Delegación Nacional en el Gran Chaco
La Paz, 30 de junio de 1908.
Al señor Ministro de Colonización y Agricultura.
Presente
Señor:
Al terminar el presente período constitucional, me es satisfactorio presentar
al Supremo Gobierno, por el digno órgano de ese ilustrado Ministerio, un
informe sintético de la misión que me fue encomendada.
Habiendo elevado oportunamente los informes correspondientes a todos los actos
de mi administración, con la amplitud y el detalle necesarios, me toca ahora
referirme a ellos, a la vez que confirmarlos en todos sus conceptos.
Cuando el egregio repúblico Sr. Ismael Montes, elevado a la Presidencia de la
República, me invitó a que desempeñara la Prefectura y Comandancia General del
Departamento de Tarija, acepté el delicado cargo exponiéndole los anhelos que
desde mucho tiempo atrás tenía, de llevar todas las energías de nuestra
soberanía real, y los beneficios de la administración nacional, a la provincia
del Gran Chaco, que abarcando toda la riquísima zona del río Pilcomayo, en la
alejada y vasta frontera sudeste de la República, entrañaba especial
importancia y muy particular interés, de oportunidad precisa e inmediata.
En el año 1902 fue ocupada la margen derecha del Pilcomayo, desde su
intersección con el grado 22o de latitud sud, por colonizadores argentinos. Al
frente se hallaba el territorio boliviano de la margen izquierda de este río,
poco menos que olvidado. Razones de previsión nacional, hacían sentir la
necesidad inaplazable de seguir, cuando menos, paralelamente la acción que se
desenvolvía en la margen derecha del Pilcomayo, a más de otras consideraciones
de un orden muy superior y trascendental, que fijaban nuestras obligaciones
patrióticas de vistas y alcances más elevados.
Hasta entonces, era intensamente sugestivo el fracaso de las repetidas empresas
exploradoras, nacionales y extranjeras, que dejaban al país sin resultados
positivos, y llegó el plazo en el que era absolutamente necesario alcanzar
soluciones de carácter netamente nacional, que nos sean propias y que nos
pertenezcan.
Altamente favorecidos estos propósitos con la superior intuición del
Excelentísimo Presidente de la República, quedaron comprometidas mi plena
voluntad y mi decisión patriótica para realizarlos.
Se quería obrar con precisión y firmeza. Los detalles del programa que debía
guiar nuestra acción, eran complejos, y surgirían e irían desenvolviéndose,
según las indicaciones que se recogieran sobre el propio terreno, a medida que
avanzara su exploración y su reconocimiento, que eran puntos fundamentales de
mi cometido.
Someter y dominar la población salvaje, para dar fácil y seguro acceso a la
población civilizada industrial.
Abrir caminos y establecer comunicaciones regularizadas.
Elegir sitios apropiados para establecer fortines.
Resolver el difícil problema del abastecimiento de víveres a las guarniciones.
Estudiar las condiciones en que fuera posible navegar el alto Pilcomayo, y
verificar el curso real de este río.
Con estos propósitos, y con las suficientes instrucciones y autorizaciones del
Supremo Gobierno dimos comienzo a la empresa nacional.
Practiqué la primera visita oficial a la provincia del Gran Chaco, a los dos meses
de haberme posesionado de la Prefectura del Departamento de Tarija.
En diciembre de 1904 y enero de 1905, realicé la primera expedición exploradora
de la margen izquierda del Pilcomayo, partiendo del fortín Murillo y avanzando
una distancia calculada de 40 leguas, por ruta muy tortuosa, pasando las
regiones de Teyú, Ibopetairenda y Cabayu-repoti hasta las inmediaciones de
Piquirenda.
Confirmo el informe oficial que contiene el diario de esta expedición, que
elevé al Supremo Gobierno con fecha 30 de enero de 1905.
Para esta empresa patriótica, recibí la más decidida y valiosa cooperación de
los distinguidos vecinos del Gran Chaco, que se hicieron dignos del mayor
reconocimiento nacional. Expuse a aquellos patriotas ciudadanos el objeto de mi
visita y los propósitos del Supremo Gobierno, de atender decididamente los
intereses de aquella rica región. Les propuse que colaboraran a tales designios
y me acompañasen en la exploración de la margen izquierda del Pilcomayo. El
territorio que íbamos a recorrer, nos era desconocido, razón por la que el
patriotismo nos obligaba exigentemente a conocerlo y poseerlo.
Los resultados debían ser satisfactorios, dadas las muy favorables
disposiciones del Supremo Gobierno y las condiciones ventajosas en que entraba
la República.
Aquellos buenos bolivianos, que tantas pruebas de patriotismo tienen dadas, se
aprontaron en tres días para hacer la campaña con recursos propios.
En Cabayu-repoti, esperaron a nuestra expedición los principales capitanes de
la tribu toba, con los que tuve la primera conferencia que debía plantear las
bases de nuestras buenas relaciones. Cabayu-repoti, es la región donde terminan
las posesiones de los tobas y comienzan las de los numerosos y bravos chorotis.
Con el propósito de que se aprecien los alcances del concepto, reproduzco las
exposiciones dirigidas a los salvajes, sin que deba extrañar que se use con
ellos de lógica y de razonamientos, porque sus alcances intelectuales
superiores, los hace dignos de un cambio de ideas fundadas y discretas.
Con el favor de un excelente intérprete, hice decir a los caciques tobas, el
propósito civilizador benéfico que nos obligaba a visitar aquella región llena
de inconvenientes y de dificultades para nosotros, pero que llenábamos una
obligación del patriotismo yendo a proteger las poblaciones salvajes que
habitaban el suelo boliviano, para las que deseábamos iguales condiciones de
civilización que las que habían alcanzado los demás pueblos. Que les daríamos
elementos y facilidades de trabajo, así como favoreceríamos sus relaciones con
los pueblos y con los industriales de aquel territorio, ofreciéndoles las
garantías a que justamente tienen derecho. Que de esta manera obtendrían los
medios para salir de la desnudez y de la miseria que los atormentaba. Que
tendrían provisiones para vencer el hambre en las épocas del año en que se
terminan los frutos de sus selvas, y que finalmente podrían entrar en el
concierto de los pueblos que tienen vida normal.
