Por: Tomas Molina.
Vísperas del gran combate. La población de La Paz está movilizada a la cabeza de Belzu, su caudillo amado. Es el 27 de marzo de 1865, los accesos a la ciudad están llenos de zanjas, defensivos y barricadas para repeler el gran ataque. Es cerca del mediodía cuando la tropa del Gral. Melgarejo, compuesta por 2.000 soldados, baja de El Alto dispuesta a tomar la ciudad a cualquier precio. El rudo jefe de esta tropa, Melgarejo, acaba de ofrecer un espectáculo de sangre a sus soldados, ordenó matar a la vista de todos, de la manera más cruel, a uno de sus hombres, Cnl. Cortez, acusándolo de cobarde y asegurándose, por este medio, la obediencia brutal de su milicia.
¿Cuál la causa de este enfrentamiento?
Hacía 10 años que el expresidente Manuel Isidoro Belzu se encontraba en Europa, permanentemente reclamado por el pueblo que lo veía como a su salvador ante toda la iniquidad que vivía Bolivia, saturada de golpes y contragolpes militares, anarquía total y miseria generalizada. Belzu no quería ser un golpista más por lo que aguardaba mejores tiempos para su regreso, hasta que al fin, en 1864, el Presidente de turno, Gral. José María de Achá, cansado del asedio militar que lo atormentaba, convocó a elecciones presidenciales. Ante esta noticia Belzu decidió su regreso a Bolivia para terciar en las elecciones y ganar legítimamente el poder. Pero, estando en camino y a su llegada al Perú, se enteró que el Gral. Achá había sido derrocado por el Gral. Melgarejo y que éste había anulado la convocatoria a elecciones. Belzu se quedó tres meses en el Perú y cuando decidió viajar a Arica, para ingresar a Bolivia, en el barco en el que viajaba se encontró y conversó largamente con el militar boliviano Narciso Campero, que también regresaba de Francia luego de concluir un curso militar en dicho país.
A su ingreso a Bolivia Belzu fue recibido por los pueblos del altiplano como un verdadero Mesías y acompañado en procesión por miles de indígenas en su camino a La Paz. Nadie obstaculizaba su triunfal regreso, pues Melgarejo y su tropa estaban camino a Potosí para sofocar una rebelión. Pero, Melgarejo al conocer del ingreso de Belzu al país, inmediatamente dio media vuelta y a marchas forzadas se dirigió a La Paz. En el camino de regreso, en un lugar cercano a Oruro se le unió a su tropa Narciso Campero, que también había ingresado al país por camino distinto al tomado por Belzu.
El recibimiento de Belzu en La Paz fue grandioso, todos se volcaron a su favor y lo apoyaron en la fortificación de la ciudad para el gran combate que se avecinaba. Era el enfrentamiento final entre dos caudillos, uno amado e ilustrado, el otro atrabiliario y temido por el pueblo.
Aquel lunes 27 de marzo, Belzu asistió en la mañana a una solemne misa en el templo de la Merced, que fue colmado por sus partidarios. “Vestía levita negra –dice su acompañante Ramón Salinas – y su nueva estampa con la perita y el bigote recortado, imponía una figura grandiosa”. Lejos había quedado y, pertenecía al pasado, aquella otra figura de la barba poblada y la chaqueta militar que lo habían caracterizado. Retornó del viejo mundo transformado física y mentalmente. Era notorio el influjo que Belzu había recibido de los grandes centros de la civilización y cultura occidentales, durante diez años. Campero que conversó extensamente con él, en la cubierta del vapor que los trasladó a Arica, señala que Belzu “Hablaba en correcto francés e inglés sobre filosofía, literatura y ciencia”.
