VICENTA JUARISTI EGUINO; "¡MALVADO, DI A LOS QUE TE HAN MANDADO QUE CADA CABELLO MÍO HA DE COLGAR A UN TIRANO!”

 

Vicenta Juaristi Eguino. 


Como heredera de la nobleza, Vicenta Juaristi nació en medio de una gran opulencia y recibió una esmerada educación, que no la  alejó para nada de los anhelos de libertad de su pueblo.
Esta valerosa mujer  contrajo matrimonio con el español Rodríguez Flores, quien a pesar de su origen, abrazó la causa independentista de su esposa, pero falleció víctima de una epidemia. Ella contrajo nuevamente matrimonio con Mariano Ayoroa, de quien se separó por su posición de realista exacerbado.
Doña Vicenta trabajó activamente en los preparativos revolucionarios. Su casa se convirtió en centro de reuniones patrióticas. Puso su cuantiosa fortuna, al igual que otras propiedades, al servicio de la Revolución del 16 de julio de 1809.
La revuelta fue sofocada por el general Goyeneche y ella fue condenada a seis años de prisión, pena que no se cumplió gracias a una elevada suma  de dinero que su familia pagó y la influencia de su título de nobleza; sin embargo, fue desterrada al Cusco, lo que no detuvo sus ideales independentistas.
Después de verse libre del destierro continuó sus actividades de conspiración contra los realistas. Desempeñó un gran papel cuando se realizó el levantamiento indígena de Sapahaqui, evitando el degollamiento de varios patriotas y españoles. También salvó a los pobladores de Caracato de una sangrienta matanza.
En 1814, ayudó a Juan Manuel Pinelo a tomar la ciudad y a derrotar al gobernador Valde Hoyos, triunfo que, como los demás, duró poco y la reacción de los españoles fue terrible y sangrienta. Vicenta, denunciada por los realistas como activa revolucionaria, fue condenada a la muerte. Antes fue encerrada en un calabozo, donde fue víctima de vejámenes inhumanos.
Nuevamente sus familiares obtuvieron del virrey la conmutación de su pena, a cambio de una fuerte multa (10.000 pesos). Los españoles querían aunque fuese su destierro perpetuo al Cusco, que también fue evitado por un pago en oro. Pero no se quedó sin  castigo, fue confinada a su finca de Río Abajo.
En 1817, en ocasión de un acto cívico, un oficial español fue enviado a cortarle públicamente el cabello, como castigo simbólico de sus actividades conspiradoras; sin embargo, esta dama le sorprendió cuando le respondió: "¡Malvado, di a los que te han mandado que cada cabello mío ha de colgar a un tirano!”.
Cuando el Mariscal Andrés de Santa Cruz llegó al Alto Perú, Vicenta tomó a sus hijos, José y Félix, y, con un grupo de colonos, se fue a Laja, se dirigió a él y le dijo: "Señor, en la estrecha situación en la que estoy reducida, aún tengo estos dos hijos y estos pocos hombres que pueden empuñar un arma. Un solo tiro que den, una sola herida que hagan por el triunfo de la causa de mi corazón, satisfarán los deseos de mi alma”.
Esta valerosa dama tuvo la suerte de ver triunfante la causa que defendía cuando vio llegar al Libertador Simón Bolívar. Fue ella quien le entregó la llave de la ciudad, al igual que una guirnalda de plata tachonada en piedras preciosas como muestra de gratitud.
Después de estos acontecimientos se retiró a  la vida privada. Con su fortuna diezmada y con una afección en el pecho, falleció el 14 de marzo de 1857, a la edad de 73 años. En su entierro el Ejército le hizo los honores militares. Su hijo Félix ascendió a coronel en la República y Pedro falleció en Chile.


Randy Chávez García,  
responsable de investigaciones históricas en el GAMLP.

Artículo publicado el Página Siete de La Paz, el 3 de agosto de 2014.

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