Rica”.
Efectivamente, estos y otros oficiales y suboficiales ya eran conocidas sus hazañas no sólo por el ejército nacional, sino también, por los invasores de la zona, debido a sus frecuentes apariciones en la retaguardia de sus fortines o en los choques de patrullas producidos, particularmente desde el año 1928.
No lo nombra a Busch, porque éste, integrando el Regimiento Ingavi viene abriendo caminos desde el más el norte con dirección sur, comenzando en Roboré; en este ínterin, su regimiento, el mes de julio recibe la misión de encontrar la etnia de Los Zamucos probablemente situada al sudeste del Río Parapetí. La Misión Jesuítica de Los Zamucos es citado por la Cédula Real de 1743 como perteneciente a la Gobernación de Santa Cruz; por tanto, encontrar el lugar de su hábitat era crucial para la delegación diplomática en Buenos Aires, en su propósito de demostrar también con esta prueba, que el Chaco Boreal y Chaco Central, eran propiedades de la Real Audiencia de Charcas desde el año 1563 en que fue creada como tal, mediante Cédula Real.
El teniente Germán Busch es designado para cumplir la orden del Presidente Daniel Salamanca y con siete soldados inicia su marcha desde el Cerro San Miguel. Al llegar al objetivo resultó no ser una laguna visto desde aquel cerro, sino, un terreno salitroso. En su repliegue sin agua, dos de sus hombres murieron de sed. El propio Busch, cuando estuvo a punto de suicidarse para liberarse del tormento de la sed, su camarada el subteniente Pinto que fue su búsqueda, llegó con agua, alimentos y cigarros. Un segundo patrullaje, esta vez con todo el Regimiento, encontró el hábitat señalado; el mayor Ángel Rodríguez y con Busch a su lado, hasta se tomó fotografías con los descendientes de Los Zamucos.
En Villamontes, satisfecha la solicitud de Taborga, es destinado a “Puesto Oficial Ramírez”, que durante la batalla se lo conocería simplemente como “Ramírez” y así aparece en las cartas militares. Su misión es vigilar al enemigo que con frecuencia se aproxima al fortín. La otra misión es realizar patrullajes en distintas direcciones, en la retaguardia de Fortín Boquerón.
El mejor órgano de búsqueda de información que dispone, es el “Cabo Juan”, indígena de la zona y muy leal a nuestro Ejército. Al respecto, en sus anotaciones de julio de 1932, se lee:
“Su vida nómada le permite circular entre fortines bolivianos y paraguayos. Informa que Boquerón está ocupado por una compañía de fusileros, una sección de caballería, dos pesadas y dos livianas. Con dificultad pronuncia los nombres de Barbosa, Ayala, Velázquez, Florentin, Centeno y Facetty”.
El “Cabo Juan”, a lo largo de dos años será el guía de diversas unidades, entre ellas, del Escuadrón Busch.
Los restos del también legendario “Cabo Juan” posteriormente ascendido a sargento, descansan frente al cuartel del Regimiento Campero, en Ibibobo. Esperemos que los sucesivos comandantes de esta unidad, al rememorar la Batalla de Boquerón también incluyan en su programa el reconocimiento a este leal indígena que precedió el andar de tantas patrullas.
Lo que el subteniente Alberto Taborga no se imaginaba, es que él, tendría el honor de ser designado Ayudante del Comandante del Regimiento Campos 6 de Infantería, cuyo nombre será repetido una y mil veces más cuando en distintos escenarios se aborde el tema de la Batalla de Boquerón: el legendario teniente coronel Manuel Marzana Oroza.
Los días 27, 28 y 31 de julio de 1932, son capturados los fortines paraguayos Corrales, Toledo y Boquerón, respectivamente.
El 3 de agosto, 19 países americanos, convencidos por Argentina y Chile, evitarán que el mini Ejército de Bolivia llegue en su ofensiva hasta el Río Paraguay. Tres de estos países (Argentina, Chile y Perú), amenazarán militarmente a nuestro país si su ejército no se detenía. Salamanca, se vio obligado a obedecer. Este freno fue aprovechado por el mando militar argentino, para equipar y armar inicialmente a 20 mil paraguayos, transportados por sus propios barcos de guerra, desde Formosa, hasta Asunción.
En este mismo período y hasta el 8 de septiembre - 32, el Fortín Boquerón sufrirá substanciales transformaciones en la organización de su sistema defensivo, al punto de tornarlo casi inexpugnable a lo largo de veinte días de combate, donde el ejército invasor sufrirá sus peores bajas que las tenidas en el resto de las 13 libradas en esta campaña.
Como el resto de los oficiales, suboficiales, sargentos y soldados, el subteniente Alberto Taborga, sin dejar de cumplir su función de Ayudante, combatirá como un soldado más, quizás recordando las palabras que su padre le dijera cuando estrenó su sable de oficial:
“Hijo, hijo querido, traza tu ruta por los senderos de la prudencia, mas no por ello renuncies el derecho de cumplir tus ideales; deberás proceder como un hombre de bien, jamás vuelques las espaldas al honor y al deber; cobíjate bajo la sombra de tu madre, quien, al morir, me encargó decirte que su último suspiro fue para ti. Adiós y no olvides que debes defender tu bandera con pundonor y valentía dignos de un oficial boliviano”.
“Jamás vuelques las espaldas al honor y al deber” ...
Esta sentencia fue su guía de conducta y no únicamente en la épica Batalla de Boquerón. Años más tarde, por defender “el honor y el deber”, será exiliado a la Argentina y confinado en la Isla de Coati...
(Las imágenes adjuntas fueron extractadas del libro titulado BOQUERON, del Mayor Alberto Taborga T.).
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