DEFENSA DE ÑAHUAPUA, ENERO DE 1935 (GUERRA DEL CHACO) ACCIÓN DE SATINADORES...


Por: Oskar Cordova.

HONOR Y GLORIA PARA TÍ, SARGENTO FORONDA...Cnel. Alfredo Peñaranda Esprella - Jefe de Estado Mayor del Comando del Primer Cuerpo de Ejército. 
...Algunos prisioneros capturados en la retaguardia del enemigo, confirmaban nuestras suposiciones, llegando al convencimiento de que los paraguayos creían tener a su frente por lo menos un Cuerpo de Ejército. De ahí que cada día aumentara su potencia de fuego y se viera obligado a proteger su retaguardia, hasta donde habían llegado nuestros “ SATINADORES” que los empleábamos por primera vez. Las trincheras enemigas habían sido excavadas en línea recta frente a nuestro bolsón, sin ninguna protección de flanco, situación que nos proporcionó el deleite guerrero de batirlas desde ambos costados, produciendo una  carnicería, obligando a las huestes de Estigarribia a retroceder y a ocultarse con más dedicación y prudencia. 
Una ametralladora pesada desde lugar dominante, inmovilizaba a nuestras tropas frente al centro del bolsón, haciéndose necesario tomar dicha posición por asalto ya que no disponíamos de morteros ni de artillería. 
El Sargento N. Foronda, comandante de una sección se ofreció voluntariamente para ese cometido. Echó a correr hacia donde estaba la ametralladora enemiga, seguido por sus soldados, a los pocos minutos se tumbó jadeando por el esfuerzo realizado, para ponerse en pie nuevamente, correr y tumbarse otra vez, siguiendo así hasta alcanzar la distancia necesaria para arrojar las granadas de mano que llevaba consigo. Una fuerte explosión destrozó la “chapapa”, oyéndose gritos de angustia y de dolor de los soldados paraguayos. Los soldados de Foronda corrieron hacia el lugar y sus bayonetas hicieron el resto. Un paraguayo se estremecía convulsivamente al sentirse atravesado por el hierro aguzado de la bayoneta, intentando levantarse, otros eran muertos a culatazos y los que lograron escapar eran perseguidos por el fuego devastador de nuestras ametralladoras livianas y fusilería cayendo también en ese campo desolado. Nuestros soldados seguían avanzando, disparando contra las siluetas confusas que huían de ese lugar protegidos por la penumbra matinal. 
Murió Foronda y su cadáver fue sepultado en el mismo campo de combate y su tumba engalanada por el recuerdo y la admiración de todos sus compañeros; una cruz de toborochi fue el último homenaje que alcanzamos a rendirle, dejándolo en ese campo chúcaro y hostil, legándonos él en cambio su ejemplo de valor, de abnegación y sacrificio...
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