Por: Ricardo Aguilar / Publicado en el periódico La Razón /
15 de enero de 2015.
“Es inútil ametrallar a las montañas”, se lee en el memorial
del Cementerio General a los caídos en la masacre de la calle Harrington, a
quienes se recuerda hoy, a 34 años de haber sido asesinados por agentes de Luis
García Meza y Luis Arce Gómez.
Artemio Camargo, José Reyes, Ricardo Navarro, Ramiro
Velasco, Arcil Menacho, Jorge Baldivieso, José Luis Suárez y Gonzalo Barrón,
todos miembros de la Dirección Nacional del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), fueron acribillados por miembros de las Fuerzas Armadas.
José Coco Pinelo, militante del MIR a quien los días
posteriores a la masacre se encomendó hacer la investigación interna de los
hechos, también debía participar en esa reunión del 15 de enero de 1981 en la
calle Harrington.
Los resultados de la investigación interna que hizo Pinelo
concluyeron que el campesino A.A., hijo de un miembro del Bloque Campesino del
MIR y encargado de cuidar la oficina del partido de la Mariscal Santa Cruz, era
el agente infiltrado que dio a conocer que ese 15 de enero habría una reunión
de la dirección nacional del MIR, sin embargo, las FFAA aún no sabían del
lugar.
“Ni Gregorio Andrade ni Gloria Ardaya (sobrevivientes de la
masacre) tuvieron nada que ver con esto, sino este otro compañero A.A., quien
pasó la información”. “Estábamos infiltrados”, lamenta. La investigación
interna llegó a la conclusión de que como las FFAA no tenían la dirección de la
reunión, montaron tres operativos. Uno en la calle 15 de Calacoto, donde se
ocultaba Pinelo.
“El infiltrado conocía esa casa”. El agente hizo seguimiento
la mañana del 15 de enero al miembro de la dirección nacional Gregorio Andrade.
Lo siguió hasta la calle 15. “Ahí montaron el primer operativo de seguimiento”.
A esa casa luego llegaron tres de los militantes para
recoger a Pinelo y Andrade, y dirigirse a la cita de la calle Harrington
(Navarro, Velasco y Suárez, quienes luego fueron masacrados). No obstante, la
dueña de casa se opuso a que Pinelo asistiese: “Acaba de llegar, todavía no
está seguro en su lugar de trabajo en la clandestinidad” le dijo. Pinelo nunca
olvidó esas palabras. “Entonces dije que iría a la reunión del parque Uruguay.
A eso también se negaron todos”. Entonces, los políticos partieron de Calacoto
seguidos de los agentes de la represión.
“Les quedaba dos hipótesis: una, que la reunión sería en una
casa de Alto Obrajes que tenían fichada”. Esta opción fue desestimada al ver
que los objetivos de la dictadura se alejaban de ese barrio. Entonces vieron
que se dirigían hacia la Harrington, donde había una casa que también tenían
bajo observación. “Veinte minutos antes de que lleguen a la reunión los
compañeros, las FFAA ya estaban rodeando la Harrington. Gloria Ardaya
(sobreviviente) se salva porque llegó antes que los militares”, relata.
La reunión se instaló. No obstante, Andrade la abandona para
asistir al encuentro del parque Uruguay (al cual también asistió A.A.). Cuando
llegó Andrade, los detuvieron, y el infiltrado, al ser golpeado, dijo a los
agentes: “Trabajo para ustedes” y sacó una credencial que lo vinculaba con los
militares.
El infiltrado pagó cárcel por estos hechos; sin embargo,
Pinelo asegura haberlo visto en la calle, aunque desconoce si salió libre por
haber cumplido su sentencia o por efecto de alguna irregularidad. La balacera
en la Harrington se inició entre las 17.00 y 17.30. Andrade fue torturado hasta
que decidió llevar a los militares a la Harrington. “Nadie aguanta una tortura,
sin embargo, cuando llegaron, la masacre había terminado”.
Casi el total de la dirección del MIR había sido asesinado.
“No sucedió algo así en toda Latinoamérica. Que toda la directiva de un partido
sea exterminada”, lamenta la exmilitante del MIR Erika Brockmann. Treinta y
cuatro años después, ella recuerda a los asesinados: “Los ocho son un emblema
de la democracia”. Hoy a las 10.00 habrá un acto de la UMSA en el atrio del
Monoblock central para recordar esos trágicos hechos.
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