Mucho se ha dicho y escrito acerca del Tarateño Mariano
Melgarejo Valencia (presidente de Bolivia entre los años 1864 – 1871); que era
un borrachín, ignorante, impío, promiscuo, déspota, violento y hasta loco. Pero
también hay quienes lo categorizan como: noble, justo, piadoso, sabio y hasta
romántico.
LA AMANTE DE MELGAREJO
Esta última faceta es la que se deseo compartir en este
espacio; no obstante, para entrar en materia es necesario saber ¿Quién era este
místico personaje?
Mariano Melgarejo Valencia nació en Tarata, capital de la
provincia Esteban Arce del departamento cochabambino. Era un 13 de abril del
año 1820 en pleno domingo de pascua, de ahí él decía que: “Dios lo había
escogido para ser justo, cuando él resucitaba”. Hijo de don Justo valencia e
Ignacia Melgarejo, no fue reconocido por su padre, es por eso que utilizó
Melgarejo como apellido paterno.
Muy joven, Mariano se alistó al Ejército como soldado raso y
con el tiempo se destacó por su carácter brioso y temerario; fue así que lo
ascendieron a Sargento Primero y después de una sublevación llamada la
“Revolución de los Sargentos” se le condenó a la pena de muerte por
fusilamiento; entonces un grupo de damas cochabambinas imploraron al General
Isidoro Belzu por la vida del tarateño, a lo que el general aceptó diciendo:
“algún día se arrepentirán de esta acción”, paradójicamente años después,
Melgarejó mató a Belzu.
En diciembre de 1864 se hizo presidente con un golpe de
Estado a José María Achá. Ya en ese entonces Melgarejo fue conocido como “El
hombre de moda” , alto, robusto, conquistador galante y apasionado; enamoraba
con Doña Gertrudis Antezana , esposa del presidente Achá.
Tras ser descubierto este amorío clandestino, se despertaron
una serie de escándalos en la alta sociedad boliviana, que rápidamente dirigió
su mirada con dirección al trío de presuntos implicados. No obstante, esta
situación no le importó mucho a Melgarejo, pues estaba acostumbrado a todo tipo
de festines, jolgorios y orgias con cuanta mujer podía tomar.
Se sabe que él hacía regalos especiales e incluso mandaba a
importar todo tipo de presentes y alhajas desde Paris, esto como muestra de
agradecimiento por las atenciones recibidas de las féminas conquistadas.
Melgarejo se jactaba excesivamente de poeta romancero y
enamorado conquistador, ya que gustaba mucho el cortejar a toda mujer en edad
de enamoramiento; aunque las damas y gente conocedora lo calificaban de
fanfarrón carente de facultades poéticas.
Sin embargo su autoridad como ebrio no la discutía nadie.
Tomaba a cualquier hora del día o la noche y en su estado etílico era
totalmente impulsivo a cualquier situación. Una mañana, aun en total embriagues,
se dispuso a realizar prácticas militares con su tropa, pero el día estaba
sumamente lluvioso, a lo que se indignó echando el siguiente grito de
guerra:“¡Soldados de la patria, Dios reconoce nuestro valor y nuestra entrega a
la Revolución de Diciembre! Que el humo de nuestras armas, disipe esta
tormenta, como reconocimiento a nuestro valor y patriotismo! ¡DISPAREN A LAS
NUBES!”
Culminada la balacera, increíblemente dejó de llover y el
cielo se limpió de nubes dejando salir al sol. Este tipo de situaciones
casuales o casi ficticias le valieron la lealtad de sus soldados y la
admiración de algunas mujeres que lo calificaban de “influyente, brioso,
imponente y sagaz”
Estando en una de sus tantísimas borracheras presidenciales
en palacio de gobierno, aconteció un suceso que cambiaría por completo la vida
de aquel “galán conquistador”.
Ingresó a su despacho una joven adolescente con apenas 18
años de edad, perteneciente a una de las familias aristocráticas y honorables
de la alta sociedad boliviana en aquél entonces; un problema familiar embargaba
a la jovencita y sólo Melgarejo “amo y señor de Bolivia” podía enmendar esa
fatal dificultad.
