Los cochabambinos que pelearon en la Guerra de las Malvinas
Publicado en Opinión, el 7 de abril de 2019.
Era el 2 de abril de 1982 y se daba inicio a una de las últimas guerras libradas en este lado del continente. Argentina y Reino Unido se disputaban el territorio de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur. Luego de poco más de dos meses se declaró el cese de hostilidades: los británicos se alzaron con la victoria.
Esto le significó a la entonces primera ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, la reelección de su gobierno y, en el caso de Argentina, el principio del fin de la dictadura militar.
Hace poco se recordaron 37 años de este hecho que cubrió de dolor a la República de Ar- gentina y parte de Sudamérica. Las heridas aún están abiertas y solo cicatrizarán recuperando este territorio perdido, un sueño anidado en lo más profundo del país vecino.
Durante el combate, uno de los regimientos que más destacó por su entereza, valentía, coraje y determinación fue el Regimiento de Infantería 12 “General Arenales”. Esta mítica unidad lleva en su historia sangre cochabambina que sirvió de pilar para el largo camino que aún recorre en la actualidad. Un hecho desconocido por muchos en el país, pero de gran relevancia para los militares argentinos que estudian la historia de su regimiento.
Como forma de conmemorar estas fechas, llegó a la cuidad el excombatiente teniente coronel Alberto Frontera, segundo al mando del Regimiento de Infantería 12 durante la Guerra de las Malvinas. El motivo principal de su visita se debió a las ansias de conocer el lugar donde había sigo creada aquella unidad a la que juró defender con la vida.
“Esa sangre de los cochabambinos la seguimos teniendo. Nos unen muchos lazos”, dice Frontera.
LOS COCHABAMBINOS
Cuando uno llega a Toay, provincia La Pampa en Argentina, a las puertas del Regimiento 12, se encuentra el busto del General Juan Antonio Álvarez de Arenales y el cartel de bienvenida con su nombre y la inscripción abajo que responde a cochabambinos.
La historia se remonta a 1809, cuando el entonces coronel Arenales combatió en la revolución de Chuquisaca, el primer movimiento en contra del dominio español. Posteriormente, en 1813 se unió al Ejército del Norte a la cabeza del general Manuel Belgrano. A medida que pasaba el tiempo, Arenales acumulaba experiencia en combate defendiendo su causa libertaria. Pero no es hasta 1814 que, junto al general Ignacio Warnes, se produce la batalla de La Florida frente a las fuerzas Realistas de los españoles a las orillas del río Piraí en Santa Cruz de la Sierra. Aquella lucha fue larga y feroz, dejándole a Arenales varias heridas de sable, una de ellas en el rostro, desde los pómulos hasta casi la boca, lo que le valió el apodo del Hachado inmortal.
Tal fue la bravura de su pelea que después de la batalla fue nombrado el 19 de octubre del mismo año Gobernador Intendente de la provincia de Cochabamba por el director supremo Gervasio Antonio Posadas.
Al año siguiente, el 26 de julio de 1815 por mandato de José Rondeau se creó el Regimiento de Infantería 12 con 700 cochabambinos a cargo de Juan Antonio Álvarez de Arenales. La génesis de este heroico batallón tiene en sus raíces en lo más íntimo de la historia nacional.
GUERREROS EN LAS MALVINAS
La participación de esta unidad se fue incrementando en el resto de provincias de los países vecinos: la expedición auxiliar al Alto Perú, la campaña Libertadora, campaña contra Paraguay, campaña al río Negro y Patagonia, entre otras más componen su recorrido.
Cuando se produjo la Guerra de las Malvinas, 1.200 hombres de este regimiento participaron de los combates de Darwin y Pradera del ganso (conocido como Goose Green por los británicos).