El capitán toba Yaguareza, accionando con energía imperativa y paseando delante
de nosotros, respondió: “habéis venido a nuestro territorio y nosotros os
recibimos y tratamos como amigos. La conducta que hemos tenido con los
pobladores de nuestro suelo, ha sido de sumisión, respeto. Su hacienda no ha
sido tocada por nosotros, a pesar que no se nos ha pagado el derecho por
nuestro suelo. La realidad es que somos buenos, que no hacemos ningún mal,
siendo esta la mejor prueba que abona nuestra conducta”.
Y en verdad la tribu toba, se ha mantenido fiel y leal aliada de nuestros
fortines.
Tres capitanes tobas se incorporaron a nuestro cuerpo expedicionario y
sirvieron decididamente a los propósitos de amistad con que nos presentamos
ante la tribu choroti, en cuyo territorio nos internamos hasta llegar a su
término, en siete días de marcha, contados desde el fortín Murillo.
En el límite terminal del territorio ocupado por la tribu choroti, encontramos
al gran capitán Atamó Tapchía, con el que pactamos amistad, para poder regresar
a establecer en su propia ranchería, a la altura del grado 22’ 30’ sud, un
fortín nuestro.
En el diario citado de esta expedición, está consignado el detalle descriptivo
del territorio que recorrimos.
Este primer paso nos sirvió de iniciación y de estudio, y nos permitió preparar
la obra que hemos continuado.
El Supremo Gobierno, halagó nuestro patriotismo con expresiones de grande
aliento y estímulo.
Sin pérdida de tiempo preparé en Tarija la segunda expedición exploradora.
Organicé un escuadrón de 50 plazas, que en el Gran Chaco fue aumentado a 80.
Compré caballos y mulos suficientes.
La decidida y particular protección del Gobierno, nos permitió vencer todas las
dificultades consiguientes.
Para esta segunda empresa, contamos con la valiosa cooperación de muy
distinguidos colaboradores. El ingeniero Sr. Juan Muñoz y Reyes acompañó esta
expedición, encargado por el Supremo Gobierno de los estudios correspondientes
a su profesión.
Partimos de Tarija el 17 de mayo de 1905. Nos fue indispensable llevar los
recursos y medios necesarios para la empresa que realizábamos, venciendo la
difícil traslación de Tarija a Caiza, por caminos que son de los más quebrados
de la República.
En Yacuiba y Caiza se completaron las disposiciones convenientes y penetramos
en la región del Pilcomayo.
A la altura del grado 22o 30’ y en la margen izquierda del Pilcomayo, fundamos
el fortín que lleva el nombre del eminente señor Fernando E. Guachalla, en
homenaje a este hombre de Estado que tan grandes servicios tenía ya prestados a
la patria.
Establecida la guarnición en aquel fortín, se constituyó el centro de nuestras
operaciones.
En muy pocos días se dispuso la expedición que debía continuar explorando la
margen izquierda del Pilcomayo. Con un personal de 30 hombres, partimos del
fortín Guachalla el 5 de julio de 1905.
Esta expedición avanzó desde Guachalla 201 kilómetros, hasta el grado 23o 36’
de latitud sud.
A corta distancia del fortín Guachalla, encontramos poblaciones de indios
tapietes. Después hallamos la numerosa tribu de indios matacos, que desde
Piquirenda extienden sus poblaciones en ambas márgenes del Pilcomayo, hasta
pasar el grado 23o sud.
Muy largas zonas de bosque espeso y cerrado, nos obligaron a abrirnos paso
haciendo difíciles picadas. Los indios procuraron obstaculizar nuestro avance
sin lograr atajarnos.
Estuvimos de regreso en el fortín Guachalla, el 29 de julio, a los 25 de días
de nuestra partida.
El ingeniero señor Muñoz y Reyes, verificó el curso del Pilcomayo en todo lo
recorrido y pudimos apreciar el error que contenían todas las cartas
geográficas. Los esteros de Patiño se alejaban muchísimo más de lo que se había
creído.
Asegurando las condiciones de subsistencia del fortín Guachalla, regresamos
para fundar el fortín d’ Orbigny, en el grado 22º sud, margen derecha del
Pilcomayo, próximo al primer hito que fija la línea divisoria entre Bolivia y
la República Argentina.
Dejamos este fortín con .iguales seguridades de subsistencia y con la
guarnición conveniente, y continuamos nuestra marcha subiendo por la margen
izquierda del Pilcomayo, hasta las Misiones de San Francisco Solano y de San
Antonio de Padua, a los 210 15’ 48” sud, donde fundamos la villa Montes nombre
que le dimos en justo homenaje al Excelentísimo Presidente de la República, que
favorece la empresa del Gran Chaco, con decisión muy eficaz y valiosa.
El ingeniero señor Muñoz y Reyes, demarcó un precioso plano sobre el terreno,
de la nueva villa.
Consignados a grandes rasgos, por haberse enviado con oportunidad los informes
detallados, fueron estos los resultados de la segunda exploración que me tocó
realizar.
Como se comprenderá, quedó en pie nuestro deseo de llegar a los célebres
esteros de Patiño, que los mapas existentes presentaban en una región muy alta
y próxima al paralelo 22” sud, lo que producía un gran error en nuestros
cálculos. Era necesario dar feliz solución a este interesante problema y
satisfacer nuestras aspiraciones.
Sobre la base de nuestras anteriores expediciones y con la más conveniente
preparación de fuerzas y recursos, emprendimos la tercera exploración, que
debía completar nuestro empeño patriótico, y llevarnos al término que nos
proponíamos alcanzar. Este era un delicado punto de honor.
Entre nuestra segunda y tercera expedición, se realizó el interesante viaje
explorador del ingeniero noruego señor Gunardo Lange, que subió el río
Pilcomayo desde su desemboque en el río Paraguay, hasta el grado 22o de latitud
sud, practicando el mejor y más completo estudio científico, al que nos
referiremos oportunamente.
El señor Lange guardó sus resultados hasta dar el informe que le correspondía,
y sólo hizo conocer que los esteros de Patiño, comenzaban después del grado 24o
sud. Este dato cierto, fue para nosotros muy valioso.
