Por: Oskar Cordova.
HONOR Y GLORIA PARA TÍ, SARGENTO FORONDA...Cnel. Alfredo
Peñaranda Esprella - Jefe de Estado Mayor del Comando del Primer Cuerpo de Ejército.
...Algunos prisioneros capturados en la retaguardia del
enemigo, confirmaban nuestras suposiciones, llegando al convencimiento de que
los paraguayos creían tener a su frente por lo menos un Cuerpo de Ejército. De
ahí que cada día aumentara su potencia de fuego y se viera obligado a proteger
su retaguardia, hasta donde habían llegado nuestros “ SATINADORES” que los
empleábamos por primera vez. Las trincheras enemigas habían sido excavadas en
línea recta frente a nuestro bolsón, sin ninguna protección de flanco,
situación que nos proporcionó el deleite guerrero de batirlas desde ambos costados,
produciendo una carnicería, obligando a las huestes de Estigarribia a
retroceder y a ocultarse con más dedicación y prudencia.
Una ametralladora pesada desde lugar dominante, inmovilizaba
a nuestras tropas frente al centro del bolsón, haciéndose necesario tomar dicha
posición por asalto ya que no disponíamos de morteros ni de artillería.
El Sargento N. Foronda, comandante de una sección se ofreció
voluntariamente para ese cometido. Echó a correr hacia donde estaba la
ametralladora enemiga, seguido por sus soldados, a los pocos minutos se tumbó
jadeando por el esfuerzo realizado, para ponerse en pie nuevamente, correr y
tumbarse otra vez, siguiendo así hasta alcanzar la distancia necesaria para
arrojar las granadas de mano que llevaba consigo. Una fuerte explosión destrozó
la “chapapa”, oyéndose gritos de angustia y de dolor de los soldados paraguayos.
Los soldados de Foronda corrieron hacia el lugar y sus bayonetas hicieron el
resto. Un paraguayo se estremecía convulsivamente al sentirse atravesado por el
hierro aguzado de la bayoneta, intentando levantarse, otros eran muertos a
culatazos y los que lograron escapar eran perseguidos por el fuego devastador
de nuestras ametralladoras livianas y fusilería cayendo también en ese campo
desolado. Nuestros soldados seguían avanzando, disparando contra las siluetas
confusas que huían de ese lugar protegidos por la penumbra matinal.
Murió Foronda y su cadáver fue sepultado en el mismo campo
de combate y su tumba engalanada por el recuerdo y la admiración de todos sus
compañeros; una cruz de toborochi fue el último homenaje que alcanzamos a
rendirle, dejándolo en ese campo chúcaro y hostil, legándonos él en cambio su
ejemplo de valor, de abnegación y sacrificio...
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