Edwin Flores Aráoz / Publicado en el periódico La Razón el
10 de mayo de 2015.
El 10 de mayo se convirtió en un día consuetudinario para
homenajear/festejar a los hombres y mujeres profesionales de la información y
la comunicación, en una jornada de reflexión en torno a las esperanzas y
desesperanzas que genera esta profesión en su cotidiano desarrollo.
A la hora de establecer los orígenes del Día del Periodista Boliviano
(10 de mayo), los pocos escritores que se ocuparon de la historia del
periodismo —Gabriel René Moreno, Carlos Montenegro, Eduardo Ocampo, Gerardo
Irusta y Ángel Torres— hacen una recurrente referencia a las adversidades y
glorias de un redactor que fue fusilado hace 150 años por sus ideales,
expresados en los diarios de la época.
Otros investigadores y la mayoría de los dirigentes del
gremio toman como referente el decreto ley firmado por el entonces presidente
Germán Busch, un día como hoy, hace 73 años. Lo cierto es que en ninguno de
esos episodios se emitió documento declaratorio alguno sobre dicha
conmemoración.
Veamos algunos hitos de ese contexto. Cuando el vecindario
de la plaza Murillo temblaba de espanto frente a más de 50 cadáveres
amontonados como leña en la acera de la cárcel de Loreto (hoy Parlamento) la
voz enérgica de un periodista retumbó en el lugar denunciando al autor de
semejante matanza: “¡Plácido Yáñez, asesino!” Era la primavera de 1861, hace
casi un siglo y medio.
Cuatro años después, en marzo de 1865, el mismo periodista
participó en La Paz del ingreso triunfante de Manuel Isidoro Belzu, recibido
por una multitud impresionante, y vio cómo mujeres, hombres y niños se
arrodillaban ante el “Tata Belzu” disputándose la gloria de besar sus manos.
Había comenzado una revolución contra el dictador Mariano Melgarejo,
aleccionada por los escritos de este informador cotidiano.
Era Cirilo Barragán, abogado y redactor de los periódicos
Oriente y El Juicio Público, desde donde denunciaba al colonialismo y a la
oligarquía de la época que sustentaban al gobierno de Melgarejo. Declarado
enemigo del régimen, fue perseguido, apresado y fusilado públicamente sin
proceso judicial de por medio.
De este héroe del periodismo boliviano que pagó con su vida
la incansable lucha por la libertad y la defensa de los intereses del Estado,
en su obra Nacionalismo y Coloniaje, Carlos Montenegro asegura que “es el
primer mártir de la prensa política boliviana… dándose a la muerte en
holocausto por la libertad de pensamiento escrito”. Desde entonces, el gremio
recuerda estos episodios para rendir homenaje a los informadores que escriben
la historia de todos los días en medio de adversidades.
Tal es la importancia histórica de este protagonista del
periodismo de denuncia que en abril de 1952, días después de la Revolución
Nacional en una conferencia dictada en la Asociación de Periodistas de La Paz
(APLP), Montenegro se refirió a Barragán como el “arquetipo de dignidad y
orgullo nacional que ejerció la abogacía con la pasión del buen periodista y
practicó el periodismo con el desinterés del buen abogado” porque lo hacía con
certeza y energía contra el espíritu dominador del coloniaje, valores que no
eran comunes entre los colegas de su tiempo.
Aunque militó en la corriente belcista, en sus escritos
Barragán sostenía que “los partidos, los envenenados partidos… son el enemigo
capital de los verdaderos intereses nacionales…”. Era intolerante con la
corrupción y fue uno de los pocos de su profesión que se “alzó” mediante sus
textos periodísticos contra los fusilamientos públicos de Yáñez, por lo que fue
recordado como el acto “más heroico del periodismo boliviano”. Montenegro
rememoró que el odio de Melgarejo hacia el periodista incisivo “rondaba como
una aura de la fatalidad, como el acoso tenaz del tigre”. “Era tal vez el único
enemigo invicto ante él, inexpugnable por el terror o el soborno de aquel
gobierno”. Esa —dijo— era la lección que dejó a sus colegas de todas las
épocas. “Esa lección salió desde la cátedra del patíbulo en el que se lo
fusiló. Desde ese día, el periodismo boliviano fue dotado por la historia con
un calvario y un Jesucristo”.
En esas circunstancias, el protagonista de esos rasgos
históricos se convirtió en el símbolo de la entereza del periodismo, la defensa
permanente de la libertad de expresión, de los intereses nacionales y en el
motivo de homenaje a los trabajadores de los medios de las generaciones
posteriores. Los historiadores no han podido precisar la fecha del fusilamiento
de Barragán, aunque algunos (Gabriel René Moreno y Gerardo Irusta) consideran
que aquella ejecución ocurrió en marzo de 1865. De lo que sí hay certeza es que
no fue un 10 de mayo.
Siete décadas después, el 10 de mayo de 1938 fue aprobado el
Decreto Ley N° 10/05/38 por el presidente de la junta militar de gobierno,
teniente coronel Germán Busch, con la finalidad de otorgar derechos sociales a
los trabajadores del sector y de crear la Caja Nacional de Jubilaciones,
Pensiones y Montepíos de Periodistas. Esta norma, que no fue aplicada y duerme
en los archivos, en ninguno de sus 24 artículos “institucionaliza” ni “declara”
expresamente el Día del Periodista Boliviano; en realidad no existe documento
alguno al respecto.
No obstante de ello, el 10 de mayo se convirtió en un día
consuetudinario para homenajear/festejar a los hombres y mujeres profesionales
de la información y la comunicación, en una jornada de reflexión en torno a las
esperanzas y desesperanzas que genera esta profesión en su cotidiano
desarrollo.
Y hoy, merecen un justo homenaje los periodistas que
exorcizaron y exorcizan los fantasmas de la Ley Mordaza —políticos coloniales,
oligarcas, neocoloniales, autocráticos y seudo demócratas— que de tiempo en
tiempo se asoman a las mesas de redacción con la finalidad de afectar la
consistencia granítica de la libre expresión, considerada como la piedra
angular de las libertades, garantías, obligaciones y derechos establecidos por
la Ley de Imprenta, norma vigente y reconocida por la Constitución.
Son también merecedores de una distinción los que a lo largo
de los años evitaron que la libertad de pensamiento, opinión, información,
interpretación y comunicación sea borrada del mapa jurídico para debilitar la
fuerza orientadora y fiscalizadora de los medios/periodistas y el derecho de la
sociedad a conocer la verdad de los hechos, que los más fuertes quieren
mantener oculta.
Las y los periodistas que en esta coyuntura política
enfrentaron y sufren presiones de los poderes políticos, económicos, sociales y
mediáticos; los que fueron o intentaron ser “escarmentados” con procesos en los
tribunales y que hasta fueron encarcelados por practicar un periodismo
investigativo para informar, orientar y fiscalizar a los que abusan, vulneran
los derechos humanos y saquean las arcas del Estado, también merecen un abrazo
en esta jornada conmemorativa.
Entonces, es imperativo que los periodistas de hoy y mañana
conserven activada la defensa de la libertad de expresión mediante el poder de
la palabra y la acción contra los que pretenden mantener un estado de impunidad
a través del control de medios y la supremacía de la palabra del poder.
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