Por: Freddy Tarcaya Gallardo - Estudió Sociología
en la UMSS. Tiene varias publicaciones de carácter histórico – social y
comunicacional. yacartafreddy@hotmail.com
La masacre se consuma a través de una maquinaria debidamente
concatenada y articulada, método coercitivo del Estado que se remonta a los
orígenes de las clases sociales. Cumple la función preservadora de intereses
económicos dominantes desde el Estado. En el caso boliviano, el ‘Súper’ Estado
de los “Barones del estaño” (Patiño, Hochschild y Aramayo) puede haber definido
en gran parte del siglo XX el rumbo político del país; el “Estado del 52” o
bien el “Estado neoliberal”, esencialmente protegen el capital y/o administra
la fuerza. De este modo muchas luchas mineras terminaron en masacres, que se
prolongaron hasta fines del siglo XX, más allá del régimen minero feudal.
Masacres del ‘Super’ Estado Minero Feudal
Masacre de Uncía: junio 4 de 1923
Los sindicatos buscan el ejercicio democrático liberal de
reivindicación obrera, pronto las demandas afectan el libre albedrío sobre la
plusvalía; el capital y el trabajo destilan sangre, dolor y luto. En ese
contexto el 1º de mayo de 1923 en Uncía, luego de una marcha, los mineros
fundaron la Federación Obrera Central Uncía (F.O.C.U.) la misma que
inmediatamente pugnó su reconocimiento y la reincorporación de los despedidos,
de la “La Salvadora” y “Llallagua”. Las empresas negaron la demanda y el
gobierno decretó Estado de Sitio. El 2 de junio se movilizaron hacia Uncía los
regimientos Sucre, Ballivian, Camacho y el Batallón Técnico. Se abrían las
puertas de la masacres.
El 4 de junio en la subprefectura apresaron a los
dirigentes, los mineros rápidamente se concentraron en la Plazuela Alonzo de
Ibañez, Gumercindo Rivera Vicepresidente de la FOCU, pidió que la multitud se
disperse. La masacre cayó implacable sobre los trabajadores. Trifonio Delgado
afirma: “La tropa disparó (…) contra la masa proletaria (…) una lluvia de plomo
y fuego había talado la fila delantera del pueblo, el primero en caer fue
Leiza, (…). Al cabo de unos instantes la plazuela (…) ofrecía un aspecto
desolador, mucho más horrible que un campo donde se hubiese librado una gran
batalla, de pronto entre el tendal de muertos y heridos apareció una mujer
dando alaridos y que, echando un furibundo anatema, pugnaba por llevarse a su
marido muerto. Fue acallada por la potente voz de los mausers y cayó herida.
Era Aurelia Tapia de Leiza…” (Lora, 1969: 395). Murieron siete obreros y
quedaron varios heridos, tras la matanza circuló la versión de que muchos cuerpos
desaparecieron en los candentes hornos de Catavi.
Masacre de Catavi, diciembre 21 de 1942 1
El 30 de septiembre de 1942 el sindicato solicitó aumento
salarial, en respuesta, el gobierno, ha pedido de la Patiño, el 13 de diciembre
declaró Estado de Sitio y apresó dirigentes. Los trabajadores declararon
huelga, manteniéndose incólume hasta el 21 de diciembre, ese día marcharon
exigiendo atención a sus demandas. “El grueso de los manifestantes se
descolgaba de Siglo XX. Los jefes militares ordenaron emplazar ametralladoras
en la planicie (…) los soldados abrieron fuego sobre la multitud. Eran las diez
de la mañana (…). Los trabajadores se desbandaron y buscaron refugio donde
pudieron. Los disparos continuaron hasta las tres de la tarde. Siguiendo una
vieja costumbre los manifestantes llevaban en las primeras filas a mujeres y
niños, (…). ‘A la cabeza (…) estaba una anciana que llevaba la Bandera (…)
recibió la primera descarga de metralla cayendo envuelta en los pliegues de la
tricolor’…” (Lora, 1980: 377, 378). La planicie se conoce, como los Campos de
María Barzola en honor a la acribillada. Los muertos ascendieron a veinte y
fueron heridos cuarenta.