El 31 de julio de 1906, teníamos en el fortín Guachalla todo apercibido para
partir en la tercera expedición. En ese momento se nos presentó el ingeniero
alemán señor Wilhelm Herrmann. Me puso de manifiesto un pasaporte firmado por
el Canciller de Alemania, otro del Ministro Plenipotenciario de Bolivia señor
Francisco de Argandoña y otro del Encargado de Negocios de Bolivia en Buenos
Aires señor Ángel D. de Medina, quien exponía las especiales y distinguidas
recomendaciones con que lo había presentado al señor Herrmann, la Legación de
Alemania. Este señor venía provisto del material científico apropiado para sus
estudios y tuvo la bondad de hacerme conocer muchos trabajos suyos referentes a
Bolivia, geográficos y estadísticos: poseía varios planos del río Pilcomayo.
Recibí a este distinguido hombre de ciencia con las mayores consideraciones de
mi parte, y. le ofrecí todos los medios y recursos que podía necesitar para
llenar cumplidamente su importante comisión. Acordamos que me daría el
resultado de sus estudios para enviarlos al Ministerio de Colonización y para
que se sirva de ellos nuestro Gobierno, sin darles publicación, por ser este un
derecho que se reservaba. Apreciando la importancia de los estudios que este
competente ingeniero podía ofrecernos sobre el río Pilcomayo, especialmente
respecto a sus condiciones de navegabilidad, incliné su ánimo para que bajara
el río navegando en una chalana que bien aparejada y tripulada puse a su
disposición.
Pude lograr que sea una realidad la aspiración que anteriormente expresé al
Supremo Gobierno, de practicar conjuntamente el avance por tierra y por el río
Pilcomayo navegándolo. Tomé las disposiciones convenientes para dar seguridades
a la chalana, amparando su avance con la fuerza que iría por tierra.
El señor Herrmann llevaba el propósito de arribar a Asunción del Paraguay y
creía encontrar en los esteros de Patiño, a las comisiones de límites argentina
y paraguaya, que se sabía que subían el Pilcomayo.
Fueron muy satisfactorias las condiciones de la fuerza que se desprendió del
fortín Guachalla para realizar la expedición del Pilcomayo; eran 50 hombres de
línea decididos patriotas y bien disciplinados. Conducíamos víveres suficientes
y ganado en pie. Debíamos utilizar los meses de agosto y septiembre para
realizar nuestra empresa, salvando de la estación lluviosa en que el río baña
sus riberas abundante y extensamente.
Todo el cuerpo expedicionario, incluyendo el personal civil, se componía de 70
personas. El muy cumplido y distinguido jefe Natalio C. Suarez, comandaba la
fuerza militar.
La chalana “5 de Agosto” fue puesta por la Delegación de mi cargo, a órdenes y
disposición del señor Herrmann. .
El grueso de la fuerza expedicionaria, cargas de provisiones y parque,
marcharon por tierra.
El 4 de agosto de 1906, partió del fortín Guachalla la expedición así
constituida.
Se estableció para toda la campaña un orden regular de marcha, encargándose la
vanguardia de abrir y limpiar el camino. El avance de la chalana pudo hacerse
con mayor facilidad y rapidez, por las favorables condicionas del río.
El día patrio “6 de agosto”, fue entusiastamente solemnizado en aquellas
apartadas regiones, donde nos hallábamos en servicio de la Nación. Se manifestó
vivo y altivo el amor a nuestra patria.
El 7 de agosto, al frente de la villa María Cristina, capital de la colonia
Argentina Buenaventura, el señor Herrmann y su adjunto señor Tapia, me
manifestaron que en cierta manera les preocupaba que pudieran surgir
dificultades de nuestro encuentro con las comisiones Argentina y Paraguaya, que
creían muy posible las hallemos en los esteros de Patiño. Me fue grato darles
las seguridades de que no podían haber inconvenientes con comisiones que
persiguen fines científicos de provecho universal, dejando absolutamente
independientes los derechos territoriales de cada país. Con estos sanos
propósitos guiaríamos convenientemente nuestra acción, si se presentara el caso
en el propio terreno; mientras tanto quedaban inalterables nuestra prudencia y
nuestros propósitos pacíficos, dentro del respeto que merece la sagrada
soberanía de Bolivia.
Desde aquí ingresamos a la zona que ocupan los indios matacos en ambas márgenes
del río. Fuimos muy bien recibidos y servidos en cuanto quisimos ocuparlos.
El 15 de agosto arribamos a los últimos pueblos de la tribu de matacos.
Advertidos de nuestra llegada, nos esperaron reunidos en gran número y
pretextando hallarse entregados a un juego semejante al foot ball, para lo que
estaban provistos de grandes y fuertes bastones.
Estos indios conocidos en la anterior expedición, me llamaron con insistencia a
una conferencia reservada con sus principales capitanes, manifestándose muy
interesados en que les escuche y preste atención. Me expresaron que el año
próximo pasado, habían avanzado los indios tobas de la inmediata zona baja del
río, siguiendo nuestras huellas y por el camino que dejamos abierto, hasta
tener un encuentro con ellos y matar a uno de sus hermanos. Me rogaron
ardientemente que no siga adelante, temerosos de que se repita lo sucedido el
año anterior. Les respondí que ahora contaba con mayores fuerzas y recursos y
que pasando adelante, más bien les procuraría la paz con los tobas, o castigaría
en caso contrario su avance sobre los matacos. Que fijaría los límites de su
territorio, para evitarles las guerras en lo sucesivo. Se me ofrecieron a
marchar de aliados míos para batir a los tobas, lo que rechacé con palabras
sagaces y de amistad.
Este último pueblo de la tribu mataca, se halla situado a la altura del grado
23o sud y es el centinela avanzado. Los matacos constituyen la tribu más
numerosa de los salvajes del Gran Chaco, extendiéndose por la margen derecha
del Pilcomayo desde Villa Montes, a los 21o 15’ 48” sud, hasta el 23o.
Continuando nuestra marcha y después de atravesar una zona desierta,- llegamos
el 18 de agosto a las poblaciones de los valientes y fuertes tobas, que se nos
presentaron en gran número. Entablamos amistosas conferencias y afianzamos
nuestras buenas relaciones. Obtuve que un capitán y tres indios de esta tribu,
se incorporaran a nuestra expedición, sirviéndonos de guías muy expertos.
El 23 de agosto, después de salvar empeñosamente los cerrados y compactos
bosques, en los que abríamos ancho y cómodo camino, llegamos a los palmares que
nos indicaban la aproximación a los esteros y el comienzo del territorio
ocupado por los bravos y numerosos indios tapietes.