La inexperta adolescente se llamaba Juana Sánchez Campos, y
había acudido con el General Melgarejo para rogar por la vida de su hermano
José Aurelio Sánchez Campos, que se encontraba preso y con sentencia de muerte
por actos de rebeldía. Mariano, como nunca antes en su vida, quedó total y
perdidamente enamorado de la dama, fue así que inmediatamente aceptó la
petición de Juana; es más, no sólo se le perdonaría la vida al Capitán Aurelio
Sánchez, sino, se le ascendería y sin perder más tiempo al grado de Coronel.
Además se le otorgaría un puesto como ministro en el Gobierno de Melgarejo.
El Presidente quedó tan encandilado con la “belleza
violenta, casi animal” de aquella mujer, que inmediatamente perdió la cabeza
por ella; “Juana tenía la hermosura sutil de una mariposa, mirada penetrante,
figura cautivadora, su simpatía y carisma eran únicos”, por su parte Juana también
quedó prendada del misticismo que envolvía al presidente; alto, de configurada
estatura, fornido, con una barba larga y espesa que le daban un aire varonil,
sombrío e intenso.
Ambos quedaron hechizados y esa misma noche Melgarejo la
hizo su concubina. Juana no regresó a su casa hasta pasados tres días, la
pasión de estos amantes había sido más fuerte que cualquier pena de muerte.
Solucionado el problema del flamante Coronel Sánchez, Juana
se quedó en palacio como compañera y mujer de Melgarejo; ella se había
convertido en el motivo principal de su vida.
Pasó el tiempo y Mariano continuó con su ritmo gubernamental
entre juergas u orgias, pero esta vez acompañado de su leal amante quien se
había adaptado al estilo de vida melgarejista, pues bebía ingentes cantidades
de cerveza o brandy.
Juana acaparaba la atención de todos los invitados; hasta se
paseaba desnuda en palacio frente a todos los asistentes. Todo esto ante la
fascinada mirada de Melgarejo que aplaudía el atrevimiento de la joven
desnudista.
“Incluso participaba de la juerga “Olofernes” el caballo
favorito del Presidente, a quien su amo, con infinita paciencia, había enseñado
a beber hasta embriagarse de la manera más aparatosa. Mientras los convidados
bebían y le entraban a dentelladas al condumio en medio de estrepitosos
regüeldos, Olofernes, en un ángulo del salón, agotaba toneles de cerveza en un
abrevadero especial que los edecanes de Su Excelencia habían aparejado para el
dichoso corcel. Tumbados por la gula y la embriaguez, la gran diversión del
Mandatario Supremo era dar una orden a Olofernes que, ya beodo y henchido por
los copiosos diuréticos, avanzaba hacia los caídos en el báquico zafarrancho y
los hisopeaba con potentes y cálidas micciones. Luego de generar estos
inusitados aguaceros, Olofernes se ovillaba mansamente y dormía la mona junto
con sus ensopados compañeros de juerga.”
Regresando al “loco” amorío de Melgarejo y Juana, el 29 de
noviembre de 1868 se firmó una normativa en la cual se señalaba que los
constituyentes, como ritual de iniciación o bienvenida, tenían que besar las
nalgas desnudas de Juana Sánchez para asumir su cargo.
Entre esa pareja de amantes, cualquier cosa podía pasar; la
población boliviana ya no se sorprendía con ninguna noticia proveniente de
estos dos tórtolos que habían aprendido a disfrutar de la sexualidad y libertad
descubierta por ellos mismos.
Entre todo aquello, el Presidente continuaba su mandato
encabezando campañas de represión a los distintos sectores que se sublevaban en
contra de su gobierno, esto le obligaba el ausentarse del palacio por semanas,
situación que empezó a cansar a la joven Juana en quien empezó a enfriarse el
amor por Melgarejo. Es más, sofocada por los extraños gustos eróticos de
Mariano, pronto terminó aborreciendo al dictador tarateño.
