Por Alicia Navía Mier – Periodista / Publicado en el periódico
La Patria el 29 de mayo de 2011.
El Primer Grito Libertario del 25 de mayo de 1809, fue uno
de los hechos más importantes para Bolivia y América Latina porque un grupo de
patriotas decidió poner fin a más de tres siglos de opresión y dominación colonial,
acto que fue preámbulo de los gritos libertarios en varios otros países a
partir de 1810.
Este hecho surgió a raíz de algunas noticias, que llegaban a
esta parte del continente donde daban a conocer sobre la invasión y traición de
las tropas francesas dirigidas por Napoleón Bonaparte contra España con el
pretexto de llegar hasta Portugal.
Las noticias que circulaban a nivel de nuestro continente
preocupó a las autoridades americanas, que en muchos casos no sabían cómo
reaccionar, si apoyar al Rey de España o apoyar al nuevo Rey Francés, o luchar
contra los invasores franceses.
De esta forma llegaron noticias hasta la Audiencia de
Charcas de que Carlota Joaquina hermana de Fernando VII y que pertenecía a la
monarquía portuguesa, tenía la intención de ingresar a nuestro territorio para
gobernar en representación de su familia hasta que ellos fueran liberados.
A raíz de este tipo de comentarios y noticias surgió la
preocupación de la población que provocó que el 24 de mayo de 1809 el regente
de la Audiencia de Charcas José de la Iglesia, convoque en forma extraordinaria
al Tribunal a una reunión en su domicilio donde se debería tomar medidas de
precaución para que se respeten sus derechos.
El 25 de mayo, el padre Félix Bonet, provincial de Santo
Domingo junto al capitán Santiesteban previno de esta reunión al presidente de
la Audiencia de Charcas, Ramón García Pizarro sobre la conspiración y acuerdos
secretos que se gestaban, para evitar la posibilidad de ser gobernados por
extranjeros.
Teniendo conocimiento de estos hechos Pizarro emitió
mandamientos de prisión, contra varias personas deteniéndose a Jaime Zudáñez,
uno de los defensores de los pobres.
Por ese motivo se tocaron los campanarios y esencialmente la
del Templo de San Francisco que fue denominada la Campana de la Libertad
convocando al pueblo para reunirse en la plaza principal para reclamar la
libertad de Zudáñez que provocó el enfrentamiento entre gobernantes y el
pueblo.
Mientras tanto los alzados habían reunido una apreciable
cantidad de pobladores que esperaban el resultado de las negociaciones que
emprendió el arzobispo a solicitud de los oidores Ramírez de Loredo y Vásquez
de Ballesteros ante el presidente Pizarro, para que éste pusiera en libertad a
Zudáñez.
Lamentablemente como la gestión demoraba, ingresó a palacio
una delegación compuesta por el teniente coronel Juan Antonio Álvarez de
Arenales, el alcalde provincial Paredes y el Padre Polanco, quienes
manifestaron a Pizarro que para mantener el orden debía ordenarse que se
replegara la artillería mandada a ocupar posición, y que todas las piezas se
pusieran a buen recaudo en el edificio del Ayuntamiento.
Pizarro, mientras tanto había llamado en su ayuda al
Gobernador Intendente de Potosí Francisco de Paula Sanz, consideró que la
situación se le iba de las manos al no poder dominar el tumulto y, como no
tenía noticias de Sanz, cedió a las exigencias de los complotados; mas al
verificarse lo allí pactado, los oficiales leales se negaron a entregar las
armas, y la guardia que acompañaba a Pizarro abrió el fuego sobre la multitud.
Este atentado provocó algunas víctimas y enardecidos se
apoderaron de las piezas de artillería y las emplazaron en las esquinas
aledañas al palacio presidencial, en tanto que otros revoltosos se apropiaron
de la pólvora y munición guardada por las autoridades.
El fuego entablado por ambas partes, cesó al conocer que
Pizarro había dimitido y la renuncia se hizo efectiva ya entrada la noche,
siendo aceptada de inmediato, asumiendo de esta manera el mando político militar
la Audiencia de Charcas, quienes nombraron como comandante general y gobernador
de armas de la provincia de Charcas a Álvarez de Arenales, quién restableció el
orden público para preparar la defensa de la ciudad, amenazada por la actitud
del gobernador de Potosí.
De esta manera el nuevo general y gobernador reorganizó las
milicias de Chuquisaca y Yamparaez, formando nueve compañías de infantería
denominándolas según el oficio que practicaban los individuos que peleaban por
la causa de la independencia.
La compañía de infantería comandada por Joaquín Lemoyne; la
segunda compañía fue denominada académicos dirigida por el Doctor Manuel
Zudáñez; la Tercera compañía fue denominada de plateros por Juan Manuel
Lemoyne; la cuarta compañía se designada con el nombre de tejedores a cargo del
capitán Pedro Carbajal.
De la misma forma se designó a la Quinta compañía con el
nombre de sastres a cargo de Toribio Salinas, la sexta compañía de sombrereros
presididos por Manuel de Entrambasaguas, la Séptima Compañía fue la de los
zapateros a cargo de Miguel Monteagudo, la Octava Compañía de pintores dirigida
por Diego Ruiz, y la Novena constituida por personas de varios gremios dirigida
por Manuel Corcuera.
El levantamiento tuvo el apoyo del pueblo a pesar de haber
sido gestado por religiosos y estudiantes, lo que obligó a renunciar a
Pizarro
Entre los líderes de la sublevación según algunos escritores
se encontraban Paredes, Lemoine, Fernández, Mercado Alzérraca, Pulido, los
hermanos Zudáñez y otros magistrados y estudiantes.
Mientras Arenales organizaba la defensa siguió organizando
la defensa colaborado por ciudadanos y notables caudillos altoperuanos, don
Manuel Ascencio Padilla, alcalde pedáneo de la doctrina de Moromoro, a cargo de
las tropas que pudo reunir en las regiones de Tomina y Chayanta, atacó al
cacique Chairiri, considerado por su crueldad y lo tomó prisionero; los indios
partidarios de la revolución lo degollaron y clavaron su cabeza en una pica.
De esta manera Bolivia, dio directrices para emprender la
liberación de los pueblos del yugo español y lograr la libertad evitando ser
manejados por extranjeros y gobiernos autoritarios y dictatoriales.
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