Produce entusiasta admiración la inmensidad de las grandes llanuras cubiertas
de innumerables y gigantescas palmeras. Se aprecia la solemnidad del suelo
salvaje que duerme silencioso, hasta que las huellas de la civilización lo
despierten, y le trasmitan la actividad de la vida y del trabajo proficuo. En
la época presente son muy pocos los territorios que permanecen ocultos para el
mundo civilizado, guardados por las tribus salvajes. El territorio del Gran
Chaco, uno de los más fértiles, ricos y poblados de numerosos indios en estado
salvaje, y cruzado por el caudaloso Pilcomayo, es probablemente el último
rincón del mundo que se abre a las industrias y a la civilización, y que
favorecido por sus especiales y muy superiores condiciones de situación, clima
y suelo, llegará a ser en muy pocos años una región de las más florecientes de
la América del Sud.
Quizá nos sea permitido a los que con nuestras plantas fuimos borrando las
huellas de los salvajes, por sus tortuosas y estrechas sendas, ver aquel suelo
boliviano cruzado por amplios caminos, y al río Pilcomayo surcado por embarcaciones
a vapor, comunicando a nuestra amada patria con las prósperas repúblicas
vecinas.
Son muchos los esfuerzos que han fracasado en este territorio, y muy
importantes vidas las que se han sacrificado, sin que nuestra patria hubiera
alcanzado los resultados deseados.
El 24 de agosto, llegamos al primer pueblo de los tapietes. No fue grande la
sorpresa que les causó nuestra presencia, porque habían sido advertidos con
anterioridad. No tardó en presentársenos el gran cacique de la tribu, As-lú,
acompañado de numeroso séquito. Pactamos amistad y fuimos bien recibidos por
todo el pueblo tapiete.
Estos indios son muy sucios; se tiznan la cara y el cuerpo con ceniza y carbón;
algunos se presentan completamente negros; las mujeres todas tienen una ancha
faja de tatuaje en la frente y nariz, como signo característico y diferencial
de su tribu.
Los indios tapietes ocupan la mejor zona del Chaco. Tienen en la proximidad de
los esteros de Patino, el más rico suelo, fecundizado anualmente por los
derrames del Pilcomayo. Cultivan la tierra y hacen extensas siembras. Son
poseedores de numerosos ganados. Tienen la más abundante pesca. Viven bien
organizados; cada pueblo, dentro de la republiqueta, tiene su cacique anciano
que lo gobierna. Esta situación feliz los hace el objeto de la envidia de los
otros pueblos salvajes vecinos, con los que sostienen permanente guerra.
Atravesando el vasto territorio ocupado por la población tapiete, llegamos el
30 de agosto a la última ranchería de indios pescadores, en la inmediación de
la laguna Chajá o Escalante. Hasta allí pudimos llegar con nuestras cargas y
monturas. Un paso más y el fango hizo imposible el avance de los animales.
Desde aquel punto fue necesario cambiar la forma de exploración.
La especial circunstancia de haber precedido tres años de extraordinaria sequía
y de haber escogido los meses particularmente secos de agosto y septiembre para
practicar nuestra expedición, nos permitió poder avanzar internarnos hasta los
esteros, sin separarnos de la margen izquierda del Pilcomayo, mucho más de lo
que hubiera sido posible en otras épocas. Los indios del lugar nos confirmaron
que en esa estación, les era excepcionalmente permitido permanecer tan
inmediatos al río y a los esteros, favorecidos por la extraordinaria disminución
de agua y la mayor extensión de terreno seco.
El 31 de agosto, dispuse hacer una exploración, acompañado
de una ligera columna, para reconocer personalmente el terreno que teníamos
delante, dejando el grueso expedicionario bien establecido en aquel campamento.
Partí a las 8 de la mañana con un piquete de 6 rifleros y 6 zapadores, y con 9
indios. Seguimos una angosta senda de salvajes, sin alejarnos del río,
marchando sobre terreno fangoso recientemente abandonado por el agua. El suelo
estaba surcado por múltiples zanjas. Había monte seco y enlamado. A corta
distancia se tenía la continuación de la gran selva de quebracho. Se veía en la
ribera derecha lo mismo que en la izquierda, la salida de pequeños riachuelos
desprendidos del Pilcomayo. Las márgenes se presentaban cada vez más bajas y el
terreno se hacía más fangoso, dificultando nuestra marcha a pie. A las 10 de la
mañana vimos la separación de dos riachos del Pilcomayo por su margen derecha,
después siguieron separándose otros más a cortas distancias. Atravesamos una
ancha y profunda zanja, entonces sin agua, por donde debió correr un brazo del
Pilcomayo, desprendido de la margen izquierda. Desde allí ya era ostensible la
disminución del caudal del río, mermado por los riachuelos desprendidos. Abundante
palizada seca interceptaba el curso del río. Seguía el cerrado bosque espinoso
y enlamado, por entre el cual se escurría el agua. Nosotros seguíamos la margen
izquierda sin abandonarla, hasta que llegamos a ver al gran Pilcomayo,
convertido en un angosto riachuelo de poca profundidad. Al descansar a la
sombra de un árbol, grabamos en él, el nombre de Bolivia. No teníamos una copa
de champagne para saludar a la patria amada al llegar al feliz término de una
empresa anhelada. Los hijos de Bolivia necesitamos ser muy sobrios para
terminar la obra de reparación nacional en que estamos empeñados.
A medio día continuamos la marcha, internándonos por el bosque espinoso sin
abandonar el riachuelo que nos guiaba. Salimos a vastísima playa, en la que se
nos presentaron con todos sus detalles, las divisiones y subdivisiones del río
en múltiples brazos, que volvían a reunirse para separarse nuevamente, formando
una red inextricable en ancho campo, en el que el cauce de estos riachos tenía
insignificantes bordes, y el agua se derramaba bañando el suelo completamente
fangoso. Los únicos rastros que encontramos, fueron de tigre, el rey de
aquellos desiertos. Avanzamos hasta que el fango nos lo impidió absolutamente.
Teníamos al norte el bosque alto y cerrado de quebracho y algarrobo, y al sud
las masas compactas de bobo, detrás de las que salían las espesas humaredas de
los incendios que producían los vecinos pueblos de tobas o pilagas, que habitan
en la margen derecha de los esteros, según afirmación de los indios que nos
acompañaban.
En la tarde regresamos a nuestro campamento. El problema estaba resuelto;
nuestras cargas no podrían avanzar más por impedirlo el fango. La chalana aún
podría bajar por el Pilcomayo, unos pocos kilómetros más, para quedar detenida
por la palizada seca y el bosque cerrado que interceptan el río.