Masacre de Potosí: enero 28 y 29 de 1947
Cuando gobernaba Enrique Hertzog, el Prefecto de Potosí
Abelardo Villalpando, desató la “Masacre de Potosí” en la que decenas de
mineros fueron acribillados, al considerarlos fascistas. El crimen fue
consecuencia de un fallo de la Corte Suprema de Justicia, que negaba la
indemnización a un trabajador por retiro voluntario. El país urbano se vio
envuelto en protestas y detenciones. Al atardecer del 28 de enero el Sindicato
de Metalurgistas de la empresa ‘Unificada’ de Mauricio Hochshild, marchó para
pedir la liberación de sus dirigentes, la policía respondió disparando a los
obreros. Al día siguiente “… los (…) mineros quemaron muchos cartuchos de
dinamita, atemorizando a las autoridades (…), las que dispusieron que las
fuerzas de policía disparasen sobre la multitud minera enfurecida, cayendo
varias decenas de muertos y heridos,….” (Valencia, 1988: 2046). Las
movilizaciones y la masacre, serían el preludió de otro crimen capitalista que
anunciaba la eclosión revolucionaria del 52.
Masacre de Siglo XX: mayo 28, 29 y 30 de 1949
El sindicato reclamó aumento salarial y el cumplimiento de
un laudo arbitral, por el pago de desahucios e indemnizaciones a los
despedidos. En la mañana del 28 de mayo la empresa “Patiño” convocó a la
dirigencia a negociar, sin embargo, fueron detenidos y desterrados a Chile. Al
medio día se declararon en huelga y la represalia obrera procedió a secuestrar
funcionarios. Decían ellos: “Tenemos apresados treinta y tres gringos como
rehenes y los tendremos hasta que regresen nuestros dirigentes, en caso
contrario pagarán con sus vidas este nuevo abuso del gobierno...” (Lora, 1980:
647). Abalanzada la represión los mineros fusilaron a dos empleados
norteamericanos y un boliviano.
A las 4:30 de la tarde “… los regimientos ‘Colorados’,
‘Andino’, ‘Camacho’ e ‘Ingavi’, dos de infantería, uno de caballería y otro de
artillería, con más de un regimiento de carabineros con 1.500 soldados,
atacaron el campamento (…). Los trabajadores (…) lograron contener el asalto de
las tropas combinadas del ejército (…). Al día siguiente (…) –era domingo-, ya
no hubo un nuevo asalto, sino que el ejército comenzó un bombardero sistemático
del campamento de Siglo XX, causando muchas bajas entre mineros y demoliendo
muchas casas -el lunes-(…) 30 de mayo, después del ‘ablandamiento’ de la
artillería, se efectúo un nuevo asalto general (…) penetrando casa por casa en
el campamento de los obreros.” (Valencia, 1988: 2090, 91). Se terminó
masacrando “… doscientos o trescientos obreros (el gobierno reconoció que
murieron 144 y fueron heridos 23)...” (Lora, 1980: 649). El hecho trajo críticas
de la prensa a los “azuzadores” de la acción obrera, la mentalidad colonial de
los “periodistas” al servicio de la patronal guardó silencio sepulcral por los
mineros muertos.
