La expedición en 1883 que unió Tarija y Asunción a través
del Chaco.
POTOSINO. Daniel Campos, abogado, ministro, y delegado de la
expedición a Asunción por invitación del gobierno, fue un potosino que se
declaró enamorado del Chaco; hombre variado, de diversas ocupaciones y gustos,
talentoso escritor de poemas, aunque éstos no llegaron a ver la luz más que en
algunos periódicos de inicios del siglo XX. Este afecto por la poesía se
respira ya en varios pasajes de este informe, especialmente en el notable
capítulo titulado “La borrasca”, en el que su prosa parece alcanzar su
temperatura ideal, quizá por la situación extrema que viven en ese momento, por
la incertidumbre, empeorada por el violento temporal que los azota, y por el
cercano encuentro que tiene con la muerte, todas ellas cuestiones que
relampaguean ante sus ojos y chorrean a través de sus palabras en calidad de
primicia.
Por: Jorge Luna Ortuño/Periodista - Artículo publicado en el
periódico La Razón de La Paz el 28 de abril de 2013.
De Tarija a la Asunción. Expedición boliviana de 1883
(Editorial El País, Santa Cruz, 2010) es sin duda un documento histórico
valioso, que además ventila momentos de buena literatura. Se trata de un
cuaderno de apuntes en el que Daniel Campos (1829-1902) comparte con talento
poético una serie de imágenes bellas que guarda del Chaco, de los
guaraníes, de la psicología intemporal del ser humano, y de los pormenores de
una travesía de 73 días en la que una tropa de voluntarios —que él mismo
dirigió— se jugó la vida sin que sus hazañas nos sean vedadas.
La cuestión urgente en aquel viaje es siempre cómo avanzar,
qué ruta tomar, cómo evitar un bosque o seguir un río, prolongar la línea y
seguir adelante. Pero los obstáculos surgen todo el tiempo, no es sólo el Chaco
como adversidad —que hasta ese momento es considerado terreno hostil e
infranqueable—, es también la falta de agua y alimentos, las infecciones, la
inclemencia de los pantanos, la presencia amenazante de las tribus, aunque esta
amenaza exista más por prejuicio que por conocimiento cabal de los
exploradores, que en pasajes son vencidos por sus sugestiones. Uno de los
peores obstáculos a la expedición son las negligencias, tanto del Coronel
Pareja como del francés Arthur Thouar, que intercambian ágilmente en el
trayecto el papel de villano y de traidor.
APORTES. Cabe adelantar que en este libro el lector
encontrará mucho más que un estudio geográfico de la zona, o la mera colección
de interpretaciones del momento histórico que se vivía tras la creación de la
Patria y la pérdida del Litoral, pues se verá ante una serie de valiosos
aportes de otro orden, como por ejemplo una profunda comprensión de las
relaciones humanas, claves de un don para liderar a hombres cargados de ego, y
fortaleza del espíritu frente a la extrema adversidad. Campos valora
perfectamente el temple y fortaleza de los hombres que lo rodean y los usa en
beneficio de la expedición; como buen líder, prefiere que los hombres que
componen el grupo expedicionario lo sigan por convencimiento antes que por
obligación; con tranquilidad, paciencia e ingenio argumentativo logra su
cometido la mayoría de las veces.
Un logro fundamental en otro nivel es que desmiente la
imagen de feroces salvajes que se tenía de los chiriguanos, y los defiende
invariablemente a lo largo de varios pasajes: “sus tribus, tratadas con energía
y benevolencia, lejos de ser el obstáculo son el poderoso auxiliar del
explorador y mañana serán los fuertes brazos del trabajo productor”. (p. 245)
Los guaraníes, desprovistos ya de la imagen de animales que se cernía sobre
ellos devienen seres accesibles en el relato, juguetones hasta cierto punto, e
ingeniosos.
QUIMERA. La exploración del Gran Chaco fue una quimera para
generaciones precedentes, las realizadas los primeros tiempos del coloniaje no
pudieron nunca avanzar más allá del Piquirenda. Fue recién con esta expedición
de 1883 que se logró cruzar ese desconocido territorio. Por ello, como señala
Mariano Baptista Gumucio, no existe una epopeya propiamente boliviana al estilo
de El Cid Campeador en España, o del Martín Fierro de Hernández en la
Argentina; pero si hay en nuestra historia una experiencia que se le aproxima
es la que queda retratada en De Tarija a la Asunción.
Cinco años después de que se llevara a cabo esta expedición
se publicó el libro sin que recibiera mayor atención. Por aquellas fechas el
gobierno boliviano premió con tierras baldías y otros obsequios a los
voluntarios de la expedición, pero no premiaron nunca su esfuerzo como
correspondía, de hecho, por largo tiempo no se escucharon las recomendaciones
esbozadas en el informe, y se mantuvo invariable la abusiva instalación de
haciendas en los territorios indígenas. A más de cien años de la realización de
este viaje, por segunda oportunidad, Daniel Campos reclama algo más que la
calidez del reconocimiento.
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