El 1° de septiembre, llevamos con el señor Herrmann y el Sargento Mayor Natalio
C. Suarez, la chalana “6 de Agosto”, hasta el punto final en que es posible
navegar el alto Pilcomayo, donde la dejamos amarrada a un grueso tronco.
Regresamos con todo el cuerpo expedicionario, 5 kilómetros hasta un sitio
conveniente para establecer un campamento de descanso, a orillas de un inmenso
lago.
Resolvimos practicar una exploración parcial de los esteros, para lo que
partimos el 4 de septiembre, en compañía del señor Herrmann y llevando un
cuerpo de pocos acompañantes, todos a pie cargando sus provisiones y armas.
Avanzando más de lo alcanzado anteriormente, entramos a la región de los
esteros; múltiples y pequeños riachuelos corrían en todas direcciones; el
bosque estaba enlamado, seco y con las señales de la altura que alcanzaba el
agua, a 70 centímetros más o menos; era muy abundante la vegetación de pantano;
las compactas enredaderas, formaban amplias grutas apoyándose y rodeando los
árboles secos. Escogíamos los mejores sitios para avanzar, entrando en el fango
hasta las rodillas. Impedidos por el pantano y los riachuelos, dimos un rodeo
inclinándonos al E., hasta convencernos de lo imposible que nos era avanzar más.
En seguida emprendimos el reconocimiento hacía el S., pasando algunos brazos
del Pilcomayo y cruzando la ancha playa. Nos pusimos descalzos y desnudos, a
pesar del viento frío del sud, porque solo de esa manera se podía pasar por
aquella red de riachuelos, algunos profundos y fangosos El pantano volvió a
impedir nuestra marcha en todas direcciones y nos obligó a regresar.,
De vuelta en el campamento, emprendimos la contramarcha con todo el cuerpo
expedicionario.
Para ponernos en relación con los indios tapietes, permanecimos el 7 de
septiembre, en una de sus principales rancherías. Les proporcionamos una
verdadera fiesta, haciéndoles concursar al tiro de la flecha, con premios a los
vencedores. En la noche bailaron y cantaron cerca de nosotros. Conservan el
recuerdo de la expedición Campos.
Dan detalles de la expedición de Lange. No responden nada de Ibarreta, y muy
temerosos, se manifiestan ignorantes en absoluto. Informan que el pantano es el
obstáculo que no permite pasar la región de los esteros por la margen
izquierda.
En conversación íntima y afectuosa me expresaron, que tendrán mucho agrado si
regreso a visitarlos, llevándoles regalos; que nuestra generosidad los
satisfacía; que ellos vivían cuidando sus ganados y creyéndose poseedores de
cuanto necesitaban, pero que veían que les faltaban muchas cosas que nosotros
les habíamos hecho conocer; que a mi regreso sería recibido como verdadero
amigo y conocido, sin que haya razón para que se manifiesten temerosos como
estuvieron al vernos por primera vez.
En conclusión: en 31 días, del 4 de agosto al 4 de septiembre, hicimos el
avance desde el fortín Guachalla situado a los 22o 3o’sud, hasta los esteros de
Patiño más allá de los 24” sud, la distancia calculada de 300 kilómetros,
siguiendo la margen izquierda del Pilcomayo. En el regreso tardamos sólo 13
días de marcha, haciendo jornadas cortas y cómodas por el ancho camino que
habíamos dejado abierto.
Esta distancia puede disminuir mucho, rectificando las tortuosas curvas que
tuvimos que hacer en la marcha exploradora.
El 19 de septiembre de 1906, arribamos al fortín Guachalla, después de haber
dado feliz término a la tercera expedición del Pilcomayo.
Me es muy grato hacer constar el distinguido comportamiento de todo el cuerpo
expedicionario. Demostraron sus relevantes cualidades el jefe, Mayor Natalio C.
Suárez y todos los oficiales, sin dejar nada que desear en el estricto servicio
de la delicada campaña.
La clase de tropa, animosa y esforzada, demostró las superiores cualidades de
disciplina y abnegación absoluta, del mejor soldado boliviano.
Confirmo el extenso diario descriptivo de esta expedición, que envié al
Ministerio de Colonias y Agricultura, con fecha 25 de diciembre de 1906.
Como resultado inmediato de la anterior expedición, me fue permitido ofrecer la
verificación del curso del Pilcomayo, acompañando un croquis del río, y las
condiciones en que puede ser navegado. Los detalles se hallan consignados en el
oficio siguiente:
“Fortín Guachalla, Set. 29 de 1906.
Al Señor Delegado Nacional en el Gran Chaco.
Doctor Leocadio Trigo.
Presente.
Señor;
Me es grato presentar a Ud. un plano provisorio con la escala de 1:1.000.000,
del itinerario de la expedición del Pilcomayo, ejecutada desde el 4 de agosto
hasta el 19 de septiembre del presente año. Las fechas marcadas al lado
izquierdo se refieren a la ida, y las de la derecha a la vuelta de la
expedición.
Las tribus salvajes y los nombres de sus caciques, están marcados y fijados en
el lugar correspondiente.
El pequeño plano con la escala de 1: 1oo.ooo diseñado en el mismo pliego,
detalla el itinerario de la última parte de la expedición en los Esteros.
Como resultado de la expedición por agua, navegando el río Pilcomayo en la
chalana que puso Ud. a mis órdenes y disposición, puedo comunicarle lo
siguiente: La chalana, que cargada y tripulada calaba 30 centímetros, ha
navegado sin mayores dificultades, desde el fortín Guachalla hasta el grado 24o
de latitud sud. En todo el curso recorrido del río, he comprobado que no existe
ninguna bifurcación ni se desprende ningún brazo, lo que demuestra ser este el
único y verdadero cauce del Pilcomayo hasta los Esteros.
Los importantes rápidos marcados entre los grados 23o y 24o de latitud sud, en
casi todos los mapas; no existen. Los rápidos de Patiño son una fábula, como es
inexacto todo el informe de dicho Padre, quien habría llegado hasta el interior
de Bolivia, si en verdad hubiese recorrido 471 leguas, como afirma.
Los rápidos que he marcado en el preferido plano, son sitios en que hay
corriente mayor que la general del río, que no ofrecen dificultad a la
navegación y que desaparecen cuando aumenta el caudal de agua.
