Plaza principal de Potosí, al fondo se observa el Cerro Rico. |
Por: Juan José Toro (*) / Tomado de:
Aunque existe desde tiempos inmemoriales y la ciudad
corresponde, históricamente, a los últimos tiempos, pocos accidentes
geográficos están tan vinculados a un conglomerado urbano como el Cerro Rico a
la Villa Imperial de Potosí.
Tan unidos están ambos en el imaginario popular que muchos
autores los confunden al referirse indistintamente a uno y otra.
Gunnar Mendoza apuntó que la admiración que causa el “rey de
los montes” ha motivado toda una “literatura apologética de Potosí que a partir
del descubrimiento del Cerro se fue renovando sin cesar hasta constituir toda
una modalidad expresiva. Monte excelso y su equivalente en quechua Súmaj Orkjo,
‘Vale un Potosí’, etc. son fórmulas mínimas de una retórica cuyo caudal corre
parejas con la cuantía misma de la plata extraída de los senos del Cerro, y que
acaba resonando con eco nostálgico en el apelativo de otras montañas y otras
minas (Nuevo Potosí, San Luis de Potosí, etc.) situadas a cientos y miles de
kilómetros”.
“La belleza de esta montaña dio motivo a exaltaciones
poéticas y a diverso comentario”, dijo, por su parte, el paceño Gonzalo Romero
Álvarez Guzmán. Desde Miguel de Cervantes, que dio lugar a la acuñación de la
frase “Vale un Potosí”, hasta Arturo Uslar Pietri, decenas de escritores se han
ocupado de ella.
Se podría llenar volúmenes enteros con las descripciones y
pareceres de cronistas y escritores. Están desde los laudatorios, como Bartolomé
Arzáns, hasta los críticos, como Eduardo Galeano. Tan famoso fue el Cerro Rico,
y tan famosa hizo a la ciudad que yace a sus pies, que, cuando se quería hablar
de riqueza extraordinaria, se decía que “Vale un Potosí”
Pero como Potosí formaba parte del Virreinato del Perú, la
frase se hizo extensiva a esa entidad territorial y se convirtió en “Vale un
Perú”. Y la frase llegó hasta el periodo republicano, cuando José Santos
Chocano escribió que “¡Vale un Perú! Y el oro corrió como una onda. / ¡Vale un
Perú! Y las naves lleváronse el metal; / pero quedó esta frase, magnífica y
redonda, / como una resonante medalla colonial”.
“Costar o valer un Perú o un Potosí o valer un imperio:
todas estas frases están relacionadas y aluden a las minas de oro y plata en
Sudamérica”, le dijo el autor del Diccionario de dichos y frases hechas,
Alberto Buitrago, a la periodista Analía Llorente de BBC Mundo.
El Perú era un emporio de riqueza y muchas de sus
construcciones destinadas al culto estaban adornadas con oro y plata. Los
cadáveres momificados de achachilas, particularmente de los incas, estaban
forrados en oro y eran objeto de veneración. Todos fueron objeto de saqueo por
parte de los españoles. “Viendo Pizarro tanto oro y plata por allí, creyó la
grandísima riqueza que le decían del rey Atabaliba”, escribió, por ejemplo,
López de Gómara.
“Aunque es el oro tan excelente y precioso, que poca
cantidad dél excede en valor a mucha materia de plata, todavía la mayor riqueza
que se saca en estas Indias al presente consiste principalmente en la plata,
por ser muchas minas por ser muchas más e incomparablemente más abundantes las
minas de plata que las de oro”, apuntó, a su vez, el jesuita Cobo.
Es cierto que en el Perú había otras minas de plata, como
Castrovirreyna, en Huancavelica, y Hualgayoc, en Cajamarca, pero ninguna llegó
a compararse siquiera con las de Porco y Potosí que fueron las que llenaron las
arcas de la corona española.
Además, la frase sobre la riqueza en exceso no hacía
referencia al Perú, en general, sino a la mina potosina en particular.
La prueba está en el capítulo LXXI de la segunda parte de la
obra cumbre de Miguel de Cervantes, “El ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha”, en el que se refiere a este diálogo entre el caballero de la triste
figura y su escudero, el de la esférica panza, a propósito de unos azotes que
este último habría de recibir a cambio de una paga:
—Agora bien, señor, yo quiero disponerme a dar gusto a
vuestra merced en lo que desea, con provecho mío; que el amor de mis hijos y de
mi mujer me hace que me muestre interesado. Dígame vuestra merced: ¿cuánto me
dará por cada azote que me diere?
—Si yo te hubiera de pagar, Sancho — respondió don Quijote—,
conforme lo que merece la grandeza y calidad deste remedio, el tesoro de
Venecia, las minas del Potosí fueran poco para pagarte; toma tú el tiento a lo
que llevas mío, y pon el precio a cada azote.
Como se ve, Cervantes pone, en labios de Don Quijote, su
parecer sobre la plata de la Villa Imperial, conocida por él solo por lecturas
y oídas: es tanta y tan abrumadora que es sinónimo de excesiva riqueza.
La mención de Potosí en la obra de Cervantes es repetitiva.
Poco antes, también en la segunda parte del Quijote, en el capítulo LX, vuelve
a mencionar a la ciudad, ya no solo al cerro o a sus minas, al referirse al
caballo de madera que unos duques ponen frente a Don Quijote y Sancho Panza,
asegurando que se trata de un corcel volador llamado Clavileño el Alígero, y
les instan a montarlo. El famoso caballero andante asegura conocer al animal e
incluso su procedencia: “De allí le ha sacado (el gigante) Malambruno con sus
artes, y le tiene en su poder, y se sirve dél en sus viajes, que los hace por
momentos por diversas partes del mundo, y hoy está aquí, mañana en Francia y
otro día en Potosí”.