Hizo la casualidad que Juana Manuela Gorriti, el gran amor en la vida de Belzu y madre de sus dos hijas estuviera en La Paz y que viera a Belzu después de 17 años de separación. En el libro que posteriormente escribió, dice Juana Manuela: “A la mañana, al salir de la solemne misa, pude ver a Manuel; levita negra, perita a lo Baulanger, estampa ennoblecida con sus 57 bien puestos años… Entre el público que lo aplaudía con frenesí, yo miraba la escena como si fuera la ilustración de un libro. Mis ojos son tan extraños; a veces cascadas, a veces frías lentes. Esta vez estaba dispuesta a no dejarme conmover y quien me vio en esos momentos habrá visto una mujer dura, con un rígido gesto en la boca, apoyada en el brazo de otra mujer. De ninguna manera haría un papelón. Algo dentro de mí, empero, temblaba…” Juana Manuela, hermosa e inteligente mujer, se había alejado de Belzu causándole una herida que nunca se curó. Belzu nunca más volvió a casarse, ni en los 7 años que fue Presidente, ni en los 10 que vivió en Europa y tampoco nunca más volvió a verla y, sin embargo, la esperó toda una vida. Y, cuando al fin, después de 17 años, Juana Manuela volvió a Bolivia y era posible el encuentro, ese trágico día mataron a Belzu. Tiempo después, en la obra escrita, Juana Manuela lamentó que el encuentro con Belzu haya acontecido al borde del sepulcro. Ese “Algo dentro de mí, empero, temblaba”, es una señal de que ella también ansiaba el encuentro con Belzu, así sea utilizando como justificativo a sus hijas… Un amor otoñal que se quebró por la maléfica lucha fratricida.
ATAQUE A LA CIUDAD
A medio día se desencadenó el apocalipsis sobre La Paz con el asalto ordenado por Melgarejo a su tropa. Las oleadas de ataques de la tropa asaltante, era respondida con nutrido fuego por los defensores de la ciudad, con gran cantidad de muertos y heridos para los asaltantes. Después de cuatro horas de rudo combate, de lucha desesperada, encarnizada y terrible, Melgarejo estaba perdido. El grueso de su tropa se había pasado al bando de Belzu, las divisiones comandadas por los coroneles Peña y Prada que eran las más aguerridas de su ejército, también defeccionaron. Melgarejo desesperado, loco de despecho e indignación intentó darse un balazo, pero el Cnl. Narciso Campero, que se encontraba a su lado, le dijo: “Así no se muere con honra. Para morir dignamente aún nos queda tiempo y lugar”.
A Melgarejo no le quedaban más que unos diez coraceros y en un alarde de extrema audacia, avanzó sobre la barricada de Las Cajas, hoy calle Ayacucho, y al ver que nadie lo seguía pronunció su célebre frase, “O se seguís coraceros o me destapo los sesos”, logrando que sus soldados lo siguieran. El empuje de él y el de sus coraceros fue arrollador, quedando éstos subyugados por ese alarde temerario de su caudillo. La barricada quedó vencida, Melgarejo traspuso el muro de adobes y como rayo se lanzó hacia la plaza. La muchedumbre belcista, confundida con los desertores del ejército de Melgarejo inundaba la plaza en delirio de victoria, cuando éste apareció súbitamente. Lo primero que pensó la atónita gente es que Melgarejo venía a rendirse. La escena fue vista por Belzu desde el balcón del Palacio y se aprestó a recibir al rendido.