Siendo uno de los meses en que disminuye más el caudal del río, el de agosto,
en que he descendido por el Pilcomayo, había en todo el trayecto recorrido
bastante agua para navegar en embarcaciones con 40 y aun 5o centímetros de
calado.
En casi toda la extensión recorrida, he constatado las señales bien marcadas en
los bordes del río, del nivel alcanzado por el agua de 50 a 60 centímetros
sobre la superficie actual, y que debe ser el nivel que conserva el Pilcomayo
en la mayor parte del año, después que pasan las grandes crecientes de la
estación lluviosa. En los tres primeros meses del año, en que el caudal del río
alcanza su máximum, el agua se desborda y baña las riberas en más o menos
grandes extensiones, sobre todo en la región de los Esteros y sus proximidades.
Por las señales marcadas en los árboles se constata que el agua en los Esteros
sube sobre la superficie del suelo hasta un metro 20 centímetros. En la ribera
próxima a los Esteros, estas señales marcan 10 a 12 centímetros,
A nuestra vuelta he observado que el agua ha disminuido lentamente de 10 a 20
centímetros, lo que ofrecería ahora algunos inconvenientes a la navegación.
Debe tenerse en cuenta que el presente año es excepcionalmente seco, y también
fueron secos los tres años anteriores. Puede concluirse, que en nueve meses del
año, es posible navegar con normalidad el Pilcomayo, en: embarcaciones que tengan
un calado de 40 a 50 centímetros. Posiblemente durante 6 meses, pueden navegar
embarcaciones de 1 metro de calado. A este respecto no hago afirmación exacta,
por faltarme la observación del río en el tiempo oportuno.
Solo en tres meses del año quedaría dificultada o interrumpida la navegación.
Por lo pronto me permito aconsejar el pedido de una pequeña lancha a vapor de
mim 12 metros de largo y 35 centímetros de calado, para llenar las primeras y
urgentes necesidades de la Delegación, y que sirva para conducir a remolque las
chalanas.
Con esto se puede tener en corto tiempo un exacto conocimiento del lecho del
río, para determinar las superiores embarcaciones que le sean adaptables.
Confirmando a Ud. mis consideraciones, me suscribo su atento S. S.
Guillermo Herrmann, Ingeniero”
A lo anterior se puede aumentar los datos que hemos tomado del importantísimo
trabajo publicado por el ingeniero señor G. Lange.
De la boca del Pilcomayo a nuestro fortín d’Orbigny en el 22o sud, hay 1090
kilómetros de vía fluvial, pasando del bajo al alto Pilcomayo, por los esteros
y el arroyo Dorado. La distancia en línea recta entre estos dos puntos, es de
solo 637 kilómetros.
La altura sobre el nivel del mar a que se halla el fortín d’ Orbigny, es de 285
metros, y la de la boca del Pilcomayo es de 75 metros. La diferencia de 210
metros de altura, en la vía fluvial de 1090 kilómetros, representa un desnivel
de poco menos de 20 centímetros por kilómetro.
Entre él fortín d’Orbigny y la laguna Escalante o Chajá, que es donde termina
el alto Pilcomayo y comienzan los esteros, cuyo estudio nos interesa
particularmente, hay por la. Vía fluvial 563 kilómetros y una diferencia de
altura de 140 metros, que da un desnivelado poco menos de 25 centímetros, por
kilómetro.
En la segunda expedición, obtuve en el; Gran Chaco el conocimiento de que se
quería sustentar una paradójica pretensión, afirmada en. la falsa existencia de
un Pilcomayo que decían, tenía su curso inclinado hacia el norte, desviándose y
separándose del propio río de este nombre, en una larguísima extensión. Para
esto, se hablaba de una bifurcación que no existe del Pilcomayo, cuyos rastros
eran buscados sobre el terreno, sin ningún resultado positivo.
Con estos propósitos y a raíz de la fundación de la colonia argentina
Buenaventura, se organizó una expedición bajo las órdenes de su Jefe
Administrativo señor Domingo Astrada, y del Jefe técnico, el ingeniero sueco
señor Otto Asp, nacionalizado argentino, para explorar las riberas del
Pilcomayo hasta el Paraguay, lo que practicaron en cien días, del 17 de junio
al 24 de septiembre de 1903, fecha en que arribaron a Asunción.
El señor Domingo Astrada ha publicado en Buenos Aires un libro titulado
“Expedición al Pilcomayo”, en el que se hallan dos artículos de polémica
sostenida con el señor Asp, y que define el asunto enunciado.
Ha escrito el señor Asp; “Mi objeto al hacer esta primera refutación al señor
Ástrada, es hacer notar que entre el brazo norte y el del sur o Ferreira, de la
Horqueta al estero Bravo, existe una zona de un ancho variable entre 5 y 10
leguas, que contiene campos fertilísimos y los mejores quebrachales que he
visto en toda la República.
“Por las teorías del “práctico” señor Astrada, esta hermosa extensión de tierra
podría llegar a ser de otra nación; por las teorías del “técnico” que suscribe,
tratado respectivamente por su colega de expedición, esas tierras son
indiscutiblemente argentinas, porque el verdadero Pilcomayo es el brazo norte
que determina nuestros límites con el Paraguay.”
Se ve que el ingeniero señor Asp, habla como una entidad soberana, y que
resuelve motu propio los más delicados asuntos internacionales. Se comprende
que quiere halagar a su patria adoptiva y le endilga tentaciones que han estado
muy lejos de desviar la tradicional lealtad con que procede aquel país, cuya
hegemonía, en Sudamérica, que ha llegado a constituirlo en el juez árbitro del
derecho de sus hermanos, está fundada en su noble y alta justificación.
A esto ha respondido el señor Astrada con el corazón de verdadero, argentino:
“El señor ingeniero comprobó que en el lugar de la Horqueta, las aguas todas
del río bajaban por el Ferreira (brazo occidental), y que el verdadero cauce
del antiguo Pilcomayo, está completamente cegado en este punto. Sentado esto,
puede asegurarse desde luego que el Pilcomayo no corre ya por su antiguo y
verdadero cauce.
“Después de lo dicho, sostengo las afirmaciones contenidas en el capítulo y
plano gráfico publicados, donde no veo lo que me atribuye el señor Asp; y
agrego en rigor NO EXISTEN DOS BRAZOS DEL PILCOMAYO”,
De esta manera ha quedado rectificada la verdad.