El 25 de abril de 1982 la unidad completa llegó a Puerto Argentino y comenzó la marcha al oeste sobre el Istmo de Darwin. La noche del 27 de mayo comenzó el fuego naval enemigo dando paso al avance de la infantería oponente, integrada por las tropas elite del Segundo Batallón de Paracaidistas Británicos.
Al día siguiente, el panorama era adverso, la defensa se iba debilitando, no se rindieron y lanzaron un contraataque, pero no fue suficiente y no tuvieron más opción que la rendición. Según cuenta Alberto Frontera muchos se opusieron y querían seguir pe-leando, pero continuar con esa acción solo causaría más muertes innecesarias.
La batalla duró 36 horas, la más larga y feroz de la Guerra de las Malvinas. Los muertos de ambos bandos fueron casi iguales tomando en cuenta que la diferencia de soldados era de 12 a 1 a favor de Reino Unido. Además, durante la lucha cayó el teniente coronel Herbert Jones, único jefe inglés muerto.
El 29 de mayo se destruyó toda la información existente en el lugar, luego, como mues- tra de amor a su patria y para evitar que la bandera argentina sea tomada como trofeo de guerra por los británicos, después de una última formación para rendirle los honores correspondientes, la quemaron y arrojaron sus cenizas al mar junto al asta, tres escudos de honor y más de una veintena de medallas de reconocimientos.
“Yo no fui capaz de quemarla, pero di la or-den. Es terrible la derrota, pero más terrible es quemar la bandera que uno juro defender”, cuenta Frontera.
La vuelta a Argentina fue devastadora, llena de dolor e impotencia por la derrota. Pero, aquella bandera llena de gloria cochabambina y argentina aún tenía un último respiro de reivindicación.
RESPETO Y HONOR FINAL
La historia que envuelve a las Islas Malvinas tiene muchos componentes destacados y de gran proeza. Es por eso que muchos intelectuales la han estudiado a lo largo de estos años. Uno de ellos es Alejandro Amendolara, quien sirvió de puente entre los tenientes coroneles Chris Keeble y Alberto Frontera (ambos segundos jefes en Malvinas, ya retirados actualmente) para ponerlos en contacto a fin de intercambiar sus experiencias de vida luego de más de tres décadas del conflicto bélico.
Los vaivenes del destino hicieron que, después de que arrojaran las cenizas de la bandera, el asta y demás reconocimientos al mar, estos fueron a parar a las orillas donde estaban establecidas las tropas británicas, mismas que llegaron a las manos del inglés Keeble y que custodió hasta el 2016 cuando se encontró con Alberto Frontera.
Como invitado especial, en una ceremonia íntima en Oxford, Keeble le devolvió a Frontera el asta de la bandera que había conservado como trofeo personal, pero que debido al respeto que tenía hacia su colega se la entregó.
“Yo no sabía nada. El momento en el que saca el asta fue una emoción tan grande de recuperar mi bandera. Luego, un año después, en su casa, me devolvió el correaje, con eso me devolvía toda la bandera. Salió de jefe a jefe, no intervino ningún Estado”, cuenta Frontera.
Entre los argentinos que radican en Cochabamba se encuentran el teniente coronel Javier Rojo, quien, junto a la Escuela de Comando y Estado Mayor gestionó la visita de este excombatiente para que pudiera llegar a los orígenes de su regimiento.
“Una de las cosas que más me llamaba la atención de mi regimiento era que nos llamabamos los cochabambinos. Sabía que existía una ciudad llamada Cochabamba y cuando me eligieron para venir acá me sentí muy afortudado. Hay mucho sentimiento”, cuenta Rojo.
El combate Pradera del Ganso es la única lucha de la Guerra de las Malvinas en ingresar en la lista de las 20 batallas más importantes libradas por Reino Unido durante su historia. El valor y la entrega de los soldados del Regimiento de Infantería 12 “General Arenales”, fundada a base de sangre aguerrida cochabambina, es reconocida a nivel mundial y vive en la memoria de los militares de ambas naciones.
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