Por otra parte, la dama comenzó a sobrellevar lo
anteriormente mencionado ya que la familia de esta, por la relación familiar
existente, tenía acceso libre a las arcas del gobierno y rápidamente se
hicieron de riquezas económicas inimaginables.
Los Sánchez terminaron haciéndose ricos y poderosos; por eso
Juana ahora debía soportar los caprichos y majaderías del General, pues ella
era la única que podía calmarlo en sus días de locura y borrachera, incluso
mucha gente fue condonada en sus deudas, liberada de acusaciones y hasta salvó
su vida por la intermediación de la amante del Presidente.
Hasta el Coronel José Aurelio Sánchez escapó de la pena de
muerte por segunda vez gracias a la influencia de su hermana; resulta que el
cuñado de Melgarejo violó la frontera brasilera invadiendo armado a este país,
esto al perseguir a unos fugitivos, tal hecho causó molestia en los brasileros
quienes demandaron respuesta y disculpas del presidente boliviano.
El tarateño hizo llamar a su cuñado, lo condenó a muerte y
antes de ejecutarlo; le mandó a escribir una carta de recomendación de parte de
Melgarejo dirigida a Dios, esta misiva le serviría para que Jesucristo lo
reciba en su reino por influencia del General y presidente de Bolivia. Aurelio
imploró por su vida, al igual que Juana; y ante los encantos de su concubina,
Mariano se ablandó y canceló otra vez la condena de muerte del cuñado.
Poco a poco la relación de Melgarejo con la familia Sánchez
también se fue enfriando, especialmente por el estilo de vida que llevaba el
General; ordenaba “locuras”, protagonizaba actos bochornosos, revertió las
tierras de los campesinos; en fin se ganó el repudio de los bolivianos.
En ese entendido, el Gobierno melgarejista se fue
desgastando, innumerables levantamientos subversivos se protagonizaron en el
país, especialmente en La Paz; situaciones que demandaban las acciones
coercitivas del primer mandatario, quien arremetía violentamente contra los
rebeldes al extremo de abrir puertas a cañonazos para apresar a los cabecillas
de aquellos movimientos.
Mientras él buscaba remediar tantos levantamientos armados
en su contra, había dejado de lado las tantas atenciones a su amada Juana,
quien hasta entonces terminó por odiarlo y decidió huir al Perú junto a toda su
familia.
Al enterarse de esto, Melgarejo no tuvo más fuerza moral
para continuar con su campaña de sosegar a los sediciosos, inmediatamente
ingresó en un estado de crisis depresiva y en fecha 15 de enero de 1871
finalmente fue vencido tras una batalla sangrienta encabezada por Agustín
Morales.
Sólo y carente de amor, decidió exiliarse a Chile; no
obstante al enterarse del paradero de su amada, cambió su rumbo y se dirigió a
Lima. Allá anduvo por meses, solo, olvidado, demacrado y pobre, mendigando el
amor de Juana, quien lo rechazaba constantemente y nada quería saber de aquel
acabado hombre.
Muchos fueron los intentos de Melgarejo para regresar con la
señorita Sánchez, el hombre enloqueció de amor, no podía vivir sin ella a su
lado. Sin embargo, las insistencias del ex presidente llenaron la paciencia de
Juana y su familia quienes reiteradamente dieron negativa al General.
Una mañana de noviembre de 1872 Mariano se dispuso a
suplicar nuevamente el amor de la dama, entonces se dirigió a la casa de los
Sánchez.
Cansado de pedirle al tarateño que deje de insistirle a su
hermana, abrió la puerta el Coronel Aurelio Sánchez y violentamente descargó el
tambor de su revólver sobre el decaído y maltrecho cuerpo de Melgarejo.
El amor no entinte ninguna poderosa razón, el amor embriaga,
enloquece y hasta mata. Llega cuando menos se lo espera, a veces dura y otras
no; pero siempre deja su huella en el corazón de quien se ha enamorado, es un
sentimiento que nos hace más nobles y humanos.
De ahí que hasta el temible Melgarejo sucumbió ante el amor.
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