En el mismo libro citado ha escrito el señor Astrada: “Dirijo la marcha por la
costa del río. Esas aguas turbias, bermejas y ligeramente salobres del
Pilcomayo, que tenemos a la vista, son las que nos han de servir de guía a
través del desierto, y que hemos de buscar y reconocer en caso de perder o
confundir su curso”.
Y en verdad, son esas aguas las que fijan el curso real y propio del Pilcomayo,
que si pudieran perderse o confundirse por expedicionarios que marcharan por
sus tortuosas riberas, ofrecen la comprobación más exacta e indiscutible a los
que, como el explorador señor Gunardo Lange subieron navegando el río Pilcomayo,
y a nosotros con el ingeniero señor Herrmann, que descendimos navegando el
mismo río desde el fortín Guachalla, hasta donde pierde su cauce en los
llamados esteros de Patiño, Poco tiempo antes, nuestras chalanas hicieron la
navegación del Pilcomayo desde villa Montes hasta el fortín Guachalla.
El señor Lange ha escrito en su importantísimo libro publicado a raíz de su
exploración: “... desde que el Pilcomayo sale de la quebrada honda, por la cual
atraviesa la cierra de Caiza aguas arriba de la población de San Francisco, no
recibe afluente ninguno, hasta donde se desparrama en el Estero Patino,
mermándose sus aguas constantemente por la infiltración en el suelo y por la
evaporación.”
La demostración gráfica del verdadero y único curso del Pilcomayo, sin ninguna
bifurcación, está en el precioso mapa publicado por el señor Lange, cuyo
superior estudio, es de indiscutible competencia científica, siendo a la vez el
más completo.
La inexplicable hipótesis con la que se pretende fijar de manera inconcebible,
un imaginario río, por una línea marcada sobre terreno seco, pretextando que
por allá debió haber corrido el caudaloso Pilcomayo en otros, tiempos, y alejar
nuestra línea fronteriza del acceso inmediato al propio río para navegado, y al
agua para tener vida, es supremamente inadmisible.
Sólo el anterior abandono pudo dar lugar a tales conceptos erróneos. Hoy está
allá la acción efectiva de nuestra legal soberanía, afirmando el sagrado
derecho de Bolivia.
Después de incorporar a la guarnición del fortín Guachalla el destacamento que
expedicionó hasta los esteros, establecimos un nuevo fortín a 35 kilómetros al
sudeste del anterior, en la margen izquierda del Pilcomayo, a los 22o 42’ de
latitud sud, frente a la villa María Cristina, capital de la colonia argentina
Buenaventura. El sitio elegido para este fortín, es de muy superiores
condiciones por tener terreno firme y ofrecer mayores seguridades contra los
avances del río Pilcomayo y sus derrames anuales.
Con este motivo se despertaron infundadas susceptibilidades, y el señor Juez de
Paz de la colonia Buenaventura, me envió un oficio de protesta en términos que
evidenciaban su falta de justificación. Respondí a este oficio concretándome a
expresar que el derecho de Bolivia en la margen izquierda del Pilcomayo, era
incontrovertible.
Conocido este incidente en Buenos Aires, nuestro Ministro Plenipotenciario me
pidió una información, la que fue en el telegrama siguiente:
“Villa Montes, enero 31 de 1907.—A los Exclmos. Ministros Claudio Pinilla y
Eliodoro Villazón.—Buenos Aires.—Reclamación argentina es motivada por trabajos
de nuevo fortín en “Paso de las Gallinas”, 35 kilómetros al sudeste de
Guachalla, bajando por margen izquierda del Pilcomayo
indiscutiblemente.—Vecinos argentinos de Colonia Buenaventura, pretenden pasar
a margen izquierda Pilcomayo, que respetaron y siguen respetando como
boliviana.—Son recientes nuevas pretensiones.—Sírveles de pretexto para
reclamaciones, la pretendida existencia de un antiguo lecho del Pilcomayo, que
hoy no existe.—Afirman que actual Pilcomayo sigue curso de un riachuelo llamado
arroyo Ferreira que en todo caso habría sido un brazo del Pilcomayo.—Evidencia
verdadera es que caudal del Pilcomayo, tiene un curso patente
indiscutible.—Pretendido antiguo lecho del Pilcomayo, completamente perdido,
dicen que se desprendía quince kilómetros al sudeste de Guachalla.—Próximo
correo llevará informe detallado.—Anteriormente mandé Ministerio de
Colonización, plano del Pilcomayo detallados informes.—L. Trigo.”
En el anunciado informe expuse entre otros detalles, lo siguiente: En la
demarcación de los lotes de la colonia argentina Buenaventura, el río Pilcomayo
ha servido de límite infranqueable y legalmente respetado, aun en la región del
supuesto arroyo Ferreira, conceptuado natural y verdaderamente como propio río
Pilcomayo.—En las expediciones que hemos realizado por la margen izquierda del
Pilcomayo, hemos ocupado la ribera boliviana, frente a todas las estancias
argentinas de la margen derecha, evidentemente limitadas por este río de cauce
antiguo y lecho profundo, con márgenes bien determinadas.
Confirmo el oficio informativo elevado al Ministerio de Colonización, el 2 de
febrero de 1907,. Número 8.
En cumplimiento del pliego de instrucciones de 19 de abril, de 1905, y el
Decreto Supremo de 27 de diciembre del mismo año, ha sido fundada la Villa
Montes, en las Misiones de San Francisco Solano y San Antonio de Padua, que con
este fin fueron recogidas.
Este ha sido el primer caso en el Gran Chaco, en que se ha querido obtener la
realización de un noble esfuerzo civilizador y el cumplimiento de una
aspiración nacional, que desde muchísimos años atrás han sido entregados a la
labor de los misioneros cristianos. Han sido constituidas en pueblo boliviano
sometido a las condiciones generales de nuestra, administración, dos misiones
de indios chiriguanos.
Bolivia tenía la Indispensable e inaplazable necesidad de fundar un pueblo en
las márgenes del Pilcomayo, que sirva de centro a la acción colonizadora, y a
la nueva vida industrial y de intensa influencia nacional que hoy se
desenvuelve sobre aquel vasto territorio de la provincia del Gran Chaco.
