PELEAR CONTRA LA SED

 



¿Alguna vez tuviste sed? 


Y no hablo de la sed que te da, después de un extenso y cansador partido de futbol, ni aquella que sientes después de una carrera con tenis y en deportivo, hablo de la verdadera sed, aquella cosa que te hiere hasta lo más profundo. Yo si la sentí, en cañada Beni,  cerca de Ballivian, allá por julio de 1934, nosotros éramos 12 hombres, y yo estaba al mando, mi segundo era el cabo  Juan “Pito” Jiménez, le decíamos pito porque quería ser arbitro, teníamos que capturar un prisionero paraguayo,  mejor si era un oficial, nos darían descanso por un mes. Eso nos incentivo a presentarnos para ir en búsqueda del prisionero. ¡Jamás debimos hacerlo! Salimos y nada, paso un día, dos, tres y nada, para colmo perdí la brújula, al quinto día decidimos regresar, ya no teníamos comida, y el agua se acababa, cansados, insolados y furiosos por nuestro fracaso, decidimos volver sobre nuestros pasos, nos extraviamos, todo era igual, no tenía ni la más remota idea de donde estábamos y las voces de mis soldados que a cada rato decían:

- Mi sargento ya vamos a llegar

- Mi sargento ya casi no hay agua

- Mi sargento  ya no puedo mas

Era irritante y molesto, y yo no sabía más que ellos, pero debía decir que si, fue todo un calvario, el agua se termino para el decimo día,  el onceavo, empezamos a hacer acopio de orines, nunca creí que tomaría mis orines, pero lo hice, y conmigo lo hicieron todos, ¡tenía que dar el ejemplo! Los orines nos duraron dos días. Luego empezó la siega.  Primero murió Mateo Condori, la disentería se lo llevo,  luego la maraña se trago a  Julián Velásquez, una mañana no se levanto Gumercindo Choque huanca, él fue el más dichoso, durmió y murió, como lo envidiamos. A los quince días, la sed nos quemaba, esa sed devoradora, sientes que te carcome por dentro que unos ganchos filosos se engancharon en tu garganta y te la desgarran por dentro. Tus ojos solo  distinguen el amarillo y figuras amorfas que bailan a tu alrededor, la boca reseca duele decir cada palabra, la cara cubierta de tierra que se reseca en cada uno de tus poros. El dolor de músculos y cuerpo es insoportable, sientes como corre por tus venas la sangre, como un montón de hormigas que corretea por todo tu cuerpo, Isaac Villa se abrió las venas para beberlas, quisimos detenerlo pero no pudimos, el murió desangrado,  la sed por su parte  en los días siguientes mato  a Guachalla a Ortiz y a Maceda los dejamos donde estaban y seguí avanzando ¡tenía que dar el ejemplo! Si me rendía todos lo harían,  no sé si el día veinte o veinte dos, pero los que quedábamos nos botamos como fardos al pie de un toboroche, allí creí que moriría  con el sol que me quemaba mis carnes y la sed que quemaba mis órganos, ya no soportaba, y llego otra patrulla boliviana, eran del grupo del sargento César  Ordoñez. Le nos dio agua, quise llorar de alegría, pero no tenia líquido solo gemí de alegría. Nos ayudaron a pararnos, pero cuando trataron de levantar al “Pito” Jiménez, este como muñeco se dejaba mover, el murió así, segundos antes de poder volver a sentir en sus labios la bella agua, la sed lo reclamo para sí. Como solo quedábamos cuatro, Hilarión, Limachi, Reynaldo Mamani, Marcos Prado y yo volvimos a nuestro regimiento  desfallecientes y apenas levantando nuestro propio cuerpo. Al poco tiempo fuimos llamados ante nuestro coronel quien enojado nos dijo

- ¡Vivos habían sido los carajos! Se han ido a pasear un mes por el bosque, para no guerrear ¿Dónde están los otros? Se han debido desertar los muy cobardes….

- ¡no! le grite – mis  soldados se han muerto, la sed se los ha cargado

- Eso igual es desertar – dijo el coronel – ahora como se han ido a pasear, ya han tenido su mes de descanso, mañana nos vamos al Condado a defender la patria, y allí si carajos, van a luchar sino van a saber lo que es canela, ¡los señores se han paseado!  ¡los flojos se han descansado en el bosque! Cuando lleguemos al Condado van hacer lo que no han hecho todo este tiempo, guardias nocturnas y media ración de agua y comida por un mes. ¡Ahora alistarse carajos!

Salimos enojados y furiosos, nos tildaron de flojos y desertores, así estábamos pero el Hilarión nos calmo diciendo

- Al menos nos dará agua, mejor es morir de bala que morir de sed

Tenía razón, no podíamos negarlo, cualquier cosa era mejor  que la muerte por sed.


Sargento Carlos Daniel  Cortez Pasten. Regimiento de Infantería  7 "Illimani"


Foto referencia: soldados bolivianos bebiendo agua desesperadamente.   

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// Historias de Bolivia.

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