DISPARO FATAL Y FRASE FALSA
Melgarejo ingresó al Palacio de Gobierno, seguido de Campero, paralizando con su presencia a los soldados de la guardia. El primero en llegar a las gradas fue Melgarejo seguido de sus coraceros. En el primer descanso de la grada intentó ser detenido por un soldado de Belzu, de apellido Machicado, al que Melgarejo mató de un balazo, circunstancia que aprovechó Narciso Campero para adelantársele, siendo el primero en llegar al pasillo del primer piso justo el momento en el que salía Belzu acompañado de los hermanos Ramón y Belisario Salinas para recibir al prisionero. Ese supremo momento de tensión, todos corrían peligro. Campero frente a Belzu no dudó un segundo y le disparó con su REVOLVER en el rostro cayendo éste mortalmente herido, siendo auxiliado por su acompañante Belisario Salinas. Melgarejo y los coraceros que lo seguían tomó control de la situación. En esas circunstancias de soberano peligro y confusión, hubiese sido una verdadera locura que Melgarejo salga al balcón y se enfrente a la muchedumbre armada que llenaba la plaza, todos partidarios de Belzu que ignoraban qué había ocurrido con su caudillo, y pregunte “BELZU HA MUERTO, ¿QUIÉN VIVE AHORA?”. Si esto ocurría con seguridad esa muchedumbre armada ahí mismo reaccionaba y lo mataba. Campero, testigo presencial del hecho y que acompañaba a Melgarejo, en sus Memorias dice que el disparo provino de la CARABINA de uno de sus coraceros y que inmediatamente después del suceso Melgarejo y él abandonaron el edificio, lo propio dice Belisario Salinas, siendo dicha frase inventada por el colombiano Juan Pablo Gómez, que fue ayudante de Melgarejo y que tiempo después difundió esa versión que fue copiada por varios historiadores bolivianos.
Lo cierto, lo documentalmente cierto, es que después de la caída de Belzu Melgarejo, acompañado de Campero y 6 rifleros salieron a la Plaza y allí, en el centro, Melgarejo sacándose el sombrero otorgó el grado de General a Narciso Campero, ascenso que consta en el Parte Oficial de los hechos emitido dos días después y firmado por el General Pedro Olañeta, Ministro de Guerra de Melgarejo, que dice: “El Gral. Melgarejo apartando entonces la vista de aquel sitio (donde cayó Belzu), BAJA PRESUROSO AL PATIO, toma su caballo y se dirige de nuevo a la plaza…En cuanto al comportamiento del coronel Narciso Campero nada creo decir desde que Vuestra Excelencia, dignándose destocarse el sombrero en media plaza, cuando apenas había terminado el combate, se sirvió declararlo en alta voz y a nombre de la Patria: Benemérito General…”
CAMPERO ¿AUTOR DEL DISPARO HOMICIDA?
¿Cuál el motivo por el que Melgarejo haya premiado con el generalato a Campero inmediatamente después de muerto Belzu? Algo significativo al interés de Melgarejo tuvo que hacer Campero para merecer ese premio, no cabe duda alguna.
Campero creía pertenecer a una clase social superior y odiaba a Belzu y era contrario a su política de acercamiento a los indios y cholos. Además, a su regreso de Europa y de paso por Lima, Campero contrajo compromisos políticos con Adolfo Ballivian, enemigo mortal de Belzu, a esto se debe que Campero a su ingreso a Bolivia se puso al servicio de Melgarejo.
Los escritores Enrique Finot y Fausto Reinaga, señalan que en 1945, con motivo de la exhumación y traslado de los restos del finado General Belzu al Panteón de los Héroes, dentro su cráneo se encontró un proyectil de revolver, no de fusil, lo que descarta la versión de que fue un coracero de Melgarejo el que le disparó y mató.
INSTANTE FATAL
La vida de las personas y de los pueblos se compone de instantes. Hay instantes que dan la gloria y hay instantes que dan el oprobio. Hay instantes que generan la luz e instantes que generan las tinieblas. Un instante a unos da la felicidad y a otros la desgracia. De un instante depende el amor y de otro el olvido. Todo es una cadena de instantes, de segundos, de los que depende la vida o la muerte.
La muerte del “Tata” Belzu, caudillo idolatrado por el pueblo fue un instante fatal para Bolivia. Si en vez de caer Belzu caía Melgarejo, con seguridad la historia de Bolivia sería diferente. Todo conduce a pensar que Belzu, por su experiencia de SIETE años de Presidente y su permanencia de diez años en Europa, hubiese hecho mejor gobierno y jamás hubiese firmado los tratados que firmó Melgarejo.
La muerte del “Tata” Belzu, aquel ya lejano 27 de marzo de 1865, sin duda es un instante fatal en nuestra historia.
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