El sitio elegido para fundar la villa Montes no sólo es el mejor, sino el único
de satisfactorias condiciones, en las riberas del Pilcomayo, por ofrecer las
seguridades de estabilidad, con terreno firme y libre de los avances del río.
Después de este sitio en el que los bordes del Pilcomayo son firmes y
resistentes; se presentan las riberas de este río con terrenos areniscos,
sumamente deleznables e inseguras:
En villa Montes se halla el mejor, si no es el único sitio, donde tendrá que
colocarse el puente del ferrocarril que en todo caso debe cruzar el río
Pilcomayo, para llevar la línea férrea que siguiendo de Ledesma, deberá pasar
por Yacuiba y villa Montes a Santa Cruz. Aquél es el sitio por donde pasa el
camino que liga la República Argentina con Santa Cruz, siendo de grande
importancia el cambio comercial de importación y exportación por allí
establecido.
Ya fueron abiertos el camino carretero de Yacuiba a villa Montes que debe
seguir hasta Santa Cruz, y el camino de herradura directo a Tarija.
Por la proximidad a la cordillera, son abundantes los materiales de
construcción, cal y piedra, así como las maderas de primera clase. Es fácil la
fabricación de ladrillo y teja, con la abundancia de excelente tierra
apropiada. Exceptuando las maderas, desaparecen estos elementos de construcción
a medida que se desciende el Pilcomayo.
Han sido instaladas dos escuelas de niñas y una de varones.
Se presta el Servicio médico y de botica, en condiciones satisfactorias.
Se protege decididamente a la población indígena compuesta, de chiriguanos y
matacos.
Fueron reparados los edificios públicos.
Se atiende el servicio de chalanas para el paso del río.
El comerciante señor Carlos Holzer, construye una casa, para la que ya tiene
invertidos en la preparación de materiales, la suma de cinco mil pesos. Esta
casa comercial ha expedido en villa Montes, en 4 meses, la suma de ocho mil
pesos.
La propaganda insidiosa de que pronto serán devueltas las ex Misiones de San
Francisco Solano y de San Antonio de Padua, a los P. P. Conversores,
concluyendo la existencia de villa Montes, ha impedido que se establezcan
algunas familias que solicitaron lotes.
Por los límites que debe tener este conciso informe, no me ocupo de la acción
que se ha dirigido insistentemente para combatir la nueva villa. A este
respecto confirmo mis detallados informes anteriores, Este asunto, demasiado
extenso, será tratado si llega el caso, ampliamente con la debida documentación
que existe en el archivo de la Delegación Nacional.
Aprovechando de excepcionales Circunstancias, los indios salvajes han dado
algunos golpes de mano, felizmente aislados, que fueron reprimidos Como lo
indicaba la prudencia. Cuando hubo suficiente fuerza en nuestras guarniciones,
reducidas Un tiempo a muy escaso número, por el retardo de las fuerzas de
relevo.
Son ampliamente satisfactorias las condiciones de perfecta salud en que se
desarrollan, en el territorio del Gran Chaco y riberas del Pilcomayo, las crias
ganaderas en general, dando una reproducción máxima. Háyanse libres del flagelo
de las epidemias que se presentan en otros territorios.
En especial informe han sido estudiadas las causas del éxodo de las razas
indígenas de los Departamentos de Tarija, Sucre y Santa Cruz, estableciendo las
diferentes condiciones en que a este respecto se halla la población chiriguana,
que es muy superior en civilización, y las particulares condiciones de las
demás tribus salvajes y nómadas del Pilcomayo. Se evitará la despoblación,
cuando se pueda ofrecer a los pueblos indígenas, dentro del propio suelo los
recursos y el trabajo que hoy van a buscar en otro país, Además hay otros
medios secundarios, que desde luego podrán ponerse en práctica, mejorando las
condiciones de administración protectora y de amparo para estas razas
inferiores.
Respecto a las Misiones sostenidas por el Colegio de Padres franciscanos de
Tarija, he elevado al ministerio de Colonización, los informes
correspondientes. Es incalificable la actitud de reacia oposición en que
pretendieron sostenerse los P. P. Conversores, al frente de las disposiciones y
leyes que determinan su regular acción, dentro de las funciones que les
encomienda el Estado.
Hoy ha mejorado mucho el servicio de las Misiones, con el espontáneo retiro de
algunos Conversores que se manifestaban heridos y enconados, los que han sido
reemplazados por sacerdotes jóvenes y de buena voluntad.
En conclusión
La Delegación de mi cargo ha avanzado por la margen izquierda del Pilcomayo,
fundando fortines, afianzando de manera estable nuestras posesiones,
reconociendo y estudiando el territorio para utilizarlo en seguida, y ligando
todos nuestros puestos ocupados, para que con fácil comunicación, se sostengan
los unos a los otros.
Se ha tomado posesión de nuestro suelo y se ha sometido a sus habitantes
salvajes, haciendo real nuestra soberanía y el imperio de las leyes de la
República en aquella alejada frontera.
La precisa indicación desprendida del conocimiento del terreno, de la actitud
pacífica de las tribus salvajes y de las comunicaciones fáciles por los caminos
que hemos dejado abiertos, así como por la navegación del Pilcomayo, que
permite el abastecimiento de víveres y de todos los demás medios necesarios, es
de establecer un baluarte próximo al último punto alcanzado, para llenar
debidamente los altos fines que persigue el Supremo Gobierno y dar sólida
firmeza a todas nuestras posiciones sucesivas del Pilcomayo.
Para establecer este último fortín, y sólo después de haber tenido conocimiento
de las condiciones en que puede navegarse el alto Pilcomayo, se presenta la
oportunidad de obtener con datos precisos, las lanchas a vapor apropiadas al
servicio en este río.
Con el importante plano levantado por él ingeniero señor Guillermo Herrmann,
que envíe al Ministerio de Colonias, se ha llegado a la solución satisfactoria
de que es posible sacar un canal de riego para la margen izquierda del
Pilcomayo, a la altura de villa Montes: importantísimo trabajo que daría a esta
villa las verdaderas condiciones de prosperidad y adelanto.
Mientras pueda realizarse esta obra de mayor importancia, debe darse riego a
villa Montes con pozos artesianos, sin pérdida de tiempo, para hacerla adecuada
a la colonización, atrayendo la inmigración europea y asegurarle también la
concurrencia de población nacional.
Con particular consideración y respeto, me suscribo de Ud., señor Ministro, su
obsecuente servidor.
Leocadio Trigo.