Pero no solo hay referencias a Potosí en el Quijote. Una
investigadora de la obra de Cervantes, Adriana Arriagada de Lassel, dice que el
escritor convierte el nombre de Potosí en adjetivo en “El rufián dichoso”,
comedia escrita entre 1605 y 1615, en la que hablaría de “una mina potosisca”.
Pese al dato, varias revisiones a esa pieza teatral no permitieron encontrarlo.
Sin embargo, allí aparece este verso:
“¿No has visto tú por ahí
mil con capas guarnecidas,
volantes más que un neblí,
que en dos barajas bruñidas
encierran un Potosí?”.
Como para despejar cualquier duda al respecto, cada vez que
Cervantes habla de Potosí, lo hace para graficar mucha riqueza. Arriagada misma
lo dice: “Encontramos en Cervantes el uso de un vocabulario propio a las
circunstancias de la época: un ‘perulero’ es un español establecido en Perú,
pero es también un hombre rico y si algo vale mucho, vale un Potosí”. Así, en “La
entretenida”, don Ambrosio le dice lo siguiente a Cristina: “Amiga, por tu
industria y tu fatiga, este pobre premio toma. Y prométete de mí montes de oro,
que bien puedes” a lo que la aludida responde que “la menor de tus mercedes
suele ser un Potosí”. En la misma obra, el personaje Muñoz exclama “¡Qué bien
trazada quimera! Si ella llega a colmo, espero un Potosí de barras y dinero”.
En su última novela, Los trabajos de Persiles y Sigismunda,
publicada después de su muerte, Cervantes vuelve a citar a Potosí como mina, en
el capítulo noveno del tercer libro: “En esos dos baúles que ahí están, donde
llevaba recogida mi recámara, creo que van hasta veinte mil ducados en oro y
joyas, que no ocupan mucho lugar, y, si como esta cantidad es poca, fuera la
grande que encierra las entrañas de Potosí, hiciera della lo mismo que desta
hacer quiero”.
Ahí van no una ni dos sino hasta cinco muestras de que, al
hablar de una gran riqueza, Cervantes no se refería al Perú, en general, sino a
Potosí, en particular. Por eso, y no por otra cosa, incluyó a Charcas entre los
cuatro posibles lugares dónde desempeñar un cargo público y, concretamente,
pidió el corregimiento de La Paz.
“Pide y supplica humildemente quanto puede a V.M. sea
seruido de hacerle merced de un officio en las yndias de los tres o quatro que
al presente están vaccos, que es el vno la contaduría del nuebo Reyno de
granada, o la gouernacion de la probincia de Soconusco en guatimala, o contador
de las galeras de Cartagena, o corregidor de la ciudad de la Paz”, dice una
parte de la carta que el escritor envió al rey Felipe II el 21 de mayo de 1590.
La divulgación de este hecho dio lugar a que la Alcaldía de
La Paz declare “Corregidor perpetuo” de esa ciudad a Cervantes el año 1962.
En su El mundo desde Potosí, publicado en 2001, Mariano
Baptista aseguró que “Miguel de Cervantes quiso ser Corregidor de La Paz para
estar cerca de Potosí” y en septiembre de 2016, durante la Feria Internacional
del libro de La Paz, el investigador Andrés Eichmann confirmó esa teoría al
señalar que “Cervantes quería vivir en La Paz para encontrar ‘interlocutores
dignos de ese nombre’ y que entre esa ciudad, Potosí y Lima vivían por lo menos
once admirados escritores”.
“El investigador añade varios otros nombres de poetas que
vivieron en estas tierras, pero en Potosí, al sur de La Paz, que era una de las
urbes más pobladas del mundo debido a la plata de su Cerro Rico, que aún hoy
sigue explotándose”, dice la nota que añade que “en Potosí también pasaron un
tiempo Diego Mejía de Fernangil, que traduce al castellano ‘Las Heroidas de
Ovidio’; Diego de Ocaña, autor de la comedia ‘Nuestra señora de Guadalupe y sus
milagros’, y Enrique Garcés, traductor del ‘Cancionero’ de Petrarca, entre
otros”.
“Quizá el deseo de conocer Potosí fue lo que animó a
Cervantes para solicitar un cargo real en el Perú, que no logró”, agrega, por
su parte, Varela.
La investigadora española también se refiere al “Vale un
Potosí” de Cervantes y añade que “en uno de sus famosos sermones, un jesuita
portugués, el padre Antonio Vieira, soñaba con ‘un paraíso terrestre lleno de
flores (...) un Potosí, próspero’. Pero no sólo en la literatura ibérica
aparece Potosí como un sueño dorado; también en la inglesa la expresión ‘as
rich as Potosí’ se encuentra con frecuencia, y hasta el capitán John Smith, el
fundador de Jamestown en Virginia, declaró a un amigo en una ocasión: ‘No se
permita que lo ordinario de la palabra pescado lo desagrade, pues le
proporcionará algo bueno (…) oro como las minas de la Guayana o Potassie
(Potosí), con menos azar y carga y más certidumbre y facilidad’. En fin, la
reputación del Cerro alcanzó a los más lejanos confines de la tierra y hasta el
jesuita Mateo Ricci lo incluyó en su mapamundi chino con el nombre de Monte
Pei-tu-hsi”.
Entonces, no se trata de regionalismo simplón ni
chabacanería. Tal vez Potosí no haya llegado a ser el centro de la literatura
universal, pero, como se ha demostrado, inspiró incluso al autor más importante
del idioma español.
(*) Este texto es un fragmento del primer tomo de Literatura
y coloniaje, el libro que el autor publicará con motivo de la efeméride del 10
de noviembre.