Por: Agustín Saavedra Weise - Diplomático de carrera,
ex Canciller de Bolivia, politólogo y economista.
Este pasado 9 de julio se celebró el 204 aniversario de la
declaración de independencia de las Provincias Unidas del Río de La
Plata, es decir, de la República Argentina de nuestros días. Nos permitiremos
un breve comentario al respecto de ese notable acontecimiento el que tuvo
además un vinculo humano e histórico importante con lo que hoy es nuestro país,
Bolivia.
La mayoría de los historiadores argentinos coinciden en que
el haber repelido exitosamente las invasiones inglesas de 1806 fue un
primer hito fundamental de lo que 10 años después sería la proclamación
de la independencia. Durante la fallida invasión británica se comprobó la
debilidad de España en la región austral y al mismo tiempo la fortaleza
criolla interna, factor que permitió unificar fuerzas propias en torno a
Liniers y así rechazar a los invasores en dos oportunidades. De allí, al 25 de
mayo de 1810, mediaron cuatro breves años.
La Junta del 25 de mayo de 1810 –presidida por el potosino
Cornelio de Saavedra– aún mantuvo la ficción de representar y mantener la
lealtad a Fernando VII, el rey de España erradicado del poder en
Madrid por las tropas de Napoleòn Bonaparte. En realidad, todo el contexto
independentista –no solo argentino sino hispanoamericano en general– no puede
entenderse bien sin la sincronización con lo que ocurría en Europa en ámbitos
políticos e intelectuales.
La Revolución Francesa de 1789 había estremecido al viejo
continente. Además, ya se tenía el precedente de la liberación de las 13
colonias inglesas de Norteamérica, que desde 1776 formaron un nuevo país
llamado Estados Unidos de América.
En 1816, las condiciones europeas habían cambiado. Tras la
derrota definitiva de Napoleón en Waterloo (1815) se volvió al viejo orden
dinástico mediante el célebre Congreso de Viena. La restaurada monarquía
hispana se endureció con respecto a los brotes independentistas de sus colonias
americanas. Como contrapartida, ya no era necesario usar la ficción de
representar al rey español desplazado por los franceses; fue así como el
Congreso de Tucumán optó por la proclamación de la independencia el 9 de
julio de 1816.
Las provincias de la llamada “Liga Federal” y lo que
hoy es Uruguay, no participaron por estar en conflicto con las Provincias
Unidas, pero sí lo hicieron delegados del Alto Perú y de la región autónoma de
Santa Cruz de la Sierra, es decir, lo que hoy forma Bolivia, nombre
derivado del libertador venezolano Simón Bolívar, quien permitió la creación
del nuevo estado en 1825 ante la indiferencia de los gobiernos porteños de la
época, que no le dieron mayor importancia geopolítica a este hecho ni al desprendimiento
de esos importantes territorios legalmente pertenecientes al Virreinato.
La
Junta de Buenos Aires dispuso de diputados para las llamadas “provincias altas”
desde su primer congreso constituyente en 1813. Fue así como se tuvieron
delegados de Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba, Chuquisaca, Potosí, La Paz y
Mizque. Hubo ocho representantes del Alto Perú en 1813 y seis en el
Congreso de Tucumán.
Entre los delegados altoperuanos a Tucumán destacó la
presencia de José Mariano Serrano, quien posteriormente (1825) también estuvo
presente en la asamblea que declaró la creación de Bolivia. Tuvo
así este prócer el raro privilegio de participar en la declaración de la
independencia de dos países: Argentina y Bolivia. Tras una honorable
trayectoria Serrano falleció (1851) en su Charcas natal.
En las discusiones sobre la futura forma de gobierno,
Serrano se pronunció por la monarquía atemperada y rechazó la idea de un
inca monarca. Asimismo, redactó el manifiesto de la Independencia,
publicado con el nombre de Manifiesto de las Naciones y que fue aprobado por el
Congreso el 25 de octubre de 1817.
Las provincias que participaron en Tucumán fueron: Buenos
Aires, Tucumán, San Juan, Mendoza, Jujuy, Santiago del Estero, San Luis,
Catamarca, Salta, La Rioja, Córdoba, Santa Fe y los pueblos del Alto
Perú. Las provincias del litoral (Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, como así
también la Banda Oriental de José Gervasio Artigas no participaron del
Congreso; desde 1813 estaban enfrentadas con el poder central instituido en
Buenos Aires).
José de San Martín fue una figura relevante que
merece citarse por su vital influencia indirecta sobre el Congreso de Tucumán
para que se proclame la independencia. El Libertador estaba preparando desde
Mendoza su expedición hacia Chile y presionaba al Congreso para que emita la
proclama libertaria, dado que no quería iniciar el cruce de los
Andes como si fuera un sublevado; deseaba hacerlo como jefe de la expedición
militar de un estado independiente y soberano.
A partir del 9 de julio de 1816 se inicia el proceso de
consolidación de la Nación Argentina, al mismo tiempo que los otros flamantes
Estados –que se iban independizando progresivamente– buscaban también su propio
lugar bajo el sol. Todos desecharon la monarquía y decidieron seguir pautas
republicanas.
Hubo muchos momentos tristes: guerras y hasta
enfrentamientos fratricidas, pero en general y al final, cada Estado
siguió su propio derrotero. En el campo rioplatense, aparte del grueso
del conglomerado que terminó consolidándose como República Argentina, marcharon
–cada cual por su lado– Bolivia, Paraguay y Uruguay, territorios con todo
el derecho y legalidad para haber sido un solo país con la Nación del Plata,
optaron por la auto determinación y forjaron con el tiempo sus propias
nacionalidades.
Hasta el lindo nombre de “Argentina” es
sugestivo y tiene su razón de ser en el Alto Perú. Como había que llegar a Potosí,
donde realmente estaba la plata (argentum, en latín), los aspirantes a nuevos
conquistadores o nuevos ricos ingresaban por Buenos Aires y
desde allí partían hacia las “tierras de argento”, hacia Potosí, la tierra de
la plata.
Con el tiempo, el nombre se asentó definitivamente en la
región y de ahí derivó el patronímico “Argentina” (tierra de la plata)
aunque no había tal, pero sí otras riquezas, sobre todo su enorme potencial
agropecuario, de reconocido nivel mundial hasta nuestros días.
Otro elemento para rescatar es el de las
nacionalidades. Hoy se dice “Cornelio Saavedra era boliviano”
y por Serrano, “fue un boliviano el que redactó el Acta de independencia”
y así en otros contextos, con los que al presente son bolivianos,
uruguayos o paraguayos. En esa época las mezquinas fronteras del presente no
existían, mucho menos había cabida para nacionalismos estrechos. El
pensamiento era continental y continentales eran las presencias de los
personajes que han forjado nuestra historia común. No importaba de dónde
fueran ni nadie se preocupaba por su origen natal, simplemente eran americanos
o específicamente rioplatenses, parte de las provincias unidas; el resto
carecía de valor.
Sin ir muy lejos vemos cuan cercanos -a nivel
humano e intelectual- resultan ser los vínculos históricos entre lo que
hoy es Bolivia y el proceso de la independencia argentina. Mayor razón para
intentar pensar en grande y abandonar transitorias situaciones que afectan a la
amistad eterna de ambos pueblos.
// Artículo publicado en Pagina Siete el 31 de julio de
2020.
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