Masacres del “Estado del 52”
La huelga de mayo de 1965: masacre en los campamentos
El 4 de noviembre de 1964 el vicepresidente René Barrientos
derrocó al presidente Victor Paz Estenssoro. Frente al nuevo gobierno
antiobrero, el 12 de mayo de 1965 los sindicatos pactaron luchar por conquistas
sociales, tres días después Lechín fue desterrado al Paraguay, la COB
desencadenó una huelga general. El 16 de mayo las minas se habían
insurreccionado. La huelga ocasionó una dura represión “En La Paz fue acallada
a morterazos la radio Fabril Continental; en el asalto al local de los
constructores fue asesinado el dirigente Arce. Siglo XX soportó toda la furia
de los regimientos que fueron enviados (…). Milluni fue previamente bombardeado
por la aviación y luego las tropas regulares tuvieron que combatir contra los
trabajadores que habían levantado trincheras en defensa propia (…) cayeron
cientos de obreros. Kami fue (…) ocupada con la finalidad de decomisar el
armamento que había acumulado el sindicato. En Siglo XX los soldados ingresaron
a todas las viviendas, destriparon los colchones y requisaron los baúles y los
techos en busca de armamento…”. (Lora, 1980: 46, 47).
La masacre alcanzó al Consejo Central Sud de la COMIBOL
ubicada en la provincia Sud Chichas, que albergaba a Quechisla, Tatasi,
Telamayu, Ánimas, Santa Ana y otros campamentos. Mientras el 23 de mayo la
huelga caía en ocaso, Radio “23 de Octubre” de Telamayu informaba que, “… a
Hrs. 7:45 había comenzado el ataque del Regimiento Loa (…). A las 10:15 se
producía un combate encarnizado entre el ejército y los mineros (…) ya se
estaba luchando en las cercanías del cementerio de Atocha ‘con otro grupo del
mismo regimiento, una de cuyas fracciones se suponía avanzaba sobre Telamayu’.
A las 10.18 se generalizó el ataque militar en todo el sector de la Cumbre,
Chocaya y Atocha, (…). Esa emisora sostuvo que hasta ese momento habían ya
siete obreros muertos, decenas de heridos y habían sido tomados presos
dirigentes y obreros de base.” (op.cit.: 49,50).
El objetivo del gobierno implicaba acabar con los
sindicatos, los cuales se diferenciaron del nacionalismo y recorrían su propio
camino. Los intereses imperiales chocaban con los obreros organizados “Los
norteamericanos utilizaron a los militares sin que por ello hubieran resuelto
el problema del poder. Tuvieron que recurrir a la masacre, una vez, dos, tres
veces. En Mayo se los ve intervenir claramente (…). El ejército nacional va
asimilando así el papel de la legión romana. (…) ¡Y hasta toma los distintivos
del ocupante! El uniforme de boina verde que Barrientos vistió (…) es más
elocuente…” (Almaraz 2009: 495). En los acontecimientos de mayo se dictaron
leyes antiobreras, militarizaron las minas, ilegalizaron sindicatos,
despidieron dirigentes, rebajaron salarios hasta un 40%, los rebeldes fueron
sometidos al régimen penal militar.
Masacres durante El Régimen de René Barrientos Ortuño
Masacre de Siglo XX y Catavi: septiembre 19, 21 y 22 de 1965
Los mineros articularon “sindicatos clandestinos” y mientras
se preparaba una huelga de 48 horas por la reposición salarial, Isaac Camacho
que “… vivía al margen de la población de Llallagua, a orillas del río
Chaquimayu, se fue directamente a su casa (…). Pudo ver a su compañera Pilar,
su hija y su anciana madre…” (Escobar, 1984: 64). Había pasado dos meses en la
mina sin ver el sol, dejó su refugio el 19 de septiembre. Fue detenido y
trasladado a Oruro, enterados los mineros marcharon por su libertad, la policía
dio muerte a tres obreros, el día domingo 20 pasó sin acontecimientos.
“El lunes los trabajadores ingresaron (…) a interior mina.
(…), pero tal era el estado de ánimo (…), que una vez que abandonaron las
jaulas (…). Se produjo un asalto a los polvorines de la mina. (…), salieron por
la bocamina principal de Cancañiri. Toda la primera punta bajó en manifestación
hacia el local sindical. Se habían transformado en un ejército. (…), al pasar
por las secciones del exterior, (…) los trabajadores se plegaban a la marcha
(…), y conminaron a los militantes de la Tendencia obrera a desenterrar las
armas que habían comprado César e Isaac2. Cerca de mil cartuchos y 85 carabinas
M-1 eran distribuidas….” (op. cit.: 65).
Incendiaron la policía y las sombras de la oscuridad
cubrieron los campamentos, una tregua no acordada se estableció; la noche
sirvió para que el ejército reciba pertrechos y refuerzos, al amanecer del
martes 22 septiembre, “… llegó el regimiento Manchego de (…) Santa Cruz (…), la
fuerza aérea hizo una incursión sobre los campamentos mineros: durante horas
vomitaron sus ametralladoras punto 50 para proteger el avance de sus tropas. Se
libraron combates en todos los frentes (…). El ejército retomó los distritos
(…) después del medio día (…). Los mineros perdieron 30 de sus camaradas, 200
heridos, entre ellos muchísimos niños y amas de casa, como producto del fuego
de los aviones.” (op. cit.: 66,67). Luego de la masacre 600 familias quedaron
huérfanas de sustento. Diría Almaraz “Si las masacres de mayo y septiembre
hubieran resuelto algo, no asociarían la estupidez al crimen.” (2009: 523). Los
“boinas verdes” de Barrientos coronaron su victoria.
Masacre de San Juan: junio 23 de 1967
Al contexto se asoció el Ejército de Liberación Nacional, el
23 de marzo de 1967 emergía la presencia del “CHE”. Los mineros batallaban por
la reposición salarial y las conquistas sociales conculcadas en mayo.
Barrientos tenía el objetivo de acabar con el “comunismo internacional”.
El 6 de junio una asamblea minera declaró “territorio libre”
a Huanuni. Para el 24 la Federación de Mineros determinó la realización de un
ampliado, en las vísperas llegaron delegaciones de universitarios y fabriles.
Fogatas encendidas y libaciones reunían a los trabajadores, el regimiento
Rangers y la policía ocupaban Siglo XX, Catavi. Al amanecer “Se escucharon
disparos de fusiles, ametralladoras y explosiones de dinamita, -las hordas
represivas- descendieron por las faldas del cerro San Miguel, con intermitentes
disparos, que continuaron hasta las 6 y 30 horas (…). Al aclarar el día se pudo
observar que la mayoría de muertos y heridos eran moradores del campamento ‘La
Salvadora’ que se dirigían a cumplir la primera punta. (…). Las sirenas de las
ambulancias hacían estremecer el ambiente y los centenares de heridos y decenas
de muertos eran recogidos y llevados a Catavi. (Lora, 1980: 75-77). El 25
enterraron a los caídos, 30.000 voces repudiaron la masacre. Se impuso la purga
y persecución, Barrientos justificó la matanza argumentando que las minas eran
el foco de subversión.
Masacre durante el Golpe de Estado del Cnl. Hugo Bánzer
Suárez
Era el tiempo de una franca situación revolucionaria que
apuntaba a la expropiación de las minas, así fue que mientras la Asamblea
Popular preparaba el decreto de nacionalización de los medios de producción,
devino el golpe contrarrevolucionario y fascista del entonces Coronel Hugo
Banzer Suárez, el 21 de agosto de 19713.
El sábado 21 los mineros de Siglo XX y Huanuni decidieron
partir hacia Oruro a fin de concurrir a una marcha convocaba por la Federación
de Mineros, enterados de que un tren cargado de armas con el regimiento Loa se
movilizaba desde Uyuni a Oruro para pertrechar al golpe, una parte de los
trabajadores se lanzó al asalto para armarse.
“… a horas 9, (…) en las proximidades de la estación de
Machacamarca se libró una batalla desigual. Ciento cincuenta soldados armados
hasta los dientes resguardaban el convoy y los obreros sólo contaban con cinco
fusiles y veinticinco proyectiles. La Operación sorpresa fracasó y el choque
arrojó cuatro muertos (fue identificado rápidamente el joven porista Ramón
Troncoso) y varios heridos.”(Lora, 1980: 280, 281).
El 22 la ciudad de Oruro fue ocupada por las fuerzas
golpistas, en las cercenáis de Vinto un “… enfrentamiento de trabajadores
mineros con las fuerzas del ejército del día domingo 22, a horas 17, dejó por
lo menos 8 muertos y 27 heridos (…), a seis kilómetros de esa ciudad, (…)’. En
el choque, (…) participaron unos 1.500 mineros venidos de Siglo XX y Huanuni,
en cerca de cuarenta camiones, contra el Rangers (Challapata) y “el Batallón
Divisionario y del Centro de Instrucción de Operaciones en la Selva, llegaron
fuertemente armados de Riberalta...” (op.cit.: 273).
Banzer, que fue Ministro de Educación de Barrientos,
expresaba de mejor manera la vocación fascista de la derecha militar, diría él:
“Si encuentran un comunista, tráiganmelo, yo me encargaré personalmente de ese
agitador”. Fiel al mandato norteamericano reprimió selectivamente a los opositores
de izquierda, en siete años de dictadura la generación revolucionaria de los
70, acabó en la tumba, el destierro, la tortura y la desaparición. Consumó
también la masacre del Valle alto cochabambino en 1974.
Masacres durante El Golpe del Gral. Luís García Meza
Tejada
El 17 de julio de 1980 Luis García Meza y Arce Gómez
instauraron un régimen dictatorial narcotraficante. Los sinónimos políticos de
este proceso: apresamientos y asesinatos. El golpe centró la represión en las
minas, se sostenía la huelga general e indefinida, los mineros eran el bastión
de la Central Obrera Boliviana y el Consejo Nacional de Defensa de la
Democracia CONADE.
Consejo Central Sur y Huanuni
La cadena de radios mineras coordinaba el desacato a la
dictadura. En Tupiza “La noche anterior en cumplimiento de un plan, se enviaron
más de dos escuadrones (…) al mando del My. Luís Cossio Viruez, (…), hacia
Atocha desde donde se dirigirían las acciones para controlar a los mineros del
IV de la COMIBOL…” (Lanza, 1995: 21). Instalada la guarnición “El 19 de julio a
horas 15:30 (…) empezó el combate (…) en proximidades de Animas. La emisora
‘Animas’ hacía insistentes llamados a la unidad, mientras su transmisión tenía
el fondo (…) de los nutridos disparos (…) ingresaron (…) a la emisora destruyéndola
(…) una mujer en estado de gravidez les salió al frente (…) con una bandera
nacional (…), la mataron…” (ASOFAMD, 1997: 141). Hubo detenciones muchos
murieron torturados, se contabilizaron cinco muertos entre ellos una niña
acribillada, se reportó heridos, secuestraron cuerpos y hubo desaparecidos.
“Los militares – decía Emilio Lanza -estábamos convencidos de que había llegado
la hora de poner verdadero orden en el país a pesar de aquellos elementos del
P.O.P. (Partido de Oposición Permanente)…” (Lanza, 1995: 22). El entonces
comandante del Regimiento Chichas revelaba una quijotesca paranoia ideológica.
El 20 de julio un violento ataque con tanques de guerra y
metralla acalló radio Huanuni: “En esta incursión (…) que perpetraron los
militares sin el menor respeto ni consideración para con las mujeres y niños,
ni siquiera por la enseña nacional, perdieron la vida – ocho pobladores –
resultando heridos varios…” (ASOFAMD, 1997: 122). Después de los hechos hubo
detenciones y abusos.
Caracoles, Viloco y Siglo XX
Después de 17 días de huelga Caracoles resistía la presencia
uniformada. “El enfrentamiento comenzó el 3 de agosto a las 10 de la mañana (…)
–posteriormente- se anunciaba dos muertos por bando en un combate que duró 4
horas. Al día siguiente (…), a las 5 de la madrugada el Regimiento ‘Max Toledo’
de Viacha, el Tarapacá de La Paz y el Camacho de Oruro, apoyados por la
aviación atacaron el distrito (…). Muchos perdieron la vida, no se sabe el
número exacto aunque se dio los nombres de 11 muertos, 17 heridos y 14
desaparecidos. (…). Saquearon viviendas, golpearon a los niños, violaron a
mujeres y a niñas (…) se fueron cargando a muertos y heridos en tres caimanes…”
(op.cit.: 104, 105).
El ejército desplegado a Viloco chocó con un bloqueo en
Atoroma de “…14 ‘caimanes’, tanques y artillería –incluso pesada– empezaron a
masacrar (…) cayeron víctimas de la bala asesina muchos compañeros (…) Santiago
Huanca Quispe y Rigoberto Calle Jimenez (…) previamente fueron torturados (…)
tenían hundidas las cabezas (…) fueron baleados para disimular…” (op.cit.:
115,116). El objetivo de acallar la radio minera se hizo realidad tras una
penosa represión.
Siglo XX y Catavi: los militares tenían en Catavi una
guarnición enclavada en “territorio minero”. Fue atacada en la noche y murió un
soldado, los militares se escabulleron hacia Uncía donde se pertrechó el
ejército. La comandancia “…ordenó el avance, a plena luz del día, sobre el
campamento de Miraflores. Los soldados disparaban contra puertas y ventanas de
las casas. Allí murieron (…) ocho personas, ninguna de ellas en combate…”
(op.cit.: 130). Así acabó la resistencia minera.
Masacre durante el ‘Estado Neoliberal’
Masacre de Navidad 19, 20 y 21 de diciembre de 1996
La compra de Amayapampa a Raúl Garafulic y Capasirca a Fabián
Yacsic por la compañía Dacapo, luego Vista Gold (4), generó amenazada de
despidos. El 30 de julio los mineros de Capasirca ocuparon la mina y
resolvieron explotarla, la transnacional requirió a la policía el 14 de
noviembre para restituir la propiedad, pero fue repelida por los obreros. En la
mañana del 17 de diciembre, el ampliado de Ayllus y mineros en Amayapampa,
también expulsó a la empresa. El 19, policías y militares se abalanzaron sobre
la mina. Sánchez de Lozada no toleraría la osadía.
De Uncía a Lagunillas, los uniformados marcharon sin
inconveniente hasta la serranía que conduce a Amayapampa. Luego se enfrentaron
a los mineros hasta las cercanías de la mina donde hubo tregua. A las 2 a.m.
empezó el estruendo de disparos, gases y dinamitas, murieron Santos Ossio,
Miguel Choque y el dirigente de la Federación de Mineros Galo Luna, quien se
encontraba en la comisión que estableció la tregua con el Comandante Willy
Arriaza; recibió dos balazos. Los heridos quedaban desparramados, indígenas y
mineros que escapaban de los disparos observaban la forma en que sus compañeros
caídos en desgracia eran maltratados. También caía asesinado por una patrulla
militar Marcial Calle de 25 años, un proyectil le atravesó el omoplato y le
destrozó el corazón, cumplía labores agrícolas. Murieron asimismo Marcelino
Calle y Froilán Ramírez, Gregorio Carlo, herido de bala, falleció el 24 de
diciembre hospitalizado.
El 20, en Llallagua, un ampliado de la COB declaró una débil
huelga general. A las 10: 20 por órdenes del Gral. Arriaza, una fracción del
G.E.S. de La Paz, Potosí y miembros del ejército, retornaban de Amayamapa a
Uncía, para proceder al asalto de Capasirca. La caravana fue interceptada por
pobladores a la altura del cerro Kellu K’asa, en el enfrentamiento murió el
Cnl. Eduardo Rivas.
En Llallagua, el regimiento Braun pretendía penetrar a la
población (5) “… alrededor de las siete, (…). En la zona había un ambiente
tenso (…), el cual fue roto, por la detonación de gases lacrimógenos y
explosiones de dinamita, (…) de pronto (…) un coro marcial y estruendoso de
balas anunciaba la muerte, (…) cayó Wilmer González, (…) de 15 años de edad,
(…), su intrepidez le costó la vida, una bala atravesó su frágil cuerpo. José
Espinoza de 42 años (…) murió alcanzado por las balas. (…) Heridos quedaron
Sandro Negreti de 19 años, Hilarión Martínez de 30, René Quispe de 33, Eusebio
Salvatierra de 36 y Andrés Choque de 37 años,….” (Tarcaya, 2001: 116,117).
El día 21, cerca de Amayapampa, los pobladores habían pasado
dos noches en la intemperie, entumecidos y hambrientos. Al amanecer les
sorprendieron con disparos, fueron heridos Froilán Ramírez de 22 años, Felix
Chuca de 45, Rosendo Osorio, Víctor Torres, también fue herida Ercilia López,
enfermera cooperativista que falleció desangrada. El 22 cuando los uniformados
se aprestaban a asaltar Capasirca, la COB, pese a la negativa obrera, firmó un
acta de entendimiento con el gobierno.
Las masacres mineras del siglo XX se desarrollaron en el
espacio y tiempo inherente al proceso histórico de cada coyuntura donde el
Estado fue el protagonista principal. La concatenación de las causas,
antecedentes y fenómenos, que desencadenaron los fatales hechos del siglo
pasado, se constituyen en elementos que manifiestan la pugna de clases, donde
los subyugados recogieron y enterraron sus muertos en sucesos luctuosos. Así,
las colectividades sociales protagonizan el fuego vivo e indeleble de la
historia social.
Notas
En memoria de la masacre del 21 de diciembre se instituyó el
día del minero boliviano en homenaje a los caidos y como testimonio histórico
de la lucha de los trabajadores.
Cesar Lora e Isaac Camacho, militantes del POR, organizaron
sindicatos clandestinos en su labor; el primero fue asesinado el 29 de julio de
1967, Isaac presenció su muerte. Camacho, como emergencia de la Masacre de San
Juan, ocupó el cargo de Secretario General de la FSTMB, detenido el 1º de
agosto del 67, fue desaparecido. Cesar Lora, “después de las provocaciones de
mayo, propuso a la FSTMB colocar a miles de guerrilleros en la cordillera, como
única forma de neutralizar la capacidad de fuego del ejército armado y
organizado por los yanquis.” (Saenz, 1969:34).
El régimen “Cívico Militar” instaurado tuvo como método de
gobierno, el asesinato selectivo de los opositores, asevera Gallardo: “...
Bánzer y sus hombres aplicaron (...) un sistema represivo intensivo y extenso,
que copó toda o casi toda la actividad nacional, y solamente los grupos afines
al régimen se salvaron de la procacidad violenta ejercitada en forma
sistemática al conjuro de la doctrina de la seguridad nacional norteamericana
impuesta en todos los países del cono sur. De acuerdo con estas teorías, se
practicó un sistema por el cual el enemigo político izquierdista tenía estas
opciones: el silencio absoluto, la cárcel, el destierro o la muerte.” (1984:
487)
Los Yaksic vendieron Capasirca a medio millón de $us. La
transacción se realizó en Cochabamba en marzo de 1996 ante la Notaría de
Hacienda y Minas. La DACAPO también compró de Garafulic Amayapampa en
1’200.000.00 de $us., sobre el precio final, se especuló evasión impositiva.
Gonzalo Trigoso sobre el intento de asalto a Llallagua dice:
“Es que Llallagua era un objetivo militar de primera importancia para el
gobierno. Desde allí se organizaba la defensa por parte de los dirigentes,
desde allí salían vituallas y alimentos para los combatientes, allí se
concentraban y formaban contingentes del pueblo y cooperativistas que salían a
la zona de conflicto, y de allí se remitía el material necesario para la
defensa y también estaban los hospitales y la medicina, así como las
ambulancias. Tomar Llallagua hubiera sido aislar a los defensores de
Amayapampa…” (